domingo, 12 de octubre de 2014

NÁUSEAS

    El doctor Javier Rodríguez, nada menos que consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, ha quedado retratado ante la opinión pública. Ha declarado que la responsabilidad por el contagio del Ébola recae en la auxiliar de enfermería Teresa Romero; de paso,  ha insinuando que es una mentirosa, como si hubiese falseado los datos relativos a su fiebre. 
    Con tal declaración, el personaje, que presume de “bien comidito” y de tener “la vida resuelta”, me ha indignado por su inhumanidad y  por su obvia intención de exonerar a un gobierno que, tras haber desmontado centro especializado del hospital Carlos III, estuvo a punto de meter al primer sacerdote rescatado en La Paz (¡horror!), incurriendo luego en sucesión de chapuzas temerarias que si no ocasiona más víctimas será por milagro. A mí me parece una locura que sea el personal sanitario de cuidados intensivos de La Paz el encargado de las tareas más delicadas en el Carlos III. ¿A quién se le ha ocurrido? ¿Acaso son más temibles los gastos en personal que el maldito virus?
    Caspa y prepotencia elevada al cubo. Los sacrificios y las incomodidades para la plebe. Nulo sentido de la propia responsabilidad. Claro que el problema no es el doctor Rodríguez, sino el tipo humano que representa. En manos de gente así el país está perdido. Y no me acostumbro. En cuanto topan con la realidad, estos personajes se comportan como si fuésemos imbéciles, con un tonillo caciquil que revuelve las tripas. Van a lo suyo, y al diablo la realidad, al diablo  la verdad, al diablo la humanidad. ¡Qué personajes! ¡Qué peligro!
     El viejo caciquismo y los modales del señorito de antaño reaparecen potenciados al máximo por el cóctel neoliberal, elitista  y despiadado. Ingenuo de mí, creí que habíamos progresado. Como si el “que se jodan” de la señora Fabra en sede parlamentaria no hubiera sido suficiente. Por lo visto, los de arriba son estupendos y los de abajo somos torpes y mentirosos. No es que estemos expuestos a acabar en una sociedad clasista de la peor especie, es que ya estamos metidos en ella. O nadie osaría expresarse así.
    El doctor Rodríguez  no está solo: ahora mismo varios medios de comunicación y diversos periodistas orgánicos jalean su miserable justificación del primer caso de contagio del Ébola en Europa. ¡La culpa es de la enfermera! Para el caso de que enferme también el médico que la atendió en el hospital de Alcorcón, ya nos ha explicado Rodríguez que si el traje de protección le quedaba corto de mangas, la culpa no sería de las autoridades sanitarias, sino exclusivamente suya, por ser  de elevada estatura. Y claro que ni una palabra sobre el bajo nivel de protección que ofrecía de por sí dicho traje, ni de cómo fueron pillados por sorpresa en Alcorcón, un detallito sin importancia, como el hecho de que los expertos europeos acaben de sentenciar que el Carlos III carece de la infraestructura necesaria para tratar a las víctimas del Ébola de forma segura. ¡Adelante con los faroles! 
      Vivimos en la época de la  mentira y la cutrez. Si esto se atreven a propalar el doctor Rodríguez y sus corifeos a propósito de un tema como el Ébola, ante un pueblo que algo sabe de contagios, mejor no pensar en lo que pasa cuando el tema va de brujería económica. No nos extrañe que se siga hablando de raíces vigorosas, a ver si cuela. Me gustaría pensar que el poder atontado a esta gente. Pero, qué le voy a hacer, se me impone la hipótesis del cinismo absoluto.

miércoles, 8 de octubre de 2014

EN EL REINO DE LA DESCONFIANZA

    Vamos de Pujol a las tarjetas fantasmas de Bankia y de ahí saltamos a la irrupción del Ébola, ya con la sensación de que siempre nos ocurrirá lo mismo, a saber, que nos enteraremos tarde, cuando el daño es irreparable, cuando solo nos quepa constatar que, obligados a pagar los platos rotos por acuerdos que nos son ajenos, estuvimos patéticamente indefensos a lo largo de todo el camino.
     Si se desmontó la unidad especializada del hospital Carlos III, que por algo existía, ¿qué cabía esperar? Aquí nada ha ocurrido por casualidad. Los señores Pujol y Blesa llevaban años haciendo de las suyas, amparados por complicidades de altísimo nivel, como los señores Bárcenas y Urdangarín (presuntamente, por descontado). A los daños económicos y sociales viene ahora a sumarse un daño sanitario de interés mundial, resultado de recortes de una frivolidad que hiela la sangre.
    Vienen a la memoria los fallos de seguridad que causaron las tragedias del Alvia y del Yak. La respuesta es siempre la misma: se investigará…, todo se ha hecho correctamente. Lo que se empieza con brillantez, el lanzamiento de un banco, el tren veloz (digno de exportación)  o la acción humanitaria (propia de una potencia de primer orden), acaba fatal  para las gentes normales, siempre por la misma razón: unas chapuzas en la parte no visible.  Los militares se estrellaron en un avión comatoso, el Alvia se salió de la curva por motivos tercermundistas encubiertos. Así vamos. Al final la culpa de todo ha sido del conductor del Alvia;  ahora, de la enfermera, que supuestamente se tocó la cara.  Nunca de las altas autoridades y sus famosos protocolos.
    Se constata que la indignación viene acompañada por una desconfianza máxima. ¿Nos dicen que es preceptivo liquidar a ese perrito llamado Excalibur? ¡Pues no les creemos! ¡Salimos en tromba en defensa de su vida!
    Quienes se han felicitado de las raíces vigorosas de nuestra economía causan una alarma social tintada de paranoia cuando insinúan que no hay nada que temer en lo tocante al Ébola. La confianza en el sistema se ha venido abajo por dilapidación. Si uno se pregunta cómo se podría recuperar este bien tan precioso, se queda en blanco. Y no habiendo confianza, no puede haber esperanza,  por lo que hay que comprender que mucha gente se la busque en la demolición del sistema y su sustitución por otro de nueva planta. Lo que no es prudente, pero tampoco más imprudente que los usos políticos y económicos que nos han metido en este callejón sin salida.

domingo, 5 de octubre de 2014

EL ESCÁNDALO DE LAS TARJETAS


      Con la que está cayendo, con las preferentes supurando, con el rescate de Bankia cargado en la cuenta del sufrido contribuyente de hoy y de mañana,  estalla el escándalo de las tarjetas fantasma. Como ya conocemos el percal, no hay sorpresa. Preparados estamos, además, para que los inventores y los usuarios de dichas tarjetas se vayan más o menos de rositas. Ya sabemos que estas trapacerías se hacen, aunque no lo parezca, sin perder de vista el filo de la navaja, resultando de ello que lo que desde la calle se ve como estafa clarísima sea una listeza no punible desde la óptica de la autoridad, acaso por razones de caducidad o por no haberse superado el límite entre el pasadón y el delito propiamente dicho. Una cosa son los chorizos y  otra los chorizos de guante blanco, siempre supuestos y sumamente huidizos.
      Si nos atenemos a la formidable serie de escándalos habidos hasta la fecha, este de las tarjetas bien podría ser, aunque haya otros más gordos, el definitivo, el que sirva para dar por archidemostrado lo que da de sí la mentalidad de la llamada casta, sobresaliente en desfachatez. Y esto porque el mecanismo es, a diferencia de lo ocurrido en casos como los de Bárcenas o Pujol, mareantes desde la calle, de una sencillez tal que cualquiera puede entender la jugada.
    Todos sabemos qué es una tarjeta y qué un cajero. Por así decirlo, el señor Blesa y los usuarios de las tarjetas opacas han sido pillados por la ciudadanía con las manos en la masa, y resulta de poca relevancia que devuelvan el dinero o que dimitan o los dimitan. La imagen ha quedado en la retina de forma indeleble. Los pillados in fraganti representan a todos los equipos, tan entongados entre sí que vemos confirmadas nuestras intuiciones más maliciosas e inquietantes. Que unos hayan abusado menos que otros no suaviza el cuadro.  El efecto político es devastador, potenciado al máximo por la mezcla de personas conocidas y desconocidas, representantes estas de los misteriosos sujetos que chupan y chupan.
     Ahora se anuncia por parte de la autoridad una investigación a fondo sobre tales tarjetas en  todos los ámbitos, Ibex incluido. Si resultase que son de uso normal no solo en Bankia, los pillados de esta entidad podrían refugiarse en la multitud de agraciados,  en una costumbre tan arraigada que no se puede erradicar de la noche a la mañana. A saber lo que resulta de esa tardía pesquisa; de momento, ya tenemos bastante. Se ha metido mano al dinero ajeno, se ha burlado a Hacienda, se ha despilfarrado, se ha traicionado, pringado, sobornado, etc., etc.
      Nos vemos ante una curiosa retroalimentación de la picaresca y el caciquismo de toda la vida y los modos neoliberales. El resultado es  una ola de inmundicia que viene de lejos y que de momento no hay dique que detenga. El bien común no figura en la corta lista de intereses de esa clase satisfecha, mafiosa y chupóptera que ahora se llama casta, ya habituada a toda clase de privilegios, ya puesta en situación de despreciar y saquear al común de los mortales con la mayor naturalidad.
    ¿Se imagina el lector al usuario de la tarjeta fantasma aproximándose de lado al cajero, con gabardina y gafas negras? Yo no. Lo veo actuar a cara descubierta, con la autoestima por las nubes, con una buena conciencia a toda prueba, ajeno a la relación entre sus billetes y el sudor del prójimo.
    Lo tremendo no es el asunto de las tarjetas, sino esa naturalidad con la que se succionan los dineros arduamente producidos por los  pobres diablos que se encuentran en un plano inferior, sometidos a otras leyes y controles. Cuando el proyecto de devolvernos al siglo XIX se haya sido cumplido hasta sus últimas consecuencias, las tarjetas negras serán invisibles e indetectables, y la gente común será sencillamente pobre, como entonces. Lo de las tarjetas, siento decirlo, es un pequeño botón de muestra, una indicación de la mentalidad subyacente. Con esa mentalidad no solo se acaba con una caja antaño solvente y respetable, sino también con un país hecho y derecho. ¡Lo estamos viendo!

