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miércoles, 25 de enero de 2017

DONALD TRUMP Y LOS LIMONES ARGENTINOS

   Trump ha sido recibido con manifestaciones de protesta y con la enemiga de los grandes medios de comunicación,  unánimemente partidarios de la fracasada Hillary Clinton. Hasta la CIA parece tenerlo enfilado. Algo raro pasa  cuando gentes de  intereses contrapuestos convergen en una misma ola de hostilidad y  yo no guardo memoria de que un presidente norteamericano tomase posesión de su cargo en un clima tan enrarecido y menos echando leña al fuego como él hace.  
    A diferencia de su predecesor, Donald Trump pretende “hacer historia”. Recién instalado en el despacho oval, ha soltado dos coces seguidas, una contra el Obamacare, otra contra el acuerdo comercial Transpacífico (TTP); seguidamente, le ha dado en toda la cara a la conciencia ecologista del país, dando vía libre a dos oleoductos de reconocida peligrosidad y borrando de un plumazo la página web de la Agencia de Protección Medioambiental. Señal de que va a por todas. Le veremos asestar nuevos golpes maestros en los próximos días, porque cosas así, como aconsejaba Maquiavelo, hay que hacerlas de entrada, antes de que el hierro se enfríe.
    Para botón de muestra, tenemos la proscripción de los limones argentinos, caída como un rayo y con visos de revelación. El proteccionismo, la bestia negra del movimiento friedmanita, reaparece en escena a cara descubierta. ¿Imposible? No, si recordamos de qué manera brutal el presidente Nixon dio por enterrados los acuerdos de Bretton Woods. No hubo cónclave en las alturas. Nixon los mandó personalmente al carajo y empezó a darle a la máquina de imprimir billetes verdes sin preocuparse ni poco ni mucho por el daño ocasionado a los ahorros mundiales.
     Cambiar las reglas del juego a mitad de partido entra dentro de las posibilidades del inquilino del despacho oval. En cuanto dichas reglas pasan de ventajosas a molestas, la tentación se plantea en términos irresistibles.  Ya veremos hasta donde llega Trump, pero no nos llamemos a engaño en el punto de partida: si empieza así, la propia elite andaba dividida, sin saber hacia dónde tirar.  
    Trump ha virado bruscamente hacia el proteccionismo y el nacionalismo económico, a tono con el lema “¡hacer a América grande de nuevo!” Los humillados y ofendidos esperan que cumpla sus promesas, que sanee el cinturón del óxido, que de trabajo, que renueve las estructuras, en definitiva, que rescate al país del sumergimiento en el Tercer Mundo, que recupere eso que antes se llamaba “el sueño americano”, hace tiempo devenido en pesadilla.
    Los publicistas del neoliberalismo echan espuma por la boca. Trump los tiene agarrados por la entrepierna: no tienen nada que ofrecer, nada que prometer, él sí. Donde ellos todavía  se exaltan predicando las bondades del mercado libre, él los machaca con el mantra del comercio justo [sic!], y no hay color.
   Estados Unidos, lo primero, en lo referido a los limones, a las tuberías de los oleoductos, en todo. Ya veremos si Trump convence de las ventajas de su proyecto a los capitostes que tienen a sueldo a esos publicistas. En ello le va la vida.  Y en realidad, puede convencerlos porque, digan lo que digan los puristas del libre mercado, de por sí incongruentes, él no tiene ni la menor intención de poner límites al capitalismo salvaje. De ahí que se vea servido por hombres de Goldman Sachs y de Exxon Mobil.
    ¿Por qué  seguir comprando allá en lugar de aquí? ¿Qué tiene de malo atraer a los inversores extranjeros, chantajeándolos si es preciso? ¿Acaso no son las grandes obras públicas, a todas luces impostergables, un regalo para los gigantes del ramo?  Como el rico Epulón se podrá dar el gusto de dejar caer unas migajas en el plato del menesteroso trabajador, la cosa pinta bien, sobre todo teniendo en cuenta lo ya prometido: una drástica rebaja de los impuestos. ¿Acaso no ha llegado el momento de aprovechar la baratura del trabajador norteamericano nativo, ya descubierta hace casi diez años por Mercedes Benz y por varias firmas japonesas? Se da por concluida, con éxito, la fase del abaratamiento y sometimiento de la mano de obra; empiece un nuevo ciclo (al que más nos vale no confundir con el New Deal roosveltiano).
    Ya destruido el poder sindical, se pueden hacer grandes negocios en casa. Se sobreentiende que se trata, como siempre, de hacer dinero.  Trump no le va a hacer el trabajo a Sanders. Aquí no se plantea dar el más pequeño paso hacia la reducción de la desigualdad, hacia eso que se llama justicia social. Y en cuanto al resto del mundo, que se las apañe. Lo que entra, por cierto, en el menú del capitalismo salvaje.
    Claro que si lo que el presidente norteamericano se trae entre manos, valerse del repertorio nacionalista y del proteccionismo, lo intentase cualquier otro, saldría despedido hacia las tinieblas exteriores de un día para otro. A lo que hay que añadir que el viraje norteamericano hacia el nacionalismo económico no implica una bendición del modelo con formales garantías para el nacionalismo ajeno. Que se lo pregunten a los chinos de los tiempos de las Guerras del Opio…
    Muchos empresarios y financieros cazarán al vuelo la oportunidad que les ofrece Trump, pero otros se volverán locos tanto dentro como fuera de Estados Unidos. ¡Imagínese la cara que se le puso al exportador argentino de limones!
    Pensar que Trump se trae entre manos una jugada calculada al milímetro y que no se corre ningún riesgo sería de lo más ingenuo. Podríamos estar ante una chapuza monstruosa, lo que nada tendría de raro después de lo de Afganistán, Irak y de las burradas que llevaron al crack del 2008, por no hablar de Libia ni de Siria…  Como dijo Nietzsche, el poder atonta y sería un milagro que, de pronto, las cosas saliesen bien, de forma no traumática, precisamente gracias a un personaje de  las características de Donald Trump.
  De hecho, debemos prestar atención a la reacción de quienes andaban haciendo negocios a cuenta de las aventuras bélicas, los promotores de Hillary Clinton. Les gustaría seguir jugando con fuego en lo que a Rusia se refiere, seguir atizando conflictos por doquier, y he aquí que Trump no está por la labor, por sentido común, por no endeudar más a su país, por ganas de ahorrar, por creer que la fuerza se puede utilizar de otra manera…  Todo indica que ya se ha ganado la enemistad del complejo científico-militar-industrial-capitalista, lo que equivaldría a sentencia de muerte si no fuera porque, por lo que parece, este se encuentra dividido. A estas alturas, además, podemos estar seguros de que hay muchos militares hartos de que los manipulen, lo suficientemente esclarecidos como para desear un cambio de orientación. La batalla promete ser durísima, y el resultado es  impredecible.
    También hay que tener en cuenta que la opinión pública se ha desgarrado, en lo que Trump encuentra una complacencia anómala e irresponsable. El cóctel de supremacismo blanco, negacionismo climático, misoginia, homofobia, islamofobia e hispanofobia nos indica lo lejos que está el país  de las coordenadas de eso que se llamaba liberalismo, de los procederes ilustrados, de  Jefferson y de Payne. Varias décadas de oscurantismo, de deliberada confusión, de desdén por las verdades más obvias, varias décadas de uso indecente de la religión, de aplastamiento de la educación pública, conducían precisamente a este desfiladero. Es tiempo de consecuencias...

