Así se
titula el libro de Nouriel Roubini y Stephen Mihm que acaba de publicar
Destino, a mi juicio de necesaria lectura. Roubini, como se recordará, saltó a
la fama por haber pronosticado esta crisis. El libro ofrece un diagnóstico
sobre la enfermedad que aflige a la economía planetaria, un diagnóstico
plausible, aunque incompleto, por falta de atención a los aspectos que no son
puramente económicos.
Como
Stiglitz en Caída libre, Roubini y Mihm
procuran ir más allá del diagnóstico, ya con una idea del tratamiento a seguir
en evitación de males mayores. A los tres se les nota un loable esfuerzo por no
caer en el pesimismo, pero la enfermedad seguirá su curso, pues nadie les hará
el menor caso.
A la luz
de estos libros, y de lo que podemos llamar experiencia histórica, cada vez
tengo más claro que, si hemos llegado hasta aquí, llegaremos a un sitio mucho
peor cualquier día de estos. Los intereses financieros han prevalecido,
prevalecen y prevalecerán sobre los intereses humanos y planetarios. Media un abismo entre lo que habría que
hacer y lo que se ha hecho. Y además, bien claro me queda que el problema no
tiene solución si uno se limita a un enfoque puramente económico.
Los
gobiernos, y no me refiero sólo al de España, actúan como meros criados del sistema de explotación, que se distingue por vivir completamente de espaldas a eso que antes se llamaba
bien común. Me refiero a un sistema depredador que tiene vida propia y que ya
ha demostrado fehacientemente lo poco que le importamos. Pensar que en él se
esconde la solución de nuestros males, pensar que es sensible a los consejos y
que es capaz de arrepentirse y de rectificar, sería propio de tarados, a juzgar
por cómo se ha comportado hasta la fecha.
Ya nos
hemos hartado de oír aquello de “¡es la economía, estúpidos!” ¡Hay que ver! Tanto genio, tanta materia
gris metida a pensar en términos económicos, tanta gente puesta a hacer sumas y
restas, para ir todos a caer en este lodazal… Al próximo que me venga con esa
máxima, le haré ver su grosería, su falta de educación, su falta de sano
juicio. No es la economía, amigo, lo principal, es el ser humano. Sólo si
obramos en consecuencia, saldremos de ésta. Pero parece que necesitamos que nos
desplumen para comprenderlo.
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