jueves, 10 de diciembre de 2015

EL PANORAMA ELECTORAL

   Reina una gran agitación en el centro del espacio político, donde los partidos atrápalo todo, Podemos entre ellos, agitan sus banderas. Se pugna por seducir a la masa de indecisos. Lamentablemente, ese centro es un espejismo. No hay tal centro, como constataremos después del 20-D.
     De hecho, la Comisión Europea, presidida por Jean-Claude Juncker –genio de la evasión fiscal, capo austericida–, acaba de puntualizar que, sea el que sea, el próximo gobierno de nuestro país tendrá que dar una vuelta de tuerca a la reforma laboral y atenerse a los  límites del déficit y de la deuda públicos (nuevos recortes sociales).
     Nótese que la Comisión, ya impaciente,  no ha tenido a bien esperar hasta después del 20-D para emitir este Diktat. Y no hace falta ser ningún genio para saber que  nos empuja de mala manera, como sobre raíles, a las coordenadas del TTIP y el TiSA, esto es, a un modelo de sociedad hobbesiano y darwinista en el que todas las lindas palabras  de ahora estarán fuera de lugar.
    No hay centro, insisto. Ni podría haberlo en circunstancias como estas.  O se está del lado de las personas, o se está del lado de la Bestia neoliberal. No otra es la confrontación, aquí, en Europa y en el mundo. Si nos atenemos a esta cruda realidad, la confusión deja paso a una visión ante la cual no cabe hacer el avestruz, pues el propio sistema democrático se encuentra en peligro aquí y en todas partes, por la incompatibilidad entre los fines de la Bestia y los de la gente.    
    Las encuestas predicen que tanto el PP como el PSOE algo pagarán en las urnas por lo que han hecho, pero nada dicen del daño que dicha incompatibilidad producirá a los partidos emergentes a partir del punto y hora en que se vean en el trance de pasar por el aro.
    Las encuestas predicen el final del bipartidismo imperfecto, pero mucho me temo que con eso no basta inaugurar una nueva fase histórica. Veo venir más desgaste. En cuanto se disipen las fantasías electorales, ¿qué creemos que van a sentir los votantes del PP y del PSOE, por muy curtidos que estén? La catarsis electoral durará poco.  
    En cuanto a los emergentes, su desgaste será rápido, porque obedece al mismo mecanismo perverso y sus votantes tienen menos estómago. Todo esto es malo para nuestra democracia en sí misma, y es pronto para saber si será capaz de sobreponerse, pues el daño es demasiado grave, no un simple toque de atención. En teoría, una democracia puede regenerarse, pero no hay manera de lograrlo a fuerza de abusar sofísticamente de su legitimidad en perjuicio de los intereses comunes. La crisis y su gestión, he aquí dos armas de destrucción masiva contra los sistemas democráticos, cuya salud no importa un comino al establishment.
    Para mí, hay dos frentes en liza. Por un lado, el frente neoliberal, del que forman parte el PP y Ciudadanos. Todo indica que tendrán tanta fuerza en el Parlamento que hasta me parece estúpido dar pábulo a una reforma constitucional, no vaya a ser que veamos sustituida la Constitución de 1978 por un sofrito neoliberal.
    El papel del PSOE se presenta equívoco aunque Sánchez haya tratado de girar hacia la izquierda. No le hemos vuelto a oír hablar de eliminar el sucio artículo 135; declaró sentirse más cerca de Valls que de Corbyn; y encima, tiene un consejero económico neoliberal, el señor Jordi Sevilla (hasta ayer mismo, un firme partidario de un gobierno de concentración PP/PSOE…). También es muy significativo que haya tratado de fastidiar a Podemos por el sencillo expediente de agitar el fantasma de Syriza, una manera de declarar su fidelidad al establishment.  Todo indica que el PP y Ciudadanos podrían contar con el apoyo del PSOE en los temas verdaderamente importantes, cualquiera que sea el resultado que  obtenga Pedro Sánchez el día 20. Que el PSOE se juega su porvenir es cosa sabida, pero es incierto que vaya a reaccionar. Piénsese en los casos de Venizelos y de Hollande, dispuestos a hundirse a mayor gloria del sistema.
    Nos queda el otro frente, el antineoliberal, en el que encontramos a Podemos, Unidad Popular-Izquierda Unida y las diversas mareas. Hoy separados por cuestiones menores, creo que estas fuerzas formarán un todo compacto en el Parlamento, aunque sin posibilidad alguna de influir en el curso de los acontecimientos.  El frente neoliberal no las dejará llevar adelante ningún referéndum, no les dará opción a dejar su huella en la reforma constitucional; no conseguirán la eliminación del artículo 135, ni sacar adelante sus proyectos sociales. Esto es triste, pero cabe esperar que se consolide una fuerza clara de oposición, tanto más digna de confianza cuanto menos doble el espinazo, tanto más importante para el día de mañana cuanto mejor informe a la ciudadanía de lo que está urdiéndose en la trastienda del poder. Como la indignación irá en aumento, como el otro frente cargará con toda la responsabilidad, su hora llegará, tarde o temprano. A menos que el sistema colapse por el camino.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

