viernes, 6 de diciembre de 2013

¿MONARQUÍA O REPÚBLICA? (II)


  Según las estimaciones de Julio Anguita, podríamos tener una República en un par de años… Hay mucha gente desencantada que, visto lo visto, se apunta al proyecto. Sobre todo gente joven, que viene a sumarse a los veteranos republicanos que dieron su plácet a don Juan Carlos por entender que ofrecía el único puente disponible para pasar del franquismo a una sociedad abierta, personas de mayor edad que hoy se sienten burladas.
    De pronto, como si fuera noticia, unos y otros descubren que don Juan Carlos fue nombrado por el general Franco, lo que se utiliza como argumento supremo contra él, después de las consabidas alusiones a sus amistades peligrosas, al yate, al elefante, al caso Urdangarín y demás. Quien menos te lo esperas, tiene la lista de agravios completa en su cabeza y se irrita al ver una instantánea del rey brindando con altos empresarios.
    Pues bien, sin ignorar esa lista, yo he puesto sobre el tapete la inconveniencia y la inoportunidad de segarle a don Juan Carlos la hierba bajo los pies. ¿Una ingenuidad y una cobardía por mi parte, como me han dicho? Si yo fuera ingenuo en este punto, la situación sería todavía peor de lo que me parece hoy, de peor pronóstico, de peor arreglo.
   Porque, para empezar, mientras IU apunta a una República, el PSOE no, lo que quiere decir que la izquierda acabaría yendo a las urnas en completo desacuerdo en asunto tan capital, metida en una disputa que enturbiaría el ánimo de sus votantes y pondría en fuga a los segmentos más conservadores y timoratos. Es fácil imaginar quién se aprovecharía de ello cumplidamente.
    Estamos ante un asunto de poder y mis detractores, movidos por principios y por sentimientos, no lo tienen en cuenta. Que una República puede ser tan desastrosa como una Monarquía no entra en el razonamiento.
    Se imagina la traída de la Tercera República como un acto de justicia, como algo que debe caer por su propio peso, sin prestar la debida atención a las estimaciones sociológicas, a la pesada inercia, a la correlación de fuerzas, y menos aun a la existencia de elementos extremosos de la derecha que se la tienen jurada a don Juan Carlos por haber traído la democracia liberal,  gentes capaces de guiarse por el principio de que cuanto peor, mejor. ¿Hacia dónde se va por ahí, en tan pésima compañía? Creo que a ninguna parte, a lo sumo a una República más inestable que la de 1931.
    Hay que tener en cuenta que la Bestia neoliberal se ha lanzado al asalto final de este país. Aquí y ahora de lo único que se trata es de pararle los pies, antes de que  nos haya desnacionalizado por completo, antes de que nos encierre entre alambres de cuchillas.
    Pensando en la urgencia de hacer frente a la Bestia, un imperativo de supervivencia, pienso que debemos mantenernos firmes en torno a la Constitución de 1978, lo que implica, obviamente, una negativa a emprenderla contra la Monarquía. Entiendo que, para hacer frente a esa Bestia, lo ideal es que luchemos juntos, con esa Constitución por bandera. Y cuando digo juntos me refiero al monarca también.
    Don Juan Carlos pudo hacerse con una legitimidad que no tenía a partir del punto y hora en que apostó por la democracia y por dejar atrás el franquismo, haciéndose valer como rey de todos los españoles y no sólo de los del bando vencedor. Sobre otra base no habría podido reinar. Enfrentado con el pueblo no habría ido a ninguna parte a pesar del poder omnímodo que formaba parte de la herencia del dictador. Y porque nos trajo la democracia, renunciando a ese poder omnímodo, se hizo acreedor del agradecimiento general. Su actuación, realizada con visión de estadista, fue decisiva. Pues bien, yo creo que la historia le está obligando a una actuación  no menos trascendente. Porque ahora le toca ponerse de parte del pueblo, en contra de la Bestia. Creo que sería una estupidez segarle la hierba bajo los pies simplemente por tales o cuales anécdotas. Una estupidez, porque es una forma de dividir nuestras fuerzas y de empujarle al campo contrario.
    Mis detractores me hacen notar que mi planteamiento es ingenuo, porque, según ellos, a juzgar por lo ocurrido, don Juan Carlos ya se la ha jugado, poniéndose de parte de la minoría cleptocrática que nos está llevando a la ruina. Si así fuese, este escrito mío sería a la vez ingenuo y trágico, esto por descontado, tan ingenuo y tan trágico como lo que he escrito en el post anterior sobre la Constitución de 1978.
   Pero, ¿sabemos ya lo que piensan y lo que se proponen hacer don Juan Carlos y su hijo? Conjeturo que ambos deben estar sopesando las cosas con la vista en el futuro que llama imperiosamente a la puerta. Imagino que ya se han dado cuenta de que la pretensión de “borbonearnos” con unas lindas palabras no tiene porvenir en estas circunstancias de ahogo generalizado.
   ¿De qué lado están y estarán don Juan Carlos y su hijo? Esto es lo decisivo y solo ellos pueden responder. Yo lo único que sé es que las monarquías que traicionaron al pueblo para servir a una oligarquía cleptocrática acabaron mal, merecidamente mal. Me cuesta creer que nuestra Monarquía vaya a caer en una trampa histórica tan obvia. En todo caso, un poco de paciencia; la aclaración no tardará en llegar.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

LA CONSTITUCIÓN DE 1978 (I)