domingo, 22 de enero de 2017

GRAN DESCONCIERTO A DERECHAS

    A la crisis de la izquierda se viene a sumar la espectacular crisis de la derecha. Se trata de crisis relacionadas,  lo que pone de relieve la grave afectación de los sistemas políticos, hace tiempo desvinculados del servicio al bien común y, por lo tanto, metidos en una deriva de curso para nada tranquilizador.
     La crisis de la derecha pone al descubierto una división en el seno de las elites y ha sorprendido a los publicistas orgánicos con el pie cambiado. Estos genios se revuelven contra el Brexit, contra Trump, contra el populismo de Trump y, por extensión, contra el “populismo mundial”. Ya lo les queda otra que despotricar; se han quedado en blanco, sin nada que ofrecer, sin proyecto y sin la musiquilla del capitalismo popular. Tardarán algún tiempo en descubrir lo que se les pide de aquí en adelante.
    En Francia tenemos al señor Fillon saliendo al paso de la señora Le Pen; aquí, a José  María Aznar leyéndole la cartilla a Mariano Rajoy; en el Reino Unido tenemos a la señora May dándole alas al Brexit y acosada por sus amigos de ayer; en Alemania, la señora Merkel se ve más amenazada desde la derecha que desde la izquierda. Y en Estados Unidos tenemos a Donald Trump enfrentado con buena parte del establishment derechista, de pronto enamorado de Hillary Clinton. Estamos ante un cambio de época: la derecha atlántica da bandazos entre la nostalgia y el miedo a lo desconocido, de cuya llegada ella misma es la principal responsable. Los grandes tiburones, tras hartarse de sardinas, empiezan a atacarse entre sí, mientras una parte de la elite se reacomoda, en vista de que el sistema de Ponzi no se sostiene y podría salir perjudicada.
     El  neoliberalismo irá, supongo, de capa caída, pues no hay predicador que consiga sacarle brillo en las actuales circunstancias, ni político que lo pueda imponer por las buenas. Para imponer por las malas la voluntad predatoria de las elites ni siquiera hace falta el neoliberalismo friedmanita, de lo que dan fe lo pueblos vilmente saqueados y explotados antes y después de que este fuese puesto en circulación.
     Lo que no lleva trazas de ir de capa caída es el poder que utilizó el catecismo neoliberal como disfraz y como herramienta para  quitarse de encima las ataduras tanto legales como morales. Y conste que no estoy hablando de un poder único, enterizo y unidireccional. La agudización de los conflictos de poder en el seno de las elites será la nota dominante y  los platos rotos los pagaremos los de siempre.
     Cuando entra en crisis  la derecha es de suyo muy peligrosa, por la sencilla razón de que deja de ser conservadora. Si la derecha atlántica tuvo la originalidad de sacarse de la manga la carta del neoliberalismo  como respuesta a los usos y costumbres de los “treinta gloriosos”, mejor no pensar en las ocurrencias que puede tener de aquí en adelante, después de varias décadas de habituación al matonismo y haberle tomado el gusto a la irracionalidad y a la mentira. Envolverse en la bandera, dárselas de estar en disposición de hacer más por el pueblo que la izquierda, dar carnaza a las fieras, señalar cabezas de turco, proteger a unos y desproteger a otros, tomar decisiones radicales, todo esto puede ir a más, pero quién sabe qué novedades nos aguardan a la vuelta de la esquina.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

BYE, BYE MR. OBAMA

    Hay que aplaudir la reforma sanitaria de Obama, pero resulta que ha tenido que conformarse con lo mínimo por los compadreos con las farmacéuticas y los capos de la sanidad privada. De lo demás, mejor no hablar, porque del famoso “sí se puede” no queda  gran cosa.
     ¿Fue capaz de cerrar Guantánamo, como había prometido? No. ¿Puso fin a la tragedia de los indocumentados de su país? No, e incluso será recordado por la deportación de niños y mujeres a altas horas de la madrugada. ¿Frenó los desahucios? ¡Pues tampoco!
      ¿Metió en cintura a los juerguistas de Wall Street? No, y por el contrario les encomendó precisamente a ellos que arreglasen el desaguisado.
     ¿Arremetió contra la pobreza, en plan Lyndon B. Johnson? ¡Ni se le pasó por la cabeza!  Ni siquiera cumplió su promesa de corregir los excesos del NAFTA…   
     ¿Recuperó la normalidad aboliendo la Patriot Act? No, claro que no.
     ¿Hizo algo serio y memorable contra el cambio climático? Pues no.
    ¿Trajo la paz? No, e incluso atizó nuevos focos bélicos (Libia, Siria…).
    ¿Hizo honor a su promesa de trabajar por liberar al mundo de la amenaza de una guerra nuclear? ¡Qué pronto se olvidó de lo que dijo Praga!  No solo jugó con fuego en lo tocante a Rusia; resulta que desactivó menos ojivas nucleares que su predecesor… y que ha lanzado un proyecto de modernización del arsenal de armas nucleares norteamericanas, a treinta años vista, con un presupuesto inicial de un billón de dólares…
    ¿Elevó los estándares éticos de su país? ¡No! En lugar de apresar y juzgar a los sujetos peligrosos, la ejecución extralegal sigue siendo el método preferido, con la particularidad de que los drones, a los que este catedrático de derecho constitucional es muy aficionado, siegan vidas inocentes de manera sistemática (moralmente hablando, lo peor de lo peor).
     Termina su mandato, se impone un balance deprimente, pero he aquí que  el juicio de la historia quedará en suspenso por tiempo indeterminado, por la llegada de Donald Trump.  Ya nos veo echando de menos a Obama, sus palabras analgésicas y su espectacular sonrisa. Ya no importa lo que haya hecho o dejado de hacer.  Hemos podido comprobar que, en cuanto a nuestros  intereses se refiere,  se puede poquísimo y a duras penas. Pisotearlos descaradamente, dado el orden de cosas existente, es mucho más fácil, como nos hizo ver Bush jr. y como tendremos ocasión de verificar en los  próximos meses. 

jueves, 10 de noviembre de 2016

LA VICTORIA DE DONALD TRUMP

    El poder establecido local y mundial puso toda la carne en el asador para pararle los pies a  Donald Trump.  Apoyó unánime a Hillary Clinton, de pronto adorable,  como Obama… de pronto reverenciado hasta por sus peores enemigos. Y  ahora, viéndola derrotada,  este poder  se expresa dolido, como si la situación se le hubiera ido de las manos, como si no terminara de creérselo. ¡Con lo fácil que había sido descabalgar a Sanders!
     El desconcierto del establishment trae a la memoria el que produjo el brexit, una cosa rara en principio, pero ya vemos que no tan rara. Resulta que los señores aprendices de brujo que creyeron posible gobernar en contra del bien común se las tienen que ver ahora  con las primeras sorpresas desagradables, muy gordas a decir verdad.  Y esto no es más que el  comienzo. 
     Creer que la historia había  llegado a su final era, claro, una estupidez. Como lo era la creencia de que se puede esquilmar a los pueblos a mayor gloria de unos cuantos sin que pase nada.  Porque siempre acaba pasando algo, y he aquí que Estados Unidos, con sus grandes y crecientes bolsas de tercermundismo, caído en manos de Wall Street y de unas cuantas corporaciones –es decir, en trance de desnacionalización como el que más– no podía ser una excepción.
     Los triunfos del brexit y de Trump  suceden, no por casualidad, cuando al establishment se le han acabado los trucos de mercadotecnia política, cuando ya no tiene ningún conejo en la chistera, cuando no puede engañar a nadie con la milonga del “capitalismo popular”.
    Y los tiempos están cambiando precisamente porque se le han acabado esos trucos, no porque su poder se haya debilitado, cosa muy distinta. Ya se ocupará de utilizar el brexit y a Trump también en su propio beneficio, pero tendrá que operar a cara descubierta y mostrando las pezuñas.
     Los sofismas han sido tales que en el supuesto de que los rapsodas del establishment digan alguna verdad, la gente la tomará de seguro por una mentira y obrará en consecuencia. ¿Así que el brexit es malo? ¡Pues toma brexit! ¿Así que Trump es un loco peligroso? ¡Pues toma Trump! Esta es la gran novedad. Pervertida la racionalidad, la cosa va de calambres nerviosos y subidones hormonales.
    Los genios del contragolpe retrógrado iniciado en los años setenta del siglo pasado han faltado tantas veces a la verdad, han pisoteado tantas veces la herencia de la Ilustración, han atizado con tanta malicia las llamas de la superstición, han sacado de quicio los problemas de manera tan demencial y torticera, han dado tales muestras de indiferencia y de odio,  han sido tan hipócritas, tan crueles, han hecho un uso tan anormal de la bandera y del feto que nada tiene de sorprendente el triunfo de un personaje como Donald Trump. Siembra vientos y cosecha tempestades.
      Entristece pensar que la respuesta democrática a la flagrante injusticia sistémica sufrida por los norteamericanos a consecuencia de aquel contragolpe retrógrado tenga ahora rasgos tan repulsivos (xenofobia, machismo, islamofobia, puritanismo, supremacismo blanco, etc.). Entristece, pero no sorprende, porque es lo que suele ocurrir con las respuestas surgidas de situaciones así, tan patológicas.  El señor Trump es un síntoma, pero la enfermedad, me lo temo, la padecemos todos, no solo los norteamericanos. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