EL DESTINO DE LOS INOCENTES

       El destino de los inocentes ofrece una clara indicación sobre el nivel moral de los asuntos humanos. A juzgar por los hechos de nuestro tiempo, la humanidad, por lo que se refiere a sus rectores visibles e invisibles, ha recaído en un grado de barbarie digno de los tiempos de Auschwitz e Hiroshima. No es extraño, por lo tanto, que nos veamos invitados a hacer la vista gorda, a consentir e incluso a aplaudir con una mentalidad para nada distinta de la que hizo posible tamañas aberraciones.  La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) no se habría materializado hoy. Y pensado en ella, confirmando lo que aquí afirmo, cierta afamada colaboradora de los think-tanks neoliberales ha dicho que le parecen “un cuento de hadas”.
      Ya no estamos hablando de barbaridades puntuales del poder establecido, ejecutadas más o menos a escondidas, típicas de los “treinta gloriosos”.  Hablamos de acciones de gran envergadura perpetradas  con descaro por elementos que ni se toman el trabajo de esconder la mano. Hasta deben considerar estupendo que la humanidad palidezca ante el despliegue de su poder, tanto más aterrador cuanto más desprovisto de lo que se entiende por altura de miras. La barbarie económica y barbarie militar que padecemos son de pésimo pronóstico, vistas las cosas desde la perspectiva de los inocentes, la única que debería interesarnos.
     Los atentados de París pertenecen a la categoría de los que se condenan por sí solos.  Fueron perpetrados contra personas como usted y como yo, a las que pretendieron confundir con cruzados a sabiendas de que eran inocentes. Si el asesinato es aborrecible aunque se perpetre en nombre de ideas políticas o religiosas,  la elección arbitraria de las víctimas representa el colmo de la atrocidad. Y en ello andamos.
     Para la humanidad el problema no es que un puñado de elementos con el cerebro lavado lleguen a ese extremo repugnante, pues ella va muy sobrada de anticuerpos contra tales sujetos. El problema, ya gravísimo, es que sus máximos dirigentes sean cultores de la misma lógica de la atrocidad a una escala incomparablemente mayor, como prueban los arrasamientos de ciudades y países enteros con fines geoestratégicos y económicos indeciblemente rastreros.  La estatura moral de una época no se deduce de las acciones de un puñado de criminales desnortados, sino de la lógica del poder establecido, en nuestro caso atroz.
     La famosa guerra contra el terror iniciada por Bush se ha cobrado ya no menos de dos millones de víctimas en Afganistán e Irak, inocentes en su inmensa mayoría. Lo que digo: la lógica de la atrocidad.  La que se usó en Libia y la que se viene empleando en Siria, donde se quiso repetir la jugada. 
    Ninguna sociedad está libre de que en su seno se forme algún grupo de locos asesinos, pero es gravísimo que gentes que se dicen civilizadas se pongan a dar lecciones de inmoralidad a los elementos que pueda haber por ahí en disposición de convertirse en tales. En este punto estamos con la autoridad moral por los suelos. Sin vergüenza y sin propósito de enmienda.
      Pero no se crea que a esta situación se ha llegado en un día. El neoliberalismo y el neobelicismo han ido de la mano durante años, llevándose por delante todos los avances de la humanidad.
      Allá por el año 1986  se produjo un hecho sintomático, un anticipo de lo que vendría. Ronald Reagan, “un campeón de las libertades”, decidió aprovechar la muerte de dos soldados americanos en un confuso incidente acaecido en un club nocturno berlinés. Se difundió la especie de que la seguridad de los Estados Unidos se encontraba en peligro. Se anunció una inminente una invasión de los sandinistas… precedida por una sucesión atentados terroristas  perpetrados por agentes libios, unas mentiras risibles que llevaron a miles de americanos a la correspondiente paranoia.  Seguidamente, de manera por completo ilegal, Estados Unidos bombardeó Trípoli y Benghazi, matando a no menos de cien personas.  ¿Qué tenían que ver esas personas con el incidente del bar berlinés? ¡Nada en absoluto! ¿Y los derechos humanos? ¡Al diablo con ellos!  Y el mundo se lo tragó con patatas. Sí, se tragó esa represalia en plan Lídice, con los resultados que eran de prever.
    Sólo tres años después, cuando le entraron prisas por raptar a Manuel Noriega, Bush senior  invadió Panamá, previo bombardeo. ¡Otra vez lo mismo! Noriega, colaborador de la CIA, viejo conocido de Bush,  fue repintado para la ocasión: un monstruo en calzoncillos rojos que esnifaba coca mientras hacía vudú. Murieron unos 4.500 panameños; no menos de veinte mil personas se quedaron sin hogar. No hubo reacción tampoco, y no se tomó en consideración, como nos habría exigido Tucídides, el espinoso tema del Canal, verdadero motivo del sangriento atropello.  Pronto nos veríamos ante la novedosa expresión “bombardeos humanitarios”. Ya estaba a punto el modus operandi que tomó como pretexto los atentados del 11-S para dar alas a la  “destrucción creativa”.
    No, no hemos llegado de la noche a la mañana a la presente degradación. El problema de fondo es la lógica de la atrocidad, la mismita que creíamos haber dejado atrás en 1945. El valor del ser humano se ha venido abajo. Asistimos a una escalada de barbarie, con un imparable aumento de los “daños colaterales”, que ya forman parte de la banalidad del mal de nuestro tiempo. El destino reservado a los inocentes no puede ser peor. Si logran salvar el pellejo y llegar a nuestras sociedades, mejor no pensar en lo que les espera. Nótese que ya hay gente inteligente y sensible que apuesta por acabar con el Estado Islámico sin pensar, ni por un momento, en los inocentes que se encuentran bajo su ocupación. ¡Como si aquí debiéramos dar por sobreentendido que carecen de importancia y que la clave de todo es bombardear más y mejor! Es de lamentar que esa gente no se percate de que tal como sean tratados los inocentes de regiones remotas seremos tratados todos. 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