       

jueves, 2 de octubre de 2014

EL DESAFÍO DE LA GENERALITAT

   En el peor momento, cuando la Bestia neoliberal nos está comiendo por los pies, se entra en una fase de gravísima incertidumbre en el plano de la organización territorial. Hasta aquí hemos llegado por una serie de insensateces y torpezas que causará no poco asombro a los historiadores del mañana. ¿Y ahora qué?  Dicho sea con la debida frialdad y con respeto a las partes implicadas, lo único claro es que el follón le viene de perlas a la citada Bestia, experta en maniobras de camuflaje y en hacer saltar países.

    Ya tenemos a CIU y a ERC encubriendo su antisocial conducta y su extravagante maridaje con  una gran pasión nacionalista. Ya tenemos al gobierno de la nación haciendo exactamente lo mismo. Si el derecho a decidir es legítimo en teoría,  en este caso concreto huele tan mal como el desprecio que merece a dicho gobierno. La idea de arroparse en la bandera para ocultar las vergüenzas es tan vieja como peligrosa para la convivencia. Tercia entonces Pedro Sánchez y nos invita a apostar por una reforma constitucional. Con semejante enfrentamiento de por medio y con la irritación reinante, ¿es verosímil que tal reforma sea un éxito? La cosa ha llegado a tal punto que un federalismo asimétrico puede saber a poco a los catalanes y sentar mal a los demás. Mientras lo discutimos, en todo caso, la Bestia neoliberal se dará otro festín a nuestra costa, feliz de que este país sea incapaz de concebir nada que le pueda molestar.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA CAÍDA DE RUIZ-GALLARDÓN

     El presidente Rajoy resolvió finalmente retirar la ley antiabortista, dejando tirado a su ministro de Justicia. Oigo decir que, hechos los cálculos, el señor Arriola llegó a la conclusión de que su promulgación saldría demasiado cara en términos electorales y que el presidente se ha atenido a sus sabios consejos. Por lo visto, el PP considera más llevadera la ira de los votantes estafados que el retrato de trazo predemocrático que se proyectaría sobre las conciencias, peor incluso que la mala impresión producida por el frenazo, propio de una torpísima conducción.
      Resulta intrigante la cuestión de por qué se metió el PP en semejante callejón sin salida a sabiendas de que su extremoso proyecto de ley solo podía ser del agrado de una minoría.  ¿Por qué lo planteó, por qué jaleó a esta minoría?  ¿Cómo pudo atreverse a llamar asesinos a quienes no consideramos ni remotamente válidos los planteamientos que empleaba para arrastrarnos por su cuenta y riesgo a las coordenadas de los años cincuenta del pasado siglo? Ahora habrá quien le acuse de asesino precisamente, por dejar la ley como está, al parecer con un solo retoque, para impedir que las menores de edad puedan abortar sin el consentimiento de sus padres.
      Por mi parte, creo que el frenazo de Rajoy y la caída de Ruiz-Gallardón no son meras anécdotas preelectorales. El ala neoconservadora del PP, tan arrogante en el punto de partida, tan decidida a imponernos su dogmática doctrina, ha sufrido una lección severísima. Si querían imitar al Reagan de la Moral Majority y a la victoriana señora Thatcher, imponiéndonos una versión española sumamente ofensiva para los derechos de la mujer,  el tiro les ha salido por la culata. Esta sociedad no está para tales bollos. Ya dije alguna vez que era un error confundir a este país con la América profunda.
     El capitalismo salvaje, esencialmente inmoral, no puede funcionar en seco, por lo que sus promotores han dado siempre, desde los años setenta del siglo XX, una gran importancia a los resortes religiosos o pseudoreligiosos, como parte del titánico esfuerzo por acabar con todo rastro de progresismo. Envalentonados por la desenvoltura de los neoconservadores de otras latitudes y por la mayoría absoluta, los redactores del anteproyecto de Ruiz-Gallardón se han dado de bruces con la realidad.  A estas alturas el modelo adoptado, esa suma de capitalismo salvaje y neoconservadurismo,  como cosa sectaria y tramposa, solo puede inspirar repugnancia a las personas sensatas.

viernes, 12 de septiembre de 2014

¡QUE VIENE EL COCO!


 Se entiende la consternación de la derecha ante el surgimiento de Podemos, y nada sorprenden los argumentarios que ha puesto en circulación para descalificar al novedoso fenómeno. Pero a mí me consterna que gentes afines al PSOE  se los copie, sin privarse de ninguna grosería. Así se le da la razón a quienes sostienen que el PP y el PSOE son tal para cual.
     El señor Sánchez acaba de afirmar que no pactará con Podemos bajo ningún concepto, por tratarse de un partido “populista” y “chavista” del que solo cabe esperar, asegura, una sociedad no igualitaria y unas cartillas de racionamiento. Fin de mis esperanzas en el señor Sánchez, el Venizelos de turno, una desgracia para su partido, para la izquierda y para el país.  Resulta que ni se tomó la molestia de tomar un café con los señores Iglesias y Monedero.
    Se nos hace saber  tanto desde el PP como desde el PSOE que Podemos es una “cosa de locos”, un monstruo populista, un lobo con piel de cordero, un  fenómeno criptototalitario, criptocomunista, criptochavista, criptocastrista, criptofascista, acaudillado por unos demagogos de la peor especie. Ni por cortesía se contempla la posibilidad de que pueda tratarse de algo nuevo, made in Spain. ¡Que viene el coco! A ver si cunde el voto del miedo, el único que les puede salvar.
      De paso, el PSOE y el PP se congratulan a sí mismos, los angelitos, y se sienten autorizados a pedirnos una nueva oportunidad. ¡Es el colmo! Como el primero ha enterrado hace tiempo a Pablo Iglesias el viejo, como el segundo hasta ha olvidado por qué se reputa popular, habiendo enterrado ya sus componentes socialcristianos, social-liberales y socialdemócratas,  de los que nadie se acuerda ya, entregados ambos a sus respectivos gurús, esencialmente conformes con el papel de encomenderos, ya hechos a la mentir y a la sofistería, ya no saben qué demonios hacer para continuar el proyecto canalla de devolvernos al siglo XIX, por definición antipopular. Ya habituados a presumir ante sus superiores orgánicos de lo muy bravos que son en materia de recortes, fastidiados están. Su propia supervivencia política depende de la asistencia de dichos superiores, para nada de fiar, perfectamente capaces de tragarse países enteros.
       Después de haber dilapidado su propio crédito político y el de la entera Transición, después de haber prostituido a nuestras espaldas la Constitución con el artículo 135, después de haber consentido la perversión del sistema al punto de convertirlo en un mecanismo de succión  de la riqueza en sentido ascendente, una traición a lo acordado en la Constitución de 1978  y a lo que dicta el sentido común en una sociedad civilizada, todo en beneficio de la famosa casta, resulta que el PSOE  y el PP son los buenos de la película, autorizados a señalar con el dedo a los malos… antes de que hayan hecho nada tan ruin  como lo por ellos realizado.
       No sé qué cosa linda y suavecita esperaban ellos como respuesta a su irresponsable galopada hacia el abismo. El caso es que les ha salido Podemos, y que hasta deberían estar agradecidos por sus modos, que solo podrían agriarse si ellos no tienen mejor idea que hacerse los sordos, seguir insultando y pasteleando a nuestras espaldas con las cosas de comer.
        Hay que tener mucha jeta para atacar preventivamente a Podemos, que se encuentra en fase de formación, atribuyéndole todos los males del populismo, después de haber practicado el populismo berlusconiano con el mayor desparpajo a costa de la verdad un año tras otro; mucha cara dura para acusar de demagogos a los dirigentes de Podemos después de haber batido todos los récords de demagogia y cinismo (brotes verdes, raíces vigorosas, etc.); mucha jeta para acusar a Podemos de tener una intención totalitaria después de habernos metido a patadas en una obra de ingeniería social totalitaria que nos dejará irreconocibles y desesperados ante la cáscara de una democracia sin contenido.  Y hay que tener un rostro de basalto para arremeter contra Podemos por su supuesta adscripción a modelos extranjeros, bolivarianos o castristas, mientras se aplica a rajatabla el abecé de movimiento neoliberal, que no surgió precisamente en Lavapiés y que pretende retrotraernos a las coordenadas del siglo XIX, de las que tanto nos costó salir. 
      ¡Que viene el coco! Pues claro que viene, dado el nulo propósito de enmienda de nuestra clase dirigente. Pero que nadie se llame a engaño: ese coco inspira a mucha gente menos temor y bastante más esperanza que la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está comiendo por los pies. Habrá quien prefiera lo malo conocido a lo bueno por conocer, pero, por favor, que no olvide lo siguiente: lo malo conocido hasta la fecha no permanecerá igual a sí mismo; se irá agravando imparablemente, hasta el horror, como acredita la historia de los diversos países que ya han pasado por esto. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

