domingo, 19 de julio de 2009
LA SALUD, OBJETIVO GLOBAL
martes, 14 de julio de 2009
¿CONSEGUIRÁ OBAMA IMPEDIR LA CREACIÓN DE UN SISTEMA DUAL PLANETARIO?
jueves, 9 de julio de 2009
LOS DEL G8 ANTE NUEVE MILLONES DE NIÑOS MUERTOS
martes, 7 de julio de 2009
AL FOTÓGRAFO GERVASIO SÁNCHEZ
jueves, 2 de julio de 2009
DON CARLO PONZI Y SUS DISCÍPULOS
El gran timador italiano, maestro en el arte de desplumar incautos, es mucho más representativo de nuestro tiempo que el muy avejentado y timorato John M. Keynes.
La economía entendida como artificio piramidal empieza a parecerme la forma más pura y avanzada del capitalismo. Don Carlo ha hecho escuela y, de haber vivido en la actualidad –en la era del dinero fiduciario, siempre dependiente de la confianza–, ¡de qué proezas no habría sido capaz!
A la escuela de don Carlo pertenecen, por ejemplo, Charles Keating, Michel Milken, el “rey de los bonos basura”, y Bernie Madoff , los tres capaces de desplumar a miles de personas bajo las mismas narices de las autoridades. Como don Carlo a sus víctimas, los tres personajes llegaron a inspirar una confianza asombrosa. Cuestión de carisma personal. Al final, se ha tenido que echar mano del dinero del contribuyente para impedir la quiebra del sistema, basado precisamente en la confianza. Ahora la pregunta es cuántas veces nos dejaremos involucrar en el mismo jueguecito, ya multipiramidal.
Ni siquiera es la primera vez que Estados Unidos se la juega al mundo con sus fajos de papel. Recordemos la inolvidable devaluación del dólar, en el abandono del patrón oro sin avisar a nadie, con nocturnidad y alevosía, perpetrado por el presidente Nixon… ¿A cuánta gente se le esfumaron sus ahorros de la noche a la mañana? El abandono del patrón oro vino después de varios acelerones a la máquina de imprimir billetes verdes, una manera de jugar, a lo grande, con las expectativas y con el dinero ajeno, según la típica fórmula de don Carlo.
No es ningún consuelo que ahora se opere en plan privado, con envío de envenenadas “sub prime” en todas direcciones. Tampoco es un consuelo que a Bernie Madoff lo acaben de condenar a 150 años de cárcel por estafa. Porque no es una cuestión de personas. Estamos ante un problema general, de ahí que no se hiciese nada serio tras el desastre de Enron, causante de la ruina de miles de personas. Es cierto que algunos responsables fueron procesados, pero con eso no se hace nada frente a un problema de tal magnitud. Tras Enron, la jugada continuó como si no hubiera pasado nada.
El espíritu de Carlo Ponzi no se deja encarcelar así como así y seríamos unos pardillos si sólo viésemos unas manzanas podridas. Como ha señalado Jean François Gayraud, especialista en el tema, hay que contar, entre los discípulos del italiano, a auténticos mafiosos... capaces de comprar políticos, de alterar las leyes y de trazarse planes piramidales de largo alcance cuyas víctimas seremos nosotros.
miércoles, 1 de julio de 2009
GAZA ME DUELE
Acabo de ver un documental sobre la desesperante situación de Gaza y, de pronto, se me han saltado las lágrimas. ¿Es que no va a acabar nunca el sufrimiento del pueblo palestino?
El documental, elaborado sobre el terreno por reporteros del Movimiento Solidaridad Internacional (http://www.wipeoffthemap.com/), me ha conmovido profundamente. Doloroso en sí mismo, también me hiere en una fibra sensible, pues el Estado israelí, con la práctica de esa forma de terrorismo, traiciona los sueños de mis padres y también, estoy seguro, los de muchas personas de mi generación, empeñadas, durante años, en idealizar los logros de sus fundadores.
No soy judío, pero mis padres me educaron, muy severamente, a la luz del Holocausto, vacunándome contra el antisemitismo y, por extensión, contra el racismo. Les tocó vivir en la Alemania nazi, y desde pequeño oí historias muy aleccionadoras: ambos hicieron lo que estuvo en su mano por ayudar a los judíos en plena persecución, corriendo los riesgos que cualquiera puede imaginar. De ahí mi solidaridad instintiva con las víctimas de aquella barbarie, una solidaridad que ni siquiera se ha visto atenuada por el paso del tiempo.