LOS ATENTADOS DE PARÍS: PREGUNTAS ACUCIANTES

    ¿Qué responsabilidad tiene Occidente en esto del Estado Islámico? ¿A qué países se refiere Putin cuando acusa a miembros del G-20 de estar detrás? ¿Quién se lucra con el petróleo que roba? ¿De dónde salieron los famosos Toyotas? ¿Con qué finalidad se lo dejó crecer?
     ¿Por qué se involucró Francia en el derribo de Gadafi y después en la intentona de repetir la misma jugada en Siria? ¿Por qué diablos se oyó decir a un ministro francés que ciertos extremistas estaban haciendo un “buen trabajo” en Siria? ¿Es verdad que Francia hizo un gran negocio vendiendo armas destinadas al Estado Islámico? De ser así, ¿se puede saber qué particulares se llenaron los bolsillos?
    Ya que todo está cambiando tras el acuerdo con Irán y la entrada en escena de Putin, ¿varió en algo la posición de Francia con respecto a los elementos anti Bacher el Assad, gentes del Estado Islámico incluidas, en los tiempos inmediatamente precedentes a los salvajes atentados de París?
    Para nada está claro que al Estado Islámico le conviniese perpetrar los atentados en estos momentos. ¿Por qué se ha expuesto a un ataque conjunto de todos contra él, arruinando parte la retaguardia de un buen número de sus militantes? ¿Estamos  ante venganza motivada por un cambio de posición,  o ante un chantaje a la desesperada, o ante las dos cosas juntas?  Queremos saber, conscientes de que no habrá una política terrorista digna de tal nombre mientras un tupido velo nos oculte los temas capitales.