   Mi  post titulado “¿Hacia un período constituyente?” me ha valido algunas críticas, e incluso la acusación de ser ingenuo y  cobarde por andarme con “miramientos” en lo que se refiere a la Constitución, la Transición, la Monarquía y la Iglesia. De modo que me toca volver a las andadas. Empezaré con el tema de la Constitución, cuyo aniversario se celebra este mes.
    Como he dicho, hoy se habla mucho de cambiarla, e incluso de que es demasiado vieja, como si se tratase de una prenda de vestir. Lo que veo y oigo y también las efervescentes críticas que he recibido, todo me reafirma  en la creencia de que es mejor dejarla como está (eliminando, claro, el infame artículo 135).
    Creo que tiene razón el señor Miquel  Roca cuando dice que hoy no existe el consenso suficiente como para acometer la empresa.¿Nos apetece pasar a la historia como autores de una Constitución chapucera, del gusto de una mayoría coyuntural? ¿Sacaríamos algo en limpio discutiendo en esta atmósfera enrarecida?  Creo que no tiene sentido meterse en semejante berenjenal.
    El PSOE apunta a un Estado federal, Izquierda Unida a una República,  UPyD a controlar las derivas autonómicas... Como dice Roca, no hay consenso acerca de lo que conviene hacer. Las discusiones serían dignas de la torre de Babel. Y esto, creo yo, no nos lo podemos permitir en estos momentos, porque nos la estamos jugando.
    El asalto definitivo de la Bestia neoliberal no nos puede pillar sin Constitución, enfrascados en una trifulca de familia. Tenemos a esa fiera encima, azuzada por fuerzas exteriores que disfrutarían de lo lindo al vernos peleados y divididos por cuestiones que no vienen al caso.
      Confieso que  no estoy de humor para meterme en debates en torno a si es mejor una Monarquía o una República cuando amenazan con comerme por los pies. Y no creo ser el único que anda falto de humor. Lo urgente es darle la batalla a la Bestia, y puedo considerar una forma de marear la perdiz y de dar largas a la defensa de este país venirme con ardores republicanos, soberanistas,  centralistas y demás. Y una forma de engañarme, de dejarme indefenso. Esto sin entrar en lo raro que me suena el “federalismo asimétrico”, por no recordar lo que decía Ortega, aquello de que la mejor manera de agravar el problema nacionalista  es  creer que precisamente uno tiene la solución… Ya me veo discutiendo con personas próximas sobre temas que habíamos acordado que no volverían a separarnos.
     No sé por qué motivo tiene que ser de progresistas soñar con una nueva Constitución, habida cuenta de que la Constitución de 1978 es, oh ironía, más progresista de lo que hoy se estila. Otra cosa es que su espíritu haya sido desatendido por quienes tenían el deber de tenerla en todo momento encima de la mesa.
    Y también es más liberal de lo que hoy se estila, por lo que me da grima que se nos vaya a venir encima una losa absolutista de un signo o de otro, a juzgar por las pasiones del momento y por la pulsión de cortar el nudo gordiano que detecto en los discursos de unos y de otros. Me gusta que sea una constitución liberal, sé qué eso es bueno para mí y para quienes no piensan como yo. 
     Y me gusta especialmente porque tiene una interesantísima particularidad: siendo liberal, no es neoliberal, ni es neocón en ningún sentido. Lo que quiere decir que, si arrancamos de cuajo el infame artículo 135, que data de agosto de 2011, puede servirnos de valladar efectivo contra los embates de la Bestia neoliberal. Ese artículo 135 sí que es neoliberal, y de ahí que sea contradictorio con el texto, por lo que, para cualquiera que se la haya tomado en serio, lo preceptivo sea arrancarlo. Y por cierto que todavía no entiendo la cadena de cinismos y cobardías que hizo posible su  intromisión, ni entiendo que todo siguiese andando como si aquí no hubiera pasado nada, como si fuera normal que la Constitución de un país se prostituyese para darle el gusto a unos chantajistas.
   Recuérdese, por favor, que la Constitución de 1978 fue redactada cuando la Bestia neoliberal aun no había mostrado sus poderes. Ni siquiera tuvo ocasión de emponzoñarla. Y recuérdese que, como señalaba Manuel Fraga, posee un potencial “socializante” nada desdeñable. Si dicho potencial no se ha hecho patente la culpa no es de los padres de la Constitución, sino de lo altos dirigentes de PSOE habidos hasta la fecha, responsables de haber sucumbido a las tentaciones de toda clase de puertas giratorias, en absolutos ajenos a que el PP se diera el lujo de emprender su acometida neoliberal. Porque no lo frenaron, porque no le marcaron ningún límite, porque le invitaron a  olvidar el legado de Manuel Fraga como ellos olvidaron el de Pablo Iglesias, porque se dejaron pringar en un negocio contra la gente.  
   Léase con atención la Constitución y se verá que se pronuncia por una redistribución de la renta más justa y equitativa, y que encomienda al Estado la protección de bienes tales como la vivienda, la salud y el acceso a la cultura. Los derechos del trabajador quedan garantizados. Esta Constitución define inequívocamente un Estado social, obligado a intervenir donde hoy el Estado se hace el distraído para mejor operar en función de  intereses ajenos al bien común.
   Las listezas neoliberales no van con esta Constitución; es más, han sido perpetradas contra ella, pasándole por encima. El neoliberalismo es, a la luz del texto y de su espíritu, absolutamente inconstitucional. De modo que sería de lo más estúpido entregársela a la Bestia como si fuera papel mojado, dando lugar a la imperdonable consecuencia de que fuera precisamente el PP el que tenga la ocasión de envolverse en ella después haberla traicionado sistemáticamente con su neoliberalismo de importación. Si penoso sería darle esa ocasión de capitalizar el voto de los ciudadanos amedrentados ante la perspectiva de un cambio constitucional sobre la marcha, penoso sería también darle le menor ocasión de sustituir, en medio de la previsible confusión “constituyente”, el Estado social definido en 1978 por un Estado neoliberal en toda la regla. Es un peligro a tener en cuenta, a juzgar por el artículo 135.
   De modo que, según lo veo yo, más que dejar atrás la Constitución de 1978, más nos vale volver a ella con la debida seriedad, para que nos sirva de motivo de unión entre gentes felizmente dispares, de modo podamos entrarle a la Bestia con unanimidad y determinación, tanto en España como fuera de ella, en el tablero en el que se dirime la partida de la que dependen nuestro porvenir y el de la mismísima humanidad.
    [Debo añadir que Julio Anguita acaba de declarar que las medidas neoliberales que están afligiéndonos son todas ellas anticonstucionales. Tiene razón. Preguntado por La Sexta acerca de lo que haría él si le fuese dado acceder a la presidencia del gobierno, dio una respuesta que vale la pena recordar: "Aplicaría la Constitución".]

lunes, 2 de diciembre de 2013

¿ESTAMOS PERDIDOS?


     Cuando la crisis dio comienzo, fuimos avisados: como no era cuestión de abandonar el euro, el único modo de no reventar en el sitio era que aceptásemos una rebaja espectacular del precio de personas y de cosas. 
    Y de rebajas continuamos, metódicamente, lo que complace a las más altas instancias planetarias y locales,  pues ya entra dinero, y toda clase de buitres se interesan por nuestros despojos, alzándose con los primeros beneficios de la carnicería. El gobierno se muestra especialmente satisfecho y nos da las gracias por los sacrificios realizados, como si hubieran sido los últimos.
    Está claro el modus operandi. Lo que para algunos no está claro es hasta dónde vamos a llegar por este camino. El deseo de volver a la normalidad es muy fuerte, comprensiblemente. El problema es que la Bestia neoliberal no piensa como usted, buen amigo. Si por ella fuese, se comería a la gallina de los huevos de oro de una sola sentada. Si no lo ha hecho ya es porque tiene un cerebro de parásito, que le aconseja proceder por etapas, un poquito por acá, otro por allá. Lo que menos quiere un parásito es que se le muera la víctima.  Cuanto más le dure, mejor. No por otro motivo el drama sucede tan ceremoniosamente, con los imprescindibles formalismos democráticos. Al final sólo quedará la osamenta, una estampa africana.
    Cuando los españoles valgamos un poquito menos que los chinos, habremos llegado al grado ideal de abaratamiento. Pero ya no seremos nosotros. Ya no pediremos justicia, sino piedad.
    ¿Pero es que una cosa así es posible en España, en Europa? Por cierto que sí. La misma Bestia que se nutre con nuestra sangre y la de nuestros hijos, que negocia con la de nuestros nietos y bisnietos, es la que nos ha hablado de “guerras humanitarias”, la misma que ha bombardeado ciudades enteras so pretexto de capturar a un solo hombre, la misma que está expoliando el planeta y hambreando a millones de seres humanos. La misma. Su respeto por el ser humano es nulo, y si pretende convencernos de que lo tiene en alta estima, miente. Por eso es inútil pedirle que retire el maldito alambre de cuchillas.
    Hace no mucho tiempo, las gentes bienpensantes de Europa no se sentían para nada identificadas con los fugitivos del drama africano, con los espaldas mojadas mexicanos, ni con las ratas de río en general, y hasta disfrutaban comprando cosas salidas de talleres esclavistas.  Pero ahora se disipa el espejismo. Resulta que el alambre de cuchillas está un poquito más allá, por este camino. Más pronto o más tarde nos daremos de bruces con él.
   A ver si nos enteramos de una vez de que la Bestia neoliberal no hace distinciones, de que es capaz de dejar morir a millones de personas con la misma frialdad burocrática de los nazis.  ¿Por qué tendríamos que ser nosotros una excepción? “El pez grande se debe zampar al más chico”. El principio también inspiraba a Hitler. La filosofía de fondo es la misma, como la aspiración al dominio total del planeta, como la demencia.  Por eso no me canso de repetir que o la Bestia neoliberal o nosotros. 