ALFONSO GUERRA VS. JUAN CARLOS MONEDERO

      He tenido ocasión  de presenciar el encontronazo de Guerra y Monedero en el programa de Jesús Cintora. Y no me ha parecido una pequeña anécdota pintoresca sino algo que merece ser analizado con detenimiento. Se me antoja que hay un antes y un después, por la relevancia de ambos.
     Como hemos de suponer que el señor Guerra representa al ala izquierdista del PSOE, ha quedado claro, con brutalidad incluso, que no hay convergencia posible entre este y Podemos, ningún puente, ni siquiera hipotético, entre las dos formaciones, la vieja y la nueva, entendida esta según el veterano político como “cosa de locos”,  justo lo que no es. Para cosa de locos, lo de Venizelos, lo de Hollande.
    Como el señor Guerra es un hombre de lecturas elevadas, como no está en primera fila, como es de suponer que ha tenido tiempo de meditar serenamente sobre los errores cometidos por el PSOE en su gestión del proyecto de izquierdas, me defraudó completamente. La manera en que hurtó el cuerpo al funesto artículo 135 de la Constitución me dejó pasmado. ¿Y qué pensar de sus modales? Mucho le agradecí al señor Monedero su exquisito dominio de las buenas maneras, el justo sentido de las palabras, lo que me ha dado mucho que pensar y alguna esperanza. Si con la cantidad de burradas que tiene que oír, por no hablar de las interpretaciones torticeras de lo que dice, no se ha avinagrado ya, buena señal, porque aquí mucha gente pide un cambio real y claridad, pero no concesiones a lo que se entiende por un  mal rollo.
    ¿Es que Guerra  no da más de sí? Bueno, tenemos el texto que publicó en la revista Tiempo, motivo de la entrevista que degeneró en encontronazo. Allí, sin incidir en la responsabilidad de los socialistas europeos, sin una autocrítica seria, previene contra el resurgir del totalitarismo, en versión neofascista o neocomunista. Y todo termina en un llamamiento a  los partidos conservadores y socialdemócratas, para que rectifiquen, no sea que la desesperación provoque un retorno a los  regímenes autoritarios del pasado.
    No está  mal ese artículo como esbozo de lo que ha sucedido y de lo que puede suceder, pero es evidente que la historia se le ha echado encima. Dichos partidos conservadores y socialdemócratas se comportan desde hace mucho tiempo como perfectos insensatos, dilapidando su crédito y la legitimidad del sistema. Y ya sabemos lo que hacen con este tipo de llamamientos a la cordura (llamamientos que yo mismo he hecho en este blog, con la correspondiente ingenuidad). Guerra nos da a entender que solo estos partidos están capacitados para hacer algo positivo, lo que es pedir peras al olmo y, de paso, cerrar la puerta a posibles competidores.
      A su parecer tanto Syriza como Podemos son fenómenos de intención totalitaria, monstruos en potencia. De los diversos interrogantes que se me plantean, hay uno especialmente enjundioso: ¿Da por supuesto el señor Guerra que es inconcebible una versión no totalitaria del comunismo, ni tampoco del socialismo propiamente dicho? Me temo que sí, aunque me cueste creer que haya llegado a semejante extremo de dejadez intelectual. Por lo visto, tendremos que conformarnos con nuestro socialismo acomodaticio, pues fuera de él no existe ningún socialismo democrático. ¡Acabáramos! 
     En este contexto, se entiende que el señor Monedero pudiese dejar a Guerra fuera de juego con la declaración de que  Podemos aspira, entre otras cosas,a dejar atrás las coordenadas del izquierdismo totalitario. Guerra no quiso recoger el guante.
    Parece una broma del destino que Alfonso Guerra solo sepa oponer a Podemos el mismo grito que se usó para cerrarle el paso a él (“¡que viene el coco!”). Y conste que es el mismo hombre que dándoselas de revolucionario dejó en la cuneta al pobre Llopis. ¡Vueltas que da la vida! Es muy mala señal cuando las personas en edad madura no entienden en absoluto a las más jóvenes por no querer recordarse a sí mismas.
     No habiendo puentes ni comunicación posible entre Podemos y el PSOE, estando este decidido entenderse y enterrarse con la derecha en aras del mantenimiento de lo insostenible, como ha venido haciendo hasta la fecha en asuntos capitales, nos esperan tiempos muy difíciles. Aquí el problema no es Podemos, sino el monopolio del espacio político que el tándem PSOE/PP desea perpetuar a toda costa. Cuanto más se afirme dicho monopolio a ojos de la gente afín a la sensibilidad de Podemos, cuanto peores sean los modales de los socialistas y los populares,  cuanto más se unan para hacer frente a la novedad, más clara será la tendencia a crear un monopolio alternativo, no por exigencias teóricas sino por mera  cuestión de supervivencia. Esto sí lo sabe el señor Guerra, pero su sapiencia no nos va a servir de mucho a la hora de la verdad. 

martes, 26 de agosto de 2014

AMAR A TU GENTE

    En España hemos tenido la suerte de que la oposición al ya degenerado establishment político  no proceda de la extrema derecha  extraparlamentaria sino de ese fenómeno novedoso y todavía impreciso llamado Podemos, una variante política del diverso movimiento de los indignados. Aquí no hay posibilidad alguna de que surja una extrema derecha tipo Le Pen,  aunque pueda haber quien lo crea y quien lo intente.  Uno de los efectos saludables de Podemos es  haber desactivado el peligro de que esa planta venenosa encontrase donde arraigar, al poner de manifiesto la sensibilidad y la educación de los españoles indignados, para nada compatibles con ningún sucedáneo vernáculo del lepenismo.
     Lo que acabo de decir obedece a mi visión de las cosas, clásica en este punto, pues entiendo que Podemos y el 15-M son nítidamente de izquierdas. Entiéndase, por lo tanto, mi extrañeza cuando reparo en que los portavoces de ambos insisten en que la dialéctica izquierda/derecha pertenece al pasado. ¿Obedece esta anomalía al rechazo que se han ganado a pulso el PSOE y el PP? ¿Debo entender que en su caída estos gigantes putrefactos han arrastrado consigo al sumidero de la historia esa dialéctica, sin la cual me parece imposible orientarse en el espacio político? ¿Debo ver en ello la influencia nefasta de la filosofía posmoderna? ¿Será que las generaciones más jóvenes se han tragado el anzuelo de los tecnócratas y de los charlatanes del fin de la historia a ellos asociados? ¿Será que abundan las personas que creen que se puede ser a la vez de izquierdas y de derechas? ¿Será que la mala memoria ha ocultado que tanto Franco como Hitler presumían de estar por encima de esa dialéctica?  ¿Será que algunas cabezas pensantes consideran que la indefinición puede permitir arramblar con los famosos votos del centro y rebañar los de los de quienes se asustan de sentirse a la izquierda?  ¿Será que estas cabezas pensantes  quieren que nos olvidemos de sus orígenes intelectuales y de la historia de la izquierda? ¿Un poco de todo, quizá?
        Me ha llamado la atención que Pablo Iglesias afirmase que  “lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: Tiene que ver con amar a tu gente”. Dicho así lo suscribiría a ojos cerrados, pero no sé si el contexto me autoriza a ello. Considero que, en efecto, aquí de lo que se trata es de “amar a tu gente”, lo que en buena ley debería ser el mandato número uno tanto de la izquierda como de la derecha en un país civilizado. En efecto,  hay que poner –queremos poner–  en la cima de nuestra escala de valores al ser humano, única manera de acabar con la galopada neoliberal, por definición antihumana.
     Espero que por “amar a tu gente” no se me esté dando a entender que solo debo amar (o respetar) a los míos. También tengo que amar (o respetar) a los otros, si quiero seguir viviendo en una sociedad abierta, si quiero vacunarme contra las dialécticas amigo/enemigo, amo/esclavo y contra cualquier deriva totalitaria robesperiana o estalinista.
      Por lo demás, aparte de esa declaración general de corte humanista, bajando al plano de la actividad política, creo que la dialéctica izquierda/derecha sigue operativa, y que no se desmonta por el simple método de establecer un nuevo principio, por ejemplo la oposición entre el pueblo y la casta, con el que solo se consigue simplificar el asunto.  Y una cosa es declararse paladinamente ni de izquierdas ni de derechas en el seno  del 15-M, que es un movimiento difuso, y otra hacerlo desde Podemos. Lo que en el contexto del 15-M es, ante todo, un fenómeno en bruto, en el caso de Podemos es una definición política en toda la regla. 

