El
acuerdo sobre las pensiones ha dado lugar a comentarios francamente irritantes.
Así, nos ha sido presentado como un “gran pacto social”. Se nos da a entender
que tanto el gobierno como los sindicatos han hecho lo que tenían que hacer,
muy responsablemente. Todo esto,
así como la palabra flexibilidad,
forma parte del maquillaje, de un
juego de mercadotecnia y relaciones públicas al que no termino de
acostumbrarme. Aquí lo único claro es que los derechos del trabajador han sido
recortados de forma alevosa y con cargo a la ancianidad, y no a mayor gloria de
la sostenibilidad del sistema de pensiones sino a mayor gloria de los amos de
las finanzas. Como está claro que se ha llegado a esa chapuza sin ningún “pacto
social” digno de tal nombre. El acuerdo forma parte de una regresión
imperdonable.
sábado, 29 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
ROPA INTERIOR FEMENINA: EL FALLO DE LA CORTE DE COLONIA
Vivimos
en tiempos de regresión. Los trabajadores de una empresa de seguridad aérea
alemana, hartos de que sus jefes les dijeran cómo tienen que vestirse,
sometieron el caso a los tribunales, y perdieron. Resulta que los jefes mandan
no sólo sobre los temas laborales sino también sobre aspectos tan personales
como la longitud de las uñas o de la barba. Lo que me recuerda el reciente caso
de los empleados de un banco suizo.
Las trabajadoras alemanas, explica el alto tribunal, sólo pueden usar
sujetadores blancos o de color carne. Es muy importante que la
prenda no se transparente, caso en
el cual se recomienda encarecidamente el uso de una
camiseta. Las uñas no se permiten de más de medio centímetro. Los caballeros tienen la obligación de llevar una barba debidamente arreglada,
cortita…
Estas
cosas forman parte de la necedad creciente de los tiempos que nos toca vivir. Y
una de dos, o se hace algo, o acabaremos todos bajo superior dirección. Los que
somos algo mayores tendremos que recordar a los más jóvenes que desafiar los
gustos estéticos del poder establecido siempre ha tenido un precio. En su
momento, fue necesario arrojar a la basura los sostenes y corbatas, como fue necesario lucir barbas y
cabelleras robinsonianas. ¡Qué lucha la de aquellos tiempos! Claro que, al ser
expulsados de aquí y de allá, no habríamos tenido la ocurrencia de ir con
nuestras cuitas a los tribunales.
lunes, 10 de enero de 2011
LA SALVAJADA DE TUCSON
La
senadora demócrata Gabrielle Giffords se debate entre la vida y la muerte.
Recibió un tiro en la cabeza. Seis muertos hubo en el atentado contra ella, y
dieciocho heridos. El autor de los
disparos ha sido un joven de 22 años,
Jared Lee Laugher. Y resulta que la extrema derecha norteamericana se había permitido dibujar
una diana sobre la senadora.
Gabrielle Giffords figuraba, en efecto, en la lista de las personas progresistas “a
eliminar”. Ahora esta derecha se distancia, como es natural, del loco que se
tomó en serio sus “metáforas”. Lo que no obsta para que cualquier observador se
vea obligado a señalar que, con ese lenguaje, algo malo tenía que pasar, tarde
o temprano. Y una de dos: o la
salvajada de Tucson trae como consecuencia una moderación en el lenguaje, cosa
de la que dudo, o habrá más. Por imitación, por resonancia, por odio y por la evaporación del principio
de tolerancia sin el cual ninguna
sociedad plural puede sobrevivir. Y encima, no hay quien encuentre en la
carrera política de la senadora ninguna señal de extremismo izquierdista.
Siempre se ha definido como de centro. Muy mal debe andar aquel país para que
se odie de esa forma a personas tan moderadas...
martes, 4 de enero de 2011
SE PROHIBE FUMAR…
Contemplo con estupefacción y repugnancia la nueva
ley antitabaco. Nuestras autoridades, incapaces de defendernos del acoso financiero,
se desquitan acosando a los fumadores. Y es que el Estado posmoderno, impotente
frente al poder del dinero, ya empequeñecido o más bien hueco, ya vendido a
intereses que nada tienen que ver con nosotros, sigue expandiéndose a fuerza de
normativas y de multas, entrometiéndose en la vida del ciudadano, de cuyo
civismo abusa sin
la menor consideración.
Para el cumplimiento de la ley antitabaco se cuenta con el celo de
los denunciantes anónimos, es
decir, de personas que encuentran un gran placer en fiscalizar neuróticamente
el comportamiento de sus semejantes.
Vamos, pues, hacia atrás: no es precisamente la democracia lo que saldrá ganando con este
tipo de medidas. Podemos estar seguros de que si la sociedad se traga
“cívicamente” este atropello a los derechos de la minoría fumadora, es que está
madura para otras prohibiciones. Las imagino escalonadas, y cada vez más
irracionales y antivitales.
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