sábado, 30 de noviembre de 2013

EN NOMBRE DE LA LIBERTAD

 Se anuncia una nueva regulación del derecho de huelga, por parecer insuficiente la regulación de 1977… Se anuncia una ley de seguridad ciudadana de corte dictatorial, llamada “anti 15M” o “patada en la boca”. Las dos propuestas de signo anticonstitucional se justifican en nombre de “la libertad”.
   Claro que no hay en ello ningún misterio, por tratarse de una especie de tic de los lacayos de la Bestia neoliberal, que dieron en emplear maniáticamente de la palabra “libertad” allá por los años setenta, listeza que les allanó todos los obstáculos y que les permitió seducir a millones de sus víctimas potenciales.
    Al mostrar sus cartas represivas, el gobierno nos da cuenta, involuntariamente, de lo poco que se fía del “milagro económico” que hoy vocea a los cuatro vientos. Va a seguir torturándonos con sus medida antisociales. De ahí que pretenda blindarse contra huelgas y protestas, pues no le basta con hacerse el sordo.
    Nadie sabe lo que va pasar. El gobierno, tampoco. El proyecto de ingeniería social que estamos sufriendo, aunque calcado del sufrido en otras latitudes, no deja de ser un experimento y él un aprendiz de brujo.
    Al gobierno le toca operar cuando ya nada bonito puede prometer, en plena crisis, cuando la gente ya está con el agua al cuello y de vuelta de todos los sofismas de las escuela neoliberal. En su momento, la señora Thatcher pudo prometer a sus fieles un “capitalismo popular” y una “sociedad de propietarios”. Claro que no para todo el mundo, pues dijo abiertamente que lo que le podía pasar al 30 por ciento de la población, entendida como rémora, le importaba un carajo. Sobre este principio se basó la "revolución conservadora". De buenas a primeras, haciendo suyo el salvaje egoísmo predicado por dicha señora, la clase media se unió a la fiesta, para ser devorada a continuación. Muy triste todo,  y muy visto también.
    Ahora nos toca a nosotros. El famoso “que se jodan” de la señora Fabra ya no se aplica en exclusiva al 30 por ciento menesteroso, sino al 90 por ciento de la población. La clase media española, resultado de décadas de esfuerzo sostenido, se ve, de pronto, ingenua de ella, a los pies de los caballos. Y por eso no tiene nada de sorprendente que el gobierno urda normativas encaminadas a dejarla en el sitio. Los nuevos resortes represivos no apuntan a los gamberros, sino a las gentes normales de todas las edades que hemos visto ponerse en huelga ante la perspectiva de verse catapultadas a la indigencia, o manifestarse pacíficamente, cargadas de razón, en las calles de nuestras ciudades. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

HABLA ZAPATERO: EL ARTÍCULO 135


    En agosto de 2011, por la puerta de atrás, el señor Zapatero se puso de acuerdo con el señor Rajoy para lo que yo considero una repulsiva manipulación del texto constitucional, concretada en el artículo 135, por el cual se santifica lo que ellos llaman “estabilidad presupuestaria”, que no es otra cosa que asumir el mandato de dejar el déficit del Estado prácticamente reducido a cero, a lo que se añade el compromiso de pagar a los acreedores extranjeros en primer lugar, aunque ello implique hundir en la pobreza al conjunto de la ciudadanía. El artículo me produce náuseas, por la forma en que fue injertado en la Constitución, sin atender a las formas ni a la coherencia que esta debe forzosamente tener, y por su contenido, ciertamente odioso, por antisocial y antipatriótico.
   Ahora el señor Zapatero nos dice, en una entrevista concedida a El País, que la suya fue una “iniciativa cautelar” y que si no la hubiera tomado España habría sido entregada a un gobierno tecnocrático, presidido por un Monti… ¡Válgame Dios! Preguntado sobre si la “iniciativa cautelar” de marras le fue impuesta desde fuera, contesta que fue de su propia cosecha, “completamente autónoma”. Con lo que queda convenientemente ocultado el oscuro poder que nos chantajeó, obviamente decidido a seguir chantajeándonos de aquí a la eternidad.
    Se concluye que, al tiempo que cedía a instancias ocultas, poniéndonos a los pies de los caballos, el señor Zapatero se puso a cubierto de que dichas instancias antidemocráticas le segaran la hierba bajo los pies. A lo que hay que añadir que, para la salud de nuestro régimen constitucional habría sido mejor que diese la cara por nosotros y obligase a dar la cara a quienes han decidido  hundirnos en la miseria. Y por cierto que si el PSOE sigue tolerando ese artículo infame, no habrá renovación que valga. La famosa “izquierda responsable” acabaría retratada como la izquierda más servil de todos los tiempos.

viernes, 22 de noviembre de 2013

DESPLUMADOS



    La presente crisis está siendo utilizada con maestría por quienes se han puesto de acuerdo para cambiar nuestro modelo de sociedad y para reconducirnos a patadas al siglo XIX. No es una simple crisis económica, es algo mucho peor, es  un “trabajito” de ingeniería social encaminado a aherrojarnos al capitalismo salvaje. Por eso se actúa por etapas, mezclando las lindas palabras con los hachazos.
    El presidente Rajoy acaba de darnos las gracias por nuestros sacrificios, como si hubieran sido voluntarios, como si hubieran servido para algo, como si hubiera llegando el momento de dar las gracias tras haber llegado todos a buen puerto. Mientras se anuncian nuevos hachazos, a padecer, como viene siendo norma, por la parte más débil, parece hasta de mal gusto que nos den las gracias.
    Ya hemos llegado al punto de abaratamiento tal que diversos buitres de por aquí y de por allá se interesan por nuestros suculentos despojos, lo que pone en éxtasis al gobierno, decidido a vendernos como zanahoria lo que desde abajo tiene las trazas de un saqueo.
    Entra dentro del guión ensañarse, con aires tecnocráticos, con la población, según el mandato número uno del capitalismo salvaje (el pez grande se debe comer al más chico), mandato que han hecho suyo los peces gordos, también la ONCE, a la que yo suponía una organización benemérita, hoy dispuesta a pasaportar a la indigencia a los trabajadores del servicio de lavandería hospitalaria del que acaba de apoderarse.
   Todo esto está muy visto. Primero se traficó, en plan capitalismo de amiguetes, con las joyas de la abuela, ahora se trafica con nuestro abaratamiento. De traficar con aquellas joyas, ya dilapidadas, los genios de este negocio han pasado a traficar con los servicios públicos, un jugoso mercado cautivo para presuntos campeones de la competitividad y emprendimiento, expertos en los negocios facilones a cuenta del indefenso contribuyente. Si este pide ayuda, se le ponen toda clase de trabas, y quizá le caiga alguna migaja. Si aquellos piden ayuda, ya es otra cosa, pues el Estado, tan mínimo él, ha cambiado de manos y está a su servicio.
    Como la educación, la sanidad y las pensiones son grandes negocios potenciales para quienes no han pasado de la cultura del ladrillo, ya vemos lo que está pasando y sabemos lo que va a pasar, como lo saben los profesionales de las puertas giratorias y del régimen de sobornos establecido a nuestras espaldas.
    El gobierno cree que, aprovechando su mayoría absoluta, puede dar el golpe de gracia al modelo social preexistente, pisando el acelerador de las reformas. Como no puede decir adónde apunta todo esto –a desplumarnos en beneficio de la pella oligárquica local y transnacional–, sólo puede hacer lo que otros han hecho en estos casos: mentir, hacer gala de una sensibilidad reptiliana, entregar su conciencia a expertos como Arriola, y poner a punto, a ser posible en nombre de la libertad, un sistema represivo-disuasorio  digno de una dictadura o de un mandarinato.

domingo, 17 de noviembre de 2013

¿HACIA UN PERÍODO CONSTITUYENTE?


