miércoles, 4 de julio de 2018

¿ADÓNDE VA EL PARTIDO POPULAR?

    Según José Manuel García Margallo el Partido Popular es “un yermo ideológico”. De los candidatos a suceder a Rajoy, el ex ministro parece el único que  dispone de los haberes intelectuales del partido fundado por Manuel Fraga y se comprende que lamente la negativa a un debate como Dios manda.
    Ahora bien, esto del “yermo ideológico” se las trae. El yermo es más aparente que real: desde los tiempos de Aznar el PP está atado de pies y manos al abecé neoliberal y a los poderes fácticos que lo utilizan como tapadera intelectual. El yermo oculta una ideología, casi una religión.
    El Partido Popular original tenía varios registros, el liberal, el social-liberal, el neoliberal, el democristiano y el socialdemócrata y, por lo tanto, una buena equipación para resistir los embates de la historicidad. Así lo quiso Manuel Fraga, el creador del invento.  La transformación de la derecha antidemocrática en una democrática, su ampliación y centramiento se hizo con esos mimbres, para nada ajenos a su sensibilidad. (Se ha querido discutir la sensibilidad social de Fraga, pero es inútil. La tuvo, por sus orígenes y por su formación.)
    Como  no quería que su partido acabase como UCD, proscribió las facciones; como no quería una formación cadavérica, se rodeó de personas de diversa sensibilidad política, y dejó que a su alrededor orbitaran varias fundaciones de filiación diversa. Luego, en cuanto asumió que tenía un techo electoral, dio vía libre a las primeras elecciones internas, que dieron vencedor a Hernández Mancha. 
    Se da por supuesto que Fraga derrocó a Mancha porque se aburría o por pura ambición personal, lo que es falso. Lo peor no era que Mancha no diese la talla o que despachase asuntos importantes mientras jugaba obsesivamente al billar. Fraga recuperó el poder porque Mancha, al principio ideológicamente indeciso o simplemente confuso, resolvió aplicar la fórmula de la “doble ruptura” de la derecha neoliberal francesa (consistente en atacar simultáneamente el socialismo y el paternalismo heredado de De Gaulle). Fraga no aceptó la transposición de esta batalla a términos españoles. Defenestró a Mancha, pero no para quedarse. 
    Pensó que la mejor solución era confiar el partido a Isabel Tocino, pero luego, presionado por algunos pesos pesados, designó sucesor a José María Aznar. Este joven prometedor se distinguía por sus buenas relaciones con todas y cada una de las diversas corrientes que cohabitaban en la trastienda del partido. Era, por lo tanto, un buen candidato a sucederle. Y  ocurrió lo impensable: Aznar hizo valer su poder absoluto para imponer un plato intelectual único. Las fundaciones que habían dado vida a la pluralidad se vieron fundidas en una sola, la FAES, rápidamente conectada a los puntos de recarga ideológica norteamericanos (American Enterprise Institute, Cato Institute, Heritage, etc.), campeones del capitalismo salvaje y, simultáneamente, de la Moral Majority, el The Party y parecidos artilugios que de liberales no tienen un pelo.  
    Estoy en condiciones de afirmar que ese giro hacia el neoliberalismo produjo no poca desazón a Manuel Fraga, consciente de lo que se perdía y de que era una manera de desnaturalizar el partido, de jugar su futuro a una sola carta, para colmo antisocial. 
    No es de extrañar que el partido se haya visto inmerso en tantos casos de corrupción –el neoliberalismo tiene a gala no respetar lo público e idolatrar el dinero–, como no es de extrañar que a la vuelta de los años, no haya debate posible. Las milongas sobre la creación de riqueza, la sociedad del propietarios y el capitalismo popular ya no se las cree nadie, de modo que mejor ni mentarlas. En plena ola de recortes austericidas, sin ningún conejo en la chistera, el neoliberalismo ya ha dado la cara. Mejor un desfile de candidatos, un aquí estoy yo, mejor unas simples puyas, mejor el chismorreo.
   Ya es una gran cosa que la candidata Soraya Sáenz de Santamaría declare que no es socialdemócrata, que es liberal. Sería excesivo pedirle que anteponga el neo de rigor 
(a los neoliberales les gusta llamarse liberales a secas). Dice, sí, disponer de principios de la democracia cristiana (no dice cuáles) y nos habla de “cierta atención, que deriva de nuestros principios económicos, al bienestar social  y la política social”. 
    Total, nadie se va a molestar por la inversión típicamente neoliberal, ni siquiera un lapsus: ni la política social ni el bienestar social determinan la política económica; al contrario, esta determina “cierta atención” a estos rubros, entendidos como secundarios (tal como reflejan las amargas realidades sociales que los populares niegan con una obstinación que les distingue y que ha llegado a irritar a millones de ciudadanos). Como todo indica que María Dolores de Cospedal y Pablo Casado andan en lo mismo, los escasos afiliados autorizados a votar tendrán que decidir según querencias personales que no dan de sí lo suficiente como para hablar de una refundación.
   Así pues, el porvenir del PP es bastante oscuro. Ha querido el destino que sirviese al un movimiento global  a favor del capitalismo salvaje cuya especialidad es  hacer picadillo  no solo a los partidos que se le oponen sino también a los que le han entregado su alma.
    

