viernes, 27 de octubre de 2017

LA CARTA DE PABLO IGLESIAS

   Vale la pena leer la epístola de Pablo Iglesias. Queda uno advertido acerca de lo que se propone: liquidar el llamado Régimen del 78  y sustituirlo por una República.  Ya familiarizados con estos decires y con la praxis correspondiente a raíz del caso catalán,  la carta no se puede tomar a la ligera.
   El adversario a batir es el “bloque monárquico” (PP, PSOE y Ciudadanos, tipificado este como “de extrema derecha” [sic!]) . Iglesias nos hace saber que dicho bloque anda metido en una “conjura monárquica para superar, mediante una restauración conservadora y centralista, la crisis española”. Tremenda afirmación. Según el párrafo que uno esté leyendo, el bloque es poderosísimo o algo podrido a la espera del empujoncito que lo mande a la cuneta de la historia.
    Pablo Iglesias afirma que hay solo una oposición, la que representa Podemos. Dice que el hecho de que no fuese a la recepción palaciega del 12 de Octubre así lo demuestra… Un gesto vale más que mil palabras. Los que fueron a la recepción y el que se negó, los conjurados y  el puro, el desafiante (el líder que se llena la boca con la palabra diálogo pero que no quiere representarnos en el palacio cuya entrada le ha sido habilitada con nuestros votos).
    Escribe Iglesias a modo de conclusión: “El espíritu constituyente del 15M debe impulsar la nueva España a la que aspiramos; social, republicana y plurinacional”.
   En primer lugar, yo no sé si el señor Iglesias puede arrogarse  tan frescamente la representación del 15M en base a  semejante guión. Lo dudo. Y por otra parte, ¿dónde está escrito que con los mimbres disponibles sea hacedera una República  sostenible y feliz –mejor que lo que ya hay? 
    A mi juicio, una República traída por los pelos sería una desgracia para España y también para la causa republicana. La visión de Iglesias como Puigdemont bis no tiene ninguna gracia, pero por ahí van los tiros. Por lo que nada tiene de extraño que el PSOE, felipista o sanchista, no pueda ir con él a ninguna parte. De donde resulta un gran favor a Mariano Rajoy.
    Iglesias, el solito, se ha sindicado como antisistema número uno, ciego a la correlación de fuerzas, con olvido de los decires sobre la transversalidad, desdeñando la ventaja moral de operar desde la Constitución en favor de quienes no nos sentimos representados. Increíble pero cierto. El establishment, feliz, por dos motivos: Iglesias asume estúpidamente el papel que este le había adjudicado, yendo de populista, antisistema y demás, y se mete en un nicho electoral condenado a la irrelevancia.
   Pone Iglesias el acento en su “nueva España plurinacional”. Como vivimos en el Estado de las autonomías y no bajo el franquismo, como aquí nadie puede sentirse como los angoleños bajo la dominación de los portugueses, se pregunta uno por el significado y los alcances de la expresión.
   Traída a colación en un contexto emocional marcado por el independentismo catalán, “plurinacional” adquiere unas connotaciones apropiadas para el lanzamiento de un ataque contra lo que Iglesias entiende por “centralismo borbónico”, contra la derecha en general y, por supuesto, contra la Constitución del 78.
    Me pregunto a quién diablos se dirige Iglesias.  Al parecer, a una capilla, quizá a quienes por jóvenes o por ignorantes pueden disfrutar con semejante pastiche, pero no creo que a sus cinco millones de votantes, muchos de los cuales podrían volver al PSOE a toda prisa, puestos en fuga por el plan y por la maniquea interpretación de la historia subyacente.
   En plan teórico se puede dar vueltas al concepto de nación todo lo que se quiera e incluso ver naciones por todas partes, dentro de las que ya hay, no coincidentes con ninguna frontera,  pero, ¿cuánta gente anda con esa obsesión? Por regla general, identificamos nuestra nación con España y la consideramos única. No seamos hipócritas: Nos cuesta horrores comprender a las pintorescas minorías que pugnan por la consideración de ser naciones soberanas dentro del solar patrio. Y esto no obedece a un simple tic de derechas como parece creer Iglesias, sino a la historia que tenemos a nuestras espaldas, a la experiencia de cada día  y a la saludable reverberación de sentimientos universalistas de corte ilustrado.
    Entiendo, cómo no, el amor al terruño, pero no entiendo a santo de qué se le ocurre a Iglesias excitar las fibras nacionalistas de unos y de otros precisamente ahora. Su propuesta apunta a una repetición, a lo grande, del famoso “café para todos”. Y como esto ocurre en el contexto del drama catalán, no se le ve el mismo propósito constructivo que tuvo antaño. Hasta puede uno sospechar una utilización oportunista del independentismo catalán como buldózer contra del Régimen del 78.   
    Lo triste del caso es que al poner el acento en las supuestas ventajas del impreciso modelo plurinacional, que en ninguna parte está escrito que satisfaga las exigencias de un independista radical, Iglesias desperdicia la posibilidad de hacer valer el nacionalismo español –el que entiende cualquier hijo de vecino y que sería necio confiar a la derecha– donde verdaderamente se le reclama: en la inteligente y pragmática oposición de la horda neoliberal. Según tengo observado, esta horda disfruta enormemente tanto con la división y hasta con la partición salvaje de países como también, aunque parezca contradictorio, con los subidones nacionalistas de corte irracional. Sería imperdonable hacerle el juego con unas indigestas pócimas plurinacionalistas en función de la clientela.
   Iglesias presenta su República ideal como social (eso sí, en el extravagante sobreentendido de que las Repúblicas son necesariamente sociales y las monarquías necesariamente antisociales).  Lo que importa es lo social, estoy de acuerdo, por descontado. Sin embargo, no me parece admisible utilizar lo social para dar sentido a cualquier desvarío y para demorar los asuntos sociales que no pueden esperar por el procedimiento de acumular deberes revolucionarios de imposible cumplimiento. Esta es una forma de irse por la tangente.
   La carta de Iglesias deja entrever una desmesura de pésimo pronóstico. Olvida que en este país nada sensato y decente es posible si se tiene la pretensión de copar todo el espacio político,  en plan adánico. Aquí no es nada saludable andar buscando camorra, empujando a alineaciones maniqueas, aspirando a que los oponentes desaparezcan como por ensalmo, porque no desaparecerán y hasta podrían volverse locos. Como para llegar a la República plurinacional habría que entrar en un proceso constituyente en toda la regla, la cosa da hasta miedo. 
    Parece que hay gente que ignora que en este país hay herederos del franquismo y del republicanismo, no necesariamente por libre elección, afortunadamente apaciguados y en buenas o aceptables relaciones gracias a las concesiones a la vez pragmáticas y heroicas que unos y otros se hicieron hace cuatro décadas. Yo, la verdad, no tengo ninguna gana de verme empujado a las coordenadas de los años treinta. ¿Encerrado en el campo de batalla donde peleaban republicanos y monárquicos con las consecuencias por todos conocidas y padecidas? No y mil veces no. Si para resolver los problemas sociales que nos acucian hay que volver tan atrás, estamos perdidos, señor Iglesias, y algo me dice que la mayor parte de los españoles no está de humor para semejante retroceso. 
    

lunes, 25 de septiembre de 2017

LO DE CATALUÑA ES CONTAGIOSO...

