viernes, 12 de septiembre de 2014

¡QUE VIENE EL COCO!


 Se entiende la consternación de la derecha ante el surgimiento de Podemos, y nada sorprenden los argumentarios que ha puesto en circulación para descalificar al novedoso fenómeno. Pero a mí me consterna que gentes afines al PSOE  se los copie, sin privarse de ninguna grosería. Así se le da la razón a quienes sostienen que el PP y el PSOE son tal para cual.
     El señor Sánchez acaba de afirmar que no pactará con Podemos bajo ningún concepto, por tratarse de un partido “populista” y “chavista” del que solo cabe esperar, asegura, una sociedad no igualitaria y unas cartillas de racionamiento. Fin de mis esperanzas en el señor Sánchez, el Venizelos de turno, una desgracia para su partido, para la izquierda y para el país.  Resulta que ni se tomó la molestia de tomar un café con los señores Iglesias y Monedero.
    Se nos hace saber  tanto desde el PP como desde el PSOE que Podemos es una “cosa de locos”, un monstruo populista, un lobo con piel de cordero, un  fenómeno criptototalitario, criptocomunista, criptochavista, criptocastrista, criptofascista, acaudillado por unos demagogos de la peor especie. Ni por cortesía se contempla la posibilidad de que pueda tratarse de algo nuevo, made in Spain. ¡Que viene el coco! A ver si cunde el voto del miedo, el único que les puede salvar.
      De paso, el PSOE y el PP se congratulan a sí mismos, los angelitos, y se sienten autorizados a pedirnos una nueva oportunidad. ¡Es el colmo! Como el primero ha enterrado hace tiempo a Pablo Iglesias el viejo, como el segundo hasta ha olvidado por qué se reputa popular, habiendo enterrado ya sus componentes socialcristianos, social-liberales y socialdemócratas,  de los que nadie se acuerda ya, entregados ambos a sus respectivos gurús, esencialmente conformes con el papel de encomenderos, ya hechos a la mentir y a la sofistería, ya no saben qué demonios hacer para continuar el proyecto canalla de devolvernos al siglo XIX, por definición antipopular. Ya habituados a presumir ante sus superiores orgánicos de lo muy bravos que son en materia de recortes, fastidiados están. Su propia supervivencia política depende de la asistencia de dichos superiores, para nada de fiar, perfectamente capaces de tragarse países enteros.
       Después de haber dilapidado su propio crédito político y el de la entera Transición, después de haber prostituido a nuestras espaldas la Constitución con el artículo 135, después de haber consentido la perversión del sistema al punto de convertirlo en un mecanismo de succión  de la riqueza en sentido ascendente, una traición a lo acordado en la Constitución de 1978  y a lo que dicta el sentido común en una sociedad civilizada, todo en beneficio de la famosa casta, resulta que el PSOE  y el PP son los buenos de la película, autorizados a señalar con el dedo a los malos… antes de que hayan hecho nada tan ruin  como lo por ellos realizado.
       No sé qué cosa linda y suavecita esperaban ellos como respuesta a su irresponsable galopada hacia el abismo. El caso es que les ha salido Podemos, y que hasta deberían estar agradecidos por sus modos, que solo podrían agriarse si ellos no tienen mejor idea que hacerse los sordos, seguir insultando y pasteleando a nuestras espaldas con las cosas de comer.
        Hay que tener mucha jeta para atacar preventivamente a Podemos, que se encuentra en fase de formación, atribuyéndole todos los males del populismo, después de haber practicado el populismo berlusconiano con el mayor desparpajo a costa de la verdad un año tras otro; mucha cara dura para acusar de demagogos a los dirigentes de Podemos después de haber batido todos los récords de demagogia y cinismo (brotes verdes, raíces vigorosas, etc.); mucha jeta para acusar a Podemos de tener una intención totalitaria después de habernos metido a patadas en una obra de ingeniería social totalitaria que nos dejará irreconocibles y desesperados ante la cáscara de una democracia sin contenido.  Y hay que tener un rostro de basalto para arremeter contra Podemos por su supuesta adscripción a modelos extranjeros, bolivarianos o castristas, mientras se aplica a rajatabla el abecé de movimiento neoliberal, que no surgió precisamente en Lavapiés y que pretende retrotraernos a las coordenadas del siglo XIX, de las que tanto nos costó salir. 
      ¡Que viene el coco! Pues claro que viene, dado el nulo propósito de enmienda de nuestra clase dirigente. Pero que nadie se llame a engaño: ese coco inspira a mucha gente menos temor y bastante más esperanza que la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está comiendo por los pies. Habrá quien prefiera lo malo conocido a lo bueno por conocer, pero, por favor, que no olvide lo siguiente: lo malo conocido hasta la fecha no permanecerá igual a sí mismo; se irá agravando imparablemente, hasta el horror, como acredita la historia de los diversos países que ya han pasado por esto. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