martes, 12 de junio de 2018

PEDRO SÁNCHEZ COMO ESPERANZA

    Pedro Sánchez ha conseguido renacer de sus cenizas contra todo pronóstico. Se ha hecho con la presidencia por escaso margen y con apoyos oportunistas, pero, digan lo que digan sus adversarios, limpiamente. Alivio, curiosidad, e incluso algo de esperanza donde no había ninguna, esto nos ha traído de momento, y no es poco. 
   El nuevo equipo de gobierno es una pequeña obra de arte, se diría que una carabela dentro de una botella, con guiños de inteligencia hacia personas de muy distintas sensibilidades y desde luego que también hacia los poderes establecidos tanto locales como internacionales. 
    De aquí a las próximas elecciones el PSOE se pone en situación de recuperar a los votantes que perdió en beneficio de Podemos y de Ciudadanos. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?, se estarán preguntando los partidos desplazados. Un equipo de personas de primer nivel, tecnocráticamente aromatizadas, flanqueadas por un astronauta y por un político veterano. Personas que cuando hablan lo hacen como seres pensantes y no como loros sometidos a un argumentario y a un reparto de papeles preestablecido.
   ¿Y qué pasará? Todo indica que Sánchez y su equipo, si los tomamos como experiencia histórica, por breve que sea, nos darán una indicación precisa de  por dónde pasan las líneas rojas del sistema de poder. Y esto porque van de mesurados y razonables. 
    Pedro Sánchez tratará de hacer honor al “somos la izquierda” para no acabar como Hollande. Y sin duda también, como le ocurrió a Zapatero, tendrá que vérselas con los amos de la situación. Lo único que juega a su favor es el fenómeno populista de corte eurófobo, de cuya amenaza dichos amos, reyes del estropicio,  responsables directos de su emergencia, son perfectamente conscientes. Mejor él que los de la Liga Norte.
   Como conviene a la situación,  es probable que estos señores sean más indulgentes con Sánchez que con Zapatero, pero no creo que le den demasiada cuerda. Y es que lo que Galbraith llamaba “la revolución de los muy ricos” sigue su curso. ¿Cuánto tardarán en pedir nuevos recortes en puntos sensibles? ¿Hasta dónde permitirán una reversión de la reforma laboral? Dicha revolución es perfectamente capaz de levantar el pie del acelerador, pero es incapaz de frenar. Ya deberíamos saberlo. Y conste que reflotar el Estado de Bienestar o Estado de Servicios no figura en su agenda. Puede que Macron se repute social-liberal, o que Juncker (hasta ayer mismo patrón de la ministra Nadia Calviño en la Comisión Europea), se llene repentinamente la boca con el “pilar social”, pero el rumbo ha sido trazado con mano de hierro. Unas palabritas no cambian nada.
     Las cosas están montadas de tal manera que el gatopardismo es la norma. No obstante, gracias a Sánchez, contando con su buena voluntad y con la de su equipo de gobierno, nos será dado ver, con singular crudeza, qué es posible y qué no en las actuales circunstancias, es decir, dentro de lo que es, pues desde hace tiempo lo que podría ser no pertenece al sistema (como tampoco la justicia y menos aun la humanidad). En tiempos de Rajoy, la cosa no estaba clara, porque, bien que remoloneando, este se atenía al guión de los amos del cotarro, sin la menor pretensión de llevarles la contraria (en la ingenua seguridad de que por ello sería recompensado). En cuanto a Sánchez, o les lleva la contraria, un poquito siquiera, sudando y forcejeando a la vista de todos, o está perdido. 

