viernes, 21 de abril de 2017

HACIA UNA EDAD OSCURA

     Primero, Trump lanza 59 misiles tomahawks contra la base siria de Shairat. Con la honrosa excepción de Bolivia, las cancillerías occidentales se apresuran a felicitarle, Francia y el Reino Unido con un entusiasmo que da mucho que pensar. Ahora sí, dice un reputado comentarista norteamericano, Trump actúa como un verdadero presidente... Da igual que se salte la ley, que no se atenga a los procedimientos de la ONU ni del Congreso. Todos aplauden, también los congresistas a los que no consultó.
    ¿Se sabe a ciencia cierta quién gaseó a la población de Shijún? No, claro que no, pero eso carece de importancia, en el sobreentendido de que la culpa la tiene Al-Asad, el malo que ha sucedido a Sadam Husein y a Muhamar Gadafi, el siguiente en la lista fatal. De modo que, ya repartidos los papeles, se entiende que Trump, urgido por su hija, espantada ante los horrores mostrados por la tele, haya actuado rápido, de corazón, en defensa de los inocentes niños asesinados en Shijún… No viene al caso, para no arruinar el cuadro, recordar a  los 68 niños chiítas que murieron en Alepo el 16 de abril, víctimas de la aviación “aliada”.
    Segundo, una semana después de los 59 tomahawks, Trump lanza la “madre de todas las bombas” contra el distrito de Achin, en un remoto confín de Afganistán, lo que acapara todas las portadas como hecho consumado y sin comentario crítico alguno. No es normal esta bomba, que no deja nada en pie en un radio de un kilómetro y medio. Más aplausos. Se encomia la decisión de Trump, se da por demostrado que tiene lo que hay que tener. ¿Cuántos civiles, cuantos inocentes pillados entre dos fuegos han resultado muertos o heridos? ¡Tardaremos  meses en averiguarlo!  Pero lo que ya sabemos es que hemos entrado en una fase de total desprecio por la vida humana, siendo lo verdaderamente terrible y decisivo no que unos fanáticos acorralados la pisoteen sino que tal inmoralidad haya devenido en norma de las más altas instancias planetarias, empeñadas, además, en hacernos cómplices a todos. Encima, la cosa, más que de acciones inteligentes, más o menos encaminadas a un fin inteligible, va de mensajes intimidatorios. Si Trump es capaz de lanzar esa megabomba, ¿de qué no será capaz? Así, pues, nada que objetar, todo le parece bien a la clase opinante.
    El vicepresidente Pence anuncia  en relación a Corea del Norte que la “paciencia estratégica” heredada de Obama ya no rige. Cierto portaaviones que nos habían dicho que se encontraba en aguas coreanas, iba con rumbo a Australia, pero da igual, porque es como si ya estuviera ahí a punto de entrar en acción. La imaginación se excita, al punto de que nadie se sorprenderá si de pronto sucede algo muy gordo. El teatro de operaciones es vastísimo, y va camino de ampliarse: el secretario de Estado, Rex Tillerson, ex presidente de Exxon-Mobil, da por caducados los acuerdos suscritos con Irán.
    ¿Qué pensar de todo esto? Mucho me temo que Nietzsche tenía razón cuando afirmaba que el poder atonta. Con tremendos problemas internos, en trance de tener que reconocer que no puede mandar como le gustaría, Estados Unidos, un país endeudado hasta las cejas, da claras muestras de un comportamiento errático y saca a relucir modales de matón, fiándolo todo a su poderío militar. Y digo Estados Unidos por cortesía o por un mal hábito, pues obviamente nada de lo que está pasando sirve los intereses del pueblo norteamericano propiamente dicho. La cosa va de los intereses de una elite ni siquiera unánime y de las apetencias de los  empresarios de la muerte, por no mencionar a los manipuladores de la opinión pública que forman parte del equipo, expertos en lanzar mensajes por medio de misiles, bombas y ostentación de sentimientos patrióticos y “humanitarios”.
     Sería un poco ingenuo creer que la falta de luces y la voluntad depredadora que destruyeron la cohesión social en Estados Unidos puedan ofrecer soluciones sensatas a  los gravísimos problemas que la humanidad como un todo tiene planteados. Si el cambio climático le importa un carajo al equipo de Trump, si ya se ha metido en una escalada militar, ya no queda sitio para la esperanza de que la llamada “potencia hegemónica” entre en razón. Estados Unidos lleva años dilapidando su credibilidad, una locura desde cualquier punto de vista. ¿Es  normal que la credibilidad de los señores Putin y  Xi Jimping aventaje considerablemente a la del inquilino de la Casa Blanca? Es trágico, una mala señal, una indicación de que lo peor está por llegar.