ALFONSO GUERRA VS. JUAN CARLOS MONEDERO

      He tenido ocasión  de presenciar el encontronazo de Guerra y Monedero en el programa de Jesús Cintora. Y no me ha parecido una pequeña anécdota pintoresca sino algo que merece ser analizado con detenimiento. Se me antoja que hay un antes y un después, por la relevancia de ambos.
     Como hemos de suponer que el señor Guerra representa al ala izquierdista del PSOE, ha quedado claro, con brutalidad incluso, que no hay convergencia posible entre este y Podemos, ningún puente, ni siquiera hipotético, entre las dos formaciones, la vieja y la nueva, entendida esta según el veterano político como “cosa de locos”,  justo lo que no es. Para cosa de locos, lo de Venizelos, lo de Hollande.
    Como el señor Guerra es un hombre de lecturas elevadas, como no está en primera fila, como es de suponer que ha tenido tiempo de meditar serenamente sobre los errores cometidos por el PSOE en su gestión del proyecto de izquierdas, me defraudó completamente. La manera en que hurtó el cuerpo al funesto artículo 135 de la Constitución me dejó pasmado. ¿Y qué pensar de sus modales? Mucho le agradecí al señor Monedero su exquisito dominio de las buenas maneras, el justo sentido de las palabras, lo que me ha dado mucho que pensar y alguna esperanza. Si con la cantidad de burradas que tiene que oír, por no hablar de las interpretaciones torticeras de lo que dice, no se ha avinagrado ya, buena señal, porque aquí mucha gente pide un cambio real y claridad, pero no concesiones a lo que se entiende por un  mal rollo.
    ¿Es que Guerra  no da más de sí? Bueno, tenemos el texto que publicó en la revista Tiempo, motivo de la entrevista que degeneró en encontronazo. Allí, sin incidir en la responsabilidad de los socialistas europeos, sin una autocrítica seria, previene contra el resurgir del totalitarismo, en versión neofascista o neocomunista. Y todo termina en un llamamiento a  los partidos conservadores y socialdemócratas, para que rectifiquen, no sea que la desesperación provoque un retorno a los  regímenes autoritarios del pasado.
    No está  mal ese artículo como esbozo de lo que ha sucedido y de lo que puede suceder, pero es evidente que la historia se le ha echado encima. Dichos partidos conservadores y socialdemócratas se comportan desde hace mucho tiempo como perfectos insensatos, dilapidando su crédito y la legitimidad del sistema. Y ya sabemos lo que hacen con este tipo de llamamientos a la cordura (llamamientos que yo mismo he hecho en este blog, con la correspondiente ingenuidad). Guerra nos da a entender que solo estos partidos están capacitados para hacer algo positivo, lo que es pedir peras al olmo y, de paso, cerrar la puerta a posibles competidores.
      A su parecer tanto Syriza como Podemos son fenómenos de intención totalitaria, monstruos en potencia. De los diversos interrogantes que se me plantean, hay uno especialmente enjundioso: ¿Da por supuesto el señor Guerra que es inconcebible una versión no totalitaria del comunismo, ni tampoco del socialismo propiamente dicho? Me temo que sí, aunque me cueste creer que haya llegado a semejante extremo de dejadez intelectual. Por lo visto, tendremos que conformarnos con nuestro socialismo acomodaticio, pues fuera de él no existe ningún socialismo democrático. ¡Acabáramos! 
     En este contexto, se entiende que el señor Monedero pudiese dejar a Guerra fuera de juego con la declaración de que  Podemos aspira, entre otras cosas,a dejar atrás las coordenadas del izquierdismo totalitario. Guerra no quiso recoger el guante.
    Parece una broma del destino que Alfonso Guerra solo sepa oponer a Podemos el mismo grito que se usó para cerrarle el paso a él (“¡que viene el coco!”). Y conste que es el mismo hombre que dándoselas de revolucionario dejó en la cuneta al pobre Llopis. ¡Vueltas que da la vida! Es muy mala señal cuando las personas en edad madura no entienden en absoluto a las más jóvenes por no querer recordarse a sí mismas.
     No habiendo puentes ni comunicación posible entre Podemos y el PSOE, estando este decidido entenderse y enterrarse con la derecha en aras del mantenimiento de lo insostenible, como ha venido haciendo hasta la fecha en asuntos capitales, nos esperan tiempos muy difíciles. Aquí el problema no es Podemos, sino el monopolio del espacio político que el tándem PSOE/PP desea perpetuar a toda costa. Cuanto más se afirme dicho monopolio a ojos de la gente afín a la sensibilidad de Podemos, cuanto peores sean los modales de los socialistas y los populares,  cuanto más se unan para hacer frente a la novedad, más clara será la tendencia a crear un monopolio alternativo, no por exigencias teóricas sino por mera  cuestión de supervivencia. Esto sí lo sabe el señor Guerra, pero su sapiencia no nos va a servir de mucho a la hora de la verdad. 

