sábado, 30 de noviembre de 2013

EN NOMBRE DE LA LIBERTAD

 Se anuncia una nueva regulación del derecho de huelga, por parecer insuficiente la regulación de 1977… Se anuncia una ley de seguridad ciudadana de corte dictatorial, llamada “anti 15M” o “patada en la boca”. Las dos propuestas de signo anticonstitucional se justifican en nombre de “la libertad”.
   Claro que no hay en ello ningún misterio, por tratarse de una especie de tic de los lacayos de la Bestia neoliberal, que dieron en emplear maniáticamente de la palabra “libertad” allá por los años setenta, listeza que les allanó todos los obstáculos y que les permitió seducir a millones de sus víctimas potenciales.
    Al mostrar sus cartas represivas, el gobierno nos da cuenta, involuntariamente, de lo poco que se fía del “milagro económico” que hoy vocea a los cuatro vientos. Va a seguir torturándonos con sus medida antisociales. De ahí que pretenda blindarse contra huelgas y protestas, pues no le basta con hacerse el sordo.
    Nadie sabe lo que va pasar. El gobierno, tampoco. El proyecto de ingeniería social que estamos sufriendo, aunque calcado del sufrido en otras latitudes, no deja de ser un experimento y él un aprendiz de brujo.
    Al gobierno le toca operar cuando ya nada bonito puede prometer, en plena crisis, cuando la gente ya está con el agua al cuello y de vuelta de todos los sofismas de las escuela neoliberal. En su momento, la señora Thatcher pudo prometer a sus fieles un “capitalismo popular” y una “sociedad de propietarios”. Claro que no para todo el mundo, pues dijo abiertamente que lo que le podía pasar al 30 por ciento de la población, entendida como rémora, le importaba un carajo. Sobre este principio se basó la "revolución conservadora". De buenas a primeras, haciendo suyo el salvaje egoísmo predicado por dicha señora, la clase media se unió a la fiesta, para ser devorada a continuación. Muy triste todo,  y muy visto también.
    Ahora nos toca a nosotros. El famoso “que se jodan” de la señora Fabra ya no se aplica en exclusiva al 30 por ciento menesteroso, sino al 90 por ciento de la población. La clase media española, resultado de décadas de esfuerzo sostenido, se ve, de pronto, ingenua de ella, a los pies de los caballos. Y por eso no tiene nada de sorprendente que el gobierno urda normativas encaminadas a dejarla en el sitio. Los nuevos resortes represivos no apuntan a los gamberros, sino a las gentes normales de todas las edades que hemos visto ponerse en huelga ante la perspectiva de verse catapultadas a la indigencia, o manifestarse pacíficamente, cargadas de razón, en las calles de nuestras ciudades. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

HABLA ZAPATERO: EL ARTÍCULO 135


    En agosto de 2011, por la puerta de atrás, el señor Zapatero se puso de acuerdo con el señor Rajoy para lo que yo considero una repulsiva manipulación del texto constitucional, concretada en el artículo 135, por el cual se santifica lo que ellos llaman “estabilidad presupuestaria”, que no es otra cosa que asumir el mandato de dejar el déficit del Estado prácticamente reducido a cero, a lo que se añade el compromiso de pagar a los acreedores extranjeros en primer lugar, aunque ello implique hundir en la pobreza al conjunto de la ciudadanía. El artículo me produce náuseas, por la forma en que fue injertado en la Constitución, sin atender a las formas ni a la coherencia que esta debe forzosamente tener, y por su contenido, ciertamente odioso, por antisocial y antipatriótico.
   Ahora el señor Zapatero nos dice, en una entrevista concedida a El País, que la suya fue una “iniciativa cautelar” y que si no la hubiera tomado España habría sido entregada a un gobierno tecnocrático, presidido por un Monti… ¡Válgame Dios! Preguntado sobre si la “iniciativa cautelar” de marras le fue impuesta desde fuera, contesta que fue de su propia cosecha, “completamente autónoma”. Con lo que queda convenientemente ocultado el oscuro poder que nos chantajeó, obviamente decidido a seguir chantajeándonos de aquí a la eternidad.
    Se concluye que, al tiempo que cedía a instancias ocultas, poniéndonos a los pies de los caballos, el señor Zapatero se puso a cubierto de que dichas instancias antidemocráticas le segaran la hierba bajo los pies. A lo que hay que añadir que, para la salud de nuestro régimen constitucional habría sido mejor que diese la cara por nosotros y obligase a dar la cara a quienes han decidido  hundirnos en la miseria. Y por cierto que si el PSOE sigue tolerando ese artículo infame, no habrá renovación que valga. La famosa “izquierda responsable” acabaría retratada como la izquierda más servil de todos los tiempos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

