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lunes, 3 de noviembre de 2014

A NUESTRAS ESPALDAS, COMO SIEMPRE

      Me entero por casualidad de que hace cinco meses tuvo lugar en el Congreso de diputados un pacto de caballeros suscrito por PP, PSOE, UPyD y CIU, en virtud del cual estas fuerzas se han comprometido a respaldar el Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones (TTIP por sus siglas en inglés), el tratado EEUU/UE, en estos momentos en fase de redacción, secreta como corresponde a la suciedad de la jugada.
    De modo que pedirles a estos partidos que se empleen a fondo en la regeneración democrática sería propio de imbéciles. Ni luz ni debates parlamentarios. Están tan compinchados con el sistema depredador que pedirles que se pongan de nuestra parte en asunto tan grave como trascendente no tiene ningún sentido. Ya han tomado partido. Apoyarán como un solo hombre lo que proponga la Comisión presidida por el señor Juncker, es decir, harán una cesión definitiva y completa de nuestra soberanía, de por sí mermada, y darán por enterrado, sin ceremonias, el sueño europeo. Van de comparsas, pero, ay, con nuestra representación.
    El Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones nos será  presentado como la solución a todos los males, en la línea publicitaria habitual. Hasta nos será dicho que así se acabará con el paro, suponiendo que no sabemos lo que pasó en México. Lo cierto es que el poder pasará directamente a las empresas transnacionales y a los grandes inversores, que tendrán más autoridad que los Estados miembros de la Unión. 
    Los padecimientos sufridos hasta la fecha serán poca cosa, un adelanto nada más. Los bienes y servicios que todavía no han sido privatizados, lo serán de manera compulsiva y legal. Europa se comprometerá a hacer con sus trabajadores, parados, enfermos y viejos, lo mismo que se hace en EEUU:  prácticamente nada. Europa se comprometerá admitir los modos norteamericanos en lo tocante al cuidado ambiental y la calidad de los alimentos. Habrá que darles la bienvenida a las hormonas y a Monsanto. No habrá manera de oponerse al fracking, ni a ninguna iniciativa de empresarios e inversores, pues a poco que se sientan molestados obtendrán de un tribunal ad hoc supranacional un fallo condenatorio para cualquiera que se ponga en su camino.
     La cosa, un múltiple y simultáneo golpe a los Estados europeos, se negocia en secreto, a sabiendas de que los pueblos, ya escarmentados, pueden reaccionar muy mal. Como los perjudicados no van a ser exclusivamente los de más abajo, como la clase media se verá directamente afectada y privada de toda seguridad, se concluye que los signatarios del citado pacto de caballeros, como los misteriosos urdidores del acuerdo, no la tienen en cuenta, confirmando lo poco que les importa. Para imponer el plan que se traen entre manos, el único plan por cierto,  se aprestan a pasarle por encima una vez más. Por eso me resulta tan triste como alarmante que estos cuatro partidos españoles se hagan  cómplices de semejante canallada, sin conocer la letra pequeña, por puro automatismo, condicionados por el gusto de obedecer a los monstruos de la depredación neoliberal.  Demostrando con ello que la gente hace muy bien en buscarse representantes más serios y leales. Lo sucedido hace cinco meses en la trastienda del Congreso nos indica por dónde pasa la línea de demarcación entre la decencia y la indecencia.

viernes, 12 de septiembre de 2014

¡QUE VIENE EL COCO!