martes, 26 de agosto de 2014

AMAR A TU GENTE

    En España hemos tenido la suerte de que la oposición al ya degenerado establishment político  no proceda de la extrema derecha  extraparlamentaria sino de ese fenómeno novedoso y todavía impreciso llamado Podemos, una variante política del diverso movimiento de los indignados. Aquí no hay posibilidad alguna de que surja una extrema derecha tipo Le Pen,  aunque pueda haber quien lo crea y quien lo intente.  Uno de los efectos saludables de Podemos es  haber desactivado el peligro de que esa planta venenosa encontrase donde arraigar, al poner de manifiesto la sensibilidad y la educación de los españoles indignados, para nada compatibles con ningún sucedáneo vernáculo del lepenismo.
     Lo que acabo de decir obedece a mi visión de las cosas, clásica en este punto, pues entiendo que Podemos y el 15-M son nítidamente de izquierdas. Entiéndase, por lo tanto, mi extrañeza cuando reparo en que los portavoces de ambos insisten en que la dialéctica izquierda/derecha pertenece al pasado. ¿Obedece esta anomalía al rechazo que se han ganado a pulso el PSOE y el PP? ¿Debo entender que en su caída estos gigantes putrefactos han arrastrado consigo al sumidero de la historia esa dialéctica, sin la cual me parece imposible orientarse en el espacio político? ¿Debo ver en ello la influencia nefasta de la filosofía posmoderna? ¿Será que las generaciones más jóvenes se han tragado el anzuelo de los tecnócratas y de los charlatanes del fin de la historia a ellos asociados? ¿Será que abundan las personas que creen que se puede ser a la vez de izquierdas y de derechas? ¿Será que la mala memoria ha ocultado que tanto Franco como Hitler presumían de estar por encima de esa dialéctica?  ¿Será que algunas cabezas pensantes consideran que la indefinición puede permitir arramblar con los famosos votos del centro y rebañar los de los de quienes se asustan de sentirse a la izquierda?  ¿Será que estas cabezas pensantes  quieren que nos olvidemos de sus orígenes intelectuales y de la historia de la izquierda? ¿Un poco de todo, quizá?
        Me ha llamado la atención que Pablo Iglesias afirmase que  “lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: Tiene que ver con amar a tu gente”. Dicho así lo suscribiría a ojos cerrados, pero no sé si el contexto me autoriza a ello. Considero que, en efecto, aquí de lo que se trata es de “amar a tu gente”, lo que en buena ley debería ser el mandato número uno tanto de la izquierda como de la derecha en un país civilizado. En efecto,  hay que poner –queremos poner–  en la cima de nuestra escala de valores al ser humano, única manera de acabar con la galopada neoliberal, por definición antihumana.
     Espero que por “amar a tu gente” no se me esté dando a entender que solo debo amar (o respetar) a los míos. También tengo que amar (o respetar) a los otros, si quiero seguir viviendo en una sociedad abierta, si quiero vacunarme contra las dialécticas amigo/enemigo, amo/esclavo y contra cualquier deriva totalitaria robesperiana o estalinista.
      Por lo demás, aparte de esa declaración general de corte humanista, bajando al plano de la actividad política, creo que la dialéctica izquierda/derecha sigue operativa, y que no se desmonta por el simple método de establecer un nuevo principio, por ejemplo la oposición entre el pueblo y la casta, con el que solo se consigue simplificar el asunto.  Y una cosa es declararse paladinamente ni de izquierdas ni de derechas en el seno  del 15-M, que es un movimiento difuso, y otra hacerlo desde Podemos. Lo que en el contexto del 15-M es, ante todo, un fenómeno en bruto, en el caso de Podemos es una definición política en toda la regla. 