EL POPULISMO MUNDIAL

   Ante el duelo Clinton-Trump, leo en El País  el siguiente titular: “Estados Unidos mide en las urnas la fuerza del populismo mundial”. Me hace cierta gracia, la verdad, pero no la tiene. 
    El establishment no improvisa en estas cosas, y a fuerza de jugar con las palabras para mejor encubrir las realidades, ha creído ver  en el palabro “populismo” una auténtica genialidad a efectos de marketing y relaciones públicas. A falta del miedo al comunismo,  venga el miedo al populismo, a ver si se consigue que las buenas gentes corran a refugiarse en lo conocido, tras los pantalones del establishment.
     El populismo es el nuevo coco. Pretenden dividirnos entre populistas y antipopulistas, no por amor a la verdad precisamente, sino por una calculada búsqueda de la confusión. Tramp, populista, Iglesias, populista, Le Pen, populista, Putin, populista, todos iguales, no se hable más, cosa juzgada, “populismo mundial”, cosa horrible.
    No es gracioso para nada, pues se trata de descalificar cualquier reclamación de orden social y justiciero por el mero expediente de tildarla de populista. Quizá no esté lejano el día en que a cualquiera lo puedan meter preso o multar por haber incurrido en populismo. Como es un término tan sumamente elástico, mucho más que comunista, he dicho bien, a cualquiera… Pero hay algo que no se ha hecho esperar: se ha establecido  el principio de que el gobernante responsable jamás debe ceder ni lo más mínimo ante las reclamaciones populistas.
     El establishment emplea el completo repertorio del populismo, sobre todo en períodos electorales, como acredita el caso de la propia Hillary Clinton en estos momentos, en absoluto a la zaga de Trump en esto del populismo, o ayer mismo nuestro Rajoy, guardando en un cajón las medidas desagradables ya comprometidas con los chantajistas de Bruselas. Pero,  por lo visto, hay que distinguir entre el populismo sano y sensato, y el otro, totalmente loco.
    Quizá no vengan mal un par de pases freudianos. Porque, bien mirado, el establishment, al arremeter contra el populismo como lo hace, está confesando sin darse cuenta lo que verdaderamente debería asustarnos: no tiene ninguna respuesta a los problemas sociales, ni siquiera los considera propios, al punto de que los atribuye a gentes extrañas, irracionales y perturbadas. Y eso no es todo lo que confiesa, pues parece decir populismo por estar a punto de decir populacho. 

domingo, 23 de octubre de 2016

LA ABSTENCIÓN INCONDICIONAL DEL PSOE

   Gobernará el PP  gracias a la abstención del PSOE. Como se veía venir. Fin de los pases trileros. Y fin también de la confusión tragicómica en que nos veíamos inmersos, lo que, dentro de lo desagradable, no me parece una mala noticia. En adelante todos sabremos a qué atenernos, lo que nos permitirá orientarnos mejor y en su día, más bien pronto que tarde, acudir a las urnas con menos pajaritos en la cabeza.
     De momento, lo que más llama la atención es el daño que el PSOE se ha hecho a sí mismo. Pero ese daño no es ni mucho menos tan trascendente como el daño que el establishment político tendrá que arrostrar de aquí en adelante. ¿Se acuerdan de aquellas voces del 15-M que identificaban al PP con el PSOE, se acuerdan del “no nos representan”? Pues eso. ¡A ver quién convence ahora a las buenas gentes de que estaban equivocadas, de que erraban el diagnóstico, de que pecaban de injustas!
    Seguro estoy de que el PSOE, viéndose ya en trance de ser engullido por las mismas arenas movedizas que se tragaron al PASOK, hará toda clase de gestos y visajes encaminados a mantener el mito de que se encuentra en situación de seguir representando a la izquierda de este país. Será un espectáculo digno de verse, bien que  de género patético.
   La abstención incondicional a favor de Rajoy, con férvidas invocaciones a la responsabilidad, permite predecir, con muy poco margen de error, lo que cabe esperar del PSOE en el futuro inmediato. ¿Se puede alguien imaginar a este PSOE tan “responsable” ofreciendo una resistencia seria a la políticas austericidas de Bruselas, arremetiendo contra el artículo 135, suprimiendo la ley mordaza o poniendo fin a los desahucios?
     Los asuntos insignificantes serán motivo de desproporcionadas discordias, pero en todos los temas graves, empezando por los recortes, el PSOE le hará el juego al PP, flanqueándolo y apoyándolo. Y esto porque forma parte de su espíritu acomodaticio de toda la vida.  Además,  ya sabemos que el PSOE se ha unido fuertemente al PP en un tema de la mayor trascendencia para nuestro sistema de partidos: PP y PSOE se prefieren a sí mismos bien juntitos, en la batalla contra Unidos Podemos, al que odian por igual. Esto quiere decir que el PSOE, con independencia de lo que diga, se nos ha desplazado todo él hacia la derecha, dejando el otro lado a merced de la fuerza emergente. Y lleva todas las de perder, por la sencilla razón de que ha quedado en evidencia. Nadie, nunca, ha podido gobernar indefinidamente contra el bien común sin causar graves daños sociales y sin acabar mal. El PSOE tiene que vérselas con esta verdad conocida desde el neolítico. Como el PP no ha presumido de socialista tardará un  poquito más, pero a buen seguro que  llorarán juntos sus culpas. 

martes, 9 de agosto de 2016

LA TEATRALIZACIÓN DE LA POLÍTICA

     Tras unos días de completa desconexión, refrescado el  seso por el aire de la montaña, me encuentro el tema de formación del nuevo gobierno en las mismas condiciones. Diría que los señores negociadores, a fuerza de repetirse, ya chochean. Pero los veo metidos en una pésima obra de teatro, siguiendo neuróticamente sus respectivos guiones, escritos hace mucho tiempo. No, no chochean en absoluto, hacen teatro. El problema es que así, haciendo teatro, muy subidos de electoralismo por pura inercia y sin ninguna justificación sensata, es muy difícil que puedan llegar a acuerdos en el plano de las realidades. Todos nuestros problemas, los que nos quitan el sueño, están fuera de su alcance.
     La llamada democracia de audiencia requiere buenos actores y, a ser posible, una buena historia. Contamos con  grandísimos actores desde luego, pero, ¡vaya historia! Nos vienen con una obrilla de evasión cuando el horno no está para bollos. ¿Y a qué se debe este error en la programación, llamémoslo así? A un motivo vergonzoso: la necesidad de ocultar la crudeza de la situación y la ausencia de perspectivas halagüeñas para el conjunto de la ciudadanía.
   He aquí que todos los actores políticos se ven sometidos a un chantaje, con la particularidad de que les da vergüenza reconocerlo. Las idas y venidas de estos día, las especulaciones, los ceremoniales en La Zarzuela, todo eso no estaría nada mal si no fuera por la gravitación de los amos de la situación, los chantajistas de Bruselas y sus asociados. Nadie está a salvo del chantaje, tampoco Unidos Podemos (a pesar de contar en sus filas con el señor Cañamero, insensible a ese mecanismo). Y así no hay forma humana de hacer política con un mínimo de probidad.
    Nadie ignora que pasado mañana, después de haber hecho lo posible por  ayudar al PP a salvar los muebles, los chantajistas recuperarán el tiempo perdido, exigiendo más recortes donde más pueda doler. Tan odiosa evidencia ata a los negociadores de pies y manos.
    El señor Rajoy finge creer que, gracias a sus políticas, nos hemos salvado. Su papel, aunque tosco e indignante, es bastante más fácil que el de Pedro Sánchez, que tiene que ir de farol, prometiendo medidas sociales que no figuran en el guión de los chantajistas (a cuyo servicio operan los prohombres de su partido, los campeones de la acomodación). Unidos Podemos finge posible un gobierno de progreso con Sánchez y hasta se conforma con un papel secundario, todo con tal de no desafiar a dichos señores de manera frontal. ¿Puede hacer el PP al PSOE alguna concesión social medianamente seria encaminada a salvar las apariencias? Claro que no. Los amos de la situación lo vigilan de cerca. Me temo que tenemos teatro para rato, con gobierno o con nuevas elecciones.