martes, 15 de julio de 2014

TODOS SOMOS CARLOS


       Ya multado (3.600 euros), acaba de ingresar en la prisión de Albolote el estudiante de Medicina Carlos Cano, condenado a tres años de prisión y un día por haber participado en un piquete con motivo de la huelga general del 29-J. El mismo castigo, por la misma razón, se cierne sobre  Carmen Bajo, ama de casa.
      En estos momentos hay otras cuarenta personas bajo la amenaza de ir a la cárcel por haberse manifestado, a lo que debemos sumar un millar de multas administrativas repartidas a saber cómo  pero con efectos disuasorios claros y distintos, no solo para los afectados sino para la gente en general, también para mí.
     No estamos ante incidentes desgraciados, sino ante un modus operandi digno de reflexión.  El poder establecido tiene bien claro que la gente debe ser amedrentada como parte de la tarea de desplumarla. Y procede técnicamente, con su habitual sangre fría.
     Todavía estamos en la fase de los avisos a navegantes, en la fase de fingir que aquí no pasa nada, siendo todos unos campeones de las libertades. El problema, vistas las cosas en términos históricos, es que una vez puesto en marcha el mecanismo represor y ya pisado a fondo el acelerador  de las reformas antisociales, dicho mecanismo, por su propia naturaleza, va a más, precisamente en casos como este, en los que el poder no tiene nada positivo que ofrecer. Lo sabemos por la triste experiencia de otras épocas. 
      Eso de encarcelar a unas personas inofensivas, como lo de poner multas, no es un invento de este gobierno. Es una práctica perfectamente conocida. Y estas cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban. De ahí la tristeza y las malas sensaciones que me produce el encarcelamiento del joven Carlos Cano, todo un símbolo de la ruina moral que nos amenaza.
    [Carlos Cano ha sido excarcelado y la amenaza de ir a prisión que pesaba sobre Carmen Bajo ha quedado en suspenso. Estas noticias me alegran mucho. Falta por saber si, en efecto, las condenas son anuladas.]

LLEGA PEDRO SÁNCHEZ

     Al parecer,  dos elementos de juicio han producido cierta alergia (su pertenencia al aparato del partido socialista y su pasajero acomodo en el escenario de Caja Madrid en tiempos de Blesa); pero ahora lo único importante es qué va a hacer, cómo se las arreglará para dotar de sentido al relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba.
     De lo que haga Pedro Sánchez dependen, en buena medida, la suerte PSOE, en un tris de acabar como el PASOK, y el destino de la democracia en que habitamos. Este joven profesor de Economía se ha echado a la espalda una carga pesadísima. Ojalá que salga bien librado, pues de su buen hacer depende la desactivación inteligente de algunos problemas que, largamente incubados, podrían saltarnos a la cara de un momento a otro.
     Por fortuna, en todo caso, es demasiado joven como para endosarle la responsabilidad por los yerros que nos han conducido a este desfiladero. Puede pasar con honra a la historia o salirnos rana y acabar como Venizelos. Los ánimos no están para bromas. No basta una faena de maquillaje para salvar al PSOE, ni tampoco eso de poner una vela a Dios y otra al diablo. Le apetezca o no, tendrá que ser original, pues no puede regirse por el modelo de sus predecesores.  Hollande, el Venizelos francés, nada le puede enseñar. Cualquier salida a lo Blair sería su ruina.
    Como considero que la única manera de hacer frente a la bestia  neoliberal, que ahora se relame a la vista del gran festín por ella preparado con motivo del tratado entre EE UU  y la UE, considero que es un deber de la izquierda sumar fuerzas. Y en esta línea, creo que una de las tareas de Pedro Sánchez es guardarse de alimentar los motivos de discordia y tender puentes donde no los ha podido haber. Así, por ejemplo, creo que haría bien en no caer en una fácil descalificación de Podemos. Bien está que el señor Felipe González se declare miembro de la casta, como el señor Montoro. Pero ojalá que él no haga lo mismo. Y ojalá que tampoco imite a Susana Díaz, que  se declaró de “la casta de los fontaneros”, en relación con el muy respetable oficio de sus familiares. No están los ánimos, insisto, para este tipo de boutades. Aquí se está con el 10% ó con el 90% de los españoles, lo que no tiene ninguna gracia, como soy el primero en admitir.
      Tampoco me parecería feliz que descalifique indirectamente a Podemos por el expediente de arremeter contra el “populismo” (y ya lo ha hecho).  ¿Quién está aquí lo suficientemente libre de populismo como para permitirse esa listeza? Y francamente, en el contexto actual los discursos antipopulistas no presagian nada bueno, ni democrático, pues se apunta a dejar a la gente inerme ante las medidas antipopulares que forman parte del catecismo neoliberal.
      ( Los fanáticos neoliberales se han olvidado de las promesas populistas que les permitieron abrirse camino (capitalismo popular, sociedad de propietarios, etc.), lo que indica la malicia del rollo que ahora nos sueltan con su habitual asertividad, que no le consienten a nadie más.)

     En definitiva, le toca a Pedro Sánchez  establecer de qué lado está el PSOE, para lo cual no le queda más remedio que acordarse de Pablo Iglesias, el mayor, y dar por concluida la era del socialismo acomodaticio y servil.

viernes, 20 de junio de 2014

JORGE VERSTRYNGE, ESPOSADO

    En estos días tan sobrecargados de símbolos, la detención de Jorge Verstrynge no me ha sentado nada bien. Le veo cogido y guiado por la nuca por seres oscuros y tremendos, lo veo arrastrado, llevado medio en volandas, luego oprimido contra una barrera metálica, pronto esposado, levantado por hombros y pies por encima de esta cual saco de patatas y finalmente introducido sin contemplaciones en un furgón policial. Una escena escandalosa, de las que se quedan en la retina. Y todo porque se manifestó a favor de la República con una camiseta y supongo que de viva voz también.
    Me entero de que “lo soltaron” a las tres de la madrugada, y le imagino objeto de una persecución administrativa en toda la regla, según la fórmula de las multas. ¿Y esto con qué se come? Uno se pregunta si su detención se debió a que las fuerzas de la autoridad no le reconocieron, llevándoselo p’alante  como a los otros siete detenidos, o si precisamente su persona atrajo el selectivo interés de dichas fuerzas. Supongamos que el sexagenario profesor, político y escritor tenía desactivados los reflejos de huída y de sometimiento, en consonancia con su carácter y con su voluntad de expresarse, y que, pura y simplemente, el mecanismo represivo saltó de forma automática. Pero no es ningún consuelo.
    Lo cierto es que sus derechos constitucionales se vieron pisoteados, demostrándose que su validez depende de las circunstancias y de instancias arbitrarias, siendo preceptivo tener valor y ganas de meterse en líos para ejercerlos a la vista de la autoridad.
    Honra al profesor Verstrynge que, en lugar de estar en ceremonias y banquetes, haya estado dando la cara por sus ideas, en la calle. No sé de mucha gente capaz de ir de lo muelle a lo desesperante por propia voluntad, como él, uno de esos raros personajes que de la derecha han pasado a la izquierda, yendo en sentido contrario a lo que se estila. Claro que este hombre, también cuando era muy joven y era secretario general de Alianza Popular, siempre ha tenido un compromiso profundo con la causa de la justicia social. Lo que confiere a su detención un rango simbólico, no precisamente tranquilizador.
     Como él y los otros siete detenidos no representaban “un peligro público” en ningún sentido,  tampoco en el numérico, por no tratarse de una turbamulta, como no estamos hablando de energúmenos, lo ocurrido no tiene las trazas de un incidente casual.  Porque ha tenido cierto tufo a cosa técnica, como el tremendo despliegue de medios de seguridad con motivo de la coronación de Felipe VI. Que se haya considerado preferible mostrar la musculatura y todas las púas del Estado en cuanto poder, con anotación de nombres y direcciones, con imágenes de francotiradores y demás, que se haya preferido esta exhibición a una operación discreta, menos dañina para la fiesta, indica que se están ensayando viejas y conocidas formas de intimidación. Como se anuncia la llegada de un “tiempo nuevo”,  me resulta muy deprimente.