martes, 15 de julio de 2014

TODOS SOMOS CARLOS


       Ya multado (3.600 euros), acaba de ingresar en la prisión de Albolote el estudiante de Medicina Carlos Cano, condenado a tres años de prisión y un día por haber participado en un piquete con motivo de la huelga general del 29-J. El mismo castigo, por la misma razón, se cierne sobre  Carmen Bajo, ama de casa.
      En estos momentos hay otras cuarenta personas bajo la amenaza de ir a la cárcel por haberse manifestado, a lo que debemos sumar un millar de multas administrativas repartidas a saber cómo  pero con efectos disuasorios claros y distintos, no solo para los afectados sino para la gente en general, también para mí.
     No estamos ante incidentes desgraciados, sino ante un modus operandi digno de reflexión.  El poder establecido tiene bien claro que la gente debe ser amedrentada como parte de la tarea de desplumarla. Y procede técnicamente, con su habitual sangre fría.
     Todavía estamos en la fase de los avisos a navegantes, en la fase de fingir que aquí no pasa nada, siendo todos unos campeones de las libertades. El problema, vistas las cosas en términos históricos, es que una vez puesto en marcha el mecanismo represor y ya pisado a fondo el acelerador  de las reformas antisociales, dicho mecanismo, por su propia naturaleza, va a más, precisamente en casos como este, en los que el poder no tiene nada positivo que ofrecer. Lo sabemos por la triste experiencia de otras épocas. 
      Eso de encarcelar a unas personas inofensivas, como lo de poner multas, no es un invento de este gobierno. Es una práctica perfectamente conocida. Y estas cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban. De ahí la tristeza y las malas sensaciones que me produce el encarcelamiento del joven Carlos Cano, todo un símbolo de la ruina moral que nos amenaza.
    [Carlos Cano ha sido excarcelado y la amenaza de ir a prisión que pesaba sobre Carmen Bajo ha quedado en suspenso. Estas noticias me alegran mucho. Falta por saber si, en efecto, las condenas son anuladas.]

