martes, 26 de agosto de 2014

AMAR A TU GENTE

    En España hemos tenido la suerte de que la oposición al ya degenerado establishment político  no proceda de la extrema derecha  extraparlamentaria sino de ese fenómeno novedoso y todavía impreciso llamado Podemos, una variante política del diverso movimiento de los indignados. Aquí no hay posibilidad alguna de que surja una extrema derecha tipo Le Pen,  aunque pueda haber quien lo crea y quien lo intente.  Uno de los efectos saludables de Podemos es  haber desactivado el peligro de que esa planta venenosa encontrase donde arraigar, al poner de manifiesto la sensibilidad y la educación de los españoles indignados, para nada compatibles con ningún sucedáneo vernáculo del lepenismo.
     Lo que acabo de decir obedece a mi visión de las cosas, clásica en este punto, pues entiendo que Podemos y el 15-M son nítidamente de izquierdas. Entiéndase, por lo tanto, mi extrañeza cuando reparo en que los portavoces de ambos insisten en que la dialéctica izquierda/derecha pertenece al pasado. ¿Obedece esta anomalía al rechazo que se han ganado a pulso el PSOE y el PP? ¿Debo entender que en su caída estos gigantes putrefactos han arrastrado consigo al sumidero de la historia esa dialéctica, sin la cual me parece imposible orientarse en el espacio político? ¿Debo ver en ello la influencia nefasta de la filosofía posmoderna? ¿Será que las generaciones más jóvenes se han tragado el anzuelo de los tecnócratas y de los charlatanes del fin de la historia a ellos asociados? ¿Será que abundan las personas que creen que se puede ser a la vez de izquierdas y de derechas? ¿Será que la mala memoria ha ocultado que tanto Franco como Hitler presumían de estar por encima de esa dialéctica?  ¿Será que algunas cabezas pensantes consideran que la indefinición puede permitir arramblar con los famosos votos del centro y rebañar los de los de quienes se asustan de sentirse a la izquierda?  ¿Será que estas cabezas pensantes  quieren que nos olvidemos de sus orígenes intelectuales y de la historia de la izquierda? ¿Un poco de todo, quizá?
        Me ha llamado la atención que Pablo Iglesias afirmase que  “lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: Tiene que ver con amar a tu gente”. Dicho así lo suscribiría a ojos cerrados, pero no sé si el contexto me autoriza a ello. Considero que, en efecto, aquí de lo que se trata es de “amar a tu gente”, lo que en buena ley debería ser el mandato número uno tanto de la izquierda como de la derecha en un país civilizado. En efecto,  hay que poner –queremos poner–  en la cima de nuestra escala de valores al ser humano, única manera de acabar con la galopada neoliberal, por definición antihumana.
     Espero que por “amar a tu gente” no se me esté dando a entender que solo debo amar (o respetar) a los míos. También tengo que amar (o respetar) a los otros, si quiero seguir viviendo en una sociedad abierta, si quiero vacunarme contra las dialécticas amigo/enemigo, amo/esclavo y contra cualquier deriva totalitaria robesperiana o estalinista.
      Por lo demás, aparte de esa declaración general de corte humanista, bajando al plano de la actividad política, creo que la dialéctica izquierda/derecha sigue operativa, y que no se desmonta por el simple método de establecer un nuevo principio, por ejemplo la oposición entre el pueblo y la casta, con el que solo se consigue simplificar el asunto.  Y una cosa es declararse paladinamente ni de izquierdas ni de derechas en el seno  del 15-M, que es un movimiento difuso, y otra hacerlo desde Podemos. Lo que en el contexto del 15-M es, ante todo, un fenómeno en bruto, en el caso de Podemos es una definición política en toda la regla.