martes, 20 de marzo de 2012

VENIZELOS, UN CASO PREOCUPANTE

   El caso de Evángelos Venizelos me da mucho que pensar.  Primero, ministro de Defensa, luego ministro de Hacienda… y ahora nuevo presidente del PASOK, el partido socialista griego, fundado en 1974 por Andreas Papandreu.
     Se dice que Venizelos ha sido elegido democráticamente por los militantes de dicho partido, pero no cabe pasar por alto que era el único candidato, y así cualquiera. Lo que yo no consigo entender es que precisamente haya alcanzado la presidencia del partido el hombre a quien todos hemos visto rendir pleitesía al Comité del Dolor. Sólo un 16 por ciento de los griegos se fían  a estas alturas del PASOK, lo que es muy comprensible si se atiende a su comportamiento objetivo. No sé que esperan las cabezas pensantes del PASOK del señor Venizelos, que ya ha dado de sí todo lo que cabe esperar de él y de esa forma de entender la “responsabilidad” que ya se comió todo el prestigio del infortunado Yorgos Papandreu. Políticamente hablando, Venizelos es un cadáver, por muy alta estima que merezca a los chamuscados líderes de su partido y a los  compadres de Bruselas.
    El caso me preocupa porque, como ha he dicho alguna vez, esta crisis se está comiendo a los partidos con responsabilidades de gobierno –y al entero sistema político– sin que me haya sido posible detectar el menor gesto defensivo por parte de dichas cabezas pensantes, pendientes de sus propios asuntos y extrañamente insensibles a las necesidades de sus votantes.
    El encumbramiento de Venizelos a la presidencia del PASOK constituye una invitación a la automática radicalización de la izquierda, porque sólo los despistados y los desmemoriados se creerán sus  guiños a la socialdemocracia, todos ellos indignos de crédito. Y recuérdese  que la colaboración de la derecha con fuerzas transnacionales representa una invitación al extremismo por el lado contrario. Nos encontramos ante una crisis de representación, de curso  inquietante. Ojalá me equivoque.

domingo, 18 de marzo de 2012

¿GEORGE CLOONEY, ARRESTADO?


     Pues sí. ¿Y por qué? Por desobediencia civil. Pasó tres horas a la sombra y  tuvo que depositar 100 dólares de fianza para recuperar la libertad. Por el mismo trance han pasado el padre del actor y el hijo de Martin Luther King. Todo por manifestarse pacíficamente ante la embajada de Sudán, en demanda de que se ponga fin a los inhumanos atropellos que sufre la población de ese país. Así va el mundo.
    Y sin ir más lejos, aquí acaban de imponerle una multa de 2.000 euros a un jubilado de apellido Rebollo, por manifestarse a favor de Garzón, al parecer provisto de un megáfono.
     Los casos de Clooney y Rebollo no puede considerarse menores o meramente anecdóticos. El sistema está generando poderosos anticuerpos contra los derechos civiles más elementales. Y es que el poder, ya  en fase descontrolada, ya caído en la irracionalidad, no tiene ni la menor intención de respetar a los indignados de aquí o de allá, y menos aun de escucharlos. Quizá no se de cuenta de que en ello le va su propia cordura, y por supuesto su humanidad. Malos tiempos se avecinan.