martes, 17 de noviembre de 2015

13-N: LA SALVAJADA DE PARÍS

    La lógica de la atrocidad se ha cobrado en París un número sobrecogedor de víctimas mortales y  heridos. El presidente Hollande ha declarado al país en estado de guerra, ha impuesto un estado de excepción y propone una reforma constitucional. También se ha comprometido a acabar con el Isis, cuyo reconocimiento de la autoría está fuera de duda. Y lo primero que ha hecho es lanzar un ataque contra la ciudad siria de Raqqa, un bastión del Isis (o  Daesh, Estado Islámico…). Todo ello contando con la comprensión de las cancillerías occidentales y sin cuestionar ni lo más mínimo las aventuras militares de Francia en países remotos, como tampoco las relaciones de causa-efecto, temas antipatrióticos de por sí. 
    Es inevitable experimentar una sensación de déjà vu.  Hollande se atiene al guión que conocemos desde los atentados del 11-S. Recorte de las libertades en nombre de la seguridad nacional y acción militar en el exterior. De donde se sigue que al dolor por las víctimas debemos sumar el dolor por el curso de los acontecimientos. 
     En opinión de los expertos el problema planteado por el terrorismo del Isis no se puede resolver por medios  exclusivamente militares y policiales. Estoy de acuerdo. Es más,  creo que es de vital importancia para la salvación de nuestras sociedades relativamente abiertas evitar la menor participación en la lógica de la atrocidad que nos ha metido en este callejón sin salida. No se puede emplear impunemente esta lógica, ni siquiera para acabar con el Isis, fruto amargo  él mismo de su empleo por parte de las potencias occidentales. 
     Tomemos el caso de Raqqa. No sé si sus doscientos mil habitantes eran felices bajo el régimen de Bachar el Assad.  Solo sé que cayeron bajo la férula del Isis hace casi dos años (a saber por culpa de quién) y que han sido bombardeados en diversas ocasiones por sus oponentes, últimamente por los rusos y ahora por los franceses (20 bombas la noche del domingo pasado, según la CNN). Solo puedo ver en todo ello motivos de indecible sufrimiento.  ¿Cuántos se han visto obligados a huir, cuántos a coexistir con los bárbaros del Isis? ¿Cuántos han muerto a manos de estos? ¿Cuántos engrosan ahora la lista de las “víctimas colaterales”?
     Aquí lo grave es que el valor del ser humano se ha venido abajo y lo gravísimo no es que unos terroristas enloquecidos nos lo lancen a la cara de la manera más brutal un viernes por la noche; lo gravísimo es que los responsables del orden planetario operan sobre idéntica inmoralidad, como acreditan los bombardeos de ciudades y de países enteros en aras de  intereses indeciblemente rastreros. Para vencer al terrorismo, no nos quepa duda, lo primero es renunciar de plano a la lógica de la atrocidad, única manera de acceder a la autoridad moral y de ganar en poder de convicción. Si no se restablece el valor del ser humano, no hay nada que hacer, salvo hundirnos todos juntos en la pura barbarie.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