domingo, 9 de abril de 2017

SIRIA: 59 MISILES TOMAHAWK

    ¿La andanada de misiles lanzados contra la base siria de Shairat  debe entenderse como una acción puntual o como el principio de una escalada? En el actual estado de podredumbre generalizada  puede suceder cualquier cosa. Téngase en cuenta que Siria, como Irak o Libia, era una de las piezas a cobrar, como no se puede olvidar que al atacar a Siria Estados Unidos está jugando con fuego bajo las barbas de Putin.
    Confieso que estos días he llegado a tener el alma en vilo. Curiosamente, la sangre me volvió al cuerpo gracias a uno de los mensajitos del señor Trump. Obligado a dar cuenta del hecho de que los misiles no habían dañado la pista de la base enemiga, el gran hombre explica que no valía la pena destruirla, por ser barata y fácil de reconstruir.
    A partir de este mensajito presidencial cobraron cierto sentido otras noticias poco divulgadas. Por lo visto, no pasó nada irreparable porque Trump avisó a Putin del ataque. La base fue desalojada a tiempo; los sistemas antimisiles rusos fueron desconectados. De los 59 misiles, solo dieron en el blanco 23… Todo muy raro, muy teatral, muy inútil y peligroso, aparte de inmoral si pensamos en las leyes vulneradas y en las “víctimas colaterales” de las que nadie habla.
    Me asquea, una vez más,  la cobardía de las cancillerías occidentales, capaces de apoyar unánimemente el lanzamiento de los susodichos misiles, una acción “proporcionada”, nos dicen sin ruborizarse, al ataque con gas sarín que se abatió sobre el pueblo sirio de Jan Shijún.
    Dichas cancillerías dan por bueno, para mi pasmo, que el presidente Trump lance sus misiles sin pruebas sólidas, sin consultar al Congreso y sin recabar la autorización de la ONU.  Por lo visto, a estas alturas el derecho internacional no vale el papel en que ha sido escrito. Estados Unidos puede atacar a un país soberano cuando le apetezca. Y la política de la represalia indiscriminada ya ha echado sus criminales raíces en la mentalidad de millones de mis contemporáneos. Que paguen justos por pecadores se considera normal. Lo que es una manera de proteger a los auténticos criminales y de dar lecciones de inmoralidad urbi et orbi.
    Sobre lo acaecido en Jan Shijún nada sabemos a ciencia cierta, lo que trae a la memoria pésimos recuerdos. Se diría que lo de menos es aclarar los hechos y encontrar a los culpables. Se habla de 87  víctimas del gas sarín, entre ellas 20 niños. Lo que se lleva es jugar con el horror, echarle la culpa a Bashar al-Asad, dar por no oída la versión de los rusos y clamar justicia al Gendarme Mundial, de cuya limpieza de corazón sería un crimen dudar. Bashar al-Asad y Putin habrían engañado al mundo, fingiendo la destrucción del arsenal químico sirio hace un par de años. La prueba, en Jan Shijún.
     Nuestros primates y los grandes medios de comunicación occidentales no dirán una sola palabra sobre el frecuente empleo de gases venenosos por parte de los yihadistas, ya documentado a finales del año pasado,  no preguntarán quién se los dio, no harán el más mínimo esfuerzo por poner en negro sobre blanco la complicidad de Occidente con los enemigos de Bashar al-Asad, algunos ciertamente infames, ni entrarán a valorar la coincidencia de lo sucedido en Jan Shijún con una ronda de negociaciones encaminadas a solucionar el drama sirio, ni menos aun se preguntarán si el gaseado de la población tuvo algo que ver con el oscuro propósito de obligar a Trump a retomar la agenda militarista de la señora Clinton. Sobre estas cosas, mejor no hablar.
     No sé gran cosa sobre Bashar al-Asad, pero no creo que sea tan tonto como para usar gases venenosos, como creo que hay gente capaz de usarlos con la exclusiva finalidad de demonizarle. Por lo que leo y oigo, el señor Trump ha recobrado su vigor. Ahora le aplauden hasta sus adversarios políticos. Noam Chomsky ha llegado a decir que, en cuanto deje de funcionarle el truco de culpar a los emigrantes, lo ve perfectamente capaz de inventarse un buen atentado. También podría ocurrir que intente cubrir todas las vergüenzas de su país y de su personal ineptitud a golpes de tomahawk. No sería el primero.