    La situación es de mal pronóstico: por extraño que parezca, el mal catalán es contagiosísimo.
     Si para mí ya es bastante perversa la colusión de la izquierda catalana con los herederos de Pujol, el contagio sufrido por Pablo Iglesias y sus huestes me  parece el colmo. Si dicha colusión daña por igual la causa de la izquierda, que es la de la justicia social, y la causa de la República,  en mala hora mezclada con tamaño brote de irracionalidad, lo segundo amplifica el daño  en grado superlativo, hasta el punto de que ya afecta al entero sistema político.
     Era de prever que la crisis económica dañaría este sistema, pero cuesta entender semejante extravío de las conciencias, semejante malversación  y manipulación de un sentimiento de indignación tan legítimo como generalizado. Resulta que no pocos indignados de ayer se han dejado enloquecer por el terruño y que algunos de sus portavoces, imbuidos de insano oportunismo, creen que se puede hacer palanca sobre dicho terruño para acabar con lo que llaman “el régimen del 78”. Toda la fuerza y la razón que se necesitan para abolir la Ley Mordaza y para salvar nuestro Estado de Servicios se perderá por el agujero negro del terruño.
   Me será dicho que ni Pablo Iglesias ni Ada Colau ni Alberto Garzón son independentistas, pero he aquí que no han resistido la tentación de hacerles el juego a los que sí lo son, ampliando la magnitud del desafío catalán. Lo han hecho con palabras dulces, con invocaciones a la libertad, al derecho de decidir, sirviéndoles en bandeja argumentos falaces para continuar su galopada. Un detalle lo dice todo:  Pablo Iglesias aprovecha la ocasión para atacar al gobierno de Rajoy, lo que en la presente situación implica un ataque sumamente artero contra el Estado y la Constitución. ¿Cuanto peor, mejor?  Detecto en ello oportunismo y desmesura a partes iguales. Puede uno maliciar que Rajoy ha dejado que se pudra la situación catalana con miras a encubrir sus vergüenzas, pero ni con esas se puede justificar el triple ataque, habida cuenta de que lo que aquí está en juego es nuestra convivencia y nuestro futuro político.
    Pablo Iglesias y los suyos ya han dado el paso de asociar, al modo de los catalanes independentistas, a Rajoy y a su socio Rivera con el autoritarismo, nada menos. De resultas de esta alucinación, se proyecta sobre el sufrido imaginario colectivo una inusitada división entre los demócratas y los que no lo son, merecedores de desprecio e incluso de desobediencia.
    Pedro Sánchez ha sido formalmente invitado a unirse a los buenos, en el plan maniqueo habitual. La idea es sacarse de la manga, en palabras de Pablo Iglesias, un nuevo Gobierno de unidad plurinacional y democrático que organice un referéndum en Cataluña". Como si el gobierno actual no fuese democrático y estuviese constituido por madrileños  enloquecidos. Tonto sería Sánchez si le hiciera el más mínimo caso. ¿Cuánto tiempo se tardaría en constituir ese taumatúrgico “gobierno de unidad plurinacional”? Desde luego que más de una semana, que es lo que nos separa del 1-O.
    Visto lo visto, me da la impresión de que ya se habría aplicado el artículo 155 de la Constitución si no fuera por la debilidad parlamentaria de Rajoy. El temor a que el Estado se quedase en pelotas ante el desafío catalán por obra y gracia de la parte de la izquierda que no entiende ni jota de sus responsabilidades, parece haber desaconsejado su aplicación.  Y es una pena, porque la vía judicial/policial es, por su propia dinámica, mucho menos transparente, menos garantista y menos pedagógica también.
    Como es obvio, las cosas habrían ido mucho mejor si  en su día, de resultas de una mayoría absoluta el PP,  no hubiese actuado torpemente en lo que a las aspiraciones catalanas se refiere. En su momento, no se dialogó con la debida altura de miras, pero ya no hay vuelta atrás, al menos por un tiempo. Estamos en la fase siguiente.
    Podemos y sus socios quieren dialogar, como si la desconexión no se hubiese planteado, y quieren hacerlo no a costa de las aspiraciones independentistas  sino a costa de nuestra Constitución y a costa de la tranquilidad de los catalanes no independentistas, lo que me parece demencial.
    La sola idea de que se nos proponga en esta precisa coyuntura un período constituyente con la triple finalidad de darles el gusto a los independistas, de expulsar a Rajoy y de refundar lo que los de Podemos designan como “régimen del 78”…  me parece una locura. Solo hay que restituir los términos originales del artículo 135 para que nuestra Constitución recupere su brillo. Algún día, claro, habrá que mejorarla, pero más vale no intentarlo en medio de la confusión reinante.

martes, 12 de septiembre de 2017

A VUELTAS CON EL CASO CATALÁN

   Lo que está pasando me produce un sentimiento de consternación.
   Los dirigentes de  la operación independentista han tomado la iniciativa,  saltándose la Constitución, por lo que veo venir una respuesta contundente, de última hora, por parte del Estado español.
    Que este Estado sea lento de reflejos no quiere decir que sea débil. Puede ser tolerante en muchas cosas, pero de seguro que en otras no lo es en absoluto. Póngase en riesgo  “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, y actuará, con mayor o menor miramiento, a tiempo o a destiempo.
    Uno se pregunta qué hacen los de Izquierda Republicana de Cataluña y los de la CUP del brazo de los herederos de CIU. ¿Cómo pueden anteponer el valor terruño al valor justicia social? ¿Acaso no tienen conciencia del daño que le están haciendo a la izquierda de este país?
    ¿Cómo osan echarle la culpa a España de los males sociales que sufre Cataluña, desviando nuestra atención de los mercaderes que están labrando la perdición de todos? ¿Cómo se atreven a prometer un futuro alegre y próspero por el simple procedimiento de desconectarse? ¿Cómo se atreven a meter a este país en su follón particular, debilitándolo ante los retos del presente y del futuro inmediato? ¿Acaso no son conscientes de esos retos?
    ¿Acaso no se percatan que su proceder deja malherida la causa de la República para varias décadas?
    ¿Acaso ignoran que su demencial conducta refuerza la posición del gobierno del Partido Popular?
    Metidos en su rollo, les importa un bledo que su proceder excite las fibras más insanas del nacionalismo español, sin ningún provecho para nadie. Resulta que este nacionalismo, que ya se está desperezando, se lanzará contra ellos, dándole la espalda a los ataques contra la soberanía procedentes instancias económicas superiores y ajenas…
    Ni se dude que ciertos tiburones se relamen ante la perspectiva de que aquí pase algo grave. En otras latitudes, el nacionalismo, en mala hora reavivado por la galopada neoliberal, se revuelve contra Europa, en plan Le Pen o Farage, y aquí se revuelve contra el vecino de al lado… ¡Uf!
   Puestas las cosas en los términos escogidos por los señores independistas catalanes, una minoría compuesta por osados y por vacilantes, ¿qué sentido tiene proponerles no sé qué retoques de la Constitución, no sé que “federalismo asimétrico”? ¡Si precisamente ellos no merecen que se les conceda nada de nada! Y además, su independentismo es de tal calibre que ningún retoque les podría valer.
    ¿Y qué sentido tiene dar vivas a  no sé qué “soberanía catalana”  que no figura en nuestra Constitución? Para mi desconcierto, es lo que han hecho Ada Colau y Pablo Iglesias...
    Por lo que parece, una parte significativa de la izquierda toma como referencia suprema el “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, transponiendo al presente caso la terminología de los tiempos de la descolonización. ¡Como si Cataluña tuviese hoy, en nuestro encuadre constitucional, la misma consideración que tenía Angola en tiempos del dominio portugués!