LOS DEMÓCRATAS PELIGROSOS

       Abundan entre nosotros, como parte de la pesada herencia histórica que nos distingue, los demócratas peligrosos, merecedores de un suspenso en conducta política.  Todos ellos están aquejados por lo que alguna vez bauticé como “síndrome del liberalismo inmaduro”,  o síndrome del liberalismo de tres al cuarto.
     Más próximas al absolutismo que a la democracia, estas gentes todavía no han entendido que  la razón de ser de esta se funda en la necesidad de salvaguardar los derechos  y las preferencias tanto de las mayorías como de las minorías en aras de una convivencia sensata, más o menos agradable para todos,  con ánimo de cuidarla como cosa preciosa y, desde luego, de irla perfeccionando en la medida de lo posible.
     ¿Por qué son nefastas las mayorías absolutas en este país? Por la superabundancia de demócratas peligrosos, todavía metidos en la lógica de que al enemigo ni agua.
     Cuando el señor Zapatero y el señor Rajoy pactaron a escondidas el artículo 135 y lo calzaron de mala manera en nuestra Constitución obraron como es típico de los demócratas peligrosos. En una sola jugada loca mancillaron la Constitución, arrastraron la legitimidad por el fango, se burlaron del Parlamento, pisotearon bárbaramente a sus electores, pusieron al pueblo en manos de sus acreedores y encadenaron a futuros gobiernos. Todo para darles el gusto a los amos del momento, sin pensar en el porvenir, lo que es típico, insisto, de los demócratas de este tipo.
    Otro ejemplo de demócratas peligrosos nos lo ofrecen los actuales protagonistas del independentismo catalán. He aquí que por una victoria por la mínima acaban de dar por hecha su república catalana, a la que ya ven legítima y satisfactoriamente asentada sobre la mitad del electorado, en el supuesto demencial de que la otra mitad no pinta para nada, importando un carajo lo que piense o desee. Semejante forma de entender la democracia revela, para quien tenga ojos, un resorte absolutista de la peor especie.  El mismo que nos saltó a la cara con motivo del maldito artículo 135.
    Añadiré que los demócratas peligrosos ensucian todo lo que tocan. Si de ellos dependiera, ¡pobre Monarquía, pobre República, pobres de nosotros! 

martes, 10 de noviembre de 2015

LOS DOS FRENTES EN LIZA

     El PP  nos promete un futuro muy lindo, merecidamente ganado por su buen hacer, luce simpático como nunca, muy moderado, se saca de la manga intereses sociales de última hora. El PSOE da muestras de socialismo y  promete derogar la reforma laboral. Todos defienden los bienes públicos, la sanidad, la educación, las pensiones, faltaría más.  Muy tranquilizador, se adormecen los malos recuerdos. También Ciudadanos tiene lo suyo, con su limpieza y su juventud, con ese líder de refresco que sabe hablar  estupendamente sin atenerse al consabido argumentario.  En fin, que dan ganas de votarles, que apena tener que elegir entre tres opciones tan buenas, que además están de acuerdo en la defensa de la unidad de la patria.
     Ahora bien,  ironías aparte, después del 20 de diciembre, cuando se disipen los narcóticos y los anestésicos, la cosa se pondrá brava.  Se prevén nuevos requerimientos de las altas instancias económicas, se prevén nuevos ajustes de la tuerca que nos tiene asfixiados.  Y si te he visto, no me acuerdo.
     ¿Se imagina alguien a Rajoy dando marcha atrás a las medidas económicas de las que tanto se ufana?  ¿Cree alguien que Sánchez se acordará del compromiso de eliminar el maldito artículo 135 que Zapatero y Rajoy calzaron en la Constitución? Lo que cabe esperar de él ya lo dijo, elegantemente, al declararse más próximo a Valls que a Corbyn. No preveo que haga historia plantándole cara al TTIP ni al TiSA. Doy por seguro que, como Rajoy, no tendrá el buen gusto de informarnos antes de las elecciones sobre lo que sin duda ya sabe  sobre tan secretos y decisivos tratados.  Y con Garicano como economista de cabecera, no preveo que Rivera se salga ni tanto así del guión. Se trata de un frente neoliberal. Y si se cumplen los vaticinios de los expertos, si finalmente gana Rajoy seguido por Rivera, si se acaba el duopolio, ya sabemos lo que nos espera. Se entenderán en lo principal, flanqueados por el PSOE de un modo u otro y con grave daño para sí mismo. En todo caso, parece que nos libraremos de la mayoría absoluta, instrumento que en manos de nuestros políticos ha demostrado ser peligrosísimo.  Algo es algo.    
     Del otro lado tenemos un frente antineoliberal, también dividido entre distintas sensibilidades. Por un lado tenemos a Podemos, por el otro a Unidad Popular. Compiten entre sí, pero tendrán que sumar sus fuerzas en el Parlamento. Separados, estos grupos serían cruelmente ninguneados.
    Las diferencias que no pudieron limar a priori,  se limarán por sí solas. Según los sondeos, el cielo no será asaltado, lo que tiene sus ventajas. Una victoria a lo Artur Mas sería peor que la derrota parcial que se ve venir. Nada menos recomendable que una victoria por los pelos si tenemos en cuenta el tremendo desafío que se nos viene encima. 
        Visto el peligro, se entiende la impaciencia, la sensación de ahora o nunca. Pero la historia tiene su tempo, y hasta se puede insinuar que le está haciendo un favor al desunido frente antineoliberal, al obligar al frente opuesto a cargar con toda la culpa del atraco y del cambio de modelo de sociedad que nos ha sido impuesto, privándole de la posibilidad de echársela encima.  Un favor, porque le da tiempo a madurar y constituir la alternativa necesaria, dentro de lo real posible, mientras sus oponentes se queman por completo; un favor, porque le da tiempo a que estos se quemen  no solo aquí sino en todas partes; porque le da tiempo a encontrar sus verdaderos amigos europeos, evitándole la penosa soledad que padeció Syriza. Y tiempo también para que hasta el más despistado se harte de votar contra sus propios intereses y se movilice en consecuencia. 