    ¿Cómo salimos de este atolladero, de este  tétrico sacrificio a los intereses oligárquicos locales y transnacionales? La paciencia de mucha gente se ha agotado.
   Oigo hablar de que es preciso abrir un “proceso constituyente”, pero no hay acuerdo sobre sus alcances. Para UPyD, se trata de abrirlo con la intención de “refundar el Estado”, con propósito de poner coto a la deriva del llamado nacionalismo periférico. Para otros, se trata de regresar al punto de partida, con ánimo de establecer una República, un sueño que, visto lo visto, empieza a cobrar forma en el ánimo de quien menos te lo esperas. Y los clásicos lo tienen claro: Julio Anguita cree posible que tengamos una República dentro de un par de años, José Luis Centella usa la palabra “pronto”.  
   Durante el cónclave del PSOE también se habló de modificar la Constitución, para introducir algunos principios que no están explícitamente fijados  en ella y para dar lugar a un Estado federal, suponemos que asimétrico, satisfactorio para los nacionalismos periféricos.
   Como vemos, la idea de meterle mano a la Constitución está en el aire. Sin duda, guarda relación con el terrible desencanto con respecto a los merecimientos de la Transición que aqueja quienes tienen que vérselas día a día con las amargas realidades. Dicho desencanto, muy justificado, excitado por la sordera gubernamental, da alas al deseo de rehacer el sistema, de arriba abajo o en parte sustancial.
     Es muy comprensible, claro, pero me temo que estemos a punto de meternos en un lío, por falta de consenso, y por una mezcolanza de temas y de voces, siendo obvio el peligro de perder de vista el verdadero problema, que no es otro que el encontrar la manera más inteligente de hacer frente a la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está arrastrando a las crueles coordenadas maltusianas  y ricardianas del siglo XIX.
   Seré sincero: la situación me parece tan dramática que no considero oportuno meternos en un debate constitucional, ni total ni parcial. Pues solo contribuiría a dividir a quienes nos oponemos al presente estado de cosas y a marear y amedrentar a millones de votantes, eventualidad que, a no dudar, aprovecharía el PP, el cual, en franco contraste con los descontentos, afirma que no se trata de modificar la Constitución (aunque ya lo haya hecho en connivencia con el PSOE, como se refleja en el infame artículo 135). La situación nos obliga a reflexionar.
    La Constitución de 1978 tiene sus defectos, desde luego, pero no se crea que es tan sencillo escribir la Constitución perfecta. Además, ¿estamos tan seguros de que el problema radica en su espíritu y en su letra? A mi juicio, el problema radica en su desarrollo, en el uso que se ha hecho de ella, e incluso en el olvido de algunos de sus párrafos más enjundiosos.
    Y por otra parte, ¿estamos seguros de que, activísima todavía la Bestia neoliberal, no podríamos ver laminados precisamente los artículos de mayor contenido social, escritos cuando todavía regían en el mundo los principios que justificaron la creación del Estado de Bienestar y la construcción de la clase media? Dada la actual correlación de fuerzas, bien podríamos ir a por lana y volver trasquilados.
    Aparte de que nos ha servido para entendernos, como texto de referencia común, la Constitución de 1978 tiene potencialidades inexploradas.  Fue escrita –insisto– antes de que la Bestia neoliberal levantase la cabeza.
    Después de haber contribuido a la redacción del texto constitucional, habiéndolo hecho suyo aunque no le gustase del todo, Manuel Fraga hizo notar que se podía hacer “lectura socializante” de esta Constitución.  Lo que nos indica que puede ser de suma utilidad contra la Bestia neoliberal. Porque nada tiene de neoliberal, con la sola excepción del artículo 135, calzado en el texto con nocturnidad y alevosía en  agosto de 2011. ¿Por qué no se ha hecho esa “lectura socializante”? Por la deriva de todo el sistema político hacia las coordenadas del neoliberalismo con la inestimable colaboración de lo que se dado en llamar “izquierda responsable”…
    Por lo pronto, haríamos bien en exigirles al PSOE  y al PP que se comprometan a eliminar cuanto antes ese artículo 135, cuya sola presencia prostituye el documento y deja el destino de los españoles en manos de usureros de por aquí y de por allá. El solito convierte nuestra Constitución en papel mojado, e invita introducir en ella, morbosamente, del mismo artero modo, tal o cual capricho particular, como puede invitar a arrojarla en bloque a la papelera de la historia. Borrado ese artículo, la Constitución recuperará su seriedad y su utilidad,  ahorrándonos, sin duda, muchos disgustos.
    Como los ánimos están encrespados y la situación es insoportable, hay que tener cuidado con las subidas de testosterona y con los errores de cálculo. No olvidemos que nos encontramos ante un asunto de poder. O la Bestia neoliberal o nosotros. Y para salir bien librados no podemos dividir nuestras fuerzas, ni tampoco ir por la vida atacando a diestra y siniestra. Con esto quiero decir, en primer lugar, que la cuestión Monarquía o República no es ahora lo principal.
   La pelea entre republicanos y monárquicos haría las delicias de la Bestia neoliberal, tanto más campante cuanto mayor sea la división y la ingenuidad de sus oponentes. Idealizar la República podría ser, a la luz de nuestra experiencia, tan pueril como idealizar a la Monarquía. Y como este es un asunto de poder, creo que lo primero de todo, antes de emprenderla contra el Trono, es averiguar de qué lado están don Juan Carlos y su hijo.
   La Monarquía pudo ser instaurada y pudo mantenerse sobre el principio de que daría cobertura a todos los españoles y no sólo a la mitad. Y su perduración depende ahora de que la veamos y la sintamos de nuestra parte. Si el rey y su hijo se avinieran a utilizarla como simple herramienta de los intereses oligárquicos, entonces sus días estarían contados, como ellos son los primeros en saber. Entiendo, por lo tanto, que no es nada inteligente amenazarles en vano y ponerlos a la defensiva  antes de saber de qué lado están, algo que, en rigor, a pesar de algunos detalles inquietantes, no es evidente en estos momentos. Sería una torpeza poner a la Monarquía en la acera de enfrente, a priori, sin darle ocasión a expresarse con la debida formalidad. Porque, como he dicho, estamos ante un asunto de poder, siendo de sentido común unir fuerzas.
    En la  misma línea, diré que no me pareció feliz que en el cónclave del PSOE se eligiese este momento para plantear secamente la plena separación de la Iglesia y el Estado. Que esta es una de las asignaturas pendientes ya lo sabemos. Pero hay que andar con cuidado en este tema,  pues,  insisto en ello, nos encontramos ante un asunto de poder. Y a nadie se le oculta que no es lo mismo contar con el apoyo de la Iglesia que con su enemiga. Y que, como en el caso de la Monarquía, no conviene guiarse por prejuicios, sino por hechos, por los hechos de hoy  y de mañana, ¿Está la Iglesia de parte de la Bestia neoliberal o en contra?
     Dar pábulo a las tendencias anticlericales  podría tener por desdichada consecuencia segar la hierba bajo los pies de los católicos que se oponen a dicha Bestia, encabezados, en estos momentos, por el papa Francisco. Tal y como están las cosas, me parecería una torpeza, ya se trate de perpetrarla por unos miles de votos, por una cuestión de principios, por viejas pendencias, o simplemente para encubrir una falta de iniciativa en el verdadero campo de batalla.
   En resumidas cuentas, atendiendo a la correlación de fuerzas en España y en el mundo, atendiendo a nuestros antecedentes históricos, creo que sería un error entregar graciosamente a la Bestia neoliberal el usufructo de la Constitución, de la Monarquía y de la Iglesia. ¿O cree alguien que se podrá hacer frente a la  oligarquía chantajista  en plan adánico? ¡No seamos ingenuos! Sin Constitución, metidos en la batalla entre monárquicos y republicanos, subdivididos a su vez en facciones, metidos en una pelea entre católicos y no católicos, amedrentada y confundida la gente, contando con la cortedad de nuestro ejercicio democrático, ¿cuál sería nuestro destino? 