DESPLUMADOS



    La presente crisis está siendo utilizada con maestría por quienes se han puesto de acuerdo para cambiar nuestro modelo de sociedad y para reconducirnos a patadas al siglo XIX. No es una simple crisis económica, es algo mucho peor, es  un “trabajito” de ingeniería social encaminado a aherrojarnos al capitalismo salvaje. Por eso se actúa por etapas, mezclando las lindas palabras con los hachazos.
    El presidente Rajoy acaba de darnos las gracias por nuestros sacrificios, como si hubieran sido voluntarios, como si hubieran servido para algo, como si hubiera llegando el momento de dar las gracias tras haber llegado todos a buen puerto. Mientras se anuncian nuevos hachazos, a padecer, como viene siendo norma, por la parte más débil, parece hasta de mal gusto que nos den las gracias.
    Ya hemos llegado al punto de abaratamiento tal que diversos buitres de por aquí y de por allá se interesan por nuestros suculentos despojos, lo que pone en éxtasis al gobierno, decidido a vendernos como zanahoria lo que desde abajo tiene las trazas de un saqueo.
    Entra dentro del guión ensañarse, con aires tecnocráticos, con la población, según el mandato número uno del capitalismo salvaje (el pez grande se debe comer al más chico), mandato que han hecho suyo los peces gordos, también la ONCE, a la que yo suponía una organización benemérita, hoy dispuesta a pasaportar a la indigencia a los trabajadores del servicio de lavandería hospitalaria del que acaba de apoderarse.
   Todo esto está muy visto. Primero se traficó, en plan capitalismo de amiguetes, con las joyas de la abuela, ahora se trafica con nuestro abaratamiento. De traficar con aquellas joyas, ya dilapidadas, los genios de este negocio han pasado a traficar con los servicios públicos, un jugoso mercado cautivo para presuntos campeones de la competitividad y emprendimiento, expertos en los negocios facilones a cuenta del indefenso contribuyente. Si este pide ayuda, se le ponen toda clase de trabas, y quizá le caiga alguna migaja. Si aquellos piden ayuda, ya es otra cosa, pues el Estado, tan mínimo él, ha cambiado de manos y está a su servicio.
    Como la educación, la sanidad y las pensiones son grandes negocios potenciales para quienes no han pasado de la cultura del ladrillo, ya vemos lo que está pasando y sabemos lo que va a pasar, como lo saben los profesionales de las puertas giratorias y del régimen de sobornos establecido a nuestras espaldas.
    El gobierno cree que, aprovechando su mayoría absoluta, puede dar el golpe de gracia al modelo social preexistente, pisando el acelerador de las reformas. Como no puede decir adónde apunta todo esto –a desplumarnos en beneficio de la pella oligárquica local y transnacional–, sólo puede hacer lo que otros han hecho en estos casos: mentir, hacer gala de una sensibilidad reptiliana, entregar su conciencia a expertos como Arriola, y poner a punto, a ser posible en nombre de la libertad, un sistema represivo-disuasorio  digno de una dictadura o de un mandarinato.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿HACIA UN PERÍODO CONSTITUYENTE?


