domingo, 12 de octubre de 2014

NÁUSEAS

    El doctor Javier Rodríguez, nada menos que consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, ha quedado retratado ante la opinión pública. Ha declarado que la responsabilidad por el contagio del Ébola recae en la auxiliar de enfermería Teresa Romero; de paso,  ha insinuando que es una mentirosa, como si hubiese falseado los datos relativos a su fiebre. 
    Con tal declaración, el personaje, que presume de “bien comidito” y de tener “la vida resuelta”, me ha indignado por su inhumanidad y  por su obvia intención de exonerar a un gobierno que, tras haber desmontado centro especializado del hospital Carlos III, estuvo a punto de meter al primer sacerdote rescatado en La Paz (¡horror!), incurriendo luego en sucesión de chapuzas temerarias que si no ocasiona más víctimas será por milagro. A mí me parece una locura que sea el personal sanitario de cuidados intensivos de La Paz el encargado de las tareas más delicadas en el Carlos III. ¿A quién se le ha ocurrido? ¿Acaso son más temibles los gastos en personal que el maldito virus?
    Caspa y prepotencia elevada al cubo. Los sacrificios y las incomodidades para la plebe. Nulo sentido de la propia responsabilidad. Claro que el problema no es el doctor Rodríguez, sino el tipo humano que representa. En manos de gente así el país está perdido. Y no me acostumbro. En cuanto topan con la realidad, estos personajes se comportan como si fuésemos imbéciles, con un tonillo caciquil que revuelve las tripas. Van a lo suyo, y al diablo la realidad, al diablo  la verdad, al diablo la humanidad. ¡Qué personajes! ¡Qué peligro!
     El viejo caciquismo y los modales del señorito de antaño reaparecen potenciados al máximo por el cóctel neoliberal, elitista  y despiadado. Ingenuo de mí, creí que habíamos progresado. Como si el “que se jodan” de la señora Fabra en sede parlamentaria no hubiera sido suficiente. Por lo visto, los de arriba son estupendos y los de abajo somos torpes y mentirosos. No es que estemos expuestos a acabar en una sociedad clasista de la peor especie, es que ya estamos metidos en ella. O nadie osaría expresarse así.
    El doctor Rodríguez  no está solo: ahora mismo varios medios de comunicación y diversos periodistas orgánicos jalean su miserable justificación del primer caso de contagio del Ébola en Europa. ¡La culpa es de la enfermera! Para el caso de que enferme también el médico que la atendió en el hospital de Alcorcón, ya nos ha explicado Rodríguez que si el traje de protección le quedaba corto de mangas, la culpa no sería de las autoridades sanitarias, sino exclusivamente suya, por ser  de elevada estatura. Y claro que ni una palabra sobre el bajo nivel de protección que ofrecía de por sí dicho traje, ni de cómo fueron pillados por sorpresa en Alcorcón, un detallito sin importancia, como el hecho de que los expertos europeos acaben de sentenciar que el Carlos III carece de la infraestructura necesaria para tratar a las víctimas del Ébola de forma segura. ¡Adelante con los faroles! 
      Vivimos en la época de la  mentira y la cutrez. Si esto se atreven a propalar el doctor Rodríguez y sus corifeos a propósito de un tema como el Ébola, ante un pueblo que algo sabe de contagios, mejor no pensar en lo que pasa cuando el tema va de brujería económica. No nos extrañe que se siga hablando de raíces vigorosas, a ver si cuela. Me gustaría pensar que el poder atontado a esta gente. Pero, qué le voy a hacer, se me impone la hipótesis del cinismo absoluto.

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