viernes, 15 de noviembre de 2013

MADRID: LA LECCIÓN DE LA BASURA


    Resulta que Madrid, una ciudad con fama de limpia desde los años cincuenta, sorprende a propios y extraños, amaneciendo cada mañana con más basura en sus calles. Se trata de un caso de lo más instructivo.
      En estricta aplicación del catecismo neoliberal, se procedió –sin consultar a la población– a privatizar la gestión de la limpieza y cuidado de las calles y los parques, según el dogma de fe de que sería estupendo para el servicio (“más barato y mejor”). Y naturalmente, los beneficiarios fueron varios gigantes del ladrillo (OHL, FCC, SACYR), grandes emprendedores, felices de hacerse con tan formidable mercado cautivo, felices de que se les diera la oportunidad de hacerse pagar por el contribuyente. Y es que la jibarización del Estado de Servicios tiene ese encanto añadido. El Estado no desaparece, pero se convierte en una empresa de servicios para cualquier pez gordo que se precie.
     Luego, en aplicación del mismo catecismo, van los empresarios agraciados  y acometen contra sus empleados, decididos a echar gente, a bajar los salarios, a prolongar las jornadas de trabajo y otras sevicias propias del capitalismo salvaje.
    Los empresarios no negocian con sus empleados: con modos de proxeneta, se los llevan por delante, esto con el beneplácito del gobierno y de los hombres de negro. Después de mucho pensárselo, los trabajadores van a la huelga, y las calles y los parques se llenan de basura. Si ceden se verán reducidos a la indigencia.
   La primera reacción de la alcaldesa fue declarar que este no es un asunto del Ayuntamiento, sino de las empresas adjudicatarias con sus trabajadores,  un asunto privado. Una respuesta de manualito neoliberal,  pues de lo que se trata es de lavarse las manos, de dejar hacer al mercado y, sobre todo, de no tomar partido por la parte más débil ni por los ciudadanos en su conjunto.
    La basura que se acumula en las calles de Madrid nos pone ante el egoísmo galopante de los empleadores, ante la burricie del modelo neoliberal; en suma, nos ilustra sobre lo que cabe esperar de él.
   La basura se ve a primera vista, y además se huele, a diferencia de lo que ocurre,  por ejemplo, en el campo de la sanidad o de la educación.  La basura nos pone ante las maravillas del modelo neoliberal, y ello con más elocuencia que tales o cuales libros o artículos.
   Y no me parece casual que la gente, en lugar censurar a los huelguistas, se vuelva contra el Ayuntamiento, convertido en simple pararrayos de empresarios de otra galaxia. La gente apoya a los trabajadores, se identifica con ellos, se solidariza con ellos. Al menos, es lo que hago yo, que también los admiro, por su defensa de los derechos de todos los trabajadores, pensando en el esfuerzo sobrehumano que están haciendo para no ceder al chantaje empresarial y gubernamental. No sería mala idea salir “de paseo” todos por estas calles, en señal de apoyo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

ESTO MARCHA…


   España vive un momento “fantástico” (Botín), es motivo de “admiración en el mundo entero” (Montoro). El gobierno ha hecho un gran trabajo (Van Rompuy). Hasta el príncipe se ha sumado a este canto enervante. 
     Resulta muy desagradable que a uno le metan un chute de optimismo que no ha pedido, y peor aun en este caso,  pues se nos quiere dar a entender que los recortes han sido un acierto, una manera de celebrarlos y, se supone, una manera de preparar los ánimos para los recortes que vendrán a continuación.
    No somos el primer país que sufre este proceso regresivo y destructor, siempre punteado con loas a tales o cuales parámetros macroeconómicos, loas que nunca han faltado en los sucesivos atropellos contra la gente y los bienes públicos. Por lo que ya deberíamos estar avisados.
   No deja de ser el colmo que desde las alturas se tenga la pretensión de imponernos el catecismo del capitalismo salvaje cuando ya se sabe lo que da de sí, el daño que hace. Y encima a palo seco. Obviamente, ya no se puede hablar del “capitalismo popular” y de la “sociedad de propietarios”, en plan promesa, como hacían Reagan y Thatcher. Ahora todo se hace porque sí, sin dar explicaciones, salvo eso de la “sostenibilidad”, que obviamente no rige para los parados ni para los dependientes, ni para los jóvenes ni para los pensionistas.
    Cuando ya medio mundo está en guardia y buscando alternativas al capitalismo salvaje, cuando Estados Unidos, padre del modelo, se encuentra metido en un callejón sin salida, con una deuda colosal y una desigualdad social aterradora, cuando Europa, ya americanizada, ha perdido el norte, nuestros gobernantes, sin una sola idea propia en la cabeza y sin asomo de personalidad, van y toman  al pie de la letra el catecismo neoliberal y neoconservador… con retraso, a destiempo y a ojos cerrados, decididos a aprovechar esta crisis para cambiar nuestro modelo de sociedad.
    Nuestros señores ministros, sordos como una tapia, pendientes de las puertas giratorias y no de los intereses comunes, no se andan con pequeñeces. Están dispuestos a sacrificar, de una sola tacada, con visible complacencia, la legitimidad democrática, la cohesión social y la propia soberanía, todo ello con tal de dar plena satisfacción al 1% de la población y a sus asociados transnacionales, gentes decididas a vampirizarnos en toda la regla y que, desde luego, no sirven a ningún pueblo, sino exclusivamente a sí mismos. No es de extrañar que haya diversos Adelsons merodeado nuestra sanidad, nuestra educación, nuestras pensiones y hasta el canal Isabel II. Pero a mí no se me puede pedir que me alegre por la adquisición de una planta de enlatado de conservas, ni con la perspectiva de que el estadio Santiago Bernabéu se convierta en el Bill Gates Stadium.

jueves, 31 de octubre de 2013

¿ES USTED POBRE O INDIGENTE?


   La cita que viene a continuación procede de Jeremy Bentham (1748-1832), es decir de la época inaugural del capitalismo salvaje, hacia cuyas coordenadas nos vemos empujados por horda neoliberal y neoconservadora.
   “La pobreza –escribía Bentham– es el estado de cualquiera que, para subsistir, se ve obligado a trabajar. La indigencia es el estado de aquel que, siendo desposeído de la propiedad, está al mismo tiempo incapacitado para el trabajo, o es incapaz, incluso trabajando, de procurarse los medios que necesita.”
   No hace tanto tiempo, al traer a colación esta cita en ambientes cultos o semicultos de tipo bienpensante, yo cosechaba alguna sonrisa despectiva, como si la cosa no fuese con ninguno de los presentes. ¡Qué arcaico ese tal Bentham! ¡Vivir sin trabajar como prueba de no-ser-pobre!
     El problema es que ya hemos retrocedido hasta el punto de que Bentham vuelve a dar en el clavo. Hoy, cuando millones de ciudadanos han descubierto de súbito que la ruina estaba allí mismito, delante de la nariz, y que todo dependía del sueldo, para nada seguro, se acabaron las bromas. Ya no queda ánimo ni para el buen humor negro de toda la vida.   
    Sin ir más lejos, yo tengo que apechugar con mi condición de indigente. Claro que, siendo un escritor, no es de extrañar. Acostumbrado estoy a llevar en mi pecado la espantosa penitencia.
   Pero aquí el problema no soy yo, ni los de mi especie. Lo gravísimo es que millones de personas trabajadoras y sensatas de diversas edades se vean condenadas a la miseria.     
     Porque no creo que tarden mucho en recordar lo que escribió Fichte, contemporáneo de Bentham: “Aquel que no tiene con qué vivir no debe reconocer ni respetar la propiedad de los otros, ya que los principios del contrato social han sido violados en su contra.” La regresión tiene un precio y las lecciones de la historia son abrumadoras tanto para los esclavos como para los amos. Vamos en línea recta hacia la descarnada repetición de las viejas confrontaciones. 