LLEGA PEDRO SÁNCHEZ

     Al parecer,  dos elementos de juicio han producido cierta alergia (su pertenencia al aparato del partido socialista y su pasajero acomodo en el escenario de Caja Madrid en tiempos de Blesa); pero ahora lo único importante es qué va a hacer, cómo se las arreglará para dotar de sentido al relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba.
     De lo que haga Pedro Sánchez dependen, en buena medida, la suerte PSOE, en un tris de acabar como el PASOK, y el destino de la democracia en que habitamos. Este joven profesor de Economía se ha echado a la espalda una carga pesadísima. Ojalá que salga bien librado, pues de su buen hacer depende la desactivación inteligente de algunos problemas que, largamente incubados, podrían saltarnos a la cara de un momento a otro.
     Por fortuna, en todo caso, es demasiado joven como para endosarle la responsabilidad por los yerros que nos han conducido a este desfiladero. Puede pasar con honra a la historia o salirnos rana y acabar como Venizelos. Los ánimos no están para bromas. No basta una faena de maquillaje para salvar al PSOE, ni tampoco eso de poner una vela a Dios y otra al diablo. Le apetezca o no, tendrá que ser original, pues no puede regirse por el modelo de sus predecesores.  Hollande, el Venizelos francés, nada le puede enseñar. Cualquier salida a lo Blair sería su ruina.
    Como considero que la única manera de hacer frente a la bestia  neoliberal, que ahora se relame a la vista del gran festín por ella preparado con motivo del tratado entre EE UU  y la UE, considero que es un deber de la izquierda sumar fuerzas. Y en esta línea, creo que una de las tareas de Pedro Sánchez es guardarse de alimentar los motivos de discordia y tender puentes donde no los ha podido haber. Así, por ejemplo, creo que haría bien en no caer en una fácil descalificación de Podemos. Bien está que el señor Felipe González se declare miembro de la casta, como el señor Montoro. Pero ojalá que él no haga lo mismo. Y ojalá que tampoco imite a Susana Díaz, que  se declaró de “la casta de los fontaneros”, en relación con el muy respetable oficio de sus familiares. No están los ánimos, insisto, para este tipo de boutades. Aquí se está con el 10% ó con el 90% de los españoles, lo que no tiene ninguna gracia, como soy el primero en admitir.
      Tampoco me parecería feliz que descalifique indirectamente a Podemos por el expediente de arremeter contra el “populismo” (y ya lo ha hecho).  ¿Quién está aquí lo suficientemente libre de populismo como para permitirse esa listeza? Y francamente, en el contexto actual los discursos antipopulistas no presagian nada bueno, ni democrático, pues se apunta a dejar a la gente inerme ante las medidas antipopulares que forman parte del catecismo neoliberal.
      ( Los fanáticos neoliberales se han olvidado de las promesas populistas que les permitieron abrirse camino (capitalismo popular, sociedad de propietarios, etc.), lo que indica la malicia del rollo que ahora nos sueltan con su habitual asertividad, que no le consienten a nadie más.)

     En definitiva, le toca a Pedro Sánchez  establecer de qué lado está el PSOE, para lo cual no le queda más remedio que acordarse de Pablo Iglesias, el mayor, y dar por concluida la era del socialismo acomodaticio y servil.