jueves, 12 de junio de 2014

A PROPÓSITO DE LOS RELEVOS GENERACIONALES

      Yo me pronuncié por el sí con motivo del referéndum constitucional de 1978, aceptando la monarquía.  Lo principal era dejar atrás la dictadura y cancelar de una vez por todas la lógica de 1936. Mis particulares principios eran una cuestión secundaria. Juan Carlos I se presentaba como rey de todos los españoles, y ya Dionisio Ridruejo, que algo entendía del funcionamiento de las cosas en este país,  me había convencido de que la solución monárquica, sobre ese supuesto, debería ser aceptada con miras a tan alta finalidad. Y eso hice, como millones de españoles.
    Es evidente que los planificadores de la tardía instauración monárquica obraron de la única manera posible. Hasta Franco sabía que su sucesor a título de rey no podría gobernar como él. El sentimiento monárquico brillaba por su ausencia y el tinglado no se  podría mantener exclusivamente sobre las espaldas del ejército y de los cuerpos de seguridad.  La llamada Monarquía del 18 de Julio era una pieza del pleistoceno que ni siquiera contaba con la devoción del Movimiento.  
     Además, no se podía seguir en las mismas porque la situación económica era pésima (shock el petróleo);  el Régimen franquista había perdido la capacidad comprar la fidelidad de la gente. Las huelgas se sucedían. Y por si fuera poco, las nuevas generaciones del propio Régimen demandaban cambios, conscientes de su falta de legitimidad.  Los jóvenes franquistas que no habían participado en la guerra civil no tardaron en descubrir que se entendían mejor con las gentes de la oposición que con los nostálgicos de 1936, intratables y como de otra galaxia. Se hizo, pues, el cambio, sin ruptura, y pasamos de una dictadura a una sociedad abierta, que es  lo que realmente se le agradece a Juan Carlos I, a tenor de esas circunstancias irrepetibles.
    Nadie puede negarle a Juan Carlos I el mérito de haber renunciado sabiamente al poder omnímodo que le había dejado Franco. La especie de que él urdió el golpe del 23-F  no pasa de ser una maliciosa estupidez. Para llegar a la democracia, él ya había quemado sus naves, y se habría contado entre las víctimas del golpe si este hubiera triunfado (el búnker se la tenía jurada).
     La Transición salió bastante mejor de lo que cabía esperar si tenemos en cuenta, dato fundamental, que ni el rey  ni los realizadores de la operación tenían lo que se dice formación democrática. Otra cosa es lo que se hizo sobre de la base de la Constitución de 1978, en los años siguientes, donde ese defecto salió a relucir. Se actuó con la idea de que era suficiente lo que se había hecho, como si en el plano histórico se pudiera vivir de las rentas en plan tarambana.
     Yo tengo 62 años y no es extraño que traiga a colación ciertas cosas. Como no es extraño que los españoles criados en democracia, para los cuales esta es natural,  se llevaran un chasco tremendo al ver la situación en que nos hemos ido a meter. No están para viejas batallas, ni viejos laureles y bien se ve que no tienen metido en el cuerpo el miedo que llegamos a tener los de mi generación, más que suficiente para justificar los ejercicios de ambigüedad, los cálculos, las duplicidades y las bajadas de pantalones. De ahí que estos jóvenes digan “lo llaman democracia y no lo es”, expresándose como personas sanas.
    Es una locura dar gato por liebre a las nuevas generaciones: acaban sublevándose contra lo que ven y lo hacen precisamente en nombre de los mismos principios políticos y morales que les fueron inculcados por los mayores autosatisfechos. Eso de que el PSOE no es monárquico pero que sirve de sustento a la monarquía no lo van a entender jamás, y en realidad sería una pésima señal que les pareciese natural. Baste con este ejemplo.
     Deducen  estos jóvenes que la tremenda crisis que amenaza con destruir sus vidas se debe al “régimen de 1978”. Y no se les puede reprochar. Instruidos en el abecé de la modernidad, sería francamente raro que les resultase natural la Monarquía, por muy parlamentaria que se la pintemos. A ellos les ha tocado darse de bruces  con una sucesión de burradas que ni con la mejor voluntad dejan el menor margen para hacer la vista gorda.
    Llegados a este punto, ni los monárquicos de obediencia ni los pragmáticos tienen nada que decirles; las habituales monsergas no surten efecto. Si les decimos que la Monarquía garantiza hoy la estabilidad y la convivencia de los españoles como si estuviéramos en 1978, les suena a una confesión de poquedad democrática. Es como si les estuviéramos diciendo que seguimos en plan de emergencia, sin haber consolidado el sistema democrático en todos estos años, todavía necesitado de un incongruente soporte medieval. 
    Y ahora le toca a Felipe VI.  No es que el contador se ponga a cero. Su padre acabó siendo visto como un comisionista de grandes empresarios, como compadre de autócratas  y gentes dudosas, como matador de elefantes,  lo que forma parte de la herencia.
     Para ser aceptado,  Juan Carlos I pudo dar a los españoles una libertad desconocida para ellos. ¿Qué puede ofrecer Felipe VI? Sin duda,  voluntad de  saneamiento y de amparo frente a la Bestia neoliberal. Su padre contó con el respaldo póstumo del dictador  y con el poder de un ejército constituido como fuerza de ocupación,  pero él depende sobre todo del apoyo de la gente, que  no está de humor para borboneos de ninguna clase y que no cree en las  superiores bondades de la sangre azul. No lo tendrá nada fácil, por lo tanto. Parece muy expuesto a dejarse llevar por el modus operandi de su padre, esto cuando ya sabemos todos lo que da sí el una monarquía consagrada a los intereses de eso que la gente joven llama “la casta”, de cuyo presunto monarquismo virtuoso no debería fiarse un pelo…

lunes, 9 de junio de 2014

¿POPULISMO EN ESPAÑA?