 Se entiende la consternación de la derecha ante el surgimiento de Podemos, y nada sorprenden los argumentarios que ha puesto en circulación para descalificar al novedoso fenómeno. Pero a mí me consterna que gentes afines al PSOE  se los copie, sin privarse de ninguna grosería. Así se le da la razón a quienes sostienen que el PP y el PSOE son tal para cual.
     El señor Sánchez acaba de afirmar que no pactará con Podemos bajo ningún concepto, por tratarse de un partido “populista” y “chavista” del que solo cabe esperar, asegura, una sociedad no igualitaria y unas cartillas de racionamiento. Fin de mis esperanzas en el señor Sánchez, el Venizelos de turno, una desgracia para su partido, para la izquierda y para el país.  Resulta que ni se tomó la molestia de tomar un café con los señores Iglesias y Monedero.
    Se nos hace saber  tanto desde el PP como desde el PSOE que Podemos es una “cosa de locos”, un monstruo populista, un lobo con piel de cordero, un  fenómeno criptototalitario, criptocomunista, criptochavista, criptocastrista, criptofascista, acaudillado por unos demagogos de la peor especie. Ni por cortesía se contempla la posibilidad de que pueda tratarse de algo nuevo, made in Spain. ¡Que viene el coco! A ver si cunde el voto del miedo, el único que les puede salvar.
      De paso, el PSOE y el PP se congratulan a sí mismos, los angelitos, y se sienten autorizados a pedirnos una nueva oportunidad. ¡Es el colmo! Como el primero ha enterrado hace tiempo a Pablo Iglesias el viejo, como el segundo hasta ha olvidado por qué se reputa popular, habiendo enterrado ya sus componentes socialcristianos, social-liberales y socialdemócratas,  de los que nadie se acuerda ya, entregados ambos a sus respectivos gurús, esencialmente conformes con el papel de encomenderos, ya hechos a la mentir y a la sofistería, ya no saben qué demonios hacer para continuar el proyecto canalla de devolvernos al siglo XIX, por definición antipopular. Ya habituados a presumir ante sus superiores orgánicos de lo muy bravos que son en materia de recortes, fastidiados están. Su propia supervivencia política depende de la asistencia de dichos superiores, para nada de fiar, perfectamente capaces de tragarse países enteros.
       Después de haber dilapidado su propio crédito político y el de la entera Transición, después de haber prostituido a nuestras espaldas la Constitución con el artículo 135, después de haber consentido la perversión del sistema al punto de convertirlo en un mecanismo de succión  de la riqueza en sentido ascendente, una traición a lo acordado en la Constitución de 1978  y a lo que dicta el sentido común en una sociedad civilizada, todo en beneficio de la famosa casta, resulta que el PSOE  y el PP son los buenos de la película, autorizados a señalar con el dedo a los malos… antes de que hayan hecho nada tan ruin  como lo por ellos realizado.
       No sé qué cosa linda y suavecita esperaban ellos como respuesta a su irresponsable galopada hacia el abismo. El caso es que les ha salido Podemos, y que hasta deberían estar agradecidos por sus modos, que solo podrían agriarse si ellos no tienen mejor idea que hacerse los sordos, seguir insultando y pasteleando a nuestras espaldas con las cosas de comer.
        Hay que tener mucha jeta para atacar preventivamente a Podemos, que se encuentra en fase de formación, atribuyéndole todos los males del populismo, después de haber practicado el populismo berlusconiano con el mayor desparpajo a costa de la verdad un año tras otro; mucha cara dura para acusar de demagogos a los dirigentes de Podemos después de haber batido todos los récords de demagogia y cinismo (brotes verdes, raíces vigorosas, etc.); mucha jeta para acusar a Podemos de tener una intención totalitaria después de habernos metido a patadas en una obra de ingeniería social totalitaria que nos dejará irreconocibles y desesperados ante la cáscara de una democracia sin contenido.  Y hay que tener un rostro de basalto para arremeter contra Podemos por su supuesta adscripción a modelos extranjeros, bolivarianos o castristas, mientras se aplica a rajatabla el abecé de movimiento neoliberal, que no surgió precisamente en Lavapiés y que pretende retrotraernos a las coordenadas del siglo XIX, de las que tanto nos costó salir. 
      ¡Que viene el coco! Pues claro que viene, dado el nulo propósito de enmienda de nuestra clase dirigente. Pero que nadie se llame a engaño: ese coco inspira a mucha gente menos temor y bastante más esperanza que la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está comiendo por los pies. Habrá quien prefiera lo malo conocido a lo bueno por conocer, pero, por favor, que no olvide lo siguiente: lo malo conocido hasta la fecha no permanecerá igual a sí mismo; se irá agravando imparablemente, hasta el horror, como acredita la historia de los diversos países que ya han pasado por esto. 