domingo, 16 de junio de 2013

DE SOSPECHOSOS, IMPUTADOS Y ENCARCELADOS


   Mientras se  perpetran “los recortes” de menos a más en perjuicio de la gente, van saliendo a la luz diversas historias  de pícaros y de amigos lo ajeno protagonizadas por personalidades que pertenecen a la trama del poder.
    Para mí, como para cualquiera que tenga que sudar por unos euros en condiciones de precariedad tercermundista, las cantidades distraídas, sustraídas, movidas o regurgitadas son alucinantes, por no hablar de lo fáciles y poco sofisticadas que han sido las operaciones, realizadas bajo las mismas barbas de las autoridades. 
    Policías, fiscales, jueces y periodistas se ven obligados a hacer horas extras. Los escándalos se suceden, cada vez con nuevos personajes bajo sospecha. Unos casos tapan a los otros, o los potencian, dejando entrever redes mafiosas de diversos tamaños. Aunque cualquier intento de estar al día causa dolor de cabeza, las historias son seguidas con un regusto perverso, como si cada filtración sumarial tuviese el sentido de una represalia.
    El horizonte se ennegrece. Pues seguirán los recortes y aparecerán más trapos sucios, más asquerosos cuanto mayores sean los sufrimientos de la gente. Hasta que la cosa reviente por alguna parte, antes de que los jueces hayan culminado los laboriosos procesos que se traen entre manos. Judicialmente, esto va para largo, por la propia naturaleza de la justicia y por los obstáculos que generan los peces gordos cuando se ven acorralados.
     El cuadro se ha complicado hasta extremos grotescos porque aquí nadie ha asumido lo que se entiende por responsabilidades políticas, quizá porque no hay nadie que entienda de ellas ni lo más mínimo. Sospechosos, pringados y cómplices se han puesto de acuerdo en que lo mejor es una bravísima huída hacia delante, sin mirar atrás ni a los lados.
    En el caso del PP esto es especialmente grave, por cuanto opera en función de su mayoría absoluta. Se lo ve decidido a continuar con su plan de recortes y medidas retrógradas, como si tal cosa fuese posible cuando se va con el depósito de autoridad moral  completamente vacío. ¿Puede el país vivir así? 
   El PP confía ­–al parecer­– en que los procesos se alargarán indefinidamente, en la aparición de algún cabeza de turco, en algún tropiezo legal como el que salvó a Naseiro, o en el hallazgo de trapos sucios, como los de CIU, en el campo de la oposición. Pero, ay amigos, no nos puede pedir que entremos en ese juego, pues nos estamos jugando la supervivencia. Y porque además no necesitamos esperar a que los jueces terminen de depurar las responsabilidades concretas y particulares de tales o cuales sospechosos. Porque ya sabemos lo que debemos saber, porque ya hemos tomado nota, porque ya hemos captado lo que todos estos casos, no sólo los que afectan directamente al PP, tienen en común, empezando por el desprecio del interés general.
    Ha resultado que los mismos que aspiran a convertir nuestro Estado en un Estado mínimo son unos auténticos profesionales en el arte de meter mano a los dineros del contribuyente y de emplear sus resortes para ganar más dinero, ha resultado que los mismos que reclaman austeridad y nos acusan de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, llevan muchos años de juerga.  
   Aquí lo grave no es que tal o cual haya hecho esto o lo otro, sino la mentalidad que ha hecho posible estos enjuagues y compadreos, tan inocentes ellos. Y nada de esto nos pilla desprevenidos porque sabemos qué tipo de chorizos hay allende nuestras fronteras, porque nos conocemos de memoria la historia de las cajas de ahorros norteamericanas, porque hemos estudiado el caso Enron, porque sabemos que chorizos hay hasta en el Vaticano. Todo resultado de la misma mentalidad neoliberal, cuyas horas están contadas, en el mundo entero, pero también aquí. Bien entendido que nos espera un tramo largo y sumamente avieso.

sábado, 8 de junio de 2013

NUEVO HACHAZO A LAS PENSIONES


    Un así llamado “grupo de expertos” acaba de ofrecer la esperada cobertura tecnocrática al próximo hachazo a las pensiones que prepara el gobierno.  Ni siquiera ha faltado la firma de un sindicalista orgánico. El nuevo atropello, francamente letal, será perpetrado en aras de la “sostenibilidad” del sistema de pensiones, como si no hubiera otras maneras de sostenerlo, como si lo primero de todo no fuese sostener la sociedad de la que forma parte.
   Como he dicho reiteradamente en este mismo blog, al socaire de la crisis asistimos a una jugada de largo alcance encaminada a devolvernos al siglo XIX. Sirva de prueba irrefutable el hachazo que se prepara, largamente anunciado por los voceros del sistema, desde hace tiempo empeñados en que nos saquemos todos un plan privado de pensiones, como si tal cosa estuviera al alcance de cualquiera y como si los bancos mereciesen más confianza que el antiguo Estado.
    Como el comité que gestiona los intereses oligárquicos no cuenta con un Pinochet, cuyo  sistema de pensiones es una referencia obligada para los adoradores de Friedman, se operará  por etapas, de menos a más, como si las sucias intenciones se pudieran disimular.
     No serán los pensionistas y los trabajadores españoles los primeros en verse atropellados, de la misma manera, con la misma sarta de pretextos.
    Después de haber vendido amistosamente las empresas públicas, después de haber transferido los dineros del contribuyente hacia arriba siguiendo consignas misteriosas, después de haberse metido en créditos asombrosos a costa de la pobre gente que paga impuestos, ya con el hábito de manejar con soltura los dineros públicos y después de haber modificado la Constitución –si hay algo en caja, será para pagar a los tiburones y no para alimentar a los españoles necesitados–,  la oligarquía y sus agentes se aprestan a dar  un paso más,  ya de camino a lo irremediable. Y es que ello forma parte del abecé del capitalismo salvaje. Lo único sorprendente es que el partido gobernante y su sedicente opositor actúen como quien está seguro de que se va ir de rositas.
   Me da arcadas cuando oigo decir que, “como vivimos más, hay que trabajar más años”, donde esos “más años” no serán como los de antes, ni por lo que respecta al sujeto que envejece, se enferma o se accidenta, ni a su entorno. Y me da arcadas porque si vivimos más se lo debemos al Estado de Servicios  y a la legislación social aprobada en los viejos tiempos, se lo debemos, mire usted por dónde, precisamente a lo que  esta oligarquía vendepatrias desea destruir.  
   Si se estrangula a los jóvenes, si se tiene en vilo a las personas de más edad, si se deja al trabajador al albur del empresario, si se tolera la esclavitud, si se mete miedo a la gente, si se pone a los ancianos a pan y agua, si se obliga a miles de personas a revolver en los cubos de la basura, si se desprecia al débil y al enfermo, la “esperanza de vida”  caerá en picado, hasta los  niveles del siglo XIX, prácticamente de la noche a la mañana.  Los "expertos"orgánicos son lo que son. La complicidad con los que pagan explica sobradamente su traición al bien común.