domingo, 11 de marzo de 2012

GRECIA SEGUIRÁ HUNDIÉNDOSE

    He oído palabras de entusiasmo por  el resultado de las negociaciones encaminadas a la “reestructuración” de la deuda griega, por la mágica “quita” que supuestamente ha venido a salvar a Grecia y al euro del desastre. No seré yo quien suelte un suspiro de alivio, pues en vista de que, en última instancia, sólo se han salvado los intereses financieros, nuevamente a costa de la gente, con un alambicado sistema que permitirá a los bancos acreedores deshacerse de papeles sin ningún valor para recibir dinero fresco y toda clase de garantías con respecto a los nuevos papeluchos, veo el panorama negro. Grecia seguirá hundiéndose, y nosotros con ella.
    No por azar, se habla ya de las nuevas inyecciones de dinero que necesitará el infortunado país en el futuro inmediato, no para crecer sino para pagar a los usureros, lo que indica que el chantaje al pueblo griego está lejos de haber terminado. Y es preciso seguir de cerca lo que le sucede a este pueblo, para entender lo que nos pasa, pues, hablando seriamente, estamos en las mismas, en otro espacio, en otra fase, pero en las mismas.
     Se demuestra que las buenas gentes no cuentan para nada ante el imperio de los mercados, a los que se ha sumado Bruselas, en calidad de cómplice numero uno. Como proyecto político Europa está acabada, lo que me causa un dolor indecible. El caso griego, así como el nuestro, me recuerdan la genialidad de ciertos parásitos, capaces de dejar a un animal en los huesos sin llegar a matarlo, pues de él viven, bien entendido que ahora estoy hablando de parásitos que no han demostrado atenerse a ningún límite.
   ¿Qué pasará entonces? Pues lo que ya ocurrió en el pasado, tras la Gran Depresión.  Visto lo visto, ya al borde del estrangulamiento, ya cansados todos de esta galopada nihilista amparada bajo  la autoridad de Adam Smith, según la versión de Friedman, habrá quien vuelva los ojos hacia  Lenin, por la izquierda, y quien la vuelva, por la derecha, al mismísimo diablo. ¡Y con razón!  Tal es la necedad suicida de los dueños de la situación, hórreos de conocimientos históricos, y hasta creídos, por haberse tragado su propia milonga, de que la historia misma se  terminó hace unos años a su entera satisfacción. La historia acelera y las palabras sensatas sólo encuentran oídos sordos como una tapia. Que lo inteligente y lo europeo era no dar razones a esas regresiones extremas lo sabía cualquiera con dos dedos de frente, pero hay gente importante que tiene menos neuronas que un parásito.

martes, 6 de marzo de 2012

SOBRE "RECUPERACIÓN" DE LA ECONOMÍA NORTEAMERICANA


   He oído alguna voces que celebran la recuperación de la locomotora norteamericana.  ¿Se invierte la tendencia catastrófica? Sí, me dicen, frotándose las manos, pues se están creado doscientos mil puestos de trabajo por mes, lo que no es poca cosa en los tiempos que corren. Pero yo sólo veo en trance de cumplimiento la ley de la jungla, el retorno a lo más sórdido del siglo XIX.
     Hace dos años, reflexionando sobre el hecho de que la Mercedes Benz hubiese optado  por montar una fábrica en Estados Unidos, escribía yo lo siguiente: “Como es sabido, el Tercer Mundo está creciendo dentro de las sociedades antes llamadas “opulentas”, donde, desde hace tiempo, las buenas gentes penan por el “privilegio de ser explotadas”, como ya denunció Himkelamert. La crisis en  curso no ha hecho sino agravar el fenómeno, que más pronto o más tarde pondrá en entredicho la legitimidad de todo el sistema político en el que algunos viven todavía muy confortablemente. Paul Krugman  ha dejado caer que en España, no siendo posible devaluar la moneda como antaño, no nos va a quedar más remedio que devaluar el trabajo, lo que,  desgraciadamente, añado yo, implica una devaluación de las personas que necesitan trabajar para comer. ¿Hasta qué punto hay que llegar? Eso no lo dijo, pero está bastante claro: Los trabajadores españoles deberíamos depreciarnos hasta equipararnos a los trabajadores chinos… Si tal cosa se impusiese en plan ricardiano, los señores inversores, raza estupenda, volverían a entusiasmarse con nosotros, tan mansos, tan puntuales, tan buenecitos, tan tirados. El mundo va lanzado por ese infame camino. Tomemos nota:  Mercedes Benz ha optado por traspasar parte de su producción a Estados Unidos, donde el crecimiento del Tercer Mundo ha creado inmensas bolsas de trabajadores a precio de saldo… La lógica de este sistema oligarco-coroporato-cleptocrático no perdona ni siquiera a los ciudadanos de la potencia hegemónica, un serio aviso para caminantes.”
    La cosa se las trae. Porque ya no estamos hablando sólo de la Mercedes. Los mismos pasos han seguido, acabo de enterarme, Toyota, Volkswagen y Electrolux… ¿Y por qué parte de Estados Unidos se sienten atraídas estas compañías? Naturalmente, por el Sur, por la vieja  tierra de los esclavistas de los algodonales. Y es que por ahí no hay sindicatos y los salarios son un 40% inferiores a los del Norte y del Medio Oeste. 
    Y hacia el Sur van los que no tienen trabajo. Queda claro para qué sirve tener cuarenta y siete millones de pobres, 14 millones de personas de pensionistas en la red de alcantarillado, no se cuántos desahuciados o residentes el improvisados poblados de tiendas de campaña. Prefiero abstenerme de hacer comentarios.    