lunes, 4 de junio de 2018

SÁNCHEZ DESALOJA A RAJOY

    Como en otras latitudes, los pilares del bipartidismo se venido abajo. Ya es definitivo. El PP venía con plomo en el ala, por lo que su repentina precipitación no debería sorprender a nadie, ni siquiera a sus partidarios más fieles. El PSOE, el otro pilar, ha triunfado, pero solo en apariencia. La victoria de Sánchez  ha sido por los pelos, gracias al apoyo oportunista de partidos incompatibles. También el PSOE venía seriamente dañado. La crisis económica y su gestión, brutalmente contraria al bien común, les ha pasado factura a  los dos partidos antes hegemónicos. A no dudar, Sánchez tratará de desmarcarse, en busca de una absolución, pues parece haber comprendido que la salvación de su partido pasa por sortear la trampa en que cayeron los socialistas griegos y franceses. Y no lo tendrá nada fácil, pues de todos es sabido que los dueños de la situación tratan bien a los socialistas acomodaticios y machacan a los que no lo son. 
    El panorama no luce despejado.  La de Sánchez podría ser una victoria pírrica. Quizá consiga suavizar las formas, quizá le sea dado hacer algo serio por los niños que sufren, quizá pueda eliminar algunas vergüenzas, como la Ley Mordaza, pero tiene muy poco margen de maniobra. De entrada, ha aceptado el presupuesto de Rajoy. Y no creo que sea lo único que tenga que “tragarse con patatas”. En los temas de fondo, habrá continuidad. Lo que permite vaticinar una creciente desafección por parte de sus apoyos oportunistas, ya dispuestos a pedirle imposibles. 
    Para colmo, el triunfalismo económico del gobierno saliente puede volverse contra Sánchez. Habrá quien pase en un abrir de ojos del triunfalismo al pesimismo. Hay mucha gente que se ha tragado las mentiras del PP. Que todo va bien, que hemos sido salvados de la crisis, que los presupuestos son sociales, etc. Ya está toda la maquinaria mediática en disposición de fuego, para culpar a Sánchez de todos los males habidos y por haber. Su “buen talante”, tan de agradecer, una de sus bazas fuertes, será objeto de ataques demenciales, como ya le ocurrió a Zapatero.
    Ya es demasiado tarde para considerar que, quizá, lo verdaderamente purificador habría sido dejar que el  PP cargase, a palo seco y sin escapatoria posible, con toda la responsabilidad de sus hechos y sofismas. Sería triste que la izquierda acabase pagando los platos rotos y se quedase sin fuelle para nada mejor. 
   Esperemos, en todo caso, que la izquierda comprenda que necesita configurar una alternativa potente y, sobre todo, realista, dentro de lo real-posible como diría Bloch, algo que parece muy lejano. Como del otro lado se perfila una armada imponente –Ciudadanos y el PP,  llamados a entenderse en temas capitales– más vale que se de prisa. Pero, claro, durante el interregno que ahora da comienzo corre el peligro de fragmentarse   aun más de lo que está. 