martes, 11 de marzo de 2014

EL 11-M Y EL PRECIO DE LA MERCADOTECNIA ELECTORAL



    Hace diez años tuvo lugar en Madrid un atroz atentado terrorista, imposible de olvidar, como  tampoco se puede olvidar lo que ocurrió a continuación, un síntoma de que algo malo ocurre en este país, algo que nada tiene que ver con la sabiduría,  el autodominio y la solidaridad de la gente, que  estuvo a la altura de las circunstancias en aquellos momentos terribles.  
    Resulta que había elecciones a la vista, y que el partido gobernante, de suyo preocupado por las encuestas, tomó la decisión de atribuir el atentado a ETA, esto sobre la marcha, pisando el acelerador a fondo. En términos de pura mercadotecnia electoral, la cosa estaba clara: si la gente creía que el atentado era obra de ETA, juntaría filas alrededor del gobierno; si lo atribuía a una célula yihadista, se volvería contra él, por habernos metido en la guerra de Irak.  Y he aquí que el gobierno tomó la decisión de jugárselo todo a la carta de ETA, esto a sabiendas de que los datos –ya los primeros datos–  apuntaban clara e indubitablemente a una autoría  yihadista.
     El resto, las presiones,  las mentiras, los infundios, la intoxicación, fue la consecuencia de ese cálculo electoral. Así se nos mostró una forma de hacer política que desprecia a la vez la verdad y el bien común. No es extraño que el PP perdiese las elecciones. Lo extraño es que consumiese toda una legislatura en ese rollo infernal.
    Una y otra vez el PP volvió a lo mismo, sin ejercer el papel de una leal oposición, ensuciándolo todo, como si los verdaderos problemas del país le trajeran sin cuidado, como si fuese decente atizar los bajos instintos de la gente. Hasta  echó la culpa a Zapatero de haber movido hilos.
    Llega uno a pensar que, en algún despacho de Génova toma asiento una especie de doctor Goebbels, un Karl Rove, un individuo sin escrúpulos, un jugador de ventaja, siendo inútil buscar eso que antes se llamaba un hombre de Estado. 
       Mi impresión:   todo lo que el PP dice con rostro basáltico  sobre temas tan graves como el empleo, la sanidad, la educación y el aborto, ha pasado por el laboratorio de dicho émulo de Goebbels. Y también lo de Bárcenas, el innombrable, lo del desafío catalán, lo del final de ETA. Y  ahora lo de que hemos dejado atrás el cabo de Hornos…
    Como estamos ante un genio de mentira y de la prestidigitación, ante un técnico, ahora lo interesante será ver si sus manipulaciones del hombre medio al que se dirige, un sujeto estadísticamente definido, le siguen funcionando, cosa que, desgraciadamente, siendo trágico para el país, entra dentro de lo posible. No creo que haga falta añadir que se trata de un experimento inmoral, letal para nuestra democracia.