jueves, 5 de noviembre de 2015

TRES MILLONES DE INDECISOS

     Con las elecciones a la vista, llama la atención el elevado número de indecisos detectado por el CIS, nada sorprendente a mi parecer. Demasiados  motivos de desafección y perplejidad que nos han ido saliendo al paso.  El fenómeno se ve completado por un llamativo elenco de votantes cuyas preferencias van rebotando de un partido a otro según sople el viento.  
     Es evidente que el bipartidismo imperfecto al que estábamos acostumbrados ha entrado en crisis. De hecho, tanto el PP como el PSOE cotizan a la baja, como era de esperar, con la particularidad de que el primero  aún figura como el posible ganador, a pesar de su evidente declive en la consideración de los españoles.
     La escalada de Ciudadanos a costa de ambos promete algunas novedades, entre ellas el entierro de la mayoría absoluta y cierto rejuvenecimiento de los modales, pero también, apariencias aparte y a tenor de lo que sabemos de este partido,  una forma de continuidad en clave neoliberal. Solo cabe esperar de la nueva fuerza una estricta adecuación a los intereses del establishment local y mundial. Doy por seguro que las tres fuerzas, más allá de sus peloteras,  diferencias y escenificaciones, obrarán al unísono sobre el mismo guión, ya conocido, según el cual “no hay alternativas”. ¿Se imagina alguien al PP, a Ciudadanos o al  PSOE plantándole cara al TTIP o al TiSA? Yo no, desde luego. Se comprende que un votante pueda dudar entre Rajoy, Sánchez o Rivera, si lo que desea es continuidad, y se comprende que las caras nuevas tengan cierta ventaja.
     ¿Y cómo no entender a los indecisos que abundan en el campo de la izquierda  propiamente dicha, incapaz de dar vida a una alternativa unánime y potente?  Los sondeos indican que, en lugar de ir a más, Podemos pierde fuelle. Y no es extraño, porque ahora hay que optar –por reducirlo solo a dos nombres– entre Iglesias o el redivivo Garzón, más claro en sus planteamientos.
       El propósito de ejercer el monopolio de la representación porción  indignada de la sociedad por parte de Podemos ha fracasado. No le ha sido perdonada su voluntad hegemónica. Tampoco su propensión a los modos leninistas de organización, enervantes para sus bases. Y la artimaña de jugar a la centralidad solo ha servido para desconcertar al personal, ya que no para atraerse a los votantes de centro. Su apoyo a la claudicación de Tsipras ha sido realmente fatídica. Hasta nos hizo saber que Podemos en su lugar habría hecho lo mismo. Si lo que pretendía era tranquilizar al poder, no sé si lo consiguió, pero  tengo por seguro que a muchos de sus votantes potenciales los echó para atrás. Los indignados no estamos para bromas así.  No es extraño, por lo tanto, que Garzón, a quien daban por enterrado, haya conseguido salir del pozo.  A juzgar por los sondeos, cuando llegue la hora de sumar fuerzas en el Parlamento, se verá que el resultado no da para mucho. Lo que será de lamentar, de lo que habrá que aprender.  Más vale, en todo caso, estar en minoría en un parlamento hostil que tratar de imponer la preciada alternativa por los pelos y sin la debida unanimidad. Nos jugamos tanto en la alternativa a la no alternativa de los neoliberales que sobran las chapuzas y las prisas. No vayamos a quemarla.