jueves, 29 de junio de 2017

EL CETA Y LA ABSTENCIÓN DEL PSOE

    Se ha aprobado el CETA. El establishment se felicita  de su éxito: el diktat corporatocrático se ha revestido de formalidad democrática. ¡Es fantástico!
    Y naturalmente, no se deja pasar la ocasión de atacar a Pedro Sánchez por su abstención. Se quiere ver en ella una prueba de que, en efecto, este hombre está  sacudiéndose de encima la sapiencia  de los genios ocultos del socialismo español. Voceros autorizados nos hacen saber que Sánchez se encuentra en no sé qué trance de podemización… ¡Es un radical, un loco!
      Pero dejémonos de estupideces: Esta abstención  nos ofrece una dolorosa aclaración sobre los límites de la izquierda que el PSOE dice representar.  Porque abstenerse en un tema así, de tal trascendencia (a sabiendas, encima, de que con eso bastaba para que el infame CETA siguiese su curso) no pasa de ser un clásico de la acomodación y el gatopardismo.  Con este tipo de juegos de no pero sí  en materias tan graves no hay mimbres para una renovación.
    Me será dicho que es mucho pedirle a Sánchez cosas tales como recusar el CETA por aquello de lo peligroso que es plantarle cara a las autoridades que están detrás de las autoridades. ¡Cómo iba a resistirse a esos chantajistas! ¿Desairar con un tremendo NO a sus compadres del Partido Socialista Europeo involucrados en la clandestina elaboración del CETA, del TTIP y del TiSA? ¡Menuda ocurrencia! ¡Si ya es heroico que se haya abstenido!
     Si abstenerse en lo del CETA se considera una heroicidad, apaga y vámonos. 

jueves, 18 de mayo de 2017

LA MENTALIDAD DE LOS CORRUPTOS

    Las revelaciones sobre los distintos entramados corruptores se potencian, pero también se tapan unas a otras y, lo que es peor, nos esconden la raíz del problema, a saber, la mentalidad que los ha hecho posibles.
     Nuestros grandes corruptos son algo más que simples chorizos y pícaros. Porque operan desde el poder, porque conforman una entera clase de personas, porque no roban para sobrevivir sino para engordar, porque se consideran por encima de las leyes que conciernen al común de los mortales y, sobre todo, porque la tienen tomada con los dineros  y los bienes del contribuyente, objetivo estupefaciente de todos sus emprendimientos y desvelos.
    ¿El bienestar del prójimo? ¿La buena salud de las instituciones? ¿La grandeza de la patria? ¿El respeto por la función pública? ¿La alta finalidad de la política? ¿La reputación del partido en que se milita? Oh, ¡qué preguntas más ingenuas! Todo eso les importa un carajo. Disponen, es evidente,  de una mentalidad  caracterizada por un egoísmo radical.
      Como nada recuerdan y nada saben, se diría que delinquieron sin querer, por lo que no pueden arrepentirse…  Pero no me cuadra: estamos hablando de delitos complicados, realizados en comandita, muy meditados, nada parecidos al robo de un gallina. ¡Cuánta sustancia gris perdida en esos turbios manejos!
      ¡Ese permanente estado de acecho, a la espera de una buena presa! ! ¡Qué tremenda y sostenida obsesión por las ganancias! Tan tremenda que en todos los casos se ha planificado mucho mejor la ocultación del dinero que el borrado del rastro que lleva al criminal, por lo general de lo más chapucero (libretas, conversaciones telefónicas, mails, etc.). A esto precisamente se le llama dar la vida por el dinero.
      Uno se pregunta por el estado de la conciencia. ¿Han experimentado estos personajes las torturas íntimas y los sudores nocturnos propios de quien ha delinquido y lo sabe, del que presiente una irrupción policial? ¿Han considerado la posibilidad de suicidarse? Lo lógico sería que sí, pero con esta rara mentalidad lo más probable es que no. No parece haber  mucho de eso que antes se llamaba vergüenza. A quien arriesga su vida y sus neuronas por la pasta, a quien es capaz de pringar a toda su familia,  no viene a cuento pedirle que se enrede en consideraciones sobre la honra y temas afines.
     A algunos hasta se les ha oído demandar a la sociedad el cumplimiento de las mismas leyes que ellos se saltan, no se sabe si dando el do de pecho como hipócritas o por padecer  un desdoblamiento de la personalidad. No es de extrañar que en lugar de arrugarse, se crezcan, declarando que son objeto de una cacería.
     Si los apuras,  es posible que te digan: “En mi lugar, tú habrías hecho lo mismo”. Y eso lo dicta su mentalidad, incapaz de comprender que no es nada normal echarse encima semejantes obsesiones, semejante actividad y, en definitiva, semejante calvario judicial.  ¿Simplemente por el gusto de hacer dinero fácil y de estar en la onda de los tiburones? Podemos estar seguros de que la inmensa mayoría de los españoles no se metería en semejante berenjenal ni harta de vino.
    No estamos ante unas cuantas manzanas podridas. Estamos ante una forma de ser que implica una completa desmoralización. Y  tengo para mí que debemos poner este fenómeno en relación con la penetración de los mantras neoliberales.
     ¿De donde salió la loca idea de que la sociedad no existe? De los argumentarios neoliberales, lo mismo que el desprecio por la titularidad de lo público (ya que no por lo que lo público tenga de negocio particular), lo mismo que el desprecio por la gente, lo mismo que la canonización del trepa, lo mismo que el gusto de presumir de la riqueza, entendida como símbolo del triunfo.
      La policía y los tribunales han tenido y tendrán muchísimo trabajo con esta gente, está visto. Otra cosa es que puedan poner coto al fenómeno con sus solas fuerzas. Sin la movilización de anticuerpos morales   me temo que no hay nada que hacer.  Mientras haya elementos que conviven con la corrupción con tanta naturalidad que ni siquiera la ven, mientras haya tantos votantes que en el fondo de sus corazones envidian al corrupto triunfal hasta el mismo instante de su caída,  dudo de que la cosa tenga remedio.