    ¿Cómo salimos de este atolladero, de este  tétrico sacrificio a los intereses oligárquicos locales y transnacionales? La paciencia de mucha gente se ha agotado.
   Oigo hablar de que es preciso abrir un “proceso constituyente”, pero no hay acuerdo sobre sus alcances. Para UPyD, se trata de abrirlo con la intención de “refundar el Estado”, con propósito de poner coto a la deriva del llamado nacionalismo periférico. Para otros, se trata de regresar al punto de partida, con ánimo de establecer una República, un sueño que, visto lo visto, empieza a cobrar forma en el ánimo de quien menos te lo esperas. Y los clásicos lo tienen claro: Julio Anguita cree posible que tengamos una República dentro de un par de años, José Luis Centella usa la palabra “pronto”.  
   Durante el cónclave del PSOE también se habló de modificar la Constitución, para introducir algunos principios que no están explícitamente fijados  en ella y para dar lugar a un Estado federal, suponemos que asimétrico, satisfactorio para los nacionalismos periféricos.
   Como vemos, la idea de meterle mano a la Constitución está en el aire. Sin duda, guarda relación con el terrible desencanto con respecto a los merecimientos de la Transición que aqueja quienes tienen que vérselas día a día con las amargas realidades. Dicho desencanto, muy justificado, excitado por la sordera gubernamental, da alas al deseo de rehacer el sistema, de arriba abajo o en parte sustancial.
     Es muy comprensible, claro, pero me temo que estemos a punto de meternos en un lío, por falta de consenso, y por una mezcolanza de temas y de voces, siendo obvio el peligro de perder de vista el verdadero problema, que no es otro que el encontrar la manera más inteligente de hacer frente a la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está arrastrando a las crueles coordenadas maltusianas  y ricardianas del siglo XIX.
   Seré sincero: la situación me parece tan dramática que no considero oportuno meternos en un debate constitucional, ni total ni parcial. Pues solo contribuiría a dividir a quienes nos oponemos al presente estado de cosas y a marear y amedrentar a millones de votantes, eventualidad que, a no dudar, aprovecharía el PP, el cual, en franco contraste con los descontentos, afirma que no se trata de modificar la Constitución (aunque ya lo haya hecho en connivencia con el PSOE, como se refleja en el infame artículo 135). La situación nos obliga a reflexionar.
    La Constitución de 1978 tiene sus defectos, desde luego, pero no se crea que es tan sencillo escribir la Constitución perfecta. Además, ¿estamos tan seguros de que el problema radica en su espíritu y en su letra? A mi juicio, el problema radica en su desarrollo, en el uso que se ha hecho de ella, e incluso en el olvido de algunos de sus párrafos más enjundiosos.
    Y por otra parte, ¿estamos seguros de que, activísima todavía la Bestia neoliberal, no podríamos ver laminados precisamente los artículos de mayor contenido social, escritos cuando todavía regían en el mundo los principios que justificaron la creación del Estado de Bienestar y la construcción de la clase media? Dada la actual correlación de fuerzas, bien podríamos ir a por lana y volver trasquilados.
    Aparte de que nos ha servido para entendernos, como texto de referencia común, la Constitución de 1978 tiene potencialidades inexploradas.  Fue escrita –insisto– antes de que la Bestia neoliberal levantase la cabeza.
    Después de haber contribuido a la redacción del texto constitucional, habiéndolo hecho suyo aunque no le gustase del todo, Manuel Fraga hizo notar que se podía hacer “lectura socializante” de esta Constitución.  Lo que nos indica que puede ser de suma utilidad contra la Bestia neoliberal. Porque nada tiene de neoliberal, con la sola excepción del artículo 135, calzado en el texto con nocturnidad y alevosía en  agosto de 2011. ¿Por qué no se ha hecho esa “lectura socializante”? Por la deriva de todo el sistema político hacia las coordenadas del neoliberalismo con la inestimable colaboración de lo que se dado en llamar “izquierda responsable”…