lunes, 3 de junio de 2013

FANTASMAS


     La memoria histórica está poblada de fantasmas, de advertencias de ultratumba. Pongo por caso el fantasma de Alejandro Lerroux, sobre  cuyo Partido Radical pivotaba –no sin extravagancia– el equilibrio del sistema republicano. Un personaje nefasto.
    Lerroux engañó  reiteradamente a sus electores, para acabar naufragando en el piélago de la corrupción, lo que le autoriza a presentarse como fantasma. Mientras se las daba de centrista, don Alejandro jugaba en clave derechista, sin reparar en las consecuencias. La cosa se complicó cuando un par de aventureros, los señores Strauss y Perl, lograron hacer pasar por  un asunto de habilidad un juego de azar concebido para desplumar a los incautos (en honor de estos caballeros se formaría, tras un desplazamiento semántico, el neologismo “estraperlo”). A cambio de sobornos, los dos pícaros lograron que los radicales les permitiesen operar dentro de la legalidad. Don Alejandro recibió  un reloj de oro.
   Vino luego, sobre la marcha, otro escándalo, el del naviero Tayá. Los radicales se vieron pillados con las manos en la masa. El pueblo tomó medidas drásticas con motivo de las elecciones de febrero de 1936. La poderosa formación de Lerroux pasó de ochenta diputados a solo ocho. Tan justo castigo, vistas las cosas con la debida perspectiva, contribuyó a sacar de quicio el sistema republicano, una cruel ironía que el fantasma me hace notar con oscuros propósitos.
    De paso, el fantasma de don Alejandro arguye que lo suyo, lo del reloj de oro y los tocamientos con Tayá, fue una minucia.  “Un reloj no es un Jaguar”, etcétera. Hasta se ha atrevido a decirme que los españoles de hoy somos menos sensibles a la corrupción que los de su tiempo, a lo que debemos tanta estabilidad, lo que ya son ganas de embromar. “El remedio puede ser peor que la enfermedad”, me dice, con aire maligno, dando a entender que, siendo enorme el tumor en la actualidad, el bisturí podría matar al paciente. Ya se sabe cómo son los fantasmas, la poca gracia que tienen. Insiste siempre en que lo de entonces no era nada comparado con lo de ahora, si atendemos a la cuantía de los dineros circulantes y a lo alevoso de las mentiras. Hasta el punto de que no entiende cómo es posible que el gobierno no haya caído.
   Hay muchos fantasmas por ahí. Hay un cardenal Segura que se parece mucho a Rouco. Pero quizá el que más me molesta es uno, borroso y de pocas palabras, que  debe ser el del general Franco. Este fantasma sostiene que, aunque buena para otros países, la democracia liberal es fatídica para los españoles, por razones que explica muy mal pero que ilustra con ejemplos del pasado y, horror de horrores, y esto con delectación y suficiencia, del presente, tomados directamente del periódico. “No se os puede dejar solos”. Me hago, claro, el distraído, pero no dejo de preguntarme qué se debe hacer al respecto.  Porque, señores, ¿cuál es el modo  más seguro para impedir que el tiempo le de la razón? 

sábado, 1 de junio de 2013

INVOLUCIÓN


     Que la crisis no es meramente económica se ve claramente en el uso que se hace de ella para manipular las conciencias con vistas al sometimiento de la población. Si algo se mueve es en sentido retrógrado,  a grandes o pequeños pasos, pero sin ninguna vacilación, inexorablemente, sin tope conocido. Si alguien cree que las "reformas" han terminado, se equivoca medio a medio. Simplemente, están siendo dosificadas. Sólo terminarán cuando ya no nos reconozcamos a nosotros mismos en el espejo.
   Durante décadas, España fue hacia arriba. Ahora va hacia abajo, no sólo en lo económico. No es un fenómeno meramente español, pero no veo en ello una disculpa. ¿Acaso teníamos que ser tan poco originales? El despertar de nuestro sueño europeo será, si las cosas siguen así, de tipo africano, de lo que, en todo caso, habrán sido tan responsables los tripulantes de la derecha como los de la izquierda.
    La cosa pinta mal. Mientras la izquierda se complica la vida y se dedica a dar bandazos entre la indecisión, la acomodación y unos planteamientos poco realistas, la derecha se ha olvidado del centro.
   Vuelvo a sentir el ciego choque de placas tectónicas que deseábamos dar por definitivamente superado en aras de un equilibrio inteligente y constructivo. Parece que todo habrá que decidirlo, a cara o cruz, maniqueamente, en las próximas elecciones, como si no fuera a haber elecciones nunca más. Y esto también es pura involución, de la que nada bueno cabe esperar, salvo una escalada de provocaciones y absurdidades. Dejando aparte a cuestión de quién empezó primero a irritar al contrario, resulta obvio que, resucitados Smith, Ricardo, Malthus, Spencer y Pío IX, veremos resucitar, más pronto o más  tarde, a Lenin y a Trotski.
     La aplicación del ideario neoliberal y neoconservador por parte del Partido Popular nos conduce  hacia una sociedad piramidal, jerarquizada, en la cual el dinero, el saber, la seguridad y la libertad serán  monopolizados por unos pocos. ¡Al diablo con los esfuerzos puestos en la cohesión social! El rico no tendrá que preocuparse por su salud, ni por su porvenir, el pobre todos los días a todas horas, hasta el último aliento. Regresamos al siglo XIX. Según se mire, a cámara lenta, o a toda velocidad. Lo que, según nos enseña la historia, no quedará impune. La cosa siempre ha ido fatal cuando la derecha oligárquica se ha encastillado en su egoísmo y su prepotencia. Y desgraciadamente, la derecha inteligente y templada es una especie en extinción. Queda la otra,  la que, dándoselas de original, es capaz de jugar con fuego.
    ¿Es normal que la religión reaparezca como tal religión en el programa de estudios, con nota y todo?  ¿Es normal que se proyecte una ley contra el aborto similar a la que impera en El Salvador, donde está prohibido hasta en el caso de que la vida de la madre corra peligro y el feto sea anencefálico? Normal, no. Quiere decir que vamos hacia una edad oscura, lo que es anormal y ajeno a la sensibilidad de la mayoría de los habitantes de este país.
   En los inicios de la revolución de los muy ricos, en cuya estela se sitúan estas novedades retrógradas, se invirtieron enormes sumas de dinero en el relanzamiento de la religión en los Estados Unidos. Por un lado, se asfixia económicamente a la gente, por el otro se le ofrece la religión como consuelo y como motivo de exaltación. En lugar de justicia, caridad. Ronald Reagan no sólo apelaba a Milton Friedman. Se presentaba como un seguidor del patético predicador Jerry Falwell, el líder de la Moral Majority. La difunta señora Thatcher predicaba las virtudes del neoliberalismo económico y simultáneamente pedía un retorno a la moral   victoriana. Y encima, ambos dos, Ronnie y Maggie como les llamaban sus adoradores, se las daban de avanzados, de defensores de la libertad (igual que nuestros Wert o Gallardón, cuyo "centrismo" ha quedado al descubierto)…  
  ¿Es  normal que desde la televisión pública se invite a los parados a rezar y que se recomiende, en plan años cincuenta, no sé qué decoro a nuestras jovencitas? ¿Es normal que se multipliquen las radios y los canales que emiten en una clave religiosa que realmente no parece europea? Por lo visto. Todo ello viene en el mismo paquete, de tipo involutivo, que a no dudar será respondido con planteamientos de signo contrario, asimismo regresivos de no mediar un milagro. Así, por ejemplo, el infeliz idilio  del Estado con la Iglesia  está pulsando fibras anticlericales  que creíamos olvidadas. 
   Vamos hacia atrás. Por ejemplo, ya se ha impuesto el dogma de  que lo más importante de todo en esta vida  (cuestión de vida o muerte) es  tener trabajo, sea cual sea, en las condiciones que establezca el patrón. ¡Qué tremendo retroceso! ¡Qué ganas de que los españoles nos busquemos la ruina como en tiempos de la República! No falta mucho para que la gente, en lugar de salir a la calle en defensa de las conquistas sociales amenazadas, tenga que hacerlo, simplemente, para pedir “pan y trabajo”. 
   Y ya hemos llegado al punto en que no es posible educar, pues hasta los niños nos saben víctimas de un alevoso atropello que les afecta directamente. Diríjase a un grupo de adolescentes, cante pedagógicamente las virtudes de nuestra democracia y de nuestra monarquía, y preste atención a las miradas, pero también a su propia voz.  Si le suena a hueco, si se siente hipócrita, ya me dirá.
   Esta involución amenaza con devolvernos al punto de partida, al drama de las dos Españas. Los argumentos –por llamarlos de alguna manera– que se oyen en el Congreso sólo dejan patente que hay un abismo entre la izquierda y la derecha, que donde uno ve blanco el otro ve negro. Y esa brecha en las alturas –que no se soluciona con compadreos de espaldas a la ciudadanía– se agrava en línea descendente, como puede atestiguar cualquiera que tome un taxi o se tome la molestia de leer los comentarios de los lectores de la prensa digital. ¿Y el buen rollo que tanto nos costó conseguir, se irá al diablo? ¿Y el trabajo de generaciones, también?  