miércoles, 17 de mayo de 2017

DÍAZ VS. SÁNCHEZ VS. LÓPEZ

   El esperado debate a tres con miras a la elección del próximo secretario general del PSOE me ha parecido más bien patético.  Se comprueba una vez más que en estos tiempos  ningún político osa mostrar todas sus cartas. Lo que se lleva es irse por las ramas, centrarse en algún mantra, en lo personal y poco más. El sujeto se ve atenazado por un miedo paranoico a perder votantes y simultáneamente por el pavor, muy realista, a los verdaderos amos del cotarro.
    Dada la inarticulación de los discursos,  de  los sentimientos de atracción o repulsión personal no hay quien pase. Y esto ocurre cuando el PSOE realmente se juega su futuro, cuando corre el peligro de acabar como el PASOK o como el partido socialista francés, y por el mismo pecado, consistente  haber vendido su alma al diablo, el mismo pecado en el que se han revolcado durante años el Partido Socialista Europeo y la otrora respetable Internacional.
    El momento más esclarecedor del debate lo protagonizó Susana Díaz, cuando acusó a Pedro Sánchez de haber traicionado la confianza de sus mentor, Felipe González. Quiso transmitirnos la impresión de que, en general,  no es un tipo de fiar… pero nos transmitió de paso otras impresiones, retratándose a sí misma para los restos.
     Susana Díaz no ha entendido la gravedad del mal que corroe a su partido; se complace en la nostalgia y se gusta como simple continuadora… Con todo ello hace un guiño de inteligencia a los verdaderos amos del cotarro y a los jefes ocultos del partido a ellos asociados. Es una manera de reconocer que Pedro Sánchez, al que tienen aborrecido, es el único que ha entendido que no se puede seguir por el suicida camino de la acomodación, ya recorrido por el PASOK y por el PSF.  Por desgracia, como el partido parece estar dividido,  en el supuesto de que ganase, cuesta imaginar cómo podría salir airoso con tantos enemigos internos y externos…  

lunes, 8 de mayo de 2017

MACRON GANADOR: ALIVIO INJUSTIFICADO

    La victoria de Emmanuel Macron ha devuelto la sangre al cuerpo al establishment, temeroso de un nuevo brexit o de un nuevo trumpazo. Todo son elogios para el flamante presidente francés. Se ha salvado Europa, se ha salvado el euro, las aguas vuelven felizmente a su cauce, nos hacen saber sus portavoces mediáticos.
     Entiende uno la aprensión que se podía sentir ante un eventual triunfo de la señora Le Pen, pero la verdad es que no le veo la gracia al triunfo de Macron. Como hemos podido constatar, los dos partidos antes hegemónicos se han hundido ignominiosamente  y el triunfo del líder de En Marcha solo ha sido posible juntando todos los votos contrarios al Frente Nacional, lo que ha ocurrido más por miedo que por ilusión.
      De lo que se deduce que la crisis política derivada de la crisis económica es ya de muy difícil superación. En Francia, como en Italia, Grecia o España, como en Estados Unidos.
       No tardaremos en comprobar que lo que hoy se celebra implica la continuación y el agravamiento del alocado proceso que hizo subir los apoyos a la opción lepenista. El sistema político está gravemente dañado, la gente vota con la nariz tapada, y a partir de ahora el tiempo empieza a trabajar nuevamente a favor de la señora Le Pen.
    Me será dicho que menosprecio la novedad que encarna Macron, al que algunos imaginan capaz de cuadrar el círculo, de servir simultáneamente al establishment y a las clases perjudicadas que, hartas de todo, volvieron sus ojos hacia el Frente Nacional. Yo creo que ni siquiera lo va a intentar, por no estar en su ADN particular y por ser incompatible con los intereses de sus valedores. Es cierto que los genios que motorizaron En Marcha antepusieron la partícula “socio” al sustantivo “liberal”, para darnos a entender que Macron piensa en la gente, pero, lamentablemente, sería de género tonto tomárselo en serio.
     Yo no quisiera estar en el pellejo de quienes se manifestaron en las calles contra la reforma laboral del señor Macron y que ahora le han votado por miedo a Le Pen. No quisiera estar en el pellejo de quienes esperan de él algo distinto de lo que ya hizo,  porque más pronto que tarde se toparán con la evidencia de que mediante sus votos precisamente podrá ir mucho más lejos  y más rápido por ese camino de lo que le permitió el timorato Hollande.
    Solo por un espejismo puede parecer que con Macron  ha triunfado el centro. El suyo ya sido un triunfo de la derecha de intereses, con la particularidad de que lo ha logrado con la decisiva colaboración de los desechos de tienta de la izquierda oficial más servil  de todos los tiempos.