martes, 18 de febrero de 2014

LAS ELECCIONES Y LA IZQUIERDA


Se nos echan encima las elecciones europeas y luego vienen otras, trascendentales. Se nos ofrece una oportunidad de pasar de la indignación a la acción positiva. Hay que poner en su sitio a “los señores de Bruselas”; hay que cortar la gruesa trenza de intereses que amenaza con estrangularnos. ¿Vamos ha dejar a Europa,  como cosa perdida y asquerosa, en manos de esos señores? Espero que no, pero me pregunto cuál es la manera más inteligente de proceder.
   Me alarma la dispersión de las fuerzas de la izquierda. No hay tiempo que perder: la Bestia neoliberal está a punto de arrastrarnos más allá del punto de no retorno. Por no mencionar el auge de figuras como Le Pen y Wilders, que llevan tiempo trabajándose a las clases perjudicadas.
    Sería el colmo que estos extremistas de derecha se llevaran el gato al agua, y el colmo también que con su sola presencia pongan las cosas de tal modo que los expertos de mercadotecnia lo tengan fácil para proyectar el espejismo de que los populares europeos  y los socialistas son  centristas serios y tranquilizadores… Europa necesita una poderosa fuerza de izquierda, y la necesita urgentemente. Porque es en Europa donde se tejen las políticas que luego se aplican como si hubieran caído del cielo.
     En España tenemos a los socialistas ya convertidos en un problema para la izquierda social: han hecho méritos como corresponsables  del infame y antidemocrático negocio que nos chupa la sangre. A diferencia de los populares, no están completamente a sus anchas en ese papel, pero lo han cumplido, para desesperación de miles de votantes otrora fieles. La tomadura de pelo no ha podido ser mayor y hasta hay gente que piensa que las medidas progresistas (ley del aborto, matrimonio homosexual) no han sido otra cosa que distracciones. A este extremo hemos llegado (“ni PSOE ni PP”). La evidencia de que los socialistas hicieron con desgana lo que los populares hacen con entusiasmo no atenúa la repulsión. Que los socialistas españoles pactaran a nuestras espaldas la prostitución de la Carta Magna con el artículo 135 fue el acabose.
    ¿Qué posibilidades tiene el PSOE de recuperar la confianza que ha dilapidado? No lo sé, pero pienso que su encastillamento en la creencia de que todo sigue igual obstaculiza la articulación de una alternativa eficaz. Ya está polemizando a derechas e izquierdas, con una mentalidad de pícaro, como si sólo él pudiera hacer lo que no hizo. Pienso que solo el surgimiento de una fuerza muy potente a su izquierda puede obligarle a renovarse y a hacer sus deberes, entre los cuales figura el de entenderse con sus afines teóricos, comprometiéndose a respaldar la eliminación del malhadado artículo 135.
    Tal y como están las cosas, llegará el tiempo de las coaliciones, y hay que cerrarle el paso a cualquier intentona de coalición formal o tácita de los socialistas con los populares, algo que sería nefasto para la democracia en España. Y esto solo lo podrá hacer una izquierda a la izquierda de los socialistas, capaz de darle el golpe de gracia a este turno tan lamentable como el de la Restauración.  
    En España los socialistas no están solos, pero lo que hay a su izquierda es demasiado complicado y desconcertante para el votante común.  Tenemos a los partidos que han hecho su travesía del desierto, las diversas evoluciones del  comunismo y el socialismo, como Izquierda Unida, y a los nuevos, desde Equo al Partido X, pasando por Izquierda Anticapitalista, todos ellos vinculados a fuerzas europeas. Pero el panorama es más complicado. ¿Monarquía o República? ¿Constitución de 1978 o no? ¿Qué hacer con el problema catalán? ¿Socialdemocracia o qué, anticapitalismo puro y duro?  ¿Unas gotas de pragmatismo o ninguna?
    Además, hay un magma novedoso, una continuación del movimiento de los indignados. Se habla de “empoderar”, de “transversalidad”, de la superación de la dialéctica derecha-izquierda, de trabajo en red; conviene meter el incómodo signo @, no sea que a uno le tomen por un machista; se ve con malos ojos a los líderes y no digamos a los más conocidos; se busca la pureza en lo asambleario, se sueña con una democracia como nunca hubo otra igual, con una gran confianza en la gente que me recuerda –no lo puedo remediar– la ingenua fe de mi generación en el pueblo y en la clase trabajadora. La palabra “partido” a veces suena tan mal como la palabra “liberalismo”, lo que es indicio de que las bases del sistema mismo no han sido comprendidas, lo que es tan fatídico para esta Monarquía constitucional como lo sería para una hipotética República. Algunos piensan que el sistema puede ser construido desde cero, lo que indica que muchos han pasado de la vieja fe supersticiosa en la historia a la ignorancia de la historia. No se ve ningún problema en el hecho de que tales o cuales se autodeterminen. Se da por descontado que la Constitución es pésima, la Monarquía un fósil y la República la solución.
     Todo esto es apasionante, pero lamento decir que poco prometedor de cara a las próximas elecciones. Conciliar los nuevos enfoques con los usos políticos tradicionales y formales, terreno en el que se librará la batalla, es una tarea que va para largo, y encima, mientras el PSOE sigue terne en su monarquismo, Izquierda Unida se reafirma en su republicanismo, una división que pagaremos todos, si no se remedia, en las elecciones venideras.
    Es irónico pero, cuando la crisis ha venido a revalorizar los planteamientos de la izquierda, esta no parece en condiciones de dar el do de pecho, si no por falta de vitalidad,  por dispersión. El problema es grave. De ahí que hayan surgido plataformas ad hoc, como Podemos y Convocatoria Cívica, para ver la mejor manera de resolverlo, tarea nada fácil si tenemos en cuenta las diferencias de fondo, la diversidad de las capillas, las reglas no escritas de una contienda electoral y la  dificultad de encontrar el necesario equilibrio entre las propias ideas y la sensibilidad de los votantes comunes y silvestres, a los que sería estúpido dejar atrás con una necia galopada intelectual por terrenos ignotos.
    Aquí no se trata de lograr un avance testimonial –que es lo que prometen hoy por hoy las encuestas– sino de mucho más. Sería, creo yo, una torpeza meter miedo en el cuerpo a los que ya se encuentran asustados. Hay que encontrar el equilibrio. Otra torpeza sería marear al electorado con siglas y con programas y declaraciones de intenciones más o menos semejantes y redundantes. Esto mientras el adversario vacía sobre nosotros su formidable arsenal de sofismas. ¡No quiero ni pensar en el resultado!
    Por mi parte, dejando a un lado las  cominerías y las urticarias, yo solo veo dos maneras de proceder, contando con lo que nos une, el superior propósito de pararle los pies a la Bestia Neoliberal y neoconservadora. Y las dos requieren buena voluntad.
1)    Poner todos los huevos en la cesta de Izquierda Unida, cuyo nombre indica claramente de qué se trata, y que ya cuenta con una variante, Izquierda Plural o  Izquierda Abierta   (por favor, aclárense) a medida de esta situación. Izquierda Unida ya existe, y está en la onda. Es una fuerza conocida, curtida y en situación de evolucionar, ya integrada en el Partido de la Izquierda Europea (PIE), un organismo prometedor. ¿Qué nos impide “empoderar” a Gaspar Llamazares y a Cayo Lara para que puedan actuar? Son dos políticos experimentados, precisamente lo que aquí hace falta, con la ventaja de que ya saben que la introversión no les llevará a ninguna parte. ¿Por qué no darles esta oportunidad, que se han ganado por su trayectoria? ¿Por una inquina a “los políticos”, por un rechazo mecánico del liderazgo, por amor a las caras nuevas, a los sujetos sin historia, para inflar el propio ego? Y hay otro motivo a favor de Izquierda Unida: cuenta con una organización, esto es, con algo que, no nos engañemos, no se improvisa por medio de Internet. Además, Izquierda Unida tiene entre sus filas a Alberto Garzón, que parece en condiciones de tender puentes entre los mayores y los más jóvenes.
2)      Dar vida a un Frente Amplio. Esto se hace de la siguiente manera: se crea una coalición electoral, los líderes de los distintos partidos se encierran a redactar un programa común, y adelante con los faroles. Recuérdese y estúdiese el caso del Frente Popular (1936). Unos líderes aparentemente irreconciliables, desde radicales a comunistas, acuciados por el empuje de la derecha, lograron pergeñar un programa común. Y el votante entendió  ­–Frente Popular, así de claro– y le dio la victoria aunque la propaganda fue misérrima, nada en comparación con la del otro lado, como ocurrirá ahora. Eso sí, estúdiese ese programa, y se verá que era moderado, sin asomo de lo que se entiende por extremismo, donde moderado no significa deshuesado. Y naturalmente, si se quiere hacer las cosas bien, con sentido de la realidad, habrá que hacer como entonces, aceptar la prioridad de Izquierda Unida –la que tiene un espacio ya ganado–, como entonces le fue concedida a Azaña y a Indalecio Prieto. Y además, no habría que cerrarle groseramente la puerta al PSOE (que decida él).
     Claro que lo que acabo de decir será tomado por estúpido si no se tiene en cuenta el embudo de la ley electoral, si se minimiza la potencia del bando contrario, si se toman a broma las limitaciones de la democracia de audiencia, si se confía en la lucidez del personal. La unión hace la fuerza, pero fue la derecha la que obró en consecuencia.

lunes, 3 de febrero de 2014

EL CENTRO-DERECHA, UN ESPACIO POLÍTICO ABANDONADO



     El reparto de espacios surgido de la Transición se ha visto sometido a una modificación que no entraba en los planes de sus arquitectos.
     En el centro-izquierda, tras un corrimiento hacia la derecha, encontramos, más o menos inmóvil, al PSOE, pero del otro lado es inútil buscar: el centro-derecha ha sufrido un corrimiento espectacular hacia estribor. Así se explica que en ciertos medios se hable de “izquierda radical” en referencia al PSOE, un efecto óptico debido al distanciamiento con respecto a la posición inicial.
     Como el PP sigue reputándose de centro-derecha parece que todos sigue igual, pero no, pues ya ha sucumbido a la atracción del modelo neoliberal-neoconservador, situado a unos mil kilómetros de lo que en España se considera “de centro”.
      El elitismo, el servicio a los intereses oligárquicos y confesionales, todo esto viene en el lote de esta derecha, ya incompatible con los usos y costumbres que nos habíamos dado. De ahí que sus propios votantes hayan caído en la estupefacción, y me refiero a los de derechas de toda la vida y a los propiamente centristas.
     Y en estas estamos cuando unos disidentes del PP dan vida a VOX, que también se declara de centro-derecha... Más neoliberalismo-neoconservador, esto es lo que aporta VOX. Apuesta por una reducción-recentralización del Estado, en la línea neoliberal, cosa que, a su parecer, Rajoy debería haber hecho ya sin atender a ninguna consideración por las víctimas, y por la bajada de impuestos que viene en el catecismo de la secta.
     Como los de VOX  son tan antiabortistas como Gallardón, como son tan neoliberales y tan neoconservadores como los del PP, no tienen ni la menor posibilidad de atraerse a los desconcertados votantes del centro, lo que no quiere decir que no sean capaces de gravitar sobre el partido que acaban de abandonar y que acaso pretenden copar de aquí a poco. Para ellos, y esto lo dice todo, Rajoy es un socialdemócrata encubierto, otro error de perspectiva, motivado en este caso porque él preside el gobierno y no puede actuar como ellos quisieran, como el caballo de Atila, como si el catecismo del profesor Schwartz se pudiera aplicar a rajatable sin que este país saltase por los aires.
     Ya se ve qué consecuencias ha tenido para nuestro sistema de partidos la ingenua caída del PP en los brazos del neoliberalismo-neoconservadurismo. Lo que de él sale, viene con la misma marca. Esto es lo que siempre sucede cuando se cae en las garras de un catecismo de tres al cuarto. Al final, las cabezas supuestamente pensantes acaban teniendo que ser clasificadas en función de su fanatismo o, en su defecto, de su hipocresía.
     Particularmente ilustrativo y penoso es lo sucedido en relación a los nacionalismos periféricos. Se diría que el PP da muestras de haberse intoxicado con sus propios rollos sobre la complicidad de Zapatero con la mismísima ETA. De modo y manera que, al tener que cumplir Rajoy el dictamen del tribunal europeo, sus propias huestes se le han echado encima. Quien siembra vientos cosecha tempestades.
     Estamos asistiendo a una nueva puesta en escena del nacionalismo español, en respuesta a los nacionalismos periféricos, en un lenguaje que agravará a estos, y que dará lugar a un fenómeno odioso: una patriótica defensa de España, pero sólo de puertas para adentro, en relación a esos nacionalismo periféricos, y no frente a los tiburones exteriores que la tienen acosada. Y podría suceder que los tremendos problemas de este país acaben todos ellos sepultados bajo la retórica y los hechos de la confrontación doméstica, para gran deleite de dichos tiburones y de sus asociados locales.

viernes, 22 de noviembre de 2013

DESPLUMADOS



    La presente crisis está siendo utilizada con maestría por quienes se han puesto de acuerdo para cambiar nuestro modelo de sociedad y para reconducirnos a patadas al siglo XIX. No es una simple crisis económica, es algo mucho peor, es  un “trabajito” de ingeniería social encaminado a aherrojarnos al capitalismo salvaje. Por eso se actúa por etapas, mezclando las lindas palabras con los hachazos.
    El presidente Rajoy acaba de darnos las gracias por nuestros sacrificios, como si hubieran sido voluntarios, como si hubieran servido para algo, como si hubiera llegando el momento de dar las gracias tras haber llegado todos a buen puerto. Mientras se anuncian nuevos hachazos, a padecer, como viene siendo norma, por la parte más débil, parece hasta de mal gusto que nos den las gracias.
    Ya hemos llegado al punto de abaratamiento tal que diversos buitres de por aquí y de por allá se interesan por nuestros suculentos despojos, lo que pone en éxtasis al gobierno, decidido a vendernos como zanahoria lo que desde abajo tiene las trazas de un saqueo.
    Entra dentro del guión ensañarse, con aires tecnocráticos, con la población, según el mandato número uno del capitalismo salvaje (el pez grande se debe comer al más chico), mandato que han hecho suyo los peces gordos, también la ONCE, a la que yo suponía una organización benemérita, hoy dispuesta a pasaportar a la indigencia a los trabajadores del servicio de lavandería hospitalaria del que acaba de apoderarse.
   Todo esto está muy visto. Primero se traficó, en plan capitalismo de amiguetes, con las joyas de la abuela, ahora se trafica con nuestro abaratamiento. De traficar con aquellas joyas, ya dilapidadas, los genios de este negocio han pasado a traficar con los servicios públicos, un jugoso mercado cautivo para presuntos campeones de la competitividad y emprendimiento, expertos en los negocios facilones a cuenta del indefenso contribuyente. Si este pide ayuda, se le ponen toda clase de trabas, y quizá le caiga alguna migaja. Si aquellos piden ayuda, ya es otra cosa, pues el Estado, tan mínimo él, ha cambiado de manos y está a su servicio.
    Como la educación, la sanidad y las pensiones son grandes negocios potenciales para quienes no han pasado de la cultura del ladrillo, ya vemos lo que está pasando y sabemos lo que va a pasar, como lo saben los profesionales de las puertas giratorias y del régimen de sobornos establecido a nuestras espaldas.
    El gobierno cree que, aprovechando su mayoría absoluta, puede dar el golpe de gracia al modelo social preexistente, pisando el acelerador de las reformas. Como no puede decir adónde apunta todo esto –a desplumarnos en beneficio de la pella oligárquica local y transnacional–, sólo puede hacer lo que otros han hecho en estos casos: mentir, hacer gala de una sensibilidad reptiliana, entregar su conciencia a expertos como Arriola, y poner a punto, a ser posible en nombre de la libertad, un sistema represivo-disuasorio  digno de una dictadura o de un mandarinato.