    Por lo pronto, haríamos bien en exigirles al PSOE  y al PP que se comprometan a eliminar cuanto antes ese artículo 135, cuya sola presencia prostituye el documento y deja el destino de los españoles en manos de usureros de por aquí y de por allá. El solito convierte nuestra Constitución en papel mojado, e invita introducir en ella, morbosamente, del mismo artero modo, tal o cual capricho particular, como puede invitar a arrojarla en bloque a la papelera de la historia. Borrado ese artículo, la Constitución recuperará su seriedad y su utilidad,  ahorrándonos, sin duda, muchos disgustos.
    Como los ánimos están encrespados y la situación es insoportable, hay que tener cuidado con las subidas de testosterona y con los errores de cálculo. No olvidemos que nos encontramos ante un asunto de poder. O la Bestia neoliberal o nosotros. Y para salir bien librados no podemos dividir nuestras fuerzas, ni tampoco ir por la vida atacando a diestra y siniestra. Con esto quiero decir, en primer lugar, que la cuestión Monarquía o República no es ahora lo principal.
   La pelea entre republicanos y monárquicos haría las delicias de la Bestia neoliberal, tanto más campante cuanto mayor sea la división y la ingenuidad de sus oponentes. Idealizar la República podría ser, a la luz de nuestra experiencia, tan pueril como idealizar a la Monarquía. Y como este es un asunto de poder, creo que lo primero de todo, antes de emprenderla contra el Trono, es averiguar de qué lado están don Juan Carlos y su hijo.
   La Monarquía pudo ser instaurada y pudo mantenerse sobre el principio de que daría cobertura a todos los españoles y no sólo a la mitad. Y su perduración depende ahora de que la veamos y la sintamos de nuestra parte. Si el rey y su hijo se avinieran a utilizarla como simple herramienta de los intereses oligárquicos, entonces sus días estarían contados, como ellos son los primeros en saber. Entiendo, por lo tanto, que no es nada inteligente amenazarles en vano y ponerlos a la defensiva  antes de saber de qué lado están, algo que, en rigor, a pesar de algunos detalles inquietantes, no es evidente en estos momentos. Sería una torpeza poner a la Monarquía en la acera de enfrente, a priori, sin darle ocasión a expresarse con la debida formalidad. Porque, como he dicho, estamos ante un asunto de poder, siendo de sentido común unir fuerzas.
    En la  misma línea, diré que no me pareció feliz que en el cónclave del PSOE se eligiese este momento para plantear secamente la plena separación de la Iglesia y el Estado. Que esta es una de las asignaturas pendientes ya lo sabemos. Pero hay que andar con cuidado en este tema,  pues,  insisto en ello, nos encontramos ante un asunto de poder. Y a nadie se le oculta que no es lo mismo contar con el apoyo de la Iglesia que con su enemiga. Y que, como en el caso de la Monarquía, no conviene guiarse por prejuicios, sino por hechos, por los hechos de hoy  y de mañana, ¿Está la Iglesia de parte de la Bestia neoliberal o en contra?
     Dar pábulo a las tendencias anticlericales  podría tener por desdichada consecuencia segar la hierba bajo los pies de los católicos que se oponen a dicha Bestia, encabezados, en estos momentos, por el papa Francisco. Tal y como están las cosas, me parecería una torpeza, ya se trate de perpetrarla por unos miles de votos, por una cuestión de principios, por viejas pendencias, o simplemente para encubrir una falta de iniciativa en el verdadero campo de batalla.
   En resumidas cuentas, atendiendo a la correlación de fuerzas en España y en el mundo, atendiendo a nuestros antecedentes históricos, creo que sería un error entregar graciosamente a la Bestia neoliberal el usufructo de la Constitución, de la Monarquía y de la Iglesia. ¿O cree alguien que se podrá hacer frente a la  oligarquía chantajista  en plan adánico? ¡No seamos ingenuos! Sin Constitución, metidos en la batalla entre monárquicos y republicanos, subdivididos a su vez en facciones, metidos en una pelea entre católicos y no católicos, amedrentada y confundida la gente, contando con la cortedad de nuestro ejercicio democrático, ¿cuál sería nuestro destino? 