viernes, 21 de abril de 2017

HACIA UNA EDAD OSCURA

     Primero, Trump lanza 59 misiles tomahawks contra la base siria de Shairat. Con la honrosa excepción de Bolivia, las cancillerías occidentales se apresuran a felicitarle, Francia y el Reino Unido con un entusiasmo que da mucho que pensar. Ahora sí, dice un reputado comentarista norteamericano, Trump actúa como un verdadero presidente... Da igual que se salte la ley, que no se atenga a los procedimientos de la ONU ni del Congreso. Todos aplauden, también los congresistas a los que no consultó.
    ¿Se sabe a ciencia cierta quién gaseó a la población de Shijún? No, claro que no, pero eso carece de importancia, en el sobreentendido de que la culpa la tiene Al-Asad, el malo que ha sucedido a Sadam Husein y a Muhamar Gadafi, el siguiente en la lista fatal. De modo que, ya repartidos los papeles, se entiende que Trump, urgido por su hija, espantada ante los horrores mostrados por la tele, haya actuado rápido, de corazón, en defensa de los inocentes niños asesinados en Shijún… No viene al caso, para no arruinar el cuadro, recordar a  los 68 niños chiítas que murieron en Alepo el 16 de abril, víctimas de la aviación “aliada”.
    Segundo, una semana después de los 59 tomahawks, Trump lanza la “madre de todas las bombas” contra el distrito de Achin, en un remoto confín de Afganistán, lo que acapara todas las portadas como hecho consumado y sin comentario crítico alguno. No es normal esta bomba, que no deja nada en pie en un radio de un kilómetro y medio. Más aplausos. Se encomia la decisión de Trump, se da por demostrado que tiene lo que hay que tener. ¿Cuántos civiles, cuantos inocentes pillados entre dos fuegos han resultado muertos o heridos? ¡Tardaremos  meses en averiguarlo!  Pero lo que ya sabemos es que hemos entrado en una fase de total desprecio por la vida humana, siendo lo verdaderamente terrible y decisivo no que unos fanáticos acorralados la pisoteen sino que tal inmoralidad haya devenido en norma de las más altas instancias planetarias, empeñadas, además, en hacernos cómplices a todos. Encima, la cosa, más que de acciones inteligentes, más o menos encaminadas a un fin inteligible, va de mensajes intimidatorios. Si Trump es capaz de lanzar esa megabomba, ¿de qué no será capaz? Así, pues, nada que objetar, todo le parece bien a la clase opinante.
    El vicepresidente Pence anuncia  en relación a Corea del Norte que la “paciencia estratégica” heredada de Obama ya no rige. Cierto portaaviones que nos habían dicho que se encontraba en aguas coreanas, iba con rumbo a Australia, pero da igual, porque es como si ya estuviera ahí a punto de entrar en acción. La imaginación se excita, al punto de que nadie se sorprenderá si de pronto sucede algo muy gordo. El teatro de operaciones es vastísimo, y va camino de ampliarse: el secretario de Estado, Rex Tillerson, ex presidente de Exxon-Mobil, da por caducados los acuerdos suscritos con Irán.
    ¿Qué pensar de todo esto? Mucho me temo que Nietzsche tenía razón cuando afirmaba que el poder atonta. Con tremendos problemas internos, en trance de tener que reconocer que no puede mandar como le gustaría, Estados Unidos, un país endeudado hasta las cejas, da claras muestras de un comportamiento errático y saca a relucir modales de matón, fiándolo todo a su poderío militar. Y digo Estados Unidos por cortesía o por un mal hábito, pues obviamente nada de lo que está pasando sirve los intereses del pueblo norteamericano propiamente dicho. La cosa va de los intereses de una elite ni siquiera unánime y de las apetencias de los  empresarios de la muerte, por no mencionar a los manipuladores de la opinión pública que forman parte del equipo, expertos en lanzar mensajes por medio de misiles, bombas y ostentación de sentimientos patrióticos y “humanitarios”.
     Sería un poco ingenuo creer que la falta de luces y la voluntad depredadora que destruyeron la cohesión social en Estados Unidos puedan ofrecer soluciones sensatas a  los gravísimos problemas que la humanidad como un todo tiene planteados. Si el cambio climático le importa un carajo al equipo de Trump, si ya se ha metido en una escalada militar, ya no queda sitio para la esperanza de que la llamada “potencia hegemónica” entre en razón. Estados Unidos lleva años dilapidando su credibilidad, una locura desde cualquier punto de vista. ¿Es  normal que la credibilidad de los señores Putin y  Xi Jimping aventaje considerablemente a la del inquilino de la Casa Blanca? Es trágico, una mala señal, una indicación de que lo peor está por llegar.

domingo, 9 de abril de 2017

SIRIA: 59 MISILES TOMAHAWK

    ¿La andanada de misiles lanzados contra la base siria de Shairat  debe entenderse como una acción puntual o como el principio de una escalada? En el actual estado de podredumbre generalizada  puede suceder cualquier cosa. Téngase en cuenta que Siria, como Irak o Libia, era una de las piezas a cobrar, como no se puede olvidar que al atacar a Siria Estados Unidos está jugando con fuego bajo las barbas de Putin.
    Confieso que estos días he llegado a tener el alma en vilo. Curiosamente, la sangre me volvió al cuerpo gracias a uno de los mensajitos del señor Trump. Obligado a dar cuenta del hecho de que los misiles no habían dañado la pista de la base enemiga, el gran hombre explica que no valía la pena destruirla, por ser barata y fácil de reconstruir.
    A partir de este mensajito presidencial cobraron cierto sentido otras noticias poco divulgadas. Por lo visto, no pasó nada irreparable porque Trump avisó a Putin del ataque. La base fue desalojada a tiempo; los sistemas antimisiles rusos fueron desconectados. De los 59 misiles, solo dieron en el blanco 23… Todo muy raro, muy teatral, muy inútil y peligroso, aparte de inmoral si pensamos en las leyes vulneradas y en las “víctimas colaterales” de las que nadie habla.
    Me asquea, una vez más,  la cobardía de las cancillerías occidentales, capaces de apoyar unánimemente el lanzamiento de los susodichos misiles, una acción “proporcionada”, nos dicen sin ruborizarse, al ataque con gas sarín que se abatió sobre el pueblo sirio de Jan Shijún.
    Dichas cancillerías dan por bueno, para mi pasmo, que el presidente Trump lance sus misiles sin pruebas sólidas, sin consultar al Congreso y sin recabar la autorización de la ONU.  Por lo visto, a estas alturas el derecho internacional no vale el papel en que ha sido escrito. Estados Unidos puede atacar a un país soberano cuando le apetezca. Y la política de la represalia indiscriminada ya ha echado sus criminales raíces en la mentalidad de millones de mis contemporáneos. Que paguen justos por pecadores se considera normal. Lo que es una manera de proteger a los auténticos criminales y de dar lecciones de inmoralidad urbi et orbi.
    Sobre lo acaecido en Jan Shijún nada sabemos a ciencia cierta, lo que trae a la memoria pésimos recuerdos. Se diría que lo de menos es aclarar los hechos y encontrar a los culpables. Se habla de 87  víctimas del gas sarín, entre ellas 20 niños. Lo que se lleva es jugar con el horror, echarle la culpa a Bashar al-Asad, dar por no oída la versión de los rusos y clamar justicia al Gendarme Mundial, de cuya limpieza de corazón sería un crimen dudar. Bashar al-Asad y Putin habrían engañado al mundo, fingiendo la destrucción del arsenal químico sirio hace un par de años. La prueba, en Jan Shijún.
     Nuestros primates y los grandes medios de comunicación occidentales no dirán una sola palabra sobre el frecuente empleo de gases venenosos por parte de los yihadistas, ya documentado a finales del año pasado,  no preguntarán quién se los dio, no harán el más mínimo esfuerzo por poner en negro sobre blanco la complicidad de Occidente con los enemigos de Bashar al-Asad, algunos ciertamente infames, ni entrarán a valorar la coincidencia de lo sucedido en Jan Shijún con una ronda de negociaciones encaminadas a solucionar el drama sirio, ni menos aun se preguntarán si el gaseado de la población tuvo algo que ver con el oscuro propósito de obligar a Trump a retomar la agenda militarista de la señora Clinton. Sobre estas cosas, mejor no hablar.
     No sé gran cosa sobre Bashar al-Asad, pero no creo que sea tan tonto como para usar gases venenosos, como creo que hay gente capaz de usarlos con la exclusiva finalidad de demonizarle. Por lo que leo y oigo, el señor Trump ha recobrado su vigor. Ahora le aplauden hasta sus adversarios políticos. Noam Chomsky ha llegado a decir que, en cuanto deje de funcionarle el truco de culpar a los emigrantes, lo ve perfectamente capaz de inventarse un buen atentado. También podría ocurrir que intente cubrir todas las vergüenzas de su país y de su personal ineptitud a golpes de tomahawk. No sería el primero.