viernes, 20 de junio de 2014

JORGE VERSTRYNGE, ESPOSADO

    En estos días tan sobrecargados de símbolos, la detención de Jorge Verstrynge no me ha sentado nada bien. Le veo cogido y guiado por la nuca por seres oscuros y tremendos, lo veo arrastrado, llevado medio en volandas, luego oprimido contra una barrera metálica, pronto esposado, levantado por hombros y pies por encima de esta cual saco de patatas y finalmente introducido sin contemplaciones en un furgón policial. Una escena escandalosa, de las que se quedan en la retina. Y todo porque se manifestó a favor de la República con una camiseta y supongo que de viva voz también.
    Me entero de que “lo soltaron” a las tres de la madrugada, y le imagino objeto de una persecución administrativa en toda la regla, según la fórmula de las multas. ¿Y esto con qué se come? Uno se pregunta si su detención se debió a que las fuerzas de la autoridad no le reconocieron, llevándoselo p’alante  como a los otros siete detenidos, o si precisamente su persona atrajo el selectivo interés de dichas fuerzas. Supongamos que el sexagenario profesor, político y escritor tenía desactivados los reflejos de huída y de sometimiento, en consonancia con su carácter y con su voluntad de expresarse, y que, pura y simplemente, el mecanismo represivo saltó de forma automática. Pero no es ningún consuelo.
    Lo cierto es que sus derechos constitucionales se vieron pisoteados, demostrándose que su validez depende de las circunstancias y de instancias arbitrarias, siendo preceptivo tener valor y ganas de meterse en líos para ejercerlos a la vista de la autoridad.
    Honra al profesor Verstrynge que, en lugar de estar en ceremonias y banquetes, haya estado dando la cara por sus ideas, en la calle. No sé de mucha gente capaz de ir de lo muelle a lo desesperante por propia voluntad, como él, uno de esos raros personajes que de la derecha han pasado a la izquierda, yendo en sentido contrario a lo que se estila. Claro que este hombre, también cuando era muy joven y era secretario general de Alianza Popular, siempre ha tenido un compromiso profundo con la causa de la justicia social. Lo que confiere a su detención un rango simbólico, no precisamente tranquilizador.
     Como él y los otros siete detenidos no representaban “un peligro público” en ningún sentido,  tampoco en el numérico, por no tratarse de una turbamulta, como no estamos hablando de energúmenos, lo ocurrido no tiene las trazas de un incidente casual.  Porque ha tenido cierto tufo a cosa técnica, como el tremendo despliegue de medios de seguridad con motivo de la coronación de Felipe VI. Que se haya considerado preferible mostrar la musculatura y todas las púas del Estado en cuanto poder, con anotación de nombres y direcciones, con imágenes de francotiradores y demás, que se haya preferido esta exhibición a una operación discreta, menos dañina para la fiesta, indica que se están ensayando viejas y conocidas formas de intimidación. Como se anuncia la llegada de un “tiempo nuevo”,  me resulta muy deprimente.