     

jueves, 21 de julio de 2016

EN EL 80 ANIVERSARIO DEL GOLPE DE ESTADO DE 1936

     Nuestros mayores pasaron de la alegría del 14 de abril de 1931, fecha del advenimiento de la República, a los horrores de la Guerra Civil. Impresiona que semejante tránsito fuera siquiera posible en tan poco tiempo. Queda  la gran lección de que es insensato hacer política, o dejar que otros la hagan, como si ciertas cosas no pudieran pasar.
     Los excesos del historicismo,  la milonga del fin de la historia y el interés que pone el poder establecido en borrar sus propias huellas nos privan de este tipo de lecciones. Me será dicho que no sirven para nada, que el retorno de la insensatez es lo único que podemos dar por seguro. Sí y no. De hecho, una lección histórica puede pasar de una generación a la siguiente. ¿Cuántos españoles, con la memoria de “aquello” presente, han contribuido a asentar el pacífico modo de ser que hoy nos caracteriza?  Algo se ha aprendido, con independencia de las polémicas de los historiadores y publicistas. Y desde luego que tampoco cabe desdeñar las lecciones particulares, de político a político.
       Recuerdo, por ejemplo, una tardía confidencia de José María Gil-Robles (a quien tengo por uno de los principales responsables de la tragedia de 1936). A la vuelta de los años, en una cena de lo más distendida,  Gil-Robles confesó que había llegado a la conclusión de que su peor error en tiempos de la República había sido negarse a aceptar la Constitución. Manuel Fraga Iribarne, ahí presente, tomó nota y en su momento, haciendo un esfuerzo supremo, aceptó la Constitución de 1978 y presionó a sus seguidores, más bien hostiles, para que hicieran lo propio. Tenía esta Constitución algunos puntos que le  irritaban (eso de la nación de naciones), pero comprendió que lo trascendental era alcanzar un consenso, no fuéramos a descarrilar como en tiempos de la República.
    Estos días, como conviene al aniversario, se ha hecho especial hincapié en los preparativos del golpe y se ha insistido en algunas generalidades. Falta  espacio para las causas profundas del conflicto. Se plantea lo sucedido en términos de una  confrontación entre fascistas y antifascistas. Yo creo que no hay mucho que aprender de esta figuración del golpe y de la guerra civil, como tampoco de la que nos habla de una batalla entre comunistas y anticomunistas. Es un lenguaje de trinchera, muy maniqueo, impactante aún pero de pobre contenido intelectual. Quedan fuera del campo de visión temas tan principales como el enfrentamiento entre lo moderno y lo premoderno, la poquedad del liberalismo español, el deficiente rodaje democrático, la persistencia de la mentalidad autoritaria, las lacerantes desigualdades sociales o la eclosión de un catolicismo violento, un fenómeno que reclama todavía un estudio en profundidad.
     En rigor,  aunque abundasen los derechistas fascistizados a toda velocidad, los fascistas propiamente dichos fueron muy pocos en el bando sublevado. Los antifascistas, por su parte, eran de tan variada condición que el término termina por confundir. Puesto el acento en el carácter fascista de la sublevación, se ha perdido la oportunidad de subrayar que los preparativos del golpe no obedecieron a una pulsión antidemocrática de corte fascista sino a los concretos intereses materiales del intratable bloque dominante. Es probable que en otro contexto, el golpe no hubiera alcanzado una dimensión totalitaria. No cabe duda de que el fascismo le prestó ideas, ceremoniales y modos, pero, amenos a mi parecer, los golpistas obedecieron  a su propia lógica (mas bien irritante tanto para Mussolini como para Hitler).  En cuanto a la aspiración  a  cortar por lo sano, a exterminar al oponente, considerado un bacilo, no era de filiación exclusivamente fascista, como sabe cualquier estudioso del estalinismo. 
     En definitiva, tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, la conspiración antirrepublicana, que venía de lejos, cobró un brío tan inusitado como repentino. Fue entonces cuando ese bloque dominante  tuvo un presentimiento fatal, el de que, ahora sí, la República impondría las reformas,  de buen grado o presionada desde abajo, esas reformas pendientes que fundamentaban su razón de ser,  las mismas que habían sido revertidas o bloqueadas durante el bienio negro. Mientras la derecha conservadora, esencialmente antiliberal y antirrepublicana, pudo controlar importantes resortes de poder y tener a su merced a la República, los eternos golpistas no recibieron estímulos ni cantidades significativas de dinero.
      Ahora bien, en cuanto se vio venir un recorte de privilegios y una  verdadera redistribución de la riqueza de resultas de la victoria del Frente Popular,  ya convencidos de que les sería imposible acceder al poder por la vía legal, los líderes de esta derecha optaron por un golpe de Estado en toda la regla. Las justificaciones retóricas del golpe, que todavía se oyen de vez en cuando, no podían faltar, pues se trataba de encubrir un crudo asunto de poder, algo impresentable en sí mismo.
       La élite de esa derecha no estaba dispuesta a ceder en ningún aspecto, nunca lo estuvo, como comprobó en sus propias carnes Manuel Giménez Fernández, un hombre de rectas intenciones (en cuanto quiso hacer valer lo que él creía que era la doctrina social de la Iglesia se vio duramente atacado por sus correligionarios de la CEDA). De lo que se extrae otra lección válida para todo tiempo y lugar. Cuando de verdad están en el alero los privilegios y los bienes de la elite del poder, es de temer una reacción violenta, cruel y vengativa. Y otra más, obviamente relacionada: la imposición o el mantenimiento de una sociedad no igualitaria solo puede ocasionar, tarde o temprano, una desgracia colectiva. A nuestro favor tenemos una sociedad mucho más homogénea en el plano intelectual y material que la de los años treinta. Pero sería una locura jugar con fuego.

lunes, 11 de julio de 2016

¿HACIA LAS TERCERAS ELECCIONES?