viernes, 15 de noviembre de 2013

MADRID: LA LECCIÓN DE LA BASURA


    Resulta que Madrid, una ciudad con fama de limpia desde los años cincuenta, sorprende a propios y extraños, amaneciendo cada mañana con más basura en sus calles. Se trata de un caso de lo más instructivo.
      En estricta aplicación del catecismo neoliberal, se procedió –sin consultar a la población– a privatizar la gestión de la limpieza y cuidado de las calles y los parques, según el dogma de fe de que sería estupendo para el servicio (“más barato y mejor”). Y naturalmente, los beneficiarios fueron varios gigantes del ladrillo (OHL, FCC, SACYR), grandes emprendedores, felices de hacerse con tan formidable mercado cautivo, felices de que se les diera la oportunidad de hacerse pagar por el contribuyente. Y es que la jibarización del Estado de Servicios tiene ese encanto añadido. El Estado no desaparece, pero se convierte en una empresa de servicios para cualquier pez gordo que se precie.
     Luego, en aplicación del mismo catecismo, van los empresarios agraciados  y acometen contra sus empleados, decididos a echar gente, a bajar los salarios, a prolongar las jornadas de trabajo y otras sevicias propias del capitalismo salvaje.
    Los empresarios no negocian con sus empleados: con modos de proxeneta, se los llevan por delante, esto con el beneplácito del gobierno y de los hombres de negro. Después de mucho pensárselo, los trabajadores van a la huelga, y las calles y los parques se llenan de basura. Si ceden se verán reducidos a la indigencia.
   La primera reacción de la alcaldesa fue declarar que este no es un asunto del Ayuntamiento, sino de las empresas adjudicatarias con sus trabajadores,  un asunto privado. Una respuesta de manualito neoliberal,  pues de lo que se trata es de lavarse las manos, de dejar hacer al mercado y, sobre todo, de no tomar partido por la parte más débil ni por los ciudadanos en su conjunto.
    La basura que se acumula en las calles de Madrid nos pone ante el egoísmo galopante de los empleadores, ante la burricie del modelo neoliberal; en suma, nos ilustra sobre lo que cabe esperar de él.
   La basura se ve a primera vista, y además se huele, a diferencia de lo que ocurre,  por ejemplo, en el campo de la sanidad o de la educación.  La basura nos pone ante las maravillas del modelo neoliberal, y ello con más elocuencia que tales o cuales libros o artículos.
   Y no me parece casual que la gente, en lugar censurar a los huelguistas, se vuelva contra el Ayuntamiento, convertido en simple pararrayos de empresarios de otra galaxia. La gente apoya a los trabajadores, se identifica con ellos, se solidariza con ellos. Al menos, es lo que hago yo, que también los admiro, por su defensa de los derechos de todos los trabajadores, pensando en el esfuerzo sobrehumano que están haciendo para no ceder al chantaje empresarial y gubernamental. No sería mala idea salir “de paseo” todos por estas calles, en señal de apoyo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

ESTO MARCHA…


   España vive un momento “fantástico” (Botín), es motivo de “admiración en el mundo entero” (Montoro). El gobierno ha hecho un gran trabajo (Van Rompuy). Hasta el príncipe se ha sumado a este canto enervante. 
     Resulta muy desagradable que a uno le metan un chute de optimismo que no ha pedido, y peor aun en este caso,  pues se nos quiere dar a entender que los recortes han sido un acierto, una manera de celebrarlos y, se supone, una manera de preparar los ánimos para los recortes que vendrán a continuación.
    No somos el primer país que sufre este proceso regresivo y destructor, siempre punteado con loas a tales o cuales parámetros macroeconómicos, loas que nunca han faltado en los sucesivos atropellos contra la gente y los bienes públicos. Por lo que ya deberíamos estar avisados.
   No deja de ser el colmo que desde las alturas se tenga la pretensión de imponernos el catecismo del capitalismo salvaje cuando ya se sabe lo que da de sí, el daño que hace. Y encima a palo seco. Obviamente, ya no se puede hablar del “capitalismo popular” y de la “sociedad de propietarios”, en plan promesa, como hacían Reagan y Thatcher. Ahora todo se hace porque sí, sin dar explicaciones, salvo eso de la “sostenibilidad”, que obviamente no rige para los parados ni para los dependientes, ni para los jóvenes ni para los pensionistas.
    Cuando ya medio mundo está en guardia y buscando alternativas al capitalismo salvaje, cuando Estados Unidos, padre del modelo, se encuentra metido en un callejón sin salida, con una deuda colosal y una desigualdad social aterradora, cuando Europa, ya americanizada, ha perdido el norte, nuestros gobernantes, sin una sola idea propia en la cabeza y sin asomo de personalidad, van y toman  al pie de la letra el catecismo neoliberal y neoconservador… con retraso, a destiempo y a ojos cerrados, decididos a aprovechar esta crisis para cambiar nuestro modelo de sociedad.
    Nuestros señores ministros, sordos como una tapia, pendientes de las puertas giratorias y no de los intereses comunes, no se andan con pequeñeces. Están dispuestos a sacrificar, de una sola tacada, con visible complacencia, la legitimidad democrática, la cohesión social y la propia soberanía, todo ello con tal de dar plena satisfacción al 1% de la población y a sus asociados transnacionales, gentes decididas a vampirizarnos en toda la regla y que, desde luego, no sirven a ningún pueblo, sino exclusivamente a sí mismos. No es de extrañar que haya diversos Adelsons merodeado nuestra sanidad, nuestra educación, nuestras pensiones y hasta el canal Isabel II. Pero a mí no se me puede pedir que me alegre por la adquisición de una planta de enlatado de conservas, ni con la perspectiva de que el estadio Santiago Bernabéu se convierta en el Bill Gates Stadium.