jueves, 16 de mayo de 2013

EL 15 M Y LA UNIÓN DE LA IZQUIERDA


    Mi pronunciamiento a favor de la botadura de un Frente de izquierdas, en la línea de lo que Juan Carlos Escudier considera “obligado” en las actuales circunstancias, ha motivado un valioso comentario anónimo en el que se lee lo siguiente:
   El movimiento 15-M NO es y NUNCA se ha definido como ‘de izquierdas’. Un frente común contra el bipartidismo, bien. Pero... ¿por qué sólo de izquierdas?”
    En el libro Palabras para indignados [de descarga gratuita en esta misma página], Cristina García-Rosales y yo hemos ofrecido nuestra opinión al respecto.
    Creo que el 15 M  cuenta con dos dimensiones. Por un lado es y seguirá siendo una manifestación de la fraternidad humana, una manifestación tanto teórica como práctica del humanismo. Como tal está por encima de la dialéctica izquierda/derecha, en situación de ser alentado por las personas de ambas sensibilidades que son contrarias a la barbarie de la Bestia neoliberal.
    En este sentido, creo que el 15-M tiene en su haber el mérito de haber inaugurado el giro que hará posible, no sólo en España, acabar con el imperio de dicha Bestia. Ya ha demostrado ser capaz de pulsar las cuerdas de la sensibilidad de personas muy distintas, de varias generaciones, de distintas clases sociales, de diversas nacionalidades, e incluso de personas situadas en la esfera del poder, como acreditan pronunciamientos como los de Stiglitz o de Krugman, que no son precisamente gentes de a pie. Sólo el 15-M es capaz de excitar por igual las fibras humanitarias de quienes protestan y de quienes, para su dolor, se ven enviados reprimirlos, en lo que cabe ver una esperanza de liberación para todos.
   Pero el 15-M tiene otro registro: en la práctica, es de izquierdas. Y hará bien –creo– en reconocerlo abiertamente. Como movimiento espiritual puede aspirar a la superación de la dialéctica izquierda/derecha, pero como empresa política no. Y esto porque estamos muy lejos de haber llegado a la sociedad sin clases, estando el poder establecido perfectamente colocado, en orden de batalla –por el lado derecho, desde luego– para mantener a toda cosa el statu quo que el 15-M viene a cuestionar. Y el peor servicio que podría hacerle el 15-M a la causa que defiende con sus limpios argumentos es servir al fraccionamiento de sus defensores en nombre de un planteamiento adánico, cuyos beneficiarios directos serían los genios de la mercadotecnia neoliberal.
    He oído decir que el 15-M es renuente a perder el apoyo de las personas  que no se sentirían cómodas en  un conglomerado  de izquierdas. Pero entiendo que no sería una desgracia ni para él ni para el país que los indignados de derechas, que los hay, se sintieran incomodados en este punto crucial y, por lo tanto, en situación de replantearse algunas cosas, empezando por el servicio que la derecha real le ha estado haciendo a la Bestia neoliberal. 
    A estos indignados de derechas, supongo que cristiano demócratas, les corresponde la difícil misión de combatir a esta Bestia neoliberal en la misma guarida en que se calienta y se da cuerda a sí misma. Y les toca también contribuir al restablecimiento de un diálogo constructivo entre la izquierda y la derecha, diálogo que es absolutamente necesario si se quiere impedir la estúpida reiteración de los errores que tan caros le han salido a este país, en teoría ya madura para dejar atrás el drama de las dos Españas. 
     El 15-M como un todo apunta claramente al restablecimiento de lo humano en la cima de nuestra escala de valores y al derrocamiento de la cultura del dinero. Tarea enorme para la que hacen falta todas las personas de buena voluntad, sean de izquierdas o de derechas, pero también una toma de posición en el terreno de juego político.
   No sé mañana, pero hoy está claro, en la práctica, de qué lado está el 15-M. La definición de un movimiento político no depende sólo de la que tenga a bien darse, porque es casi siempre decisivo la que le dan las fuerzas adversas. Las voces insultantes de la derecha establecida no han dejado, al respecto, el menor margen de duda. Con todo, ya sé que habrá quien desee persistir en la indefinición, a pesar de esos insultos y de la mano tendida de la izquierda.  Sin embargo, tengo por obvio que el 15-M, , si bien está llamado a regenerar el conjunto del sistema democrático, es esencialmente de izquierdas, por sus dichos y por sus hechos, por su estilo, por su atmósfera y también por sus oponentes. Y por lo tanto, creo que debe obrar como tal, en asociación con otras fuerzas que están a la izquierda, que desde hace años trabajan, a veces muy sufridamente, en la misma dirección.  Desdeñar la experiencia y el conocimiento del terreno de políticos tales como Gaspar Llamazares, Cayo Lara o Juan López de Uralde sería una torpeza, al menos a mi juicio, como sería un error aferrarse a la juventud, error ya cometido en pasados tiempos por quienes deseaban empezar de nuevas. Más bien, le toca al 15-M contribuir a que esos políticos se vean obligados a sentarse a la mesa, por el bien de todos.  
   Sospecho que la resistencia a admitir que el 15-M es de izquierdas tiene que ver, más que con la realidad, con un efecto de las leyendas sobre el fin de la historia, con los rollos de los filósofos posmodernos –tan gratos al poder establecido–, con la reverberación del ideal tecnocrático y, en definitiva, con la ceremonia de confusión que llevó a Bernard Henri-Levy a afirmar que Sarkozy era de izquierdas y que llevó a decir al señor Rajoy que las personas de izquierdas podían votar confiadamente al PP. ¿Se va a dejar el 15-M manipular por estos gastados trucos, por estas tonterías puestas en circulación para confundir a las personas que leen?
    Creo además que, en nuestro caso, eso de no ser ni de izquierdas ni de derechas viene dictado por un factor particular: el rechazo que causan el PSOE y el PP, entendidos el uno y el otro como modelos de sus respectivas ideologías, para colmo complementarios. El instintivo rechazo, aunque comprensible, podría dar lugar a derivas indeseables, al menos desde mi óptica, que es la de un sexagenario.
    En mi memoria, eso de no ser de izquierdas ni de derechas se encuentra asociado a los pronunciamientos de Mussolini, Hitler y Franco, como también las diatribas contra la política y los políticos. Cuando alguien se sitúa por encima de todos, al modo de esos tiranos, cuando se siembra el correspondiente odio a los “politicastros”, comienza siempre una cuenta atrás que acaba con la voladura del sistema democrático. Y como el 15-M es democrático (en este punto, su definición ha sido clara y rotunda) y no va a entrar en ese juego perverso, tendrá que tomar posiciones  en el encuadre político real. Sería muy de lamentar, añado, que, por persistir en una posición superior, se dedicase a segar los pies de los políticos concretos que representan la opción de izquierdas y, al mismo tiempo, se pusiese en situación de ser desfigurado por los siniestros genios de la mercadotecnia que sirve a la Bestia neoliberal, que ya se están relamiendo con la perversa idea de presentar a dicha Bestia como garante de la libertad y de la democracia.