      Nos vemos inmersos en cábalas, admoniciones y cálculos, a ver si hay alguna manera de  salir del impasse político. En más de un sentido, seguimos en las mismas, con los mismos cuadros alérgicos, con el agravante de que los discursos de unos y otros están agotados.
       En una situación normal, sería fácil salir de un impasse de esta naturaleza. El señor Rajoy no tendría más que incluir algunas concesiones a sus rivales para hacerse con los apoyos y las abstenciones que necesita para acceder a la investidura. Pero la situación es anormal. Los malos modos y los sofismas nos están pasando factura precisamente en este trance delicado. Hemos llegado a un punto en el que solo sus fieles le creerían a Rajoy si se comprometiese en sede parlamentaria a acabar con el hambre y con los desahucios, mereciendo otra oportunidad.  La desconfianza, no precisamente infundada, es la reina del corral.
       Y además, Rajoy no está en condiciones de hacer concesiones sociales a quienes han rechazado sus políticas por la sencilla razón de que está comprometido con estas al ciento por ciento. Las más altas instancias vernáculas y transnacionales le han dispensado en estos tiempos difíciles un trato muy benevolente, no por casualidad. Según la agenda de los chantajistas de Bruselas ahora lo que le toca es hacer nuevos recortes y profundizar en las reformas neoliberales. En cuanto sea investido presidente, no tardarán ni un segundo en llamar a su puerta con imperiosos golpes. Esto lo sabemos todos (muchos españoles le votaron precisamente para  obedezca).
    En estas circunstancias anormales, es muy comprensible que el PSOE no se aclare.  Puede acabar como el PASOK y lo sabe. Es lógico que vaya por la línea del menor esfuerzo, arremetiendo contra el PP y contra Rajoy, “el indeseable”. Arremeter contra los chantajistas de Bruselas sería cosa bien distinta. Pero, claro, aquí y ahora el problema es que no se puede acabar con el hambre ni retomar el camino de una sociedad más justa e igualitaria porque esas buenas obras no figuran en la agenda. Problema del que se derivan los demás.
     Pedro Sánchez puede crecerse, puede aspirar a ser visto como un presidenciable de rectas intenciones sociales, porque tal manera de producirse no molesta a los chantajistas de Bruselas, muy conscientes de que con ello cumple su papel en el mantenimiento  de la fachada del sistema. ¡Mientras todo quede en gestos y palabras! Si pretendiese eliminar el infame artículo 135 de la Constitución, si pretendiese abolir la Ley Mordaza o dar marcha atrás a la reforma laboral, ya me contarán lo que le pasaría.  Felipe González sería el primero en considerarlo un completo irresponsable.
      Tal y como están las cosas, ni siquiera le es permitido a Sánchez  acercarse a Unidos Podemos.  Y esta fuerza, por su parte, y no nos engañemos, se encuentra asimismo bajo la pesada gravitación de los chantajistas de Bruselas.  O se pliega a las exigencias de adaptación que le plantea el sistema o se las salta. 
     Por mi parte, yo no creo que de mucho más de sí  esta política del avestruz en la que  incurren nuestros candidatos bajo la atenta mirada de las altas instancias. Y esto porque la gente acabará por darse cuenta. Tiene su gracia que Rajoy vaya de traje y Sánchez sin corbata, tiene su encanto la coleta de Iglesias, al parecer de gran valor simbólico (recientemente contrapesada con un rudimento de corbata).  Pero el fondo del asunto no tiene ninguna gracia. Lo más probable es que nos libremos de una tercera cita con las urnas. Tendremos un gobierno de mírame y no me toques, claramente desgarrado entre la necesidad de no hacerse odiar por la gente y la de servir a los amos de la situación. 

jueves, 30 de junio de 2016

SOBRE IDEOLOGÍA E IDENTIDAD POLÍTICA


     La encuesta de mayo del CIS en lo que se refiere al apartado de identidad ideológica es un documento al que convendría volver estos días. Con perspicacia o sin ella, con bondad o malicia, uno atribuye a los distintos partidos tales o cuales rasgos ideológicos, para toparse luego con estudios como este, que le descubren que su particular apreciación no coincide con el punto de vista de la calle, el cual tampoco se ajusta a lo que los partidos son en realidad. La imaginación política juega un importante papel en nuestros asuntos electorales. La encuesta, que ahora alcanza su pleno significado, no tiene desperdicio. Me limitaré a algunas observaciones.
     Destaca el mayoritario acuerdo sobre la definición del PP, la más inequívoca. A juzgar por sus electores se trata de un partido conservador y demócrata cristiano, con mínimas trazas de ecologismo, feminismo, nacionalismo y progresismo. El sostenido ataque de este partido contra el orden de cosas existente, su ejecutoria nada conservadora, esencialmente contraria a la esencia de la democracia cristiana, no parece haber llamado la atención. Y esa ha sido la fórmula del éxito electoral.
      Yo habría imaginado que tanto el PSOE como Unidos Podemos, detalles más o menos, compartían una posición socialdemócrata en la apreciación de la gente. Y no. Se atribuye al PSOE  cierto contenido socialdemócrata, pero no en grado dominante. Lo dominante en su caso sería el contenido socialista, así, a secas. Una minoría atribuye rasgos socialdemócratas al PP, un grupo notable se los atribuye a Ciudadanos, un grupo no mayor que  el los que proyectan este ideario sobre el Unidos Podemos, mayoritariamente comunista a juzgar por esta encuesta.
      Deduzco que en el imaginario colectivo hay una clara incompatibilidad teórica entre UP y el PSOE.  Y mucho me temo que el propio término socialdemocracia no sea del agrado de muchos, en lo que cualquiera puede ver un gravísimo empobrecimiento intelectual. Solo a la luz de esta encuesta consigo entender que a Pablo Iglesias se le haya reprochado  que enarbolase la bandera de la socialdemocracia y que por ello fuese tildado de tramposo. Al parecer, en su momento el PSOE, queriendo ir de revolucionario, no hizo lo que debía para ilustrar a la gente sobre la razón de ser de la socialdemocracia. Y esta lo ha hecho tan arteramente en la práctica que ya no merece el menor entusiasmo, ni respeto siquiera. Me parece triste. ¿Acaso por la izquierda solo hay dos tremendas fuerzas, una socialista a secas y otra comunista? ¡Menuda alucinación!
   Otro aspecto interesantísimo se refiere a la percepción del liberalismo. Según la calle, resulta que, en cuanto a liberalismo se refiere, el PP, el PSOE, Ciudadanos y Podemos están más o menos empatados, con poco contenido todos. Habría que poner la poquedad de nuestro liberalismo en relación con la brutalidad de nuestros diálogos y, por supuesto, con nuestra historia. Ya sea por un poso franquista, ya sea por el daño ocasionado por la variante neoliberal, el caso es que liberalismo suena tan mal como socialdemocracia. Me resulta angustioso; la poquedad del liberalismo solo puede conducir al absolutismo.
       También es interesante  esta encuesta de mayo porque soslaya el neoliberalismo, como si aquí no hubiera partidos de este signo. Pregunta por el liberalismo, no por el neoliberalismo. ¡Parece mentira!

lunes, 27 de junio de 2016

UNA MEDITACIÓN POSTELECTORAL

      Llevamos tanto tiempo metidos en campaña electoral que se nos ha ido un poco la cabeza. De modo que se entiende la euforia del PP, que ha conseguido un número de diputados muy por encima de lo que cabía esperar. Es comprensible que ya no se acuerde de los votos perdidos por el camino, que saque pecho, que celebre su victoria. El problema, vamos a lo serio, es que este partido no parece haberse hecho cargo todavía de su tremenda soledad, ni de las nuevas circunstancias, en las que no podrá ir ni a la esquina con los modales de ayer.
     Mal asunto, porque al PP solo le sería posible gobernar en minoría, algo siempre difícil, y más cuando se ha despreciado al resto de las fuerzas políticas, cuando se han hecho promesas electorales de imposible cumplimiento y se ha abusado del triunfalismo económico. Se diría que las tristes realidades están a punto de saltarle a la cara. Lo que no es para estar eufórico. Recuérdese la cartita que hace unos días el señor Rajoy le escribió a Juncker, comprometiéndose a hacer nuevos recortes después  del verano. Pues eso mismo.
    Uno comprende también la euforia del PSOE, que se ha librado del sorpasso de Unidos Podemos, pero no me negarán que se trata de una euforia de género tonto, si nos fijamos en lo que ha perdido. En realidad, su descendimiento es una clara indicación de que ya no es un partido hegemónico. Sigue corriendo el peligro de acabar como el PASOK.
    Alguien me dirá que exagero, que los resultados electorales del PSOE lo desmienten. Me temo que es solo cuestión de tiempo. La campaña electoral toca a su fin, y con ella los espejismos. Ahora no le queda otra que elegir. De ir simplemente contra el PP  y contra Unidos Podemos no se puede vivir. Allí están el artículo 135, la ley mordaza, los desahucios, el TTIP, etc. Eso de ir de socialdemócrata en teoría y de neoliberal en la práctica no es posible. Y para colmo, todo indica que si se inclina hacia la acomodación al estilo Felipe González, perderá  apoyos por la izquierda, y que si opta por jubilar a este y todo lo que representa, puertas giratorias incluidas, entonces pondrá en fuga a los que creen que se debe poner una vela a Dios y otra al diablo, mucho más numerosos de lo que parece. ¡Menudo dilema!
    Y por último, es muy compresible la decepción de Unidos Podemos. ¡Perder un millón de votantes! Hay que tener en cuenta el fuego cruzado de todos los demás, pero también que hace solo seis meses ni con esas fue posible contener el fenómeno. Se impone una autocrítica en profundidad. Parece que ha asustado a unos y desencantado a otros.
     Vistas las cosas sin euforia ni decepción, ¿habría sido tan maravilloso para Unidos Podemos ganarle al PSOE, o incluso ganarle al PP por los pelos? Me temo que no, porque una cosa es jugar a seguirle el juego al establishment, la especialidad del antiguo duopolio,  y otra muy distinta enmendarle la plana. La sola idea de que se pueda aspirar a tal proeza en solitario, con un puñadito de votos a favor, o con el apoyo del PSOE precisamente y también por escaso margen, me parece demencial, francamente. Es muy probable que más de uno haya modificado su voto por no querer contribuir a semejante delirio.
     Ya sé que hay problemas urgentísimos, como el hambre, los desahucios y la pobreza energética, pero más nos vale que su solución no dependa de asaltar los cielos. En mi humilde opinión, creo que Unidos Podemos haría bien en renunciar a dar la batalla por el poder, ni así fuera solo por una silla. Esto a juzgar por el resultado electoral, por lo harta que está la gente de tanto sofisma, por esos problemas urgentísimos, por la obvia necesidad de sanear el sistema y no fastidiarlo más, y también por la que se nos viene encima. Me refiero a recortes y chantajes de la peor especie, cuya responsabilidad debe recaer íntegramente sobre los culpables, que deben ser desenmascarados como tales. Para lo cual hace falta precisamente una oposición seria y veraz, no pringada en el negocio. Y ese poder para ser una oposición así es justamente lo que las urnas han otorgado a Unidos Podemos.