lunes, 21 de mayo de 2018

LA CASA DE PABLO IGLESIAS E IRENE MONTERO

    Se nos hace saber que Iglesias y Montero tienen perfecto derecho a comprase una casa con jardín y piscina, que lo que ellos hagan con su dinero es asunto suyo. Claro que sí, no faltaba más. Ahora bien, es inútil cerrar los ojos: aquí hay un problema de orden político, simbólico y hasta moral de graves consecuencias para ellos y para el partido que acaudillan. 
     Lo que en tiempos normales sería visto con una mirada de condescendencia e incluso de total indiferencia, en estos tiempos de penuria, y precisamente por tratarse de ellos, no inspira los mejores sentimientos, como podemos considerar demostrado. No se entiende que hayan actuando y actúen como si no hubieran tenido ojos para imaginar lo que se les vendría encima. No lo vieron venir, malo; lo vieron venir y les dio igual, malo también.
    En vista de que la adquisición de la casa de marras ha provocado toda clase de ataques y murmuraciones, Iglesias y Montero acaban de convocar un referéndum interno. Ponen sus cargos y hasta sus actas de diputado en el envite. Los militantes de Podemos tendrán que decidir si los despiden o si, por el contrario, los respaldan (dando de paso su beneplácito a la adquisición). Se trata de una huída hacia delante, con la particularidad de que Iglesias y Montero tienen la certeza de que los inscritos en el censo de Podemos no se atreverán a darles la patada. El lunes próximo conoceremos el resultado.
    A mi juicio, el daño ya está hecho, con independencia del resultado. En primer lugar, porque habrá votantes que rechacen la adquisición (en la línea de Kichi.) En segundo, porque habrá quien de luz verde a la continuidad de Iglesias y Montero por entender que se trata de un mal menor (en la línea de Monedero o de Echenique, capaz de decir que quienes osan criticarles son unos “reaccionarios”…). En tercero, habrá quien les apoye por un instinto rebañiego digno de lástima. Con estos mimbres a la vista, ¿qué porvenir aguarda a Podemos?
    En cualquier caso, avalada o no por los militantes de Podemos, la adquisición de la casa  –se pongan como se pongan Iglesias y Montero y quienes les apoyan–, es un regalo para los enemigos profesionales del partido, que darán la matraca con el asunto de aquí a la eternidad. Pero quizá esto no sea lo peor: Hay que tener en cuenta el efecto de la compra sobre la conciencia política de los hasta ayer mismo simpatizantes de Podemos, de suyo inquietos tras las últimas jugadas, muchos de ellos con el agua al cuello. No estoy hablando de los 400.000 militantes que figuran en el censo de Podemos, sino de millones de votantes otrora esperanzados y ahora visiblemente desconcertados, ya en situación de no  sentirse representados. 
    El “son como todos” –por los pugilatos internos, las extravagancias teóricas, la desmesura, los desplantes innecesarios, el retorcimiento lingüistico, la marginación de  compañeros, el nepotismo, la incoherencia  y el casoplón– amenaza con socavar la base electoral de Podemos. La idea de que Iglesias y Montero van de líderes autoritarios y narcisistas va cobrando forma en el imaginario colectivo, y realmente no sé qué tendrían que hacer para ponerse a cero y recuperar la confianza perdida.

jueves, 19 de abril de 2018

TRUMP, MAY, MACRON Y SUS 113 MISILES

    Los misiles han sido lanzados contra Siria en respuesta a un ataque con gases venenosos por parte de las fuerzas de Bashar al-Assad en Duma. Tal es la versión oficial, avalada por las más altas instancias occidentales (a excepción del papa Francisco).  
   “Misión cumplida”, dice Trump. La señora May y el señor Macron prometen nuevos ataques si el régimen de Damasco vuelve a las andadas con dichos gases. No queda claro si el ataque con misiles debe considerarse una represalia o una acción encaminada a acabar con el supuesto arsenal químico de Assad. Y no está claro porque en lo tocante a lo de Siria todo es deliberadamente confuso.
    ¿Qué certeza tenemos de que realmente las fuerzas de Assad  empleasen gases venenosos en Duma, siquiera puntualmente? ¡Ninguna!  No me negarán que sensación de déjà vu es inquietante. Viene a la mente la lista fatal revelada por el general Wensley Clark: Irak, Libia, Siria, etc. 
    Los 113 misiles vienen después de los 59  tomahawk lanzados en septiembre del año pasado contra la base siria de Shairat, ¿lo recuerdan? Trump quedó como un héroe por haber respondido así, contundentemente, a un ataque con gases contra el pueblo de Jan Shijun… Luego resultó que la cosa no estaba clara y que la supuesta contundencia de Trump fue mas bien teatral. Mucho ruido y pocas nueces. Como ahora.  ¿Hubo ataque con gas en Jan Shijun? ¿Quién lo perpetró? En realidad, nada sabemos. Igual que ahora. 
    ¿Qué hay debajo de todo esto? ¿Mantener la guerra en Siria, ahora que Assad parece en condiciones de ganarla? ¿Acostumbrar a la opinión pública a este tipo de acciones con miras a tenerla psicológicamente a punto por si viene al caso emprender una escalada  bélica de grandes proporciones? ¿Hacer negocios por el simple procedimiento de hacer imposible la paz? ¿Desviar la atención de los problemas internos, llámense brexit o Stormy Daniels? 
    En cualquier caso, las más altas instancias planetarias harían bien en tomar nota de una  evidencia crucial: su credibilidad está por los suelos. Pringadas en el drama sirio, de tanto tirar la piedra y esconder la mano, de tanto manipular, de tanto hacerse las buenas para mejor satanizar a Assad,  ya no inspiran ninguna confianza. Y peor, porque ya dan miedo, más miedo que Putin. No estoy seguro de que les importe, dada su prepotencia, pero sí tengo la certidumbre de que nos encaminamos hacia una edad muy oscura.