viernes, 10 de marzo de 2017

HABLA LA MINISTRA DE DEFENSA

    El jueves en el Club Siglo XXI María Dolores de Cospedal ha impartido una lección de ortodoxia atlantista que no se puede pasar por alto sin más ni más. La ministra nos hizo saber que es preciso duplicar los gastos en defensa durante los próximos siete años. Así, como suena. Se le oyó decir con entusiasmo que lo armamentístico es un negocio ventajoso, “de riesgo cero”…
     Su mención a los gastos en sanidad, educación y pensiones no tuvo desperdicio. A creer a la ministra, solo un ingenuo podría decir que no ha lugar a tan espectacular gasto en defensa habida cuenta la necesidad  cubrir estos rubros sociales con un mínimo de solvencia. Porque solo un ingenuo puede ignorar que, sin un “escudo protector”, seremos víctimas del terrorismo islamista radical. Se deduce que estamos completamente indefensos por no haber gastado lo suficiente.
     He aquí la película, totalmente paranoica: Ya arrasados por dicho terrorismo islamista radical, fin de la sanidad, de la educación, de las pensiones y de la libertad. De modo que la salvaguarda de estos bienes pasa, en primer término y lógicamente, por duplicar el gasto en defensa, ya mismo, antes de que sea tarde. Los asistentes al acto se vieron invitados  a la magna tarea de  “convencer a la ciudadanía” de que es cuestión de vida o muerte. Ignoro si aplaudieron o no.
      Lo de menos es la grotesca palabrería. Lo tremendo es el proyecto y la escala de valores subyacente. Si indignante es la sola idea de volver a sangrar las arcas públicas no lo es menos el hecho de que nuestro país, de suyo hipotecado,  se vea aherrojado a intereses tan oscuros y obtusos. Trump ordena a los europeos que aumenten el gasto militar, Bruselas  vacila, la señora De Cospedal se apresura a  halagarle los oídos… Y solo es, me lo temo, un pequeño adelanto de lo que vendrá.

viernes, 10 de febrero de 2017

IGLESIAS VS. ERREJÓN

   Este enfrentamiento me parece inoportuno y patético. Al parecer, la cosa va de personalismos y camarillas, de una simple lucha por el poder que no guarda relación alguna con el espíritu del 15-M.
   Que los contendientes pidan perdón al estupefacto espectador mientras silban las flechas es lo único novedoso; lo demás es archiconocido.  Se constata que las tendencias cainitas de la izquierda, que tan enorme daño le  han causado desde el siglo XIX, que tantas veces la han dejado a los pies de su poderoso adversario,  no han sido desactivadas. Está visto que  las vanguardias, estupendas en los dominios del arte, propenden a la demencia en los dominios de la política y más cuando se dejan guiar por maestros de otros tiempos y lugares.
    Este enfrentamiento entre moderados (errejonistas) y radicales (pablistas) me causa una profunda desazón. En primer lugar, no sé si son reales o presuntos… En segundo, como en Podemos hay gentes radicales y gentes moderadas, preveo un desenlace traumático.
   Ya veremos qué sale de Vista Alegre, pero doy por seguro que el partido perderá fuelle tanto si decide ir oficialmente de moderado como de radical. Por la pérdida de entusiasmo de los derrotados, pero también por el sometimiento al guión que se derive de la Asamblea, ya sea el de la moderación o el del radicalismo.
     La moderación, relacionada con la conciencia de los propios límites, es una virtud, pero no siempre... Y lo mismo ocurre con el radicalismo, que puede ser tanto no virtuoso como virtuoso, según las circunstancias y la materia de que se trate.
     Ir de radical en plan continuado es tanto como abonarse a un desastre; ir de moderado eterno, es un pasaporte a la acomodación. Y conste que el poder establecido sabe, porque es de manual, que un Podemos moderado será una presa tan fácil como un Podemos radical.
   En mi humilde opinión,  lo ideal sería que Podemos se las arreglase para conservar ambos registros, única manera de que protegerse contra formas de degradación que se siguen de renunciar a uno de ellos. ¿En qué asuntos es menester ser moderado o radical?  Apélese al buen juicio, al sentido de la oportunidad y a la mismísima moral, porque no hay otra en el complejo mundo en que vivimos.
     Hay un momento para ceder, otro para dar un puñetazo sobre la mesa; si importante es el trabajo reglado en las instituciones, también lo es manifestarse en la calle bajo ciertas circunstancias. Y por otra parte, no creo que Podemos pueda postergar por más tiempos su definición política. Lo de moderados contra radicales se ha convertido en una forma de dar largas al asunto. En estos momentos, yo ya sé que Ciudadanos ha renunciado a la etiqueta socialdemócrata, y mucho le agradecería a Podemos que me diga, con no menor claridad, de qué va y de qué no. 

jueves, 2 de febrero de 2017

DONALD TRUMP: SUENAN LAS ALARMAS

    Nikki Haley, la nueva representante norteamericana ante la ONU, ha entrado en escena con aires de propietaria, de mandamás. Anuncia reformas en profundidad; dice que los países que no secunden  sus iniciativas serán anotados en una lista negra. Hemos recibido poca información al respecto, por miedo, o por vergüenza ajena, quizá por la íntima necesidad de creer que no pasa nada. 
     Al mismo tiempo, Trump no ha tenido mejor idea que nombrar embajador ante la Unión Europea a Ted Malloch, que  apuesta por  su disolución,  que se propone debilitar el euro...  Ya ha sido declarado persona non grata. Según ha trascendido, Trump ha sido más bien brutal en sus conversaciones con el presidente de México y con el primer ministro australiano, al que directamente le colgó el teléfono. En lugar de disculparse, anuncia que tendremos que acostumbrarnos a su "dureza".  ¿Y esto por qué? Porque, nos dice,  todos se han aprovechado de Estados Unidos, algo que se terminó. Arreglar el mundo significa para él eliminar esa anomalía histórica. ¡Tremenda declaración!
    Trump ha  cerrado sus fronteras a la entrada de viajeros nacidos en siete países de mayoría musulmana, Siria, Irak, Libia, Somalia, Sudán, Yemen e Irán. Da igual que tengan doble nacionalidad o los papeles en regla, da igual que trabajen para Microsoft o que tengan hijos nacidos en Estados Unidos. Ya hay incontables musulmanes afectados, algunos detenidos en los aeropuertos. Según Trump, “gente mala” es lo que son.
     Por oponerse a la medida, la fiscal general, Sally Yates, ha sido despedida de  pésimos modos; se la acusa de “traicionar” al Departamento de Justicia… A creer a Trump, ha  puesto en peligro la seguridad del país, nada menos. Ahora lo que más le preocupa al presidente es improvisar un mecanismo de deportación. Los perjuicios que su proceder acarrea a los norteamericanos que viven, viajan o hacen negocios por el ancho mundo, no  le importan un comino; tampoco  le importa que mil diplomáticos norteamericanos y el Vaticano se opongan a su veto migratorio. No tiene en cuenta que con esos modos solo puede dañar los intereses vitales de las minorías cristianas que viven en los países proscritos. Y curiosamente, hace oídos sordos a las protestas de Google, Microsoft, Apple, Starbucks y varias compañías aéreas, claramente perjudicadas en sus cuentas, en sus previsiones y en su personal. El hecho de que el 49% de los norteamericanos  aplauda el veto pone de relieve el completo despiste político y moral de la base de sustentación del nuevo presidente, tan poco ilustrado como ella. 
    Trump la emprende contra viajeros que proceden de países arrasados  por la mala cabeza y la codicia de sus predecesores en el cargo, como si todos fuesen temibles, como si actuasen los resortes de la mala conciencia,  ya a la espera de un castigo, en plan paranoico además.  Es muy significativo que  el  veto presidencial no afecte a los viajeros de países mayoría musulmana que efectivamente tuvieron alguna implicación con atentados perpetrados en suelo norteamericano. Se ha dejado al margen a Arabia Saudita, patrocinador de toda clase de emprendimientos relacionados con el islamismo radical y el terrorismo propiamente dicho. Queda claro que el nuevo presidente seguirá haciendo del terrorismo el mismo uso torticero al que ya estamos acostumbrados. Seguirá jugando con fuego, sembrando odio, atizando una extemporánea guerra de religión. Como siempre,  pagarán justos por pecadores. Los emigrantes ya han sido escogidos como chivos expiatorios. 
     No es extraño que salten chispas por todas partes y que mucha gente  tenga miedo. Lo raro es que el nuevo presidente de Estados Unidos crea que puede andar por la vida haciendo este tipo de cosas, celebrando la tortura además, negando el cambio climático.  ¡Humillar a los mexicanos,  a los musulmanes, a la ONU y a la Unión Europea! 
     Trump va de sobrado, de matón, de provocador. Con estos modales no tiene ni la menor posibilidad de ser respetado ni de hacer a América grande de nuevo. Lo único que puede conseguir es enfrentar a los norteamericanos entre sí y con el mundo, y es inevitable que uno se pregunte por qué se obstina en semejante empresa. Esta es la gran pregunta.
    Puede que el señor Trump exprese a la perfección, muy dramáticamente, los inconvenientes que se derivan de un complejo de superioridad en situaciones  que lo contrarían. El sujeto da golpes sobre la mesa, exige obediencia incondicional en asuntos grandes y pequeños, se exhibe fiero, con todas sus armas sobre la mesa, no queriendo darse por enterado de que  la realidad escapa a sus caprichos. Ya se encarga el complejo de privarle de la conciencia de los propios límites, escondiéndole su debilidad. Esto que se ve en las personas, a veces en esos borrachos que van por la calle provocando a los viandantes, puede darse en un país, y especialmente en el caso de las potencias cuando se ven cuestionadas, desafiadas,  rotas por dentro y  gravemente endeudadas.  La situación es muy peligrosa.

miércoles, 25 de enero de 2017

DONALD TRUMP Y LOS LIMONES ARGENTINOS

   Trump ha sido recibido con manifestaciones de protesta y con la enemiga de los grandes medios de comunicación,  unánimemente partidarios de la fracasada Hillary Clinton. Hasta la CIA parece tenerlo enfilado. Algo raro pasa  cuando gentes de  intereses contrapuestos convergen en una misma ola de hostilidad y  yo no guardo memoria de que un presidente norteamericano tomase posesión de su cargo en un clima tan enrarecido y menos echando leña al fuego como él hace.  
    A diferencia de su predecesor, Donald Trump pretende “hacer historia”. Recién instalado en el despacho oval, ha soltado dos coces seguidas, una contra el Obamacare, otra contra el acuerdo comercial Transpacífico (TTP); seguidamente, le ha dado en toda la cara a la conciencia ecologista del país, dando vía libre a dos oleoductos de reconocida peligrosidad y borrando de un plumazo la página web de la Agencia de Protección Medioambiental. Señal de que va a por todas. Le veremos asestar nuevos golpes maestros en los próximos días, porque cosas así, como aconsejaba Maquiavelo, hay que hacerlas de entrada, antes de que el hierro se enfríe.
    Para botón de muestra, tenemos la proscripción de los limones argentinos, caída como un rayo y con visos de revelación. El proteccionismo, la bestia negra del movimiento friedmanita, reaparece en escena a cara descubierta. ¿Imposible? No, si recordamos de qué manera brutal el presidente Nixon dio por enterrados los acuerdos de Bretton Woods. No hubo cónclave en las alturas. Nixon los mandó personalmente al carajo y empezó a darle a la máquina de imprimir billetes verdes sin preocuparse ni poco ni mucho por el daño ocasionado a los ahorros mundiales.
     Cambiar las reglas del juego a mitad de partido entra dentro de las posibilidades del inquilino del despacho oval. En cuanto dichas reglas pasan de ventajosas a molestas, la tentación se plantea en términos irresistibles.  Ya veremos hasta donde llega Trump, pero no nos llamemos a engaño en el punto de partida: si empieza así, la propia elite andaba dividida, sin saber hacia dónde tirar.  
    Trump ha virado bruscamente hacia el proteccionismo y el nacionalismo económico, a tono con el lema “¡hacer a América grande de nuevo!” Los humillados y ofendidos esperan que cumpla sus promesas, que sanee el cinturón del óxido, que de trabajo, que renueve las estructuras, en definitiva, que rescate al país del sumergimiento en el Tercer Mundo, que recupere eso que antes se llamaba “el sueño americano”, hace tiempo devenido en pesadilla.
    Los publicistas del neoliberalismo echan espuma por la boca. Trump los tiene agarrados por la entrepierna: no tienen nada que ofrecer, nada que prometer, él sí. Donde ellos todavía  se exaltan predicando las bondades del mercado libre, él los machaca con el mantra del comercio justo [sic!], y no hay color.
   Estados Unidos, lo primero, en lo referido a los limones, a las tuberías de los oleoductos, en todo. Ya veremos si Trump convence de las ventajas de su proyecto a los capitostes que tienen a sueldo a esos publicistas. En ello le va la vida.  Y en realidad, puede convencerlos porque, digan lo que digan los puristas del libre mercado, de por sí incongruentes, él no tiene ni la menor intención de poner límites al capitalismo salvaje. De ahí que se vea servido por hombres de Goldman Sachs y de Exxon Mobil.
    ¿Por qué  seguir comprando allá en lugar de aquí? ¿Qué tiene de malo atraer a los inversores extranjeros, chantajeándolos si es preciso? ¿Acaso no son las grandes obras públicas, a todas luces impostergables, un regalo para los gigantes del ramo?  Como el rico Epulón se podrá dar el gusto de dejar caer unas migajas en el plato del menesteroso trabajador, la cosa pinta bien, sobre todo teniendo en cuenta lo ya prometido: una drástica rebaja de los impuestos. ¿Acaso no ha llegado el momento de aprovechar la baratura del trabajador norteamericano nativo, ya descubierta hace casi diez años por Mercedes Benz y por varias firmas japonesas? Se da por concluida, con éxito, la fase del abaratamiento y sometimiento de la mano de obra; empiece un nuevo ciclo (al que más nos vale no confundir con el New Deal roosveltiano).
    Ya destruido el poder sindical, se pueden hacer grandes negocios en casa. Se sobreentiende que se trata, como siempre, de hacer dinero.  Trump no le va a hacer el trabajo a Sanders. Aquí no se plantea dar el más pequeño paso hacia la reducción de la desigualdad, hacia eso que se llama justicia social. Y en cuanto al resto del mundo, que se las apañe. Lo que entra, por cierto, en el menú del capitalismo salvaje.
    Claro que si lo que el presidente norteamericano se trae entre manos, valerse del repertorio nacionalista y del proteccionismo, lo intentase cualquier otro, saldría despedido hacia las tinieblas exteriores de un día para otro. A lo que hay que añadir que el viraje norteamericano hacia el nacionalismo económico no implica una bendición del modelo con formales garantías para el nacionalismo ajeno. Que se lo pregunten a los chinos de los tiempos de las Guerras del Opio…
    Muchos empresarios y financieros cazarán al vuelo la oportunidad que les ofrece Trump, pero otros se volverán locos tanto dentro como fuera de Estados Unidos. ¡Imagínese la cara que se le puso al exportador argentino de limones!
    Pensar que Trump se trae entre manos una jugada calculada al milímetro y que no se corre ningún riesgo sería de lo más ingenuo. Podríamos estar ante una chapuza monstruosa, lo que nada tendría de raro después de lo de Afganistán, Irak y de las burradas que llevaron al crack del 2008, por no hablar de Libia ni de Siria…  Como dijo Nietzsche, el poder atonta y sería un milagro que, de pronto, las cosas saliesen bien, de forma no traumática, precisamente gracias a un personaje de  las características de Donald Trump.
  De hecho, debemos prestar atención a la reacción de quienes andaban haciendo negocios a cuenta de las aventuras bélicas, los promotores de Hillary Clinton. Les gustaría seguir jugando con fuego en lo que a Rusia se refiere, seguir atizando conflictos por doquier, y he aquí que Trump no está por la labor, por sentido común, por no endeudar más a su país, por ganas de ahorrar, por creer que la fuerza se puede utilizar de otra manera…  Todo indica que ya se ha ganado la enemistad del complejo científico-militar-industrial-capitalista, lo que equivaldría a sentencia de muerte si no fuera porque, por lo que parece, este se encuentra dividido. A estas alturas, además, podemos estar seguros de que hay muchos militares hartos de que los manipulen, lo suficientemente esclarecidos como para desear un cambio de orientación. La batalla promete ser durísima, y el resultado es  impredecible.
    También hay que tener en cuenta que la opinión pública se ha desgarrado, en lo que Trump encuentra una complacencia anómala e irresponsable. El cóctel de supremacismo blanco, negacionismo climático, misoginia, homofobia, islamofobia e hispanofobia nos indica lo lejos que está el país  de las coordenadas de eso que se llamaba liberalismo, de los procederes ilustrados, de  Jefferson y de Payne. Varias décadas de oscurantismo, de deliberada confusión, de desdén por las verdades más obvias, varias décadas de uso indecente de la religión, de aplastamiento de la educación pública, conducían precisamente a este desfiladero. Es tiempo de consecuencias...