domingo, 26 de junio de 2016

A PROPÓSITO DEL BREXIT


    Incertidumbre, lamentaciones, pánico también. El brexit no es una buena noticia, tampoco para los europeístas indignados, entre los que me cuento.
     Hay quien imagina que lo sucedido puede dar lugar a una reacción inteligente por parte de los amos de la Comunidad Europea, a los que se supone interesados en evitar su desintegración. Yo no lo tengo claro. Hubo muchas señales de alarma, y como si nada. Si tomamos en consideración las razones esgrimidas para el brexit, incompatibles con un proyecto común, la desintegración ya ha dado comienzo. El auge del nacionalismo de corte xenófobo es de por sí una señal de que a esos señores la cosa se les ha ido de las manos.
     Las autoridades se han empleado a fondo, han movilizado al completo su maquinaria mediática, han metido todo el miedo que han podido en las conciencias, y nada. Los del brexit como si oyeran llover. Pérdida de autoridad se llama esto. Llegará el día en que las buenas gentes harán, por norma, lo contrario de lo que se les pida. La mercadotecnia política empieza a dar muestras de agotamiento. De ello no se sigue una mejor comprensión de las realidades, lo que no dudo en atribuir al daño intelectual acumulado.
      Las gentes del dinero  pondrán en orden sus asuntos de aquí a poco gracias a la complicidad de sus pares del otro lado del Canal y de allende el océano, e incluso ganarán aun más. Sospecho que ni siquiera habría habido referéndum en ausencia de tan obvia perspectiva. A fin de cuentas, a pesar de haber lanzado por la borda gran parte de su contenido social y ecológico, la Unión Europea todavía es  un estorbo desde la óptica de los tiburones más impacientes y feroces.
      Los que se van a llevar una sorpresa tremenda, precisamente por no contar con dichos tiburones, son los partidarios del brexit. Descubrirán que sus asuntos no mejoran, que sigue haciendo falta mano de obra extranjera, etc. Descubrirán, imagino que con espanto, que el Reino Unido está tan desnacionalizado como el que más, que  tal cosa no se remedia por el simple procedimiento de independizarse de Bruselas, descubrirán que el poder no les sirve a ellos sino una minoría transnacional, que ese poder no respeta a nadie, tampoco a los compatriotas, no menos apetitosos que los pakistaníes de tercera generación; descubrirán, en suma, que la han fastidiado, no ahora sino hace décadas.
       Una  de las peculiaridades del neoliberalismo: si por un lado aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias la globalización, para la cual la desnacionalización es un requisito, por el otro no tiene mejor idea que atacar el internacionalismo ilustrado y a la idea misma de humanidad, atizando divisiones, excitando lo religioso, lo étnico e incluso lo racial, haciendo llamamientos a lo comunitario, burlándose del multiculturalismo y sus razones. Ya estamos viendo con qué resultados y, de seguir así, veremos cosas mucho peores.
    

miércoles, 22 de junio de 2016

LOS FANTASMAS DEL 26-J


     No sería nada raro que la segunda vuelta electoral dejara las cosas más o menos como están.  Lo que no está como siempre es el sistema político. La crisis económica, como era de prever,  ha terminado por afectarle negativamente, y no cabe esperar de las urnas ningún efecto terapéutico a juzgar por los dichos y los hechos de unos y de otros. El daño no ha sido cuestión de un día, y tampoco lo será la curación.
     He aquí la anomalía: tanto el PP como el PSOE actúan como si aquí no hubiera pasado nada, como si fueran unos santos.  El PP se produce como si todavía conservase su mayoría absoluta, repite los mantras de ayer, saca brillo a su victoria de diciembre, va de sobrado, como si se bastase a sí mismo para gobernar. No otra cosa hace el PSOE, aunque ya no las tenga todas consigo. Pedro Sánchez se muestra beligerante a derechas e izquierdas, tratando de afirmarse en un centro que ya se le ha desvanecido bajo los pies.
     Como el PSOE ha ido de partido de izquierdas, es muy comprensible que el electorado le haya pasado factura antes que al PP, pero ambos se encuentran en el mismo desfiladero,  cuesta abajo en su rodada. Es cuestión de tiempo que este reciba un castigo que dejará pequeño al de diciembre.
     Salvo reacciones geniales, el PSOE acabará como el PASOK y el PP como Nueva Democracia. Y conste que un entendimiento entre los dos después del 26-J no sería una genialidad sino un acto de desesperación.
      Se dice que el problema radica en la incompatibilidad entre Rajoy y Sánchez, pero no; es un problema de fondo. El problema es que estos partidos ya no representan a sus respectivos votantes, una desagradable evidencia que se abre paso poco a poco en las conciencias.  Tal es la consecuencia de haber tomado como propio el infumable programa que ha acabado con el sueño europeo. Han hecho suyo ese programa elitista; no tienen otro. Se dejan llevar, nada más, el PP con mucho gusto y el PSOE con disimulo. Y ha pasado lo que tenía que pasar.
     Desde la noche de los tiempos, desde la remota época de las jefaturas, es sabido que no se puede gobernar a favor de una minoría y en detrimento del común  de los mortales sin acabar mal. O el PP y el PSOE rectifican, o acabarán como sombras de lo que fueron. Y no hay más que ver cómo han reaccionado ante la recomposición de la izquierda propiamente dicha para concluir que carecen de recursos políticos para sobreponerse  a la adversidad.
    La  manía de meternos miedo con lo que podría hacer Unidos Podemos o con lo que podría pasar si Pablo Iglesias llegase a la Moncloa es algo más que una vieja artimaña electoralista.  Revela una ausencia de autocrítica que da grima, pésimos modales políticos y un vacío mental que hará historia. Resulta patético que le pidan a Unidos Podemos precisamente lo que ellos no tienen.
    Al parecer, el PP y el PSOE todavía no han reparado en que hay millones de españoles les temen bastante más que a Unidos Podemos. A estos españoles ya no se les engatusa con milongas macroeconómicas  ni  se les conmueve con declaraciones de principios incumplidos. Aunque solo fuera por la existencia de estos votantes, el PP y el PSOE deberían mostrarse más respetuosos. Y hay que tener en cuenta, además, que de no mediar esta izquierda, ellos habrían terminado de perder el sentido de la realidad. La normalización de nuestro sistema democrático no depende solo del buen hacer de Unidos Podemos. A ver qué hacen ellos.