Sobre esa base educacional y sentimental, no consigo entender que los dirigentes de un pueblo que ha sufrido tanto sean capaces de practicar el terrorismo de Estado contra los palestinos de Gaza. La actitud del mundo civilizado, tan condescendiente con esta barbarie, me recuerda, como es obvio, la pasividad ante el antisemitismo nazi, con lo que tuvo de cobardía, de culpa colectiva y de perentoria advertencia para la posteridad.
No se me pasa por la cabeza atribuir a todos los judíos las malas acciones de los responsables directos de las operaciones contra la franja de Gaza. Ahora bien, dicho esto, quede claro que no se me puede pedir que mire para otro lado por motivos sentimentales o históricos, o que acepte las justificaciones al uso (desde el terrorismo islámico a la listeza de insinuar que los palestinos sólo pretenden embaucar a la comunidad internacional para mejor vivir de la caridad); tampoco acepto las invocaciones a una presunta solidaridad cultural con el más fuerte, pues no viene a cuento.
Sin duda, hay judíos de buena voluntad que están contra el terrorismo que practica su propio Estado, y a ellos me sumo. Desde hace tiempo tengo el corazón con los palestinos que sufren.
lunes, 29 de junio de 2009
EL COMUNITARISMO, COMO REGRESIÓN TRIBAL
El comunitarismo surgió como crítica de la Ilustración. A estas alturas, es más o menos inevitable retocar por aquí y por allá el legado de ésta, para perfeccionarlo, para que no pierda operatividad, pero el comunitarismo no se quiere limitar a tan modesta tarea. Quiere enterrar ese legado, aspira a sustituirla.
Y el problema, al menos tal como yo lo veo, es que el comunitarismo no es compatible con el liberalismo, inseparable del impulso ilustrado. Las diferencias son notables.
El comunitarismo, como su nombre indica, pone el acento en la comunidad, no en la humanidad, lo pone en lo particular, no en lo universal. Y tampoco lo pone en el individuo como sujeto moral autónomo, de quien no se fía (y a quien promete la curación de todos los males del individualismo en la plaza del pueblo).
En efecto, a diferencia de lo que se espera de nosotros como ilustrados y como liberales, el comunitarismo nos invita a situarnos en un más acá de la humanidad –en el terruño, en un determinado encuadre étnico, en una nacionalidad– y en un más allá del individualismo, es decir, en un grupo, con el correspondiente instinto gregario.
En este sentido, desanda el largo y fascinante camino que los filósofos antiguos tuvieron que andar para descubrir la humanidad, el mismo por el cual continuaron tanto el cristianismo como la Ilustración y también el liberalismo, deudor del esfuerzo y de la complejidad resultante, fundamento último del individualismo moderno.
Yo no veo, por lo tanto, ningún progreso en esto del comunitarismo. Tiene, sí, cierto interés filosófico, pero su proyección política y mediática es inquietante. Veo una regresión hacia un nuevo tribalismo, mil veces peor que el de Hegel, y quizá una argucia para dislocar a la humanidad, para fragmentarla. Y no me parece que la intención sea saludable.
Llegados a cierto punto, nos dice Alisdair Macintyre, el grupo debe rechazar lo extraño, para protegerse de las contaminaciones peligrosas, para salvaguardar su identidad.
¿Acaso es ésta forma de pensar por la que conviene guiarse en plena globalización? ¿Nos tienta el sospechosamente publicitado choque de civilizaciones? ¿Tenemos ganas de provocarlo? ¿Estamos en edad de matarnos por motivos religiosos?
De tomarse al pie de la letra, el comunitarismo acabaría liquidando los sueños del Siglo de las Luces, y todos, ya dispuestos a batirnos por nuestras querencias particulares con fervor medieval, basaríamos nuestras respectivas “identidades” en elementos secundarios, por ejemplo, en la pertenencia a un grupo étnico –¡yo soy blanco, otra vez!–, a una determinada nacionalidad, a un credo religioso, o por ejemplo, a un grupo gay, a una comunidad de mujeres de tal o cual signo, a un determinado barrio, quizá a una determinada banda. No veo qué saldríamos ganando, pero sí lo que perderíamos con semejante fragmentación.
Entre el viejo Kant, humanista y universalista, y el pequeño Macintyre, un tribalista, me quedo con el primero, sin dudar. Después de todo, soy un homo sapiens sapiens, y con eso me conformo cuando se trata de asuntos serios, que son precisamente aquellos que interesan a la humanidad, hoy amenazada. Además, no estoy de humor para que se critique a la Ilustración mediante invocaciones a una comunidad ideal, sobre la que todos los comunitaristas fantasean de lo lindo.