miércoles, 14 de septiembre de 2022

GORBACHOV Y LA OCASIÓN PERDIDA

    

   

     A  los 91 años de edad ha fallecido Mijail Gorbachov, el hombre de la perestroika y la glasnost. Soñó con democratizar la Unión Soviética y le debemos nada menos que la finalización de la Guerra Fría y la esperanza –bien lo recuerdo, no sin emoción– de que sería posible  fundar una  casa común desde Lisboa a Vladivostok. 
     Para quienes vivimos desde jovencitos bajo la amenaza de la destrucción mutua asegurada y  tuvimos tiempo de hartarnos de la sórdida confrontación entre el mundo comunista y el mundo presuntamente libre, fue un gran hombre, un visionario, un tipo valiente y , con todas sus peculiaridades, un modelo de humanidad militante. Él sí que le dio “una oportunidad a la paz”, y no precisamente a una paz miserable, pues imaginaba que, libres de la piedra de molino de los gastos militares desbocados, los pueblos podrían acceder a niveles de vida nunca vistos.
      Sin embargo, de acuerdo con las encuestas, los rusos no lo recordarán con cariño sino con aborrecimiento, prefiriendo con mucho al horrible Stalin. Le consideran responsable de la penosísima década de desesperación resultante del derrumbamiento del imperio soviético. Sería mucho pedir que se olvidase fatídica imposición del abecé neoliberal. Él lo empezó todo, luego él tuvo la culpa de todos los males que se abatieron sobre la indefensa población. Que el proceso se le fue de las manos, esto está fuera de discusión, como también, al menos para mí, que la desgracia colectiva que siguió al derrumbamiento debe recaer, si la cosa va de personalizar y simplificar, sobre el borracho Yeltsin. Por no hablar  de la artera mano del salvaje capitalismo occidental. Que cada palo aguante su vela.
      Gorbachov fracasó, y con él nosotros, a juzgar por los resultados. Está claro que, de haberlo querido, dada la naturaleza de su poder, podría haber aplastado a sus oponentes como si fueran cucarachas. Creo sinceramente que le honra no haberlo hecho, pero el precio ha sido altísimo: su contención moral se entiende ahora como mera ingenuidad ante Occidente,  un pecado que difícilmente se va a repetir. 
     Gorbachov  no imaginó que Estados Unidos faltaría deshonrosamente a su palabra con la metódica y prepotente ampliación de la OTAN. Exactamente como si desconociese los modos y costumbres de la superpotencia, o como si creyese que su buena voluntad pudiese modificarlos en sentido positivo por magia o simple contagio. Putin tiene  bien aprendida la lección, pues pasó hambre en su juventud, y además le dieron un repaso ampliando la OTAN  bajo sus narices y tomando a guasa todas sus propuestas constructivas y todas sus advertencias de 2008 en adelante. Me refiero a la misma lección que recibieron los chinos, quienes difícilmente se avendrán a  repetir un experimento como el de Gorbachov. En definitiva, el mundo sería distinto, mucho mejor, si Gorbachov hubiera ganado la partida. Ni siquiera han sobrevivido sus acuerdos para limitar y desmantelar las armas nucleares de largo y de corto alcance, ya enviados a la papelera de la historia por Bush Jr. y Trump, a manera de avance de la funesta guerra que actualmente nos desvive. 
     Nosotros, en España, tuvimos suerte: cuando se llevó a cabo la Transición seguía vigente el capitalismo de antaño, todavía vacunado contra los excesos que forman parte de su ADN (de ahí que nuestra Constitución posea valiosos mimbres sociales). Caso distinto el de la Unión Soviética y el de todas las partes en que se descompuso.  La compleja operación tuvo lugar en plena galopada del capitalismo salvaje. De ahí el tremendo desprecio por el bienestar de los pueblos involucrados. De ahí la castración general a mayor gloria de unas élites  que se pusieron rápidamente en sintonía con el espíritu  predatorio de  los centros de poder occidentales. Que los muertos quedaran sin enterrar, que la gente pasase hambre, que la esperanza de vida cayese en picado, ¿eso a quién le importaba? No desde luego a los inversores y traficantes occidentales. Hubo algunas ayuditas muy publicitadas, pero la cosa iba de aprovecharse de la debilidad de los ex componentes del Estado soviético, esto en grado de humillación.  
      Ojo, dijo George Kennan, mucho ojo habría dicho Keynes, porque Rusia, el país más grande del mundo, no iba a permanecer de rodillas para siempre. Ni caso, por ignorancia o maldad, ya da igual. ¡La horrorosa y demencial guerra de Ucrania! Hemos entrado en una nueva era,  muchísimo más peligrosa que la Guerra Fría. Como diría el viejo Séneca, Gorbachov ha tenido la suerte de irse antes del desenlace.