jueves, 26 de mayo de 2016

QUERIDO JEAN-CLAUDE

    Leo en el periódico la carta que Mariano Rajoy le envió a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, fechada el 5 de mayo. Curioso documento, a saber si hecho público por una infidencia maliciosa o deliberadamente, como parte de la campaña electoral. Me inclino a creer lo segundo.
      La carta me da la impresión de estar dirigida a Jean-Claude, buen amigo, y de paso, como lección de ortodoxia, a los seguidores del presidente en funciones. Para pedirle un favor a Juncker, bastaba medio folio, y la carta tiene cuatro.
      Rajoy presume de su amistad con Juncker y de sus formidables logros económicos. Quiere disculparse por no haber cumplido el objetivo del déficit, una marchita en su expediente. No se le puede reprochar por  ser el primer defensor del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.  La culpa recae, nos dice, en la “ralentización del crecimiento mundial”, en las repetidas citas electorales, causantes de algunos desmanes económicos en las administraciones que no dependen de su control. Ruega a su querido Jean-Claude que España no sea castigada. Pide tiempo.
   “Una vez que haya un nuevo gobierno, estamos dispuestos a tomar nuevas medidas” [de ajuste], “en la segunda mitad del año”.  Nótese que Rajoy está tan identificado con ese nuevo gobierno que le sobran las reservas y los matices. Y esto me parece dirigido al consumo interno, pues he de suponer que el señor Juncker no ignora que la situación es más compleja (me temo que la promesa podría irritarle a tenor de las circunstancias).
     También para consumo interno me parecen los párrafos en que Rajoy presume de sus éxitos. Se felicita por su “intensa agenda de reformas”, muy en particular por la reforma del mercado de trabajo. Es admirable lo que ha conseguido en solo cuatro años: “Hemos pasado de perder bienestar, empleo y confianza a mejorar la situación social, crear empleo y tener nuevas expectativas de futuro”.
    No creo que con semejante frase entresacada del argumentario genovés  Rajoy pueda aspirar  a ilustrar y conmover la conciencia del muy curtido señor Juncker, a quien imagino algo impaciente, con una media sonrisita algo sarcástica. ¡Hay que ver este Rajoy!
    Ahora se crea empleo “a ritmos muy intensos”. “El crecimiento español es equilibrado”, de “base sólida”, “sin endeudamiento exterior”…   La economía española es ahora “competitiva”, se crean empresas, etc.
     Suena cínico, con Juncker en el ajo, o podría tratarse de un caso de ingenuidad y entonces cabría imaginar la preocupación del aludido Juncker. Una cosa es mentir y otra creerse las propias mentiras. Este Rajoy parece estarse pasando de la raya. ¿Es que pretende quedarse conmigo?
   Enumerados los logros de Rajoy –y esto es lo grave– queda demostrada la bondad de las políticas aplicadas por orden de Bruselas. No dudo de que a Juncker le gusta que así se exponga y así parezca. Y no dudo de que le habrá hecho cosquillas la siguiente frase de Rajoy: “Ambos compartimos que, tanto la estabilidad de la zona euro como la mejora del bienestar social son objetivos esenciales de la política económica de la Unión Europea”.
    ¿Cinismo o ingenuidad?, se pregunta uno otra vez. Venirnos con el sofisma de que el austericidio apunta al bienestar social es el colmo, y más en una carta oficialmente dirigida al señor Juncker, el organizador del centro de evasores corporativos radicado en Luxemburgo. ¡El austericidio como panacea universal al servicio del bien común! En fin, gracias a esta carta, quedan expuestos, en negro sobre blanco, los objetivos esenciales,lastimosamente contradictorios.

lunes, 23 de mayo de 2016

Y EL 26 DE JUNIO, ELECCIONES GENERALES

     Ya cansado de los acuerdos imposibles y los juegos de prestidigitación  política, irritado incluso, enfilo con mis expectativas por la breve recta que conduce a las urnas. Confieso que tengo que hacer un considerable esfuerzo para reconocer lo obvio, a saber, que el 26 de junio tendrá lugar una cita electoral de la mayor trascendencia. No será una cita más en una situación de normalidad. Los resultados y la evolución de los acontecimientos pondrán a prueba la salud de nuestro sistema democrático y, al mismo tiempo, determinarán nuestro rumbo en asuntos mundiales gravísimos. Piénsese en el monstruoso peso de la deuda, en el vaciamiento de la hucha de las pensiones, en el artículo 135, en los recortes en educación y sanidad previstos para después de estas elecciones, en la miseria ciudadana y, por supuesto, en el TTIP.
     Desde el 20-D hasta la fecha, la única novedad de relieve ha sido la alianza de Podemos, Izquierda Unida y Equo, una fuerza cuyos límites no hay manera de calcular por adelantado, pero que por su sola existencia representa una aclaración de los términos de la batalla política en que nos vemos inmersos. Podemos ha dejado de jugar a la gallina ciega, ha renunciado a dárselas de centrista, o de pícaramente indeciso, para asumir la representación que ya le atribuían tanto sus adversarios como el grueso de sus seguidores, a saber, la representación de los votantes de la izquierda real.
      El nombre Unidos Podemos oculta la palabra izquierda,  pero ya da igual.  Sobre esta fuerza caerán  todos los proyectiles del repertorio neoliberal. Será tildada de comunista, leninista, trotskista, chavista, madurista y demás, se ponga como se ponga. A mi modesto entender lo peor que puede hacer es dar la menor señal de sufrir algún complejo de inferioridad. (Apréndase de la derecha, que de acomplejada  por motivos más que sobrados pasó, tras repetidos baños en asertividad, a no dudar ni de sus mentiras y  a presumir de una buena conciencia a toda prueba.)
     Como ya he dicho alguna vez el centro del espacio político no pasa de ser una ficción electoral. El centro es hoy una delgada tierra de nadie. De un lado, el frente neoliberal, del otro un frente antineoliberal. Ya le gustaría a uno que hubiera más variedad, pero no la hay. Lo que hay es temor. Y se votará bajo la influencia del temor, perfectamente justificado por otra parte. 
     Habrá quien vote al PP por miedo a lo desconocido y por creer que si se está incondicionalmente de parte del poder universal uno será objeto de trato preferente. Esta versión del síndrome de Estocolmo explica, en parte, que varios millones de españoles hagan la vista gorda a la corrupción y a los síntomas de narcolepsia.
    Habrá quien vote al PSOE con la esperanza de que a fuerza de compadreos con dicho poder, acierte a arrancarle unas migajas. Y naturalmente, algún votante habrá que votará a Ciudadanos imbuido de la misma ceguera, acaso con la esperanza de que Rivera sea un neoliberal más consecuente que Rajoy y, por lo tanto, aun más grato a los ojos de la Troika. Me refiero, claro es, a votantes que todavía no terminan de creer que el aludido poder pueda estar tan loco como para conducirnos a la ruina a todos, también a sus cómplices.
    Quienes temen a Unidos Podemos tienen, como se ve, tres opciones, y cabe pensar que son numerosos, como también son muchos los que votarán a esta opción en busca de algo que oponer a la galopada neoliberal.
    Ni qué decir tiene que también el votante de Unidos Podemos pasará por momentos de prueba, de temor. Temor a que Iglesias y los suyos se queden cortos o se pasen, temor a la reacción de poder, temor a un chasco como el de Syriza. Así pues, el temor que hasta ayer mismo se cebó en los negociadores, ahora ha vuelto a los votantes. Lo que no se detecta es ilusión. 

jueves, 14 de abril de 2016

DANDO LARGAS POR PURO MIEDO...

      Las idas y venidas para la no formación de gobierno revelan un miedo cerval  a quedar al descubierto como lo que se es. Se reprocha al PP que se limite a escurrir en bulto; pero a sus oponentes,  aunque parezcan más activos, se les puede hacer el mismo reproche.
     Se masca  un doble miedo, a perder votos y a  las reacciones de los poderes fácticos  locales y transnacionales. No es de extrañar que estemos donde estábamos ( y donde estaremos también mañana, y después de una eventual repetición de las elecciones). No se trata de miedos paranoicos.
      Para entender lo que nos pasa hay que tener presente la gravitación de la Bestia neoliberal, una máquina de destruir partidos y sistemas políticos. La situación de impasse no obedece a simples desavenencias personales ni a una ridícula pelea por las poltronas. Es el resultado de un oscuro fenómeno de poder, completamente patológico, para nada democrático, propio de estos tiempos de radical envilecimiento.
     Los acuerdos políticos entre fuerzas políticas distintas solo son posibles en función de los  altos intereses comunes. Pero  no hay manera de llegar a ellos cuando tales intereses, por la misma fuerza de los hechos, se han visto suplantados por los rastreros intereses de la Bestia neoliberal.
     Declararse a favor de la Bestia y levantar grandes olas de repugnancia viene a ser lo mismo. Declararse en contra de ella, le hace a uno merecedor de conmiseración, pues tal parece la mejor manera de provocar sus instintos carniceros, perspectiva que solo seduce a un puñado de valientes.  
     Declararse en parte a favor y en parte en contra, le hace quedar a uno como un tramposo o, en el mejor de los casos, como un estúpido. Se entiende que nadie quiera mostrar sus cartas, que se pierda el tiempo en cominerías, que ni se mente el artículo 135 de la Constitución, que no se hable ni del TTIP ni del TiSA, ni de los emigrantes, ni de  nada trascendente.
     Si el PP se declarase decidido a seguir bailando como un oso de feria al compás marcado por la Bestia, como hizo hasta la fecha,  acabaría políticamente en la ruina, en situación peor que la de Nueva Democracia. Su neoliberalismo hace tiempo que perdió la pátina de novedad y ya todo el mundo sabe que sirve en exclusiva a los intereses de una minoría de bandidos cuya pretensión es  retrotraernos a lo peor del siglo XIX.
     La hora de prometer no sé que capitalismo popular, no sé que sociedad de propietarios, no sé que bondades  del libre mercado, de las privatizaciones y de la propia austeridad, todo eso ya quedó atrás.  La Bestia, que ya no engaña a nadie. Ha agotado sus recursos de marketing. Ahora va a actuar por las bravas, como hizo en Grecia. Por lo tanto, mejor callar: eso no se puede decir. Vamos, que ningún canalla presume de serlo. Y por eso guarda silencio el PP, como callan los empresarios y los especuladores (cuyo autodominio verbal en estos momentos nos indica que son los primeros en saber que no les conviene expresar sus auténticos deseos).
    La situación del PSOE y  Ciudadanos no es menos patética: creen de sabios poner una vela a Dios y otra al diablo. Se las arreglan para que solo veamos sus lindas intenciones sociales, enmascaran su repulsiva fidelidad a la Bestia. Seguro estoy de que tan tremenda contradicción los destrozará. La creencia de que desalojar a Rajoy  equivale a tener un programa “de progreso” es de género tonto. No resistirá el primer empujón de la dura realidad. 
     El caso de Podemos es más complejo, pero tampoco está exento de patetismo. Sobre él pesan los mismos miedos incapacitantes. Ha jugado y pretende seguir jugando a la "centralidad".  Se supone que lo mejor es vestirse de oveja,  por aquello de que las elecciones las deciden los votantes de centro.  Al parecer, es cierto por lo que se refiere a las circunstancias normales,  pero, ojo, porque las de ahora no son normales en absoluto. Que yo sepa, además, a estas alturas ya nadie se fía de las ovejas.
     Podemos da una de cal y otra de arena,  propina coces y amaneradas cortesías  en plan metódico, otra forma de marear la perdiz. También este partido tendrá que elegir. En la actual situación, aunque la aglomeración en el espacio central se preste a engaño,  no hay centralidad que valga. Ya lo veremos pasado mañana, en cuanto se agote la paciencia de los chantajistas de Bruselas.
     En definitiva, o Podemos paga el precio de la domesticación y se gradúa en acomodación, o tendrá que de estar a la altura de las expectativas ciudadanas que le dieron vida, de las que precisamente depende su supervivencia y su crecimiento. No hay término medio.  A diferencia de los otros partidos mencionados, Podemos nada perderá si lo reconoce de una vez por todas.
     O con la Bestia o contra ella. Y como la Bestia, implacable en eso de que conmigo o contra mí, ya sabe que Podemos no nació para darle el gusto ni en público ni bajo cuerda, este partido se engañaría a sí mismo si creyese posible y ventajoso camuflar su razón de ser. ¿Qué ganaría si dejarse pervertir, quizá en nombre de una responsabilidad mal entendida, por los miedos que atenazan a los demás? Nada. Como esos miedos amenazan con reducir nuestra democracia a una mascarada lamentable, bueno sería que por responsable se entendiese el comportamiento de aquel que no se dejase manipular por ellos.

viernes, 8 de abril de 2016

EL COLMO: SEGUIMOS DE “NEGOCIACIONES” PARA FORMAR GOBIERNO…

    Como era de prever, el PSOE, Ciudadanos y Podemos han sido incapaces de entenderse. Ahora parece que Pablo Iglesias consultará a las bases de Podemos para que sean ellas las que decidan si se debe o no  dar vía libre al proyecto del PSOE y Ciudadanos. Que nadie desee ser considerado responsable de que se vaya a nuevas elecciones no es estímulo  suficiente para que unas negociaciones de este tipo lleguen a buen puerto. Los señores negociadores deberían renunciar a esta modalidad política de avestruces, sacar las cabezas de sus respectivos montículos y reconocer de una vez que no van a entenderse nunca con movimientos del trasero que ya empiezan irritar a los bienpensantes y a los indignados por igual.
     Yo opino que Podemos debería allanar el camino a un gobierno PSOE-Ciudadanos basado en el acuerdo programático suscrito por estas dos fuerzas. Mas vale pájaro en mano que ciento volando.
     Es cierto que ni siquiera sobre el papel se puede considerar estupendo  ese acuerdo. Como ha sido pergeñado para no perder votos, entre una cita electoral catastrófica y una posible repetición de las elecciones, como se redactó con la vista puesta en atraer a Podemos,  no es lo que se dice de fiar. Si se llegase a un gobierno PSOE/Ciudadanos, lo más probable es que sea pulido hasta la desfiguración.  Ahora bien, no por ello es completamente despreciable en estos momentos: contiene ingredientes mejores que el tremendo más de lo mismo que nos espera si Sánchez se estrella. 
     En su pacto con Ciudadanos, el PSOE  ha dejado ver hasta dónde es capaz de llegar. Quiere moverse dentro del terreno de juego convencional, sin saltarse ningún límite, y eludiendo cualquier confrontación directa con los amos del cotarro, tratando, al mismo tiempo de recuperar apoyo electoral entre las numerosas víctimas de estos, escondiendo, de cualquier manera y con muchas sonrisas, lo contradictorio de ambos propósitos. Pedirle que se comporte como una izquierda seria es pedir peras al olmo y, además, así está en su papel, para felicidad del grueso de sus votantes.
     Ya es mucho que Sánchez haya preferido ir del brazo de Rivera y rechazar Rajoy (como es mucho que Rivera haya preferido a Sánchez). Y visto lo visto, ¿qué sentido tiene forzar a esta pareja a ir más allá de sus posibilidades? Yo no le veo ninguno, como no le veo ventaja alguna a los insultos oportunistas, que están envenenando la atmósfera del público espectador.
     En cambio, le veo el sentido y la gracia a dejar que el PSOE y Ciudadanos se muestren como lo que son. Que expongan de paso a la vista de todos la futilidad de cualquier oposición blandengue contra el orden de cosas establecido. Eso, que jueguen el juego de la acomodación que tan bien conocen. 
      Si Podemos diese vía libre al tándem PSOE/Ciudadanos no solo conseguiría desalojar al PP del poder. Porque también ampliaría el campo de la izquierda propiamente dicha, única beneficiaria política de los palos que se avecinan. ¿Acaso le conviene pringarse en un gobierno débil obligado a vender como deliciosos  los recortes que figuran en la agenda de Bruselas? Yo creo que no, francamente.  Si uno piensa en los desafíos que se nos vienen encima, sería muy de agradecer contar, por lo menos, con una oposición seria, bien organizada, coherente, libre de compromisos incompatibles con su esencia, capaz de decir verdades como puños y, por lo tanto, en situación de ser creída,  perfectamente diferenciada de lo que se ha dado en llamar "la vieja política".  A buen entendedor pocas palabras: “más vale retroceder un palmo que avanzar un milímetro”. Es una cuestión de estrategia.