     Los defensores del status quo ha salido al paso de Podemos diciendo es un fenómeno populista de tipo bolivariano, a ver si nos asustamos. ¡Que viene el coco! Se trata de que veamos en “la casta” una reserva de buen hacer democrático, una garantía de que estamos a salvo. Todo un síntoma.
     En lugar de respetar la aparición de la nueva fuerza, de entrada se la rechaza de plano. Lo que indica que el sistema carece de flexibilidad y de sentido de futuro y que, como ya se sospechaba, aspira al insano monopolio del espacio político, aspiración que, en teoría, podría dar lugar a la necesidad de crear otro monopolio alternativo, con la consiguiente turbulencia. La historia está llena de ejemplos, no precisamente felices para la democracia en cuanto tal.
    Nadie puede saber qué rumbo tomará Podemos. No sólo va a depender de su propia lógica interna, pues el rumbo de una formación política depende en buena medida de lo que hagan sus oponentes, contra ella y en general. Pero ya ha sido tildado de populista bolivariano, con la intención de que caiga sobre él la artillería mediática concentrada en Maduro.
     En realidad, Podemos es una originalidad española. La comparación con el chavismo está traída por los pelos. En primer lugar, porque nos encontramos en Europa, en otro contexto. Pero también porque faltan otros rasgos característicos del populismo y hecho y derecho. Si bien es cierto que los dos  populismos de referencia, los más conocidos, el peronismo y el chavismo, hicieron acto de presencia en circunstancias semejantes, en vista de la putrefacción de los respectivos sistema políticos, lo que algo nos atañe en la actualidad, hay diferencias fundamentales a tener en cuenta.
    No parece posible que Podemos genere un líder carismático del tipo de Perón o de Chávez, un elemento que nunca falta en los populismos propiamente dichos. La artificial elevación de Pablo Iglesias a esa dimensión comportaría, dentro de la sensibilidad de la gente de Podemos, un suicidio político. Además, en un pueblo resabiado como el nuestro, no parece posible que la gente se deje llevar apasionadamente por el magnetismo de un solo individuo, por un caudillaje puro y duro. Aquí sólo parecen admitirse ciertos liderazgos condicionales y de baja intensidad. Podemos  se expresa por medio de varias personas y su insistencia en la democracia interna le sirve de adecuada protección contra una deriva caudillista.
     Por otra parte, debe recordarse que tanto el Perón como Chávez, si bien llegaron al poder por la vía democrática, tras movilizar a las grandes masas perjudicadas por sus respectivas oligarquías “vendepatrias”, necesitaron contar un el respaldo de las fuerzas armadas. No es casual que fueran precisamente militares, un coronel y un comandante. O habrían sido barridos a las primeras de cambio. Aquí no hay candidatos al doble papel de líder carismático y jefe militar. Nos encontramos en un encuadre muy alejado el punto de partida del peronismo de la Argentina de los años cuarenta y del chavismo de los noventa. Hasta que no se demuestre lo contrario, aquí no vivimos expuestos a un golpe de mano maximalista.
    Otra diferencia importante se refiere a la composición humana de Podemos. En los dos populismos de referencia, el peronismo y el chavismo, se dieron cita, encabalgándose sobre las masas movilizadas, unos elementos muy diversos, de por sí incompatibles: de extrema derecha nacionalista, de la derecha nacionalista y templada, de sectores conservadores y progresistas de la Iglesia, de la izquierda moderada  y de la extremosa…  Sólo el líder carismático podía dar sentido y aparente unidad de acción a un conjunto tan heteróclito. Podemos es una fuerza mucho más homogénea tanto desde el punto de vista social como del político. Las gentes movilizadas no son de la hechura de las masas que depositaron sus esperanzas en Perón y en Chávez. Nadie se atrevería a tildarlas de “aluvión zoológico”. Y en cuanto a los dirigentes, no cabe dudar de que se trata de personas que han tenido ocasión de disfrutar, como buena parte de sus seguidores, de una excelente preparación. Podemos ha salido a la palestra tras muchos lustros de trabajo colectivo encaminados a mejorar la cohesión social, y esto se nota mucho, marcando una diferencia con respecto a los modelos populistas de referencia.
    También hay que tener en cuenta un factor material decisivo. Me refiero a la riqueza disponible. La Argentina de los años cuarenta era un país rico, consagrado como potencia por su condición de granero en un mundo en ruinas. La Venezuela de Chávez tenía petróleo en abundancia. De modo y manera que ambos caudillos populistas pudieron ponerse a repartir riqueza desde el primer día, ganándose con ello el corazón de las masas, inmunizándose de paso contra los ataques internos y externos. El caso de España es,  salta a la vista, muy distinto, tanto que no parece posible aplicar el mismo modelo. Casi cualquier cosa que se haga contra la casta y sus asociados externos requerirá esfuerzos y sufrimientos incompatibles con el abecé del populismo clásico.
     Así pues, en mi opinión no tiene sentido hablar de populismo propiamente dicho en España y a propósito de Podemos. En este partido se detectan, claro, elementos populistas, pero de género menor. Como en todos. Cuando los candidatos del PP o del PSOE se quitan la corbata y se calzan unos vaqueros para un mitin, incurren en dicho populismo menor, como el propio gobierno cuando nos cuenta que la crisis ha quedado atrás.
    Dicho esto, no quiero dejarme en el tintero un par de consideraciones. Porque hay algo en Podemos que sí tiene cierto regusto a populismo clásico. Me refiero a su tendencia a situarse por encima de la dialéctica izquierda/derecha, sobre el principio de que se trata de algo superado, como los propios partidos configurados en función de ella, lo que lleva implícito el rechazo del “régimen de 1978”.
   Esta tendencia, seré sincero,  me deja un regusto peronista y chavista (y también, por cierto, fascista y franquista). Y a esto sí que no le veo la gracia, tanto por razones teóricas como prácticas. Porque, a conciencia o sin ella, es una manera de apuntar a lo que se entiende por un partido único, a una situación de conmigo o contra mí, de todo o nada, de lo que  a la larga no cabe esperar un curso democrático. Y en la práctica, porque en ausencia de los elementos del populismo clásico antes señalados, una cosa así resulta inviable.
    Hace falta aquí y en Europa una izquierda potente, pero eso no se puede lograr si se guarda disimuladamente en un cajón la correspondiente etiqueta. Claro que, por otra parte, hay que entender el fenómeno. Podemos aspira a hacerse desde abajo, en función de las creencias imperantes en su electorado presente y potencial. Y hoy lo que se lleva es precisamente decir que la dialéctica izquierda/derecha ha caducado. Y se lleva esta creencia por la larga prédica de los teóricos del fin de la historia y de las ideologías… asociados y pagados, oh ironía,  por los promotores de la revolución de los muy ricos,  por no hablar de los rollos filosóficos posmodernos que vienen en el lote. A ello sólo ha tenido que sumarse la reiterada  y frustrante comprobación de que los dos partidos hegemónicos hasta la fecha, el PP y el PSOE, juegan en el mismo equipo, a favor de la casta, para que mucha gente experimente el espejismo de  que izquierda y derecha son lo mismo.  Ya veremos lo que pasa con estos matices, que no me bastan para extender el acta de nacimiento de un populismo propiamente dicho en nuestro país.

martes, 3 de junio de 2014

EN LOS PLIEGUES DEL TERCER MUNDO

   El daño que nos está haciendo el sindicato de proxenetas (la “casta”) es indecible.  Las cifras de parados, subempleados, precarios, hambreados, desahuciados, emigrados, enfermos, alcoholizados  y suicidas son tremendamente elocuentes. Pero tales cifras, llamadas a aumentar,  no muestran el cuadro completo: se producen daños muy difícil cuantificación.
     De seguir las cosas así mañana será imposible enseñar lo buena que es nuestra Constitución, lo sensato que es el sistema y el respeto que se  debe a las autoridades. Si los padres tienen motivos para preocuparse por sus hijos, estos toman nota de lo que está pasando, obligados  a asumir prematuramente  las “verdades de la vida” del tiempo infeliz de sus abuelos.
    Para millones de españoles la normalidad ya no rige, y esto tiene devastadoras consecuencias sociales y políticas. No se vive impunemente en la inseguridad, con la casa a media luz, con miedo al buzón, al teléfono y al timbre. Lo sabe cualquiera, aunque todavía no haya tenido necesidad de desollarse la cara con una cuchilla vieja, jabón lagarto y agua fría.
     Cuando se ha llegado al punto en que un niño sabe que si comunica que los zapatos se le han quedado chicos dará un disgusto, cuando un adulto trata de ocultar que se la ha caído un diente, cuando a un señor formal le tiembla la mano al hacer pis porque ha recibido un burofax, la cosa está bien fastidiada, aunque quede un trecho para llegar al abismo propiamente dicho.
    ¿En qué cuadrícula se registran los casos de paranoia invertida, en los cuales el sujeto, en lugar de verse perseguido, se siente eludido por propios y extraños, por su condición de mendicante o posible sablista? ¿Qué hace una persona seria que ha operado toda la vida sobre el mandato de no depender de nadie cuando tiene que confesar que no se las puede?
    ¿Dónde figuran las zozobras de la persona buena y solidaria ante el amigo o el familiar en apuros? ¿Y las de los abuelos, que ven hoy arruinada su tranquilidad ante la evidencia de que pronto dejarán de aportar su pensión a la subsistencia de hijos y nietos?
    ¿Cuántas personas se sientan a oscuras en la alta noche sin saber hacia dónde tirar, cuántas hacen zapping compulsivamente, corroídas por la idea de haberse equivocado de medio a medio en los estudios, los sueños, las ambiciones, en todo? ¿Dónde se anotan estos sufrimientos? ¿Dónde figuran los casos de autoinculpación neurótica y los reproches vitriólicos que vienen con la desesperación?
     Para millones de españoles el tiempo corre a una velocidad endiablada: siempre se echa encima “el fin de mes”, con el trépano de las facturas pendientes y nuevas. Si la víctima decide llevar una contabilidad al céntimo, malo para él y para las personas de su entorno, si opta por no llevar las cuentas, malo también. Si la percepción del tiempo se altera, resulta que la percepción del dinero también. Lo que al sujeto le parece mucho, resulta que es poquísimo, con cálculos o sin ellos. Y por eso cuando ha “cobrado algo que le debían”, resulta que vuelve a casa con las orejas gachas o completamente airado.
     Decía el optimista Benjamin Franklin que el tiempo es oro. Puede ser plomo.  Pero no sin consecuencias, extrasístoles, discusiones vanas, esperas inútiles, colas, frenético escarbeo de papeles y documentos, vanas esperanzas, sudores fríos, alcohol, calmantes, antidepresivos y salidas en falso. En términos existenciales, esto va de plomo en el ala. Cuanto más probo y bienpensante haya sido el sujeto, cuanto más razonable haya sido en todos los órdenes de la vida, cuanto más se haya fiado de las santas apariencias, peor lo pasará. No se aprende en un día ni en dos a vivir en los pliegues del Tercer Mundo.


