jueves, 18 de marzo de 2021

PABLO IGLESIAS VS. ISABEL DÍAZ AYUSO…

     Cuando todavía no estamos a salvo, cuando la gente muere, pasa apuros, hambre, frío, incertidumbre, cuando las ayudas no llegan, ¡elecciones anticipadas en Madrid! