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lunes, 3 de noviembre de 2014

A NUESTRAS ESPALDAS, COMO SIEMPRE

      Me entero por casualidad de que hace cinco meses tuvo lugar en el Congreso de diputados un pacto de caballeros suscrito por PP, PSOE, UPyD y CIU, en virtud del cual estas fuerzas se han comprometido a respaldar el Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés), el tratado EEUU/UE, en estos momentos en fase de redacción, secreta como corresponde a la suciedad de la jugada.
    De modo que pedirles a estos partidos que se empleen a fondo en la regeneración democrática sería propio de imbéciles. Ni luz ni debates parlamentarios. Están tan compinchados con el sistema depredador que pedirles que se pongan de nuestra parte en asunto tan grave como trascendente no tiene ningún sentido. Ya han tomado partido. Apoyarán como un solo hombre lo que proponga la Comisión presidida por el señor Juncker, es decir, harán una cesión definitiva y completa de nuestra soberanía, de por sí mermada, y darán por enterrado, sin ceremonias, el sueño europeo. Van de comparsas, pero, ay, con nuestra representación.
    El Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones nos será  presentado como la solución a todos los males, en la línea publicitaria habitual. Hasta nos será dicho que así se acabará con el paro, suponiendo que no sabemos lo que pasó en México. Lo cierto es que el poder pasará directamente a las empresas transnacionales y a los grandes inversores, que tendrán más autoridad que los Estados miembros de la Unión. 
    Los padecimientos sufridos hasta la fecha serán poca cosa, un adelanto nada más. Los bienes y servicios que todavía no han sido privatizados, lo serán de manera compulsiva y legal. Europa se comprometerá a hacer con sus trabajadores, parados, enfermos y viejos, lo mismo que se hace en EEUU:  prácticamente nada. Europa se comprometerá admitir los modos norteamericanos en lo tocante al cuidado ambiental y la calidad de los alimentos. Habrá que darles la bienvenida a las hormonas y a Monsanto. No habrá manera de oponerse al fracking, ni a ninguna iniciativa de empresarios e inversores, pues a poco que se sientan molestados obtendrán de un tribunal ad hoc supranacional un fallo condenatorio para cualquiera que se ponga en su camino.
     La cosa, un múltiple y simultáneo golpe a los Estados europeos, se negocia en secreto, a sabiendas de que los pueblos, ya escarmentados, pueden reaccionar muy mal. Como los perjudicados no van a ser exclusivamente los de más abajo, como la clase media se verá directamente afectada y privada de toda seguridad, se concluye que los signatarios del citado pacto de caballeros, como los misteriosos urdidores del acuerdo, no la tienen en cuenta, confirmando lo poco que les importa. Para imponer el plan que se traen entre manos, el único plan por cierto,  se aprestan a pasarle por encima una vez más. Por eso me resulta tan triste como alarmante que estos cuatro partidos españoles se hagan  cómplices de semejante canallada, sin conocer la letra pequeña, por puro automatismo, condicionados por el gusto de obedecer a los monstruos de la depredación neoliberal.  Demostrando con ello que la gente hace muy bien en buscarse representantes más serios y leales. Lo sucedido hace cinco meses en la trastienda del Congreso nos indica por dónde pasa la línea de demarcación entre la decencia y la indecencia.

viernes, 12 de septiembre de 2014

¡QUE VIENE EL COCO!


 Se entiende la consternación de la derecha ante el surgimiento de Podemos, y nada sorprenden los argumentarios que ha puesto en circulación para descalificar al novedoso fenómeno. Pero a mí me consterna que gentes afines al PSOE  se los copie, sin privarse de ninguna grosería. Así se le da la razón a quienes sostienen que el PP y el PSOE son tal para cual.
     El señor Sánchez acaba de afirmar que no pactará con Podemos bajo ningún concepto, por tratarse de un partido “populista” y “chavista” del que solo cabe esperar, asegura, una sociedad no igualitaria y unas cartillas de racionamiento. Fin de mis esperanzas en el señor Sánchez, el Venizelos de turno, una desgracia para su partido, para la izquierda y para el país.  Resulta que ni se tomó la molestia de tomar un café con los señores Iglesias y Monedero.
    Se nos hace saber  tanto desde el PP como desde el PSOE que Podemos es una “cosa de locos”, un monstruo populista, un lobo con piel de cordero, un  fenómeno criptototalitario, criptocomunista, criptochavista, criptocastrista, criptofascista, acaudillado por unos demagogos de la peor especie. Ni por cortesía se contempla la posibilidad de que pueda tratarse de algo nuevo, made in Spain. ¡Que viene el coco! A ver si cunde el voto del miedo, el único que les puede salvar.
      De paso, el PSOE y el PP se congratulan a sí mismos, los angelitos, y se sienten autorizados a pedirnos una nueva oportunidad. ¡Es el colmo! Como el primero ha enterrado hace tiempo a Pablo Iglesias el viejo, como el segundo hasta ha olvidado por qué se reputa popular, habiendo enterrado ya sus componentes socialcristianos, social-liberales y socialdemócratas,  de los que nadie se acuerda ya, entregados ambos a sus respectivos gurús, esencialmente conformes con el papel de encomenderos, ya hechos a la mentir y a la sofistería, ya no saben qué demonios hacer para continuar el proyecto canalla de devolvernos al siglo XIX, por definición antipopular. Ya habituados a presumir ante sus superiores orgánicos de lo muy bravos que son en materia de recortes, fastidiados están. Su propia supervivencia política depende de la asistencia de dichos superiores, para nada de fiar, perfectamente capaces de tragarse países enteros.
       Después de haber dilapidado su propio crédito político y el de la entera Transición, después de haber prostituido a nuestras espaldas la Constitución con el artículo 135, después de haber consentido la perversión del sistema al punto de convertirlo en un mecanismo de succión  de la riqueza en sentido ascendente, una traición a lo acordado en la Constitución de 1978  y a lo que dicta el sentido común en una sociedad civilizada, todo en beneficio de la famosa casta, resulta que el PSOE  y el PP son los buenos de la película, autorizados a señalar con el dedo a los malos… antes de que hayan hecho nada tan ruin  como lo por ellos realizado.
       No sé qué cosa linda y suavecita esperaban ellos como respuesta a su irresponsable galopada hacia el abismo. El caso es que les ha salido Podemos, y que hasta deberían estar agradecidos por sus modos, que solo podrían agriarse si ellos no tienen mejor idea que hacerse los sordos, seguir insultando y pasteleando a nuestras espaldas con las cosas de comer.
        Hay que tener mucha jeta para atacar preventivamente a Podemos, que se encuentra en fase de formación, atribuyéndole todos los males del populismo, después de haber practicado el populismo berlusconiano con el mayor desparpajo a costa de la verdad un año tras otro; mucha cara dura para acusar de demagogos a los dirigentes de Podemos después de haber batido todos los récords de demagogia y cinismo (brotes verdes, raíces vigorosas, etc.); mucha jeta para acusar a Podemos de tener una intención totalitaria después de habernos metido a patadas en una obra de ingeniería social totalitaria que nos dejará irreconocibles y desesperados ante la cáscara de una democracia sin contenido.  Y hay que tener un rostro de basalto para arremeter contra Podemos por su supuesta adscripción a modelos extranjeros, bolivarianos o castristas, mientras se aplica a rajatabla el abecé de movimiento neoliberal, que no surgió precisamente en Lavapiés y que pretende retrotraernos a las coordenadas del siglo XIX, de las que tanto nos costó salir. 
      ¡Que viene el coco! Pues claro que viene, dado el nulo propósito de enmienda de nuestra clase dirigente. Pero que nadie se llame a engaño: ese coco inspira a mucha gente menos temor y bastante más esperanza que la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está comiendo por los pies. Habrá quien prefiera lo malo conocido a lo bueno por conocer, pero, por favor, que no olvide lo siguiente: lo malo conocido hasta la fecha no permanecerá igual a sí mismo; se irá agravando imparablemente, hasta el horror, como acredita la historia de los diversos países que ya han pasado por esto. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

ALFONSO GUERRA VS. JUAN CARLOS MONEDERO

      He tenido ocasión  de presenciar el encontronazo de Guerra y Monedero en el programa de Jesús Cintora. Y no me ha parecido una pequeña anécdota pintoresca sino algo que merece ser analizado con detenimiento. Se me antoja que hay un antes y un después, por la relevancia de ambos.
     Como hemos de suponer que el señor Guerra representa al ala izquierdista del PSOE, ha quedado claro, con brutalidad incluso, que no hay convergencia posible entre este y Podemos, ningún puente, ni siquiera hipotético, entre las dos formaciones, la vieja y la nueva, entendida esta según el veterano político como “cosa de locos”,  justo lo que no es. Para cosa de locos, lo de Venizelos, lo de Hollande.
    Como el señor Guerra es un hombre de lecturas elevadas, como no está en primera fila, como es de suponer que ha tenido tiempo de meditar serenamente sobre los errores cometidos por el PSOE en su gestión del proyecto de izquierdas, me defraudó completamente. La manera en que hurtó el cuerpo al funesto artículo 135 de la Constitución me dejó pasmado. ¿Y qué pensar de sus modales? Mucho le agradecí al señor Monedero su exquisito dominio de las buenas maneras, el justo sentido de las palabras, lo que me ha dado mucho que pensar y alguna esperanza. Si con la cantidad de burradas que tiene que oír, por no hablar de las interpretaciones torticeras de lo que dice, no se ha avinagrado ya, buena señal, porque aquí mucha gente pide un cambio real y claridad, pero no concesiones a lo que se entiende por un  mal rollo.
    ¿Es que Guerra  no da más de sí? Bueno, tenemos el texto que publicó en la revista Tiempo, motivo de la entrevista que degeneró en encontronazo. Allí, sin incidir en la responsabilidad de los socialistas europeos, sin una autocrítica seria, previene contra el resurgir del totalitarismo, en versión neofascista o neocomunista. Y todo termina en un llamamiento a  los partidos conservadores y socialdemócratas, para que rectifiquen, no sea que la desesperación provoque un retorno a los  regímenes autoritarios del pasado.
    No está  mal ese artículo como esbozo de lo que ha sucedido y de lo que puede suceder, pero es evidente que la historia se le ha echado encima. Dichos partidos conservadores y socialdemócratas se comportan desde hace mucho tiempo como perfectos insensatos, dilapidando su crédito y la legitimidad del sistema. Y ya sabemos lo que hacen con este tipo de llamamientos a la cordura (llamamientos que yo mismo he hecho en este blog, con la correspondiente ingenuidad). Guerra nos da a entender que solo estos partidos están capacitados para hacer algo positivo, lo que es pedir peras al olmo y, de paso, cerrar la puerta a posibles competidores.
      A su parecer tanto Syriza como Podemos son fenómenos de intención totalitaria, monstruos en potencia. De los diversos interrogantes que se me plantean, hay uno especialmente enjundioso: ¿Da por supuesto el señor Guerra que es inconcebible una versión no totalitaria del comunismo, ni tampoco del socialismo propiamente dicho? Me temo que sí, aunque me cueste creer que haya llegado a semejante extremo de dejadez intelectual. Por lo visto, tendremos que conformarnos con nuestro socialismo acomodaticio, pues fuera de él no existe ningún socialismo democrático. ¡Acabáramos! 
     En este contexto, se entiende que el señor Monedero pudiese dejar a Guerra fuera de juego con la declaración de que  Podemos aspira, entre otras cosas,a dejar atrás las coordenadas del izquierdismo totalitario. Guerra no quiso recoger el guante.
    Parece una broma del destino que Alfonso Guerra solo sepa oponer a Podemos el mismo grito que se usó para cerrarle el paso a él (“¡que viene el coco!”). Y conste que es el mismo hombre que dándoselas de revolucionario dejó en la cuneta al pobre Llopis. ¡Vueltas que da la vida! Es muy mala señal cuando las personas en edad madura no entienden en absoluto a las más jóvenes por no querer recordarse a sí mismas.
     No habiendo puentes ni comunicación posible entre Podemos y el PSOE, estando este decidido entenderse y enterrarse con la derecha en aras del mantenimiento de lo insostenible, como ha venido haciendo hasta la fecha en asuntos capitales, nos esperan tiempos muy difíciles. Aquí el problema no es Podemos, sino el monopolio del espacio político que el tándem PSOE/PP desea perpetuar a toda costa. Cuanto más se afirme dicho monopolio a ojos de la gente afín a la sensibilidad de Podemos, cuanto peores sean los modales de los socialistas y los populares,  cuanto más se unan para hacer frente a la novedad, más clara será la tendencia a crear un monopolio alternativo, no por exigencias teóricas sino por mera  cuestión de supervivencia. Esto sí lo sabe el señor Guerra, pero su sapiencia no nos va a servir de mucho a la hora de la verdad. 

martes, 18 de febrero de 2014

LAS ELECCIONES Y LA IZQUIERDA


Se nos echan encima las elecciones europeas y luego vienen otras, trascendentales. Se nos ofrece una oportunidad de pasar de la indignación a la acción positiva. Hay que poner en su sitio a “los señores de Bruselas”; hay que cortar la gruesa trenza de intereses que amenaza con estrangularnos. ¿Vamos ha dejar a Europa,  como cosa perdida y asquerosa, en manos de esos señores? Espero que no, pero me pregunto cuál es la manera más inteligente de proceder.
   Me alarma la dispersión de las fuerzas de la izquierda. No hay tiempo que perder: la Bestia neoliberal está a punto de arrastrarnos más allá del punto de no retorno. Por no mencionar el auge de figuras como Le Pen y Wilders, que llevan tiempo trabajándose a las clases perjudicadas.
    Sería el colmo que estos extremistas de derecha se llevaran el gato al agua, y el colmo también que con su sola presencia pongan las cosas de tal modo que los expertos de mercadotecnia lo tengan fácil para proyectar el espejismo de que los populares europeos  y los socialistas son  centristas serios y tranquilizadores… Europa necesita una poderosa fuerza de izquierda, y la necesita urgentemente. Porque es en Europa donde se tejen las políticas que luego se aplican como si hubieran caído del cielo.
     En España tenemos a los socialistas ya convertidos en un problema para la izquierda social: han hecho méritos como corresponsables  del infame y antidemocrático negocio que nos chupa la sangre. A diferencia de los populares, no están completamente a sus anchas en ese papel, pero lo han cumplido, para desesperación de miles de votantes otrora fieles. La tomadura de pelo no ha podido ser mayor y hasta hay gente que piensa que las medidas progresistas (ley del aborto, matrimonio homosexual) no han sido otra cosa que distracciones. A este extremo hemos llegado (“ni PSOE ni PP”). La evidencia de que los socialistas hicieron con desgana lo que los populares hacen con entusiasmo no atenúa la repulsión. Que los socialistas españoles pactaran a nuestras espaldas la prostitución de la Carta Magna con el artículo 135 fue el acabose.
    ¿Qué posibilidades tiene el PSOE de recuperar la confianza que ha dilapidado? No lo sé, pero pienso que su encastillamento en la creencia de que todo sigue igual obstaculiza la articulación de una alternativa eficaz. Ya está polemizando a derechas e izquierdas, con una mentalidad de pícaro, como si sólo él pudiera hacer lo que no hizo. Pienso que solo el surgimiento de una fuerza muy potente a su izquierda puede obligarle a renovarse y a hacer sus deberes, entre los cuales figura el de entenderse con sus afines teóricos, comprometiéndose a respaldar la eliminación del malhadado artículo 135.
    Tal y como están las cosas, llegará el tiempo de las coaliciones, y hay que cerrarle el paso a cualquier intentona de coalición formal o tácita de los socialistas con los populares, algo que sería nefasto para la democracia en España. Y esto solo lo podrá hacer una izquierda a la izquierda de los socialistas, capaz de darle el golpe de gracia a este turno tan lamentable como el de la Restauración.  
    En España los socialistas no están solos, pero lo que hay a su izquierda es demasiado complicado y desconcertante para el votante común.  Tenemos a los partidos que han hecho su travesía del desierto, las diversas evoluciones del  comunismo y el socialismo, como Izquierda Unida, y a los nuevos, desde Equo al Partido X, pasando por Izquierda Anticapitalista, todos ellos vinculados a fuerzas europeas. Pero el panorama es más complicado. ¿Monarquía o República? ¿Constitución de 1978 o no? ¿Qué hacer con el problema catalán? ¿Socialdemocracia o qué, anticapitalismo puro y duro?  ¿Unas gotas de pragmatismo o ninguna?
    Además, hay un magma novedoso, una continuación del movimiento de los indignados. Se habla de “empoderar”, de “transversalidad”, de la superación de la dialéctica derecha-izquierda, de trabajo en red; conviene meter el incómodo signo @, no sea que a uno le tomen por un machista; se ve con malos ojos a los líderes y no digamos a los más conocidos; se busca la pureza en lo asambleario, se sueña con una democracia como nunca hubo otra igual, con una gran confianza en la gente que me recuerda –no lo puedo remediar– la ingenua fe de mi generación en el pueblo y en la clase trabajadora. La palabra “partido” a veces suena tan mal como la palabra “liberalismo”, lo que es indicio de que las bases del sistema mismo no han sido comprendidas, lo que es tan fatídico para esta Monarquía constitucional como lo sería para una hipotética República. Algunos piensan que el sistema puede ser construido desde cero, lo que indica que muchos han pasado de la vieja fe supersticiosa en la historia a la ignorancia de la historia. No se ve ningún problema en el hecho de que tales o cuales se autodeterminen. Se da por descontado que la Constitución es pésima, la Monarquía un fósil y la República la solución.
     Todo esto es apasionante, pero lamento decir que poco prometedor de cara a las próximas elecciones. Conciliar los nuevos enfoques con los usos políticos tradicionales y formales, terreno en el que se librará la batalla, es una tarea que va para largo, y encima, mientras el PSOE sigue terne en su monarquismo, Izquierda Unida se reafirma en su republicanismo, una división que pagaremos todos, si no se remedia, en las elecciones venideras.
    Es irónico pero, cuando la crisis ha venido a revalorizar los planteamientos de la izquierda, esta no parece en condiciones de dar el do de pecho, si no por falta de vitalidad,  por dispersión. El problema es grave. De ahí que hayan surgido plataformas ad hoc, como Podemos y Convocatoria Cívica, para ver la mejor manera de resolverlo, tarea nada fácil si tenemos en cuenta las diferencias de fondo, la diversidad de las capillas, las reglas no escritas de una contienda electoral y la  dificultad de encontrar el necesario equilibrio entre las propias ideas y la sensibilidad de los votantes comunes y silvestres, a los que sería estúpido dejar atrás con una necia galopada intelectual por terrenos ignotos.
    Aquí no se trata de lograr un avance testimonial –que es lo que prometen hoy por hoy las encuestas– sino de mucho más. Sería, creo yo, una torpeza meter miedo en el cuerpo a los que ya se encuentran asustados. Hay que encontrar el equilibrio. Otra torpeza sería marear al electorado con siglas y con programas y declaraciones de intenciones más o menos semejantes y redundantes. Esto mientras el adversario vacía sobre nosotros su formidable arsenal de sofismas. ¡No quiero ni pensar en el resultado!
    Por mi parte, dejando a un lado las  cominerías y las urticarias, yo solo veo dos maneras de proceder, contando con lo que nos une, el superior propósito de pararle los pies a la Bestia Neoliberal y neoconservadora. Y las dos requieren buena voluntad.
1)    Poner todos los huevos en la cesta de Izquierda Unida, cuyo nombre indica claramente de qué se trata, y que ya cuenta con una variante, Izquierda Plural o  Izquierda Abierta   (por favor, aclárense) a medida de esta situación. Izquierda Unida ya existe, y está en la onda. Es una fuerza conocida, curtida y en situación de evolucionar, ya integrada en el Partido de la Izquierda Europea (PIE), un organismo prometedor. ¿Qué nos impide “empoderar” a Gaspar Llamazares y a Cayo Lara para que puedan actuar? Son dos políticos experimentados, precisamente lo que aquí hace falta, con la ventaja de que ya saben que la introversión no les llevará a ninguna parte. ¿Por qué no darles esta oportunidad, que se han ganado por su trayectoria? ¿Por una inquina a “los políticos”, por un rechazo mecánico del liderazgo, por amor a las caras nuevas, a los sujetos sin historia, para inflar el propio ego? Y hay otro motivo a favor de Izquierda Unida: cuenta con una organización, esto es, con algo que, no nos engañemos, no se improvisa por medio de Internet. Además, Izquierda Unida tiene entre sus filas a Alberto Garzón, que parece en condiciones de tender puentes entre los mayores y los más jóvenes.
2)      Dar vida a un Frente Amplio. Esto se hace de la siguiente manera: se crea una coalición electoral, los líderes de los distintos partidos se encierran a redactar un programa común, y adelante con los faroles. Recuérdese y estúdiese el caso del Frente Popular (1936). Unos líderes aparentemente irreconciliables, desde radicales a comunistas, acuciados por el empuje de la derecha, lograron pergeñar un programa común. Y el votante entendió  ­–Frente Popular, así de claro– y le dio la victoria aunque la propaganda fue misérrima, nada en comparación con la del otro lado, como ocurrirá ahora. Eso sí, estúdiese ese programa, y se verá que era moderado, sin asomo de lo que se entiende por extremismo, donde moderado no significa deshuesado. Y naturalmente, si se quiere hacer las cosas bien, con sentido de la realidad, habrá que hacer como entonces, aceptar la prioridad de Izquierda Unida –la que tiene un espacio ya ganado–, como entonces le fue concedida a Azaña y a Indalecio Prieto. Y además, no habría que cerrarle groseramente la puerta al PSOE (que decida él).
     Claro que lo que acabo de decir será tomado por estúpido si no se tiene en cuenta el embudo de la ley electoral, si se minimiza la potencia del bando contrario, si se toman a broma las limitaciones de la democracia de audiencia, si se confía en la lucidez del personal. La unión hace la fuerza, pero fue la derecha la que obró en consecuencia.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿HACIA UN PERÍODO CONSTITUYENTE?


    ¿Cómo salimos de este atolladero, de este  tétrico sacrificio a los intereses oligárquicos locales y transnacionales? La paciencia de mucha gente se ha agotado.
   Oigo hablar de que es preciso abrir un “proceso constituyente”, pero no hay acuerdo sobre sus alcances. Para UPyD, se trata de abrirlo con la intención de “refundar el Estado”, con propósito de poner coto a la deriva del llamado nacionalismo periférico. Para otros, se trata de regresar al punto de partida, con ánimo de establecer una República, un sueño que, visto lo visto, empieza a cobrar forma en el ánimo de quien menos te lo esperas. Y los clásicos lo tienen claro: Julio Anguita cree posible que tengamos una República dentro de un par de años, José Luis Centella usa la palabra “pronto”.  
   Durante el cónclave del PSOE también se habló de modificar la Constitución, para introducir algunos principios que no están explícitamente fijados  en ella y para dar lugar a un Estado federal, suponemos que asimétrico, satisfactorio para los nacionalismos periféricos.
   Como vemos, la idea de meterle mano a la Constitución está en el aire. Sin duda, guarda relación con el terrible desencanto con respecto a los merecimientos de la Transición que aqueja quienes tienen que vérselas día a día con las amargas realidades. Dicho desencanto, muy justificado, excitado por la sordera gubernamental, da alas al deseo de rehacer el sistema, de arriba abajo o en parte sustancial.
     Es muy comprensible, claro, pero me temo que estemos a punto de meternos en un lío, por falta de consenso, y por una mezcolanza de temas y de voces, siendo obvio el peligro de perder de vista el verdadero problema, que no es otro que el encontrar la manera más inteligente de hacer frente a la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está arrastrando a las crueles coordenadas maltusianas  y ricardianas del siglo XIX.
   Seré sincero: la situación me parece tan dramática que no considero oportuno meternos en un debate constitucional, ni total ni parcial. Pues solo contribuiría a dividir a quienes nos oponemos al presente estado de cosas y a marear y amedrentar a millones de votantes, eventualidad que, a no dudar, aprovecharía el PP, el cual, en franco contraste con los descontentos, afirma que no se trata de modificar la Constitución (aunque ya lo haya hecho en connivencia con el PSOE, como se refleja en el infame artículo 135). La situación nos obliga a reflexionar.
    La Constitución de 1978 tiene sus defectos, desde luego, pero no se crea que es tan sencillo escribir la Constitución perfecta. Además, ¿estamos tan seguros de que el problema radica en su espíritu y en su letra? A mi juicio, el problema radica en su desarrollo, en el uso que se ha hecho de ella, e incluso en el olvido de algunos de sus párrafos más enjundiosos.
    Y por otra parte, ¿estamos seguros de que, activísima todavía la Bestia neoliberal, no podríamos ver laminados precisamente los artículos de mayor contenido social, escritos cuando todavía regían en el mundo los principios que justificaron la creación del Estado de Bienestar y la construcción de la clase media? Dada la actual correlación de fuerzas, bien podríamos ir a por lana y volver trasquilados.
    Aparte de que nos ha servido para entendernos, como texto de referencia común, la Constitución de 1978 tiene potencialidades inexploradas.  Fue escrita –insisto– antes de que la Bestia neoliberal levantase la cabeza.
    Después de haber contribuido a la redacción del texto constitucional, habiéndolo hecho suyo aunque no le gustase del todo, Manuel Fraga hizo notar que se podía hacer “lectura socializante” de esta Constitución.  Lo que nos indica que puede ser de suma utilidad contra la Bestia neoliberal. Porque nada tiene de neoliberal, con la sola excepción del artículo 135, calzado en el texto con nocturnidad y alevosía en  agosto de 2011. ¿Por qué no se ha hecho esa “lectura socializante”? Por la deriva de todo el sistema político hacia las coordenadas del neoliberalismo con la inestimable colaboración de lo que se dado en llamar “izquierda responsable”…
    Por lo pronto, haríamos bien en exigirles al PSOE  y al PP que se comprometan a eliminar cuanto antes ese artículo 135, cuya sola presencia prostituye el documento y deja el destino de los españoles en manos de usureros de por aquí y de por allá. El solito convierte nuestra Constitución en papel mojado, e invita introducir en ella, morbosamente, del mismo artero modo, tal o cual capricho particular, como puede invitar a arrojarla en bloque a la papelera de la historia. Borrado ese artículo, la Constitución recuperará su seriedad y su utilidad,  ahorrándonos, sin duda, muchos disgustos.
    Como los ánimos están encrespados y la situación es insoportable, hay que tener cuidado con las subidas de testosterona y con los errores de cálculo. No olvidemos que nos encontramos ante un asunto de poder. O la Bestia neoliberal o nosotros. Y para salir bien librados no podemos dividir nuestras fuerzas, ni tampoco ir por la vida atacando a diestra y siniestra. Con esto quiero decir, en primer lugar, que la cuestión Monarquía o República no es ahora lo principal.
   La pelea entre republicanos y monárquicos haría las delicias de la Bestia neoliberal, tanto más campante cuanto mayor sea la división y la ingenuidad de sus oponentes. Idealizar la República podría ser, a la luz de nuestra experiencia, tan pueril como idealizar a la Monarquía. Y como este es un asunto de poder, creo que lo primero de todo, antes de emprenderla contra el Trono, es averiguar de qué lado están don Juan Carlos y su hijo.
   La Monarquía pudo ser instaurada y pudo mantenerse sobre el principio de que daría cobertura a todos los españoles y no sólo a la mitad. Y su perduración depende ahora de que la veamos y la sintamos de nuestra parte. Si el rey y su hijo se avinieran a utilizarla como simple herramienta de los intereses oligárquicos, entonces sus días estarían contados, como ellos son los primeros en saber. Entiendo, por lo tanto, que no es nada inteligente amenazarles en vano y ponerlos a la defensiva  antes de saber de qué lado están, algo que, en rigor, a pesar de algunos detalles inquietantes, no es evidente en estos momentos. Sería una torpeza poner a la Monarquía en la acera de enfrente, a priori, sin darle ocasión a expresarse con la debida formalidad. Porque, como he dicho, estamos ante un asunto de poder, siendo de sentido común unir fuerzas.
    En la  misma línea, diré que no me pareció feliz que en el cónclave del PSOE se eligiese este momento para plantear secamente la plena separación de la Iglesia y el Estado. Que esta es una de las asignaturas pendientes ya lo sabemos. Pero hay que andar con cuidado en este tema,  pues,  insisto en ello, nos encontramos ante un asunto de poder. Y a nadie se le oculta que no es lo mismo contar con el apoyo de la Iglesia que con su enemiga. Y que, como en el caso de la Monarquía, no conviene guiarse por prejuicios, sino por hechos, por los hechos de hoy  y de mañana, ¿Está la Iglesia de parte de la Bestia neoliberal o en contra?
     Dar pábulo a las tendencias anticlericales  podría tener por desdichada consecuencia segar la hierba bajo los pies de los católicos que se oponen a dicha Bestia, encabezados, en estos momentos, por el papa Francisco. Tal y como están las cosas, me parecería una torpeza, ya se trate de perpetrarla por unos miles de votos, por una cuestión de principios, por viejas pendencias, o simplemente para encubrir una falta de iniciativa en el verdadero campo de batalla.
   En resumidas cuentas, atendiendo a la correlación de fuerzas en España y en el mundo, atendiendo a nuestros antecedentes históricos, creo que sería un error entregar graciosamente a la Bestia neoliberal el usufructo de la Constitución, de la Monarquía y de la Iglesia. ¿O cree alguien que se podrá hacer frente a la  oligarquía chantajista  en plan adánico? ¡No seamos ingenuos! Sin Constitución, metidos en la batalla entre monárquicos y republicanos, subdivididos a su vez en facciones, metidos en una pelea entre católicos y no católicos, amedrentada y confundida la gente, contando con la cortedad de nuestro ejercicio democrático, ¿cuál sería nuestro destino?