domingo, 22 de enero de 2017

GRAN DESCONCIERTO A DERECHAS

    A la crisis de la izquierda se viene a sumar la espectacular crisis de la derecha. Se trata de crisis relacionadas,  lo que pone de relieve la grave afectación de los sistemas políticos, hace tiempo desvinculados del servicio al bien común y, por lo tanto, metidos en una deriva de curso para nada tranquilizador.
     La crisis de la derecha pone al descubierto una división en el seno de las elites y ha sorprendido a los publicistas orgánicos con el pie cambiado. Estos genios se revuelven contra el Brexit, contra Trump, contra el populismo de Trump y, por extensión, contra el “populismo mundial”. Ya lo les queda otra que despotricar; se han quedado en blanco, sin nada que ofrecer, sin proyecto y sin la musiquilla del capitalismo popular. Tardarán algún tiempo en descubrir lo que se les pide de aquí en adelante.
    En Francia tenemos al señor Fillon saliendo al paso de la señora Le Pen; aquí, a José  María Aznar leyéndole la cartilla a Mariano Rajoy; en el Reino Unido tenemos a la señora May dándole alas al Brexit y acosada por sus amigos de ayer; en Alemania, la señora Merkel se ve más amenazada desde la derecha que desde la izquierda. Y en Estados Unidos tenemos a Donald Trump enfrentado con buena parte del establishment derechista, de pronto enamorado de Hillary Clinton. Estamos ante un cambio de época: la derecha atlántica da bandazos entre la nostalgia y el miedo a lo desconocido, de cuya llegada ella misma es la principal responsable. Los grandes tiburones, tras hartarse de sardinas, empiezan a atacarse entre sí, mientras una parte de la elite se reacomoda, en vista de que el sistema de Ponzi no se sostiene y podría salir perjudicada.
     El  neoliberalismo irá, supongo, de capa caída, pues no hay predicador que consiga sacarle brillo en las actuales circunstancias, ni político que lo pueda imponer por las buenas. Para imponer por las malas la voluntad predatoria de las elites ni siquiera hace falta el neoliberalismo friedmanita, de lo que dan fe lo pueblos vilmente saqueados y explotados antes y después de que este fuese puesto en circulación.
     Lo que no lleva trazas de ir de capa caída es el poder que utilizó el catecismo neoliberal como disfraz y como herramienta para  quitarse de encima las ataduras tanto legales como morales. Y conste que no estoy hablando de un poder único, enterizo y unidireccional. La agudización de los conflictos de poder en el seno de las elites será la nota dominante y  los platos rotos los pagaremos los de siempre.
     Cuando entra en crisis  la derecha es de suyo muy peligrosa, por la sencilla razón de que deja de ser conservadora. Si la derecha atlántica tuvo la originalidad de sacarse de la manga la carta del neoliberalismo  como respuesta a los usos y costumbres de los “treinta gloriosos”, mejor no pensar en las ocurrencias que puede tener de aquí en adelante, después de varias décadas de habituación al matonismo y haberle tomado el gusto a la irracionalidad y a la mentira. Envolverse en la bandera, dárselas de estar en disposición de hacer más por el pueblo que la izquierda, dar carnaza a las fieras, señalar cabezas de turco, proteger a unos y desproteger a otros, tomar decisiones radicales, todo esto puede ir a más, pero quién sabe qué novedades nos aguardan a la vuelta de la esquina.