viernes, 23 de marzo de 2018

LA LLAMADA DE LA TRIBU

   Así se titula el último libro de Mario Vargas Llosa (Alfaguara, 2018),  que  versa sobre su evolución intelectual. Como los escritores no suelen mostrar sus cartas, es de agradecer,  bien entendido que estas “confesiones”  dejan traslucir una forma de buena conciencia que pocas veces se encuentra en estado tan puro y que, francamente, ha llegado a irritarme.
    Reconoce Vargas Llosa que su punto de partida fue el comunismo, cuya versión china le deslumbró. Lo normal en su momento, lo tribal entre ciertos intelectuales de la izquierda latinoamericana. Ser comunista llegó a ser, en determinados círculos, un requisito del progresismo y de la hombría de bien. No se me pregunte por qué, porque a finales de los años cincuenta ya se sabía de sobra lo que había pasado y pasaba del otro lado del Telón de Acero.  Pero, claro, hay que recordar a Jean-Paul Sartre y a sus corifeos, decididos a justificar todas las aberraciones soviéticas y maoístas en nombre de los altos intereses de la revolución, en lo que yo solo puedo ver una desmoralización en toda la regla, lamentable por sus efectos en muchísima gente aparentemente despierta. Si uno protestaba, le endosaban en título de capitalista incondicional, o de pequeño burgués delirante.
    Entraba dentro de lo previsible que un escritor como Vargas Llosa acabase harto. No me lo imagino leyendo con agrado el famoso Libro rojo, más bien vomitivo. ¡Menuda decepción experimentaron él y otros muchos! Pero lo interesante del caso, lo que verdaderamente llama la atención, es de qué manera pasó este hombre de un catecismo a otro, se diría que de un salto. Porque pasó, sin escalas, sin consideraciones dialécticas de ninguna clase, del catecismo comunista al catecismo neoliberal, el refrito de Hayek y de Friedman, bien cargado de darwinismo social.
    Y llama la atención precisamente por tratarse de él, ya que esos tránsitos de la izquierda a la derecha, en plan Jiménez Losantos, han sido muy frecuentes. Frecuentes digo, no siempre por revelación, por caída del caballo. Hay que tener en cuenta que el tintineo del vil mental obra prodigios en las conciencias, especialmente en aquellas que, habiendo renegado de las “virtudes burguesas” y ya embebidas de  los saberes criptomaquiavélicos escondidos en la trastienda del comunismo real, carecían de las fibras morales necesarias para resistir la tentación de acomodarse y de cambiar de amo. Y es preciso recordar aquí, entre las mayores genialidades del movimiento neoliberal, su inteligente política de atraerse a intelectuales de izquierdas. Haber sido izquierdista no era un mal antecedente…si la conversión era total. Piénsese, por ejemplo,  en los servicios del trotskista Kristol a la causa de ese movimiento retrógrado.
   Yo le he oído decir a un algo enojado Vargas Llosa que lo del neoliberalismo es un invento, pues solo hay liberales, se supone que todos hayekianos como él. Vamos a lo grave: Vargas Llosa se salta a la torera todo el plantel de liberales que no fueron neoliberales hayekianos, desde Keynes a Galbraith. Y esto es lo que a mí, liberal en el sentido de estos, me saca de quicio.
    No solo me irrita la falta de probidad intelectual. Me enerva un problema de fondo: la torticera reducción del liberalismo a la versión de Hayek es sumamente dañina para la causa del liberalismo en cuanto tal. Miles de jóvenes indignados, como el Vargas Llosa de los años cincuenta, odian al liberalismo de resultas de este juego de prestidigitación. Y ni qué decir tiene que ese odio es un pasaporte al absolutismo. Es tremendo, pero el movimiento retrógrado se ha apoderado de la palabra “libertad” bajo las mismas narices de la izquierda.
     En resumen, estas memorias de Vargas Llosa sirven descaradamente a los intereses del capitalismo salvaje. Y si esto es de lamentar, se me permitirá que yo lamente también que, tras su abandono del comunismo, eludiese la responsabilidad trabajar en la búsqueda de las buenas razones que la izquierda, ya muy divida por aquel entonces entre comunistas y no comunistas, estaba buscando y todavía no ha encontrado. Pasar del comunismo al capitalismo salvaje era, entre todas, la solución más fácil para él, por lo visto, dada su propensión a ver las cosas o blancas o negras y dada su propensión militante, para nada independiente.