jueves, 12 de junio de 2014

A PROPÓSITO DE LOS RELEVOS GENERACIONALES

      Yo me pronuncié por el sí con motivo del referéndum constitucional de 1978, aceptando la monarquía.  Lo principal era dejar atrás la dictadura y cancelar de una vez por todas la lógica de 1936. Mis particulares principios eran una cuestión secundaria. Juan Carlos I se presentaba como rey de todos los españoles, y ya Dionisio Ridruejo, que algo entendía del funcionamiento de las cosas en este país,  me había convencido de que la solución monárquica, sobre ese supuesto, debería ser aceptada con miras a tan alta finalidad. Y eso hice, como millones de españoles.
    Es evidente que los planificadores de la tardía instauración monárquica obraron de la única manera posible. Hasta Franco sabía que su sucesor a título de rey no podría gobernar como él. El sentimiento monárquico brillaba por su ausencia y el tinglado no se  podría mantener exclusivamente sobre las espaldas del ejército y de los cuerpos de seguridad.  La llamada Monarquía del 18 de Julio era una pieza del pleistoceno que ni siquiera contaba con la devoción del Movimiento.  
     Además, no se podía seguir en las mismas porque la situación económica era pésima (shock el petróleo);  el Régimen franquista había perdido la capacidad comprar la fidelidad de la gente. Las huelgas se sucedían. Y por si fuera poco, las nuevas generaciones del propio Régimen demandaban cambios, conscientes de su falta de legitimidad.  Los jóvenes franquistas que no habían participado en la guerra civil no tardaron en descubrir que se entendían mejor con las gentes de la oposición que con los nostálgicos de 1936, intratables y como de otra galaxia. Se hizo, pues, el cambio, sin ruptura, y pasamos de una dictadura a una sociedad abierta, que es  lo que realmente se le agradece a Juan Carlos I, a tenor de esas circunstancias irrepetibles.
    Nadie puede negarle a Juan Carlos I el mérito de haber renunciado sabiamente al poder omnímodo que le había dejado Franco. La especie de que él urdió el golpe del 23-F  no pasa de ser una maliciosa estupidez. Para llegar a la democracia, él ya había quemado sus naves, y se habría contado entre las víctimas del golpe si este hubiera triunfado (el búnker se la tenía jurada).
     La Transición salió bastante mejor de lo que cabía esperar si tenemos en cuenta, dato fundamental, que ni el rey  ni los realizadores de la operación tenían lo que se dice formación democrática. Otra cosa es lo que se hizo sobre de la base de la Constitución de 1978, en los años siguientes, donde ese defecto salió a relucir. Se actuó con la idea de que era suficiente lo que se había hecho, como si en el plano histórico se pudiera vivir de las rentas en plan tarambana.
     Yo tengo 62 años y no es extraño que traiga a colación ciertas cosas. Como no es extraño que los españoles criados en democracia, para los cuales esta es natural,  se llevaran un chasco tremendo al ver la situación en que nos hemos ido a meter. No están para viejas batallas, ni viejos laureles y bien se ve que no tienen metido en el cuerpo el miedo que llegamos a tener los de mi generación, más que suficiente para justificar los ejercicios de ambigüedad, los cálculos, las duplicidades y las bajadas de pantalones. De ahí que estos jóvenes digan “lo llaman democracia y no lo es”, expresándose como personas sanas.
    Es una locura dar gato por liebre a las nuevas generaciones: acaban sublevándose contra lo que ven y lo hacen precisamente en nombre de los mismos principios políticos y morales que les fueron inculcados por los mayores autosatisfechos. Eso de que el PSOE no es monárquico pero que sirve de sustento a la monarquía no lo van a entender jamás, y en realidad sería una pésima señal que les pareciese natural. Baste con este ejemplo.
     Deducen  estos jóvenes que la tremenda crisis que amenaza con destruir sus vidas se debe al “régimen de 1978”. Y no se les puede reprochar. Instruidos en el abecé de la modernidad, sería francamente raro que les resultase natural la Monarquía, por muy parlamentaria que se la pintemos. A ellos les ha tocado darse de bruces  con una sucesión de burradas que ni con la mejor voluntad dejan el menor margen para hacer la vista gorda.
    Llegados a este punto, ni los monárquicos de obediencia ni los pragmáticos tienen nada que decirles; las habituales monsergas no surten efecto. Si les decimos que la Monarquía garantiza hoy la estabilidad y la convivencia de los españoles como si estuviéramos en 1978, les suena a una confesión de poquedad democrática. Es como si les estuviéramos diciendo que seguimos en plan de emergencia, sin haber consolidado el sistema democrático en todos estos años, todavía necesitado de un incongruente soporte medieval. 
    Y ahora le toca a Felipe VI.  No es que el contador se ponga a cero. Su padre acabó siendo visto como un comisionista de grandes empresarios, como compadre de autócratas  y gentes dudosas, como matador de elefantes,  lo que forma parte de la herencia.
     Para ser aceptado,  Juan Carlos I pudo dar a los españoles una libertad desconocida para ellos. ¿Qué puede ofrecer Felipe VI? Sin duda,  voluntad de  saneamiento y de amparo frente a la Bestia neoliberal. Su padre contó con el respaldo póstumo del dictador  y con el poder de un ejército constituido como fuerza de ocupación,  pero él depende sobre todo del apoyo de la gente, que  no está de humor para borboneos de ninguna clase y que no cree en las  superiores bondades de la sangre azul. No lo tendrá nada fácil, por lo tanto. Parece muy expuesto a dejarse llevar por el modus operandi de su padre, esto cuando ya sabemos todos lo que da sí el una monarquía consagrada a los intereses de eso que la gente joven llama “la casta”, de cuyo presunto monarquismo virtuoso no debería fiarse un pelo…