lunes, 27 de febrero de 2012

LA ABSOLUCIÓN DEL JUEZ GARZÓN

    El  Tribunal Supremo acaba de absolver al juez Baltasar Garzón en el juicio que se seguía contra él con motivo de su intento de juzgar los crímenes del franquismo. Llega esta sentencia absolutoria cuando ya se ha visto inhabilitado por su instrucción del llamado caso Gürtel.  Así pues, este resultado afecta menos al juez que a la causa contra dichos crímenes, que quedará en una especie de limbo.
     A juzgar por el alto tribunal, Garzón habría cometido algunos errores, nada más, y no ve motivos para castigarle. Ya es algo. Pero me llama mucho la atención la diferente tipificación de los delitos. Donde Garzón veía crímenes contra la humanidad, el Supremo ve simplemente “delitos comunes de acuerdo con los tipos penales contemplados en el Código penal de la época”, es decir, delitos prescritos y, en todo caso,  liquidados por la amnistía preconstitucional de 1977.
     He seguido de cerca este  doloroso asunto. Escribí un libro titulado La causa contra Franco. Juicio al franquismo por crímenes contra la humanidad (Planeta, 2010), vivamente impresionado por la polémica suscitada por el auto del juez Garzón.
     La opinión se dividió entre partidarios y detractores de Garzón, acusado por estos, ruidosamente, de saltarse a la torera las leyes no escritas de la Transición, de reabrir viejas heridas y de un comportamiento parcial, a favor de los perdedores de la guerra civil y, por lo tanto, hiriente para los vencedores.
     De pronto, volví a oír declaraciones en el sentido de que más crímenes habían cometido los republicanos, o en el sentido de que los unos y los otros habían cometido crímenes similares, como si las culpas se dividieran al cincuenta por ciento,  que parece ser la versión de las personas bienpensantes. Yo creía que algo habíamos madurado y me llevé una desagradable sorpresa, al toparme con la vieja visión maniquea de nuestra desdichada guerra civil.
    En su auto de 2008, Garzón denunciaba la existencia de “un plan sistemático y preconcebido de eliminación de oponentes  políticos a través de múltiples muertes, torturas, exilio y desapariciones […]  de personas a partir de 1936, durante los años de la guerra civil y los siguientes de la posguerra, producidos en diferentes puntos geográficos del territorio español”, de donde se desprendía la evidencia de que estábamos ante crímenes contra la humanidad. Esta apreciación hiere, por supuesto, la sensibilidad de los herederos del franquismo, que ven saltar por los aires la justificación moral del llamado alzamiento.
     Mi investigación me llevó a confirmar la afirmación del juez, e incluso a señalar que el plan era también de remodelación de la sociedad, en todos los planos, y a concluir que, para acabar  fusilado, preso o destruido, no hacía falta ser un “oponente político”. Innumerables inocentes se vieron tratados como si no fueran seres humanos. Lo que, por supuesto, no quiere decir que todos los franquistas fueran conscientes de la operación en marcha. Muchos se pusieron de parte de Franco por creer que, como un golpista común, se proponía poner orden y poco más, como le pasó al mismísimo Unamuno, que tardó en comprender que aquello no se parecía en nada a lo hasta entonces conocido.
    Hubo, en efecto, un plan de exterminio, encaminado eliminar a todas las personas que podían representar un obstáculo para el plan de saneamiento que los generales Mola y Franco se habían trazado, un plan ciertamente sanguinario, inspirado en el principio de “cortar por lo sano”, esto es, sin discriminar entre “culpables” e “inocentes”,  un plan que se vio completado por una neutralización de los oponentes, tanto reales como imaginarios, y por la totalitaria voluntad de controlar las conciencias por medio de la religión, la educación  y la prensa, voluntad a la que el Régimen se atuvo desde su principio hasta su final.
      No hay muchos documentos en los que se dejase constancia del plan, aunque hay algunas piezas que no se pueden pasar por alto (por ejemplo, las instrucciones reservadas de Mola, o las confidencias recogidas por Farinacci, en las que este general le habló de eliminar a un millón de españoles). No es extraño.  Ciertas cosas no se suelen poner por escrito, ni decir tan alegremente. Todavía no ha aparecido un documento firmado por Hitler con la orden de enviar a los judíos a las cámaras de gas. Y no aparecerá. 
      Por eso los hechos, tal como los conocemos, son tan importantes. Y estos hechos nos indican que la represión salvaje y la represión reglada en el campo franquista no  servían al simple propósito de poner orden o de vencer en la contienda.  Se fue, desde el principio, mucho más allá, sin ningún ánimo de reconciliación. Porque no se trataba de llegar a un consenso, a un nuevo equilibrio. Se trataba de aplastar a la mitad indeseable, razón por la cual acabaron contra la pared y en las mazmorras del nuevo régimen tantas personas inofensivas, simples liberales e innumerables personas de la llamada clase baja, sospechosas  de entrada y para siempre. Se trataba de rehacer la sociedad, tras una limpieza en profundidad, tarea desmesurada, muy en la línea de las brutales operaciones que se presenciaron en los espacios coloniales y en los dominios de Hitler y de Stalin, operaciones en las que debe ser inscrito el plan que nos ocupa, casi inconcebible desde la perspectiva actual.