lunes, 2 de junio de 2014

EL REY HA ABDICADO HOY

  El sistema se apresta a entronizar a su hijo a la mayor brevedad, sobre el principio de que aquí no ha sucedido nada irreparable salvo el desgaste propio de la edad. Sobre el papel parece sencillo, en la práctica ya veremos.
    La historia acelera sin contemplaciones y ya estamos otra vez divididos entre monárquicos y republicanos, en un clima emocional más tempestuoso de lo que nos conviene a juzgar por la potencia de las fuerzas brutalmente hostiles al bienestar de los españoles. En fin, hay que dar por hecho que el principio monárquico va a tener que vérselas con el principio republicano y que saltarán muchas chispas por el camino.
    Ya se habla del “régimen de 1978” en términos de repugnancia. Esto quiere decir que la herencia de la Transición ha sido dilapidada. Me resulta amargo porque tengo muy presentes no sólo sus deficiencias sino también y principalmente sus méritos históricos. Si esas deficiencias tenían solución, el problema derivado de su agravamiento, que ahora nos ha estallado en la cara, promete ser muy duro de roer y de padecer. Roto un consenso mayoritario es muy difícil llegar a otro. ¿Cuánto serían hoy capaces de ceder estos, los otros y los de más allá para sentar las bases de una convivencia constructiva? ¿Tiene alguien noticia de una monarquía que se haya mantenido en el tiempo sobre la base de servir de instrumento a una minoría rapaz? Yo no. La historia es muy elocuente al respecto. 

jueves, 29 de mayo de 2014

LA IRRUPCIÓN DE PODEMOS

     Esta es la gran novedad que nos han dejado las elecciones europeas. Quienes se congratulaban por el  supuesto desvanecimiento del 15-M se han llevado una desagradable sorpresa al toparse con su materialización en forma de partido. Podemos ha venido para quedarse, con el sólido respaldo de más de un millón de españoles. Esto  ha pillado desprevenidos a los genios malignos del orden establecido.
     El señor Arriola, consejero áulico del presidente del gobierno, ha dado muestras de una prepotencia más bien patética al confundir un fenómeno político del tamaño de Podemos con una ventolera friki. De tanto jugar con los términos el gran prestidigitador, réplica española de Karl Rove, ha acabado por no distinguir un mosquito de  un tigre.
    Tomar por frikies a los profesores, licenciados, doctores y personas ilustradas en general que han dado vida a Podemos es una ocurrencia realmente estúpida. Pablo Iglesias y su equipo representan a la parte activa de una generación que de tonta no tiene un pelo. Por lo que a ellos se refiere, el infame plan de crear una sociedad clasista en la que sólo puedan hacerse con una preparación digna de tal nombre los hijos de los ricos ha llegado tarde.
    El señor Arriola no tardará en caer en la cuenta de que las exitosas fórmulas que se utilizan para manipular a las gentes de la América profunda son inútiles, contraproducentes e irritantes en la España del siglo XXI. ¿Qué papel cree que harían Arias Cañete o González Pons en un cara a cara con el profesor Monedero o con la “camarera del gin-tonic”, Lola Sánchez, licenciada en Ciencias Políticas? Que sus clientes sigan pendientes de argumentarios idiotas hasta la completa despersonalización y ya veremos lo que pasa.
    Claro que no es Arriola el único que ha dado la nota. Podemos ha provocado reacciones cavernarias dignas de estudio. Pablo Iglesias es “el niñato”, “el de la coleta”, “Pablete”, nada importante, o bien, simultáneamente, un “Lenin”, la  reencarnación de Hitler y de Castro, un Le Pen, un Chávez.  Los mismos que se descamisan para las elecciones le han acusado de “populista”… Y esto no ha hecho más que empezar. Todas las alarmas han saltado a la vez.
    Particularmente expresivo ha sido Felipe González, que se ha declarado orgulloso de pertenecer a “la casta” por lo mucho que esta ha hecho por el país. ¿Le habré entendido mal? Su pertenencia a la casta es evidente, pero, ¿en qué se funda su orgullo? ¿Atribuye a la casta las pensiones no contributivas o se las atribuye al PSOE de los años ochenta? ¿Confunde a aquel PSOE que recibió un apoyo masivo con la casta de marras y nos invita a confundirnos también? Más clara ha sido su definición de Podemos: una moda bolivariana, algo que le preocupa mucho, vamos, como si no fuese una moda. Viene a decirnos que sería catastrófico que fuese a más aquí y en Europa. Exactamente como si en lugar de efecto de la catástrofe que estamos viviendo, Podemos y Syriza  fuesen la causa de la misma. Es una forma de sugerir que más vale conformarse con lo que hay, por ser terrorífico lo que puede pasar.
     No es la primera vez que  Felipe González pulsa las fibras del miedo  a lo desconocido. Ahora bien, ¿por qué lo hace ahora, como si Pablo Iglesias estuviese a punto de instalarse en La Moncloa? Mucho me temo que sigue pensando en un gobierno de concentración o salvación nacional y que en su mente ya opera el fantasma de Hugo Chávez como pretexto añadido. Y el problema es que ese gobierno de salvación sería precisamente el hacha de la casta mafiosa. Por no hablar de la manera realmente grotesca de dar la razón a todos aquellos que han llegado a la conclusión de que la Transición fue  una estafa, lo que no es precisamente un favor para quienes tratamos de defender sus aspectos meritorios y decentes. Muchísima gente joven ya habla con desprecio del “régimen de 1978”, de la socialdemocracia y del liberalismo, y no creo que la ejecutoria de González y sus compadres sea ajena a este desperfecto de nuestro sistema político.
     El poder establecido haría bien en estar agradecido a que, a pesar de sus modales  chulescos, le haya tocado en suerte una oposición tan cívica e ilustrada como Podemos, que hasta le da una oportunidad de reflexionar y de ponerse límites, cosa elemental que no sabe hacer por sí mismo, una oposición que por su sola presencia invita a la sanación democrática de nuestros diversos males, empezando por la sanación del propio PSOE, que si llega a celebrar unas primarias dignas de tal nombre será por lo que ha aprendido el domingo. Pero esta es una apreciación idealista. Lo cierto es que el poder establecido ya ha emprendido su particular cruzada contra Podemos y todo lo que representa. Y esto sí que es preocupante. 

martes, 27 de mayo de 2014

TRAS LAS ELECCIONES EUROPEAS

   Mientras la situación económica sigue inmutable, por sus férreos raíles, el panorama político cambia, como era de prever, tanto en Europa como en España, sin que sea posible adivinar en qué momento se producirá el choque entre los defensores del status quo y quienes están decididos a modificarlo. De momento, el choque es virtual.
    La hora de la verdad propiamente dicha llegará cuando el poder establecido vea objetivamente amenazada su rutina criminal. La impresión es que “la casta”, por emplear la definición de Pablo Iglesias, cree haberse salido con la suya, poniéndose en situación de seguir en las mismas.
     Haríamos bien en prepararnos para una prolongada confrontación. Y no uso la palabra confrontación por descuido: en Europa las novedades, tanto por la izquierda como por la derecha,  apuntan a una modificación real del orden de cosas existente. Y de hecho, por apuntar hacia dicha modificación real han ido hacia arriba fuerzas de opuesto signo, Podemos aquí o Syriza en Grecia, por un  lado, y por el otro, en Francia, el Frente de la señora Le Pen. Cada país tiene sus particularidades, pero es obvio que estamos ante una consecuencia de la falta de miras de quienes han dirigido el cotarro europeo hasta la fecha.
     Centrándonos en España, las formaciones de toda la vida se han visto castigadas o frenadas por su participación en el sistema, por haberse ganado la desconfianza de grandes masas de votantes.  Hasta Izquierda Plural parece haberse visto afectada por este interesante fenómeno. Asistimos a un castigo a nuestro familiar bipartidismo, que de “imperfecto” pasa directamente a “fallido”, con consecuencias más o menos  obvias para la organización territorial,  la Monarquía y la “casta” en él asentada.
    El PP parece haber quemado sus naves a mayor gloria del neoliberalismo, convirtiéndose en la fuerza a batir y en el modelo de lo que se rechaza instintivamente. El PSOE intentará lavarse la cara, pero no se sabe cómo. La izquierda acomodaticia, por él representada, parece haber quemado sus naves también, ganándose el aborrecimiento de votantes otrora fieles. Lo que se pide hoy es una alternativa, no una acomodación. Y las propuestas alternativas en alza exigen cambios reales, esto es, una ruptura con el paradigma neoliberal vigente.
    Hoy se presta atención a lo que pasará tras la caía de Rubalcaba, pendientes todos de la persona que tomará el relevo. Más importantes son las cuestiones de fondo. ¿Hará algo el PSOE contra el artículo 135? ¿Se arrepentirá de su complicidad con el PP en este feo asunto? ¿Qué papel se dispone a jugar, en adelante, con respecto al tratado EU-EE UU, hoy en fase de clandestina redacción? Estas son las preguntas que no se pueden eludir.
    Ya veremos qué pasa en Europa, donde la desafección  del Frente Nacional y de los euroescépticos ingleses promete algo más que turbulencias, pues poco margen tienen para satisfacer a sus votantes con meros aspavientos retóricos. Podría suceder que la Europa que nos ha estafado se haga pedazos y salga algo peor. A cualquier conocedor de la historia el proceso le da mala espina. La fijación en “el problema de emigración”, con metódicas y repulsivas cargas de xenofobia, será atizada para ocultar los verdaderos problemas.
    En cuanto a España, creo que hay que tener en cuenta que “la casta”, que desconoce el bien común, que no tiene nada que ofrecer, que carece de sensatez y mano izquierda, que ignora el fair-play, que se siente respaldada por las más altas instancias planetarias, no va a ser de buen perder.  Capaz es de pretender salvarse por medio del famoso gobierno de concentración (PP + PSOE) y con vaya uno a saber qué medidas excepcionales, algunas ya precocinadas.
     En todo caso, quienes nos oponemos a la Bestia neoliberal le debemos a los resultados de estas elecciones la porción de legitimidad que no le permitirá a dicha casta despacharnos como simples perroflautas , frickies o comunistas casposos. Y creo que ha hecho muy bien Podemos en no encastillarse en su éxito y apuntar a la creación de un Frente Amplio. Pues nos va a hacer falta, como acaba de demostrarse.