lunes, 11 de febrero de 2013

LA CRISIS: DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO


   Esta crisis no es el resultado de un accidente; viene de lejos y nuestra clase dirigente se la ha ganado a pulso. Urdangarín, Díaz-Ferrán, Rato y Bárcenas, como la entera trama Gürtel, son nada más que síntomas, la forma en que se manifiesta un síndrome realmente grave, típico de la cultura del dinero, una cultura arrasadora que penetró en nuestro país por puertas y ventanas, hace mucho tiempo, en tiempos de Felipe González. ¡Todo por la pasta!
   Recuérdese la apreciación del señor Solchaga, que se felicitaba de lo rápido que se podía enriquecer cualquiera en España, recuérdese la admiración que  suscitaba la irresistible ascensión de Mario Conde. La cultura del pelotazo no es de hoy. Hasta los niños, de lo que soy testigo, empezaron a decir que querían ganar mucho dinero. De aquellos polvos vienen estos lodos. Y nótese la naturalidad de los presuntos abusadores, en ninguno de los cuales detecto trazas de arrepentimiento, ni tampoco el saber estar de Al Capone (un hombre consciente de sus actos). Se han pasado varios pueblos y hasta parecen sorprendidos de haber tropezado con la ley. Pero no nos quedemos con lo anecdótico.
    Lo verdaderamente grave es que Felipe González se dejó abducir por lo que pasará a la historia como la “revolución de los muy ricos”, un fenómeno de importación (como en su día lo fue el fascismo). Parece que las energías disponibles se agotaron en el tránsito de la dictadura a la democracia, y volvimos al “¡que inventen ellos!”, sin el menor atisbo de originalidad.
   El PSOE dio de lado a sus raíces socialdemócratas, y en consecuencia, el PP lo tuvo muy fácil para dar de lado al contenido social de su programa, de raíz democristiana y fraguista. Ambos sacrificaron a la vez sus respectivas tradiciones, atraídos los cantos de sirena del capitalismo salvaje. De ahí que se produjese un cambio de mentalidad espectacular, que, a no dudar, habría sorprendido por igual a Pablo Iglesias y al general Franco. Lo sucedido no entraba en el guión de ninguno de los dos. Tampoco en el de Adolfo Suárez, ni en el de Calvo Sotelo. No es que el PSOE y el PP se adaptasen al espíritu de los tiempos con la debida astucia, es que se dejaron llevar, encantados de la vida. Así pues, en lugar de servir complementariamente a los intereses generales, optaron por servirse a sí mismos y a los peces gordos próximos y remotos.
    La consecuencia: los dos partidos unieron su destino al neoliberalismo económico, que incluye entre sus habilidades la de vender las joyas de la abuela,  la de sangrar el erario público en beneficio de los banqueros y la socialización de las pérdidas, algo normal desde que los contribuyentes norteamericanos tuvieron que pagar los platos rotos de la juerga gangsteril que hundió a sus otrora prósperas cajas de ahorros (a mediados de los ochenta). Se lo jugaron todo a esa carta, esta es la tragedia. Lo que viene ahora es un cambio de época: el capitalismo salvaje ya no puede ser vendido a nadie, tampoco a los despistados habituales, ni maquillado bajo cinco capas de purpurina. Para seguir igual, gobernando por decreto, ¿qué les queda? ¿Unos trucos de propaganda que, en lugar de persuadir, irritan? ¿Las fuerzas de orden público? Están totalmente quemados, metidos en un juego oligárquico realmente insoportable.
    Quizá traten de disculparse, señalando los enjuagues del Vaticano, las manipulaciones del libor, los chanchullos de las agencias de calificación, y  las listezas de los usuarios de puertas giratorias, hoy en Wall Street, mañana en el gobierno. La enfermedad es la misma, desde luego. Pero no creo que eso les baste para hacerse perdonar. Y no lo creo porque este país no puede esperar a que la peste remita o a que se le ponga coto desde las más altas instancias planetarias, asimismo enfermas.
   En primer lugar, no puede esperar porque la gente lo está pasando francamente mal. En segundo, porque los naipes marcados están a la vista de todos. En tercero, porque la enfermedad no se cura con castigos ejemplares. En cuarto, porque mucha gente ya tiene la sensación de haber sido estafada por esta democracia. En quinto porque el sistema ha perdido la capacidad de redistribuir la riqueza sensatamente, con la consiguiente caída en picado de su legitimidad. Y en sexto y último término, porque la conciencia social de la que hacen gala los dos partidos hasta la fecha hegemónicos está claramente por debajo de la del franquismo, lo que ya es el colmo, lo que produce náuseas tanto a la izquierda como a buena parte de la derecha (eso sólo causa  placer a la oligarquía).
    Y como el país no puede esperar, como la solución no vendrá del duopolio ni de sus compadres de fuera, hay que enviarlo a su casa antes de que nos haga más daño.  Y sinceramente, la única solución que veo es un Frente Amplio o Frente Popular, en el que puedan participar todas las fuerzas políticas contrarias a la Bestia neoliberal, hoy encarnada en los dos mastodontes que practican un turno aun más torticero que el  de la Restauración canovista. 
   No es la hora de los maximalismos ni de los particularismos, ni de los pronunciamientos antisistema. No es el momento de modificar la Constitución (bien entendido que entre las propuestas del Frente Popular deberá figurar la eliminación de las modificaciones que el PP y el PSOE hicieron a nuestras espaldas). Es el momento de hacer valer nuestra democracia.  Todos los partidos pequeños deben sentarse a la mesa, en busca de un programa común, sin cerrarle la puerta a nadie (tampoco a los que procedan de la órbita de esos partidos hegemónicos, si se han liberado de la servidumbre neoliberal). De ello depende la supervivencia de nuestra democracia. Y hay que empezar a trabajar ya, en previsión de que las elecciones se adelanten, lo que puede ocurrir para pillar a todos a contrapié,  y en previsión de que aparezca un Monti hispano o de que se intente marear la perdiz con un gobierno de concentración. Y por favor, no nos dejemos distraer por casos como los de Urdangarín o Bárcenas, y tampoco por la prima de riesgo. El tiempo apremia. La alternativa es muy simple: o con la Bestia neoliberal o contra ella.