     Para mí, Garzón estaba cargado de razón al hablar de un plan sistemático de eliminación de adversarios políticos y, por la amplitud de su aplicación, cargado de razón también al colocarlo entre los crímenes contra la humanidad.  Tratar de atenuar su acusación por el procedimiento de señalar los crímenes del lado republicano no conduce a ninguna parte, pues no fueron patrocinados por las autoridades, como sí ocurrió del lado nacional. Tampoco se extendieron en el tiempo de manera comparable.
     Me  ha sido dicho que la izquierda tenía un plan maximalista no menos atroz. No dudo de que en ciertas cabezas de la extrema izquierda había un plan así, de cuño marxista-leninista, y hasta sugiero que el plan franquista fue una copia particular de ese plan en sentido contrario, pero  niego  que estuviera a punto de producirse un golpe maximalista de extrema izquierda (lo que no pasó de ser un bulo basado en documentos tan apócrifos como perversos que deben figurar, técnicamente hablando, entre los preparativos del golpe).
     También he oído decir que la guerra civil empezó en 1934 con la revolución de Asturias. Pues no, empezó en julio de 1936.  No se puede poner al mismo nivel la acción de los mineros asturianos de 1934,  o la rebeldía desesperada de los familiares y amigos de Seisdedos, y  la sublevación de 1936.  He aquí que los sublevados de 1936 eran precisamente las personas a las que una sociedad libre había confiado el uso legítimo de la fuerza. Una confianza que traicionaron de manera alevosa, dando por acabado el orden público e iniciando un viaje a lo desconocido, plenamente conscientes de que lo que se traían entre manos costaría torrentes de sangre y ríos de lagrimas.
    Es de hacer notar que, hasta entonces, precisamente porque esas personas habían cumplido sus obligaciones, ninguna intentona revolucionaria había podido prosperar. La República las había sofocado, y habría seguido sofocándolas de no mediar la sublevación de sus fuerzas armadas. El cuadro se oscurece más todavía cuando se reconoce que estos sublevados actuaron de común acuerdo con una derecha que, desgraciadamente y salvo honrosas excepciones, era antiliberal y antimoderna de pies a cabeza. Sin  la acción de los primates de esa derecha, no habría habido en julio ninguna sublevación.
    Y es inevitable hacer notar que la sublevación de 1936 y el plan maximalista concomitante cayeron sobre los españoles precisamente cuando, tras la victoria del Frente Popular,  esa derecha temía que por vía democrática se llegase a un reparto de la propiedad y de la riqueza en general, esto con criterios de justicia social y eficiencia económica, justo lo que ella había rechazado de plano durante décadas, más pendiente de sus egoístas intereses que del bienestar de la nación. Y es inevitable hacerlo notar porque no es lo mismo sublevarse contra el orden establecido con ánimo de preservar los propios privilegios que salir en defensa de la justicia social cuando el ataque de los privilegiados ya ha dado comienzo.
     Nuestra modélica Transición hubiera sido imposible si los vencedores y los derrotados no hubieran hecho un esfuerzo supremo, a favor de la concordia. Y creo que el Supremo tiene su parte de razón al afirmar que la Ley de Amnistía preconstitucional fue una pieza clave en aquel proceso, necesariamente imperfecto.  Pero me parece que a estas alturas deberíamos haber progresado más en la comprensión del drama que afectó a nuestros padres y abuelos y, de forma menos clara, a nosotros mismos, en aspectos que a veces ni siquiera sospechamos.  La dificultad es grande, desde luego, pero hay que hacerlo, mirando de reojo las dificultades que, por ejemplo, los alemanes, los italianos y los franceses han tenido y tienen al respecto.
     Lo peor es la negación de la responsabilidad, pues la sociedad queda desamparada ante las eventuales repeticiones catastróficas.  No se puede sustentar una convivencia sana sobre la desmemoria, ni sobre las visiones angélicas y mitificadas del pasado que a uno le tocó en gracia. Y entiendo que el auto del juez Garzón, aunque no haya podido prosperar, ha venido –mérito inmenso el suyo– a poner a plena  luz la enorme tarea pendiente. Y no me cabe ninguna duda de que el Estado debe dar una respuesta satisfactoria a las denuncias sobre los 114.266 desaparecidos que todavía pesan sobre su conciencia. Alguien tendrá que retomar, para ello, el trabajo que Garzón se ha visto obligado a abandonar, y por el que merece mi apoyo y solidaridad (http://congarzonylaverdad.blogspot.com/)

domingo, 26 de febrero de 2012

EL MOMENTO HISTÓRICO

    Se caracteriza por la ausencia de un proyecto positivo, en el que se incluya el necesario propósito de enmienda. Naturalmente, nadie nos va a decir “os desplumaremos, eso es todo lo que os cabe esperar”, pues vivimos en la era de la mercadotecnia política, cuyo compromiso con la verdad es nulo. Y podemos dar por seguro que los magos de dicha mercadotecnia saben muy bien que hay cosas que mejor no mencionar, pues sería contraproducente para sus maniobras. De ahí que no se mente la cohesión social, ni la igualdad de oportunidades, conceptos en sí mismos perturbadores para la buena marcha de los negocios.
      ¿De qué va esto? De la revolución de los muy ricos, que nada tiene a ofrecer a los que no lo son. En palabras, Michael Hudson, profesor de Economía de la Universidad de Missouri,  somos víctimas de  “un golpe de Estado oligárquico por el que los impuestos y la planificación de la economía y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros”. Así de claro. Y esto ya no hay genio que lo maquille, que lo endulce o que lo venda. Es algo que se impone, sencillamente, por las malas, violentamente, como acaban de constatar unos muchachos valencianos ante la estupefacción de la ciudadanía, o unos niños, súbitamente obligados a presenciar la incautación de los pupitres y hasta de los dibujos.
     En 1941, grandes recursos humanos se movilizaron en nombre de la doctrina de las cuatro libertades –libertad expresión, de culto, contra la miseria y contra el miedo–, por la que mucha gente estuvo dispuesta a sacrificar su vida y a la que debemos la parte más noble del orden que se está yendo al carajo.
    Es algo que nos queda tan lejos que el otro día, al mencionar yo dicha doctrina, un oyente de buena fe creyó que me refería a otra doctrina de las cuatro libertades que sí que anda por ahí (libre circulación de mercancías, la libre circulación de trabajadores, de servicios y de capitales). Ya pueden reunirse los primates de Bruselas, ya puede reunirse el G2O, da igual. La técnica consiste en dar largas y en no ponerse de acuerdo en nada positivo. 
     A los pueblos no se les transmite ni la menor esperanza. No sabemos de ningún grupo de sabios puestos a trabajar al servicio de alternativas sensatas y prometedoras.  Si los dirigentes de la humanidad sólo son capaces de bailar como osos de feria según las indicaciones del Comité del Dolor (financieros, banqueros y empresarios), si lo único que se les ocurre es que nos apretemos el cinturón, vamos hacia una catástrofe social y política, pues hay retos aun más serios que darle el gusto al Comité, si pensamos en el calentamiento global, en la contaminación, en los problemas alimentarios y energéticos. Creo que la humanidad no ha estado nunca en manos de un poder tan asombrosamente cutre.

domingo, 19 de febrero de 2012

LA REFORMA LABORAL COMO VICTORIA

      Duele decirlo, pero la infame reforma laboral que nos acaba se ser impuesta es una gran victoria, entre otras pasadas e inmediatamente venideras, de la revolución de los muy ricos, iniciada a principios de los años setenta. La siguiente cota a alcanzar es la laminación del derecho de huelga, a juzgar por los globos sonda.
     El Comité del Dolor (integrado por banqueros, financieros y grandes empresarios) se ha salido con la suya, como era de prever. La Comunidad Europea hace tiempo que abdicó de su razón de ser y de los valores sociales en que habíamos depositado nuestras esperanzas. Hemos regresado al siglo XIX, a las coordenadas de Ricardo, Malthus y Spencer, revelándose la crisis como lo que es, un simple pretexto para acabar con el compromiso con el bien común. Como ya he dicho en este blog, volveremos a ser apetitosos cuando no valgamos nada, cuando nos vean arrastrarnos por el barro en pos de un euro o un dólar.
     Y no son sólo los derechos del trabajador los que se acaban de ir por el sumidero de la historia.  Sépase que la reforma nos hará daño en el alma y en el cuerpo, no sólo en el bolsillo. Y sépase que hará un daño irreparable al sistema político, pues por el mismo agujero se va ese bien precioso llamado legitimidad.  Cuando el poder se vuelve contra el bien común, el resultado es inevitablemente catastrófico.  
    Los defensores de esta reforma se dividen en dos clases de personas, las malvadas, que apuntan desvergonzadamente a una sociedad dividida entre ricos y pobres, entre tiburones y sardinas, y las memas, gentes que ni siquiera adivinan las consecuencias humanas y políticas de semejante retroceso, gentes que no saben una palabra de historia, gentes que han llegado a detentar “puestos de mando”  por su ignorancia y su servilismo, gentes propensas a creerse sus propias mentiras y, por tanto, no menos peligrosas que las malvadas.
      El nuestro es un pueblo de elevado sentido cívico, no exento de memoria histórica, un pueblo experimentado, poco dado a las aventuras por venir escarmentado. Pero ha tenido que salir nuevamente a la calle, para rechazar este trágala. No entra dentro del guión que el Comité del Dolor se inmute por ello, como tampoco el gobierno, que ahora tiene a gala presumir de gran firmeza,  lo que me  impone negros presentimientos.  Primero se agota la legitimidad, luego la paciencia. Es regla fatal.
       Aprovechándose del desfallecimiento del PSOE, consumido por la fase precedente, la señora Cospedal no duda  en afirmar que el PP es el partido de la clase trabajadora. ¿Pero se va a alguna parte con bizarras declaraciones de este tipo, como la que ha venido a definir esta reforma –en plan semiblíblico– como "buena, justa y necesaria"?  Yo no lo creo, como tampoco creo que nadie se vaya a conmover por los topes salariales impuestos a ciertos ejecutivos que, en todo caso, seguirán ganando cien veces, e incluso seiscientas veces más, que el trabajador de a pie.  Se demanda de nosotros un enorme sacrificio sin ninguna contrapartida, con algunas promesas de imposible cumplimiento a juzgar por la jugada. Churchill pudo excitar la fibra heroica de sus compatriotas desde la verdad, porque se jugaban la libertad y la dignidad ante los nazis. Por eso surtió efecto su "sangre, sudor y lágrimas". Pedir no sé que espíritu de sacrificio para darle el gusto a unos timadores y a unos rufianes no tiene ningún sentido, salvo que se trate de irritar a la gente.
      Hasta ayer mismo, las lamentaciones venían sólo del campo socialista, y ahora las oigo también en el campo vecino… Votantes del PP, ayer arrogantes, empiezan a asustarse y a hacerme partícipe de inquietudes personales de lo más comprensibles. E incluso me ha sido dicho que da náuseas el genuflexo comportamiento de la derecha española ante el señor Rehn y otras autoridades foráneas, una especie de giro sarcástico de la historia.  En fin, ya he  escrito que, si ayer le tocó al PSOE, ahora le toca al PP. El programa del Comité del Dolor parece diseñado a propósito para destruir partidos y sistemas políticos enteros.