martes, 20 de mayo de 2014

YO IRÉ A VOTAR

   Sí, iré, pase lo que pase, a pesar de la ofuscada resistencia de mis  infalibles neuronas reptilianas.  A ver si todavía se puede hacer algo por la vieja Europa, un caso desesperado. Me digo que, al menos, ahora será posible elegir al sustituto del incombustible y teledirigido señor Durao Barroso, posibilidad que sólo parece interesarme a mí.
   No quiero ser cómplice por omisión de la Europa canalla. Quiero contribuir a meter un buen palo en la rueda del proyecto de poner la soberanía a los pies de las grandes multinacionales, como ya lo está a los pies de los señores banqueros. Porque algo gravísimo se está tramando: el Tratado de Libre Comercio UE-EEUU. Y se está tramando a puerta cerrada, sin hacer ruido, apartando el asunto de la atención de los ciudadanos europeos llamados a votar. ¿Se mencionó ese Tratado en los debates? Pues no. Ni la señora Valenciano ni el señor Arias Cañete han dicho ni pío al respecto, en lo que yo veo un caso muy feo de complicidad.
    Si ese Tratado prospera en los términos que se han filtrado, resulta que la legislación europea se acomodará a la norteamericana en diversos órdenes. Asistiríamos a la definitiva liquidación del sueño europeo, sacrificado al mismo Moloch que el sueño americano. Más desregulaciones. Libre circulación de sustancias que los sabios europeos consideran tóxicas y asalto final a la Europa del bienestar, tan molesta para la elite norteamericana como para los propios primates europeos.
    Cuando una empresa multinacional se vea incomodada por la legislación de un país europeo, acudirá a un misterioso tribunal supranacional, pudiendo exigir monstruosas indemnizaciones, sin que ese país pueda hacer otra cosa que pagar, sin que los de Bruselas hagan otra cosa que decir sí señor. 
    Contando con el maldito artículo 135 que los socialistas y los populares calzaron en nuestra Constitución, estaremos realmente atados de pies y manos.  Y es que esa gente no da puntada sin hilo. No hemos llegado a este punto por azar, ni por mala suerte. El Tratado vendrá a rematar la jugada, y si algún día tenemos una Constitución europea, o si se modifica la nuestra, a buen seguro que será a medida del infame documento. No es que la señora Merckel y la Troika sean incompetentes, incapaces de ver más allá de sus narices, no, no. Nos han conducido a este desfiladero con mano firme. Primero, el austericidio, el sometimiento de la gente, finalmente el Tratado, que será presentado como una oportunidad de oro, como la solución. Los interesados harían bien en preguntar a nuestros hermanos mexicanos acerca de ese tipo de negocios.
    Préstese atención, y se verá que todos los pasos que se han dado en España apuntan a la imposición del modelo neoliberal norteamericano, y cuando digo todos digo todos. ¿Que la gente sufre? "No me importa nada", como acaba de decirle el diputado popular García-Tizón a los padres de unos niños enfermos de cáncer. El "que se jodan" de la señora Fabra no fue una salida de tono ocasional. Ya llevamos mucho recorrido por este camino de perdición.  O nadie, y menos el rey y el príncipe, se atreverían a sumarse al rollo de la recuperación cuando la gente está  con el agua al cuello. Ya nos dijeron los genios de la fundación Everis que tenemos que pasar de "la sociedad de las personas a la sociedad de los talentos" [sic!], etcétera.
     Me opongo a esta Europa cuyo único horizonte es ese Tratado. Me opongo por razones filosóficas, por sentido común, por eso que antes se llamaba conciencia histórica, y también porque corro el peligro de acabar bajo un puente.  Si ese proyecto sigue adelante, será cuestión de tiempo que Madrid acabe como Detroit. Y no  quiero. Por eso iré a votar.

viernes, 16 de mayo de 2014

LOS “INDESEABLES” DE TWITTER

   El ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, se propone “limpiar las redes sociales de indeseables”, tarea hercúlea donde las haya, al parecer no solo en adelante sino retroactivamente, a raíz de ciertas barbaridades  suscitadas por el asesinato de Isabel Carrasco. La cosa se las trae. ¿Se irá también contra los anónimos autores de los comentarios de cierto jaez vertidos al pie de los artículos informativos publicados en los diarios digitales? Ya hay un detenido por “apología de la violencia”,  un chico de 19 años, autor de unas líneas de gusto pésimo, lo que quizá sea el anuncio de una redada espectacular.
   La autoridad acaba de mezclar el asesinato con el yihadismo y el terrorismo, nada menos, como otros lo han relacionado con los escraches. Es una forma de hablar encaminada a la persecución de los “indeseables”. Se pretende aprovechar un crimen para reprimir la libre expresión de la gente en ese medio, con la idea de que se calle o que se corte un poco. Lo que no me parece admisible, por una cuestión de principios. La libertad de expresión es sagrada y punto. Así son las cosas en una sociedad abierta, y si a la autoridad le molesta que se fastidie, como nos fastidiamos todos al leer u oír asertos que nos repugnan, sin reclamar medidas a la china o a la turca.
    La iniciativa del ministro se inscribe en un contexto preciso, siendo obvio que aquí de lo que se trata es de amedrentar al personal con baterías de multas, e incluso con penas de cárcel, como acaban de comprobar dos manifestantes, un joven estudiante de medicina y un ama de casa. Estas cosas empiezan así, poco a poco, y van a más si la sociedad no atina a frenarlas. En relación al tema que nos ocupa, primero se va contra los que se han complacido en un crimen, aprovechando la repulsa general, y se acaba yendo contra quienes haga falta,  contra los opinantes molestos. Entre la censura y la autocensura, todos arrugados.
     A mí las barbaridades que he tenido ocasión de leer estos días me han dado un pesado material para la reflexión, material que debo precisamente a la libertad de expresión todavía existente en la red. Si así está el patio, prefiero saberlo. Y por cierto que no solo he leído barbaridades. Hay realmente de todo. Mucha gente se esfuerza por dar en el clavo, y esto vale, aunque se le tuerza. Además,  por la misma dinámica de la red, al burro no le suele faltar un contradictor, acabando todo en tablas.
     Las redes sociales se han convertido en un foro aparte, en el que gente que jamás se ha expresado públicamente por escrito, como el joven detenido, tiende a expresarse en plan válvula de escape. Los resultados, claro, producen vergüenza ajena. Pero me parece chusco que lo que pueda pensar un jovencito en la intimidad de su cuarto le interese más a la policía que a sus familiares, amigos y lectores de ocasión. Como me parece anómalo que se crea que reprimiéndolo se vayan enmendar sus malos pensamientos. En cuanto a la creencia de que así se puede impedir el contagio de estos, presupone la creencia de que la red los crea, cosa de la que dudo. ¡Y cómo han cambiado los tiempos! Los anónimos malignos llegaban antaño por correo, se deslizaban por debajo de la puerta, se emitían desde un teléfono público, hoy los manda un ingenuo que de anónimo no tiene más que su estado de ánimo.
      Debo añadir, para terminar, que me da mala espina cierto fenómeno: la tendencia a reclamar histéricamente la acción de la Justicia en casos de opinión. Una cosa es criticar a la autora de Cásate y sé sumisa, y otra distinta llevar el caso a los tribunales. Una cosa es que los feligreses se revuelvan contra un párroco que llamó “adúlteras” las mujeres, o que nos irrite lo dicho por el obispo Reig, capaz de decir que la homosexualidad conduce a la prostitución, y otra reclamar la acción de la Justicia. Como he dicho, la libertad de expresión es sagrada, también la del párroco y la del obispo, que ya se retratan por sí mismos, como el joven que acaba de ser detenido.  Claro que hablo como parte interesada. De seguir las cosas así, los escritores tendremos forzosamente que volver a escribir entre líneas, como en los viejos tiempos, y llegará a considerarse un insensato el escritor que no se saque un seguro, como los arquitectos, para hacer frente a las consecuencias de un “accidente”.