miércoles, 14 de marzo de 2018

EL DEBATE SOBRE LAS PENSIONES

    Como era de prever Mariano Rajoy no respondió a las demandas ciudadanas, claramente expresadas estos días por miles de pensionistas de toda España. Dio la callada por respuesta, hablado mucho eso sí, con su aplomo característico, en plan trilero además. Hasta se dio el lujo de recordar que los primeros hachazos contra los pensionistas  los asestó Rodríguez Zapatero. Dejó bien sentado que las “reformas” son irreversibles, y que hay que continuar por el mismo camino, a juzgar por los excelentes resultados… Lo dicho, con tanto triunfalismo, resultó vomitivo.
   Quizá sea oportuno recordar los primeros ataques graves a los pensionistas fueron perpetrados, en efecto, por Rodríguez Zapatero. Ocurrió a raíz de una cartita que le envió Jean Claude Trichet (un Diktat de la peor especie). El socialista capituló sin ofrecer ni la menor resistencia… y seguidamente urdió en secreto algo muy sucio en complicidad con el líder popular: la modificación clandestina del artículo 135 de la Constitución. España se comprometió a pagar a sus acreedores en primer lugar, en cualquier circunstancia. ¿Y si los españoles sufren? ¡Que sufran!
    Seguramente, Zapatero hizo entonces algo que no quería hacer. Y es probable que a Rajoy no le haga ninguna gracia desairar a los pensionistas en estos momentos cruciales. ¿Acaso no figuran entre ellos los votantes que le han apoyado contra viento y marea?  Maltratarlos viene a ser lo mismo que cargarse su base de sustentación. Está claro que pesa sobre él la pesada mano de los mismos chantajistas que torcieron el camino de Zapatero, a los cuales el destino de los pensionistas españoles presentes y futuros les importa un carajo.
    Pero, claro es, de dichos chantajistas no se habló. Porque, ¿quién esta seguro de poder pararles los pies? ¡Haría falta una combinación de fuerzas dispuesta a jugar fuerte tanto aquí como en la arena internacional!
     Se ha discutido sobre la voluntad del señor Rajoy, sobre sus deseos y capacidades, sobre sus prioridades, pero no sobre ese problema de fondo. Él juega la carta de atenerse al guión de los chantajistas, y como elemento dócil espera ser premiado por ellos. Los otros, sugieren alternativas más o menos interesantes, pero sin contar con dichos chantajistas. Como si no existieran. El caso es que ni Rajoy ni sus oponentes tienen el futuro asegurado. El neoliberalismo tiene una bien ganada fama: destruye partidos y sistemas políticos. Ello forma parte de su esencia. (El previsible hundimiento de Rajoy no inquieta a los chantajistas, por la sencilla razón de que ya tienen a Rivera, otro político de usar y tirar a añadir a la lista fatal.)
    El drama de los pensionistas españoles presentes y futuros forma parte del proceso de destrucción del Estado de Servicios y no se puede entender al margen de la tenebrosa lógica subyacente. Y su movilización generalizada, apoyada por la mayoría de los españoles, nos sitúa ante una alternativa clara. O se está de su parte, del lado de la justicia y la humanidad,  al amparo de la Constitución (con la salvedad del citado artículo 135), o se está de parte de los chantajistas y sus cómplices, ya entregados a la barbarie.
    Desde el punto de vista moral, los pensionistas se encuentran en un plano de superioridad tan clara que cualquier cosa que se diga para burlarlos convierte a quien lo intente en un bárbaro. De ello cualquiera puede extraer alguna lección positiva para la izquierda, hasta la fecha completamente desorientada.
     Los pensionistas no piden el cielo, piden lo justo, a saber, lo que se les debe. De ello se deriva su poder. Es cuestión de calentarse y de comer, aquí y ahora además, algo que no puede esperar la traída de una República o cualquier otra aventura  a lo Puigdemont. Viéndose en los manifestantes de la tercera edad de estos días, como también en la generalizada movilización de las mujeres, quizá ciertos elementos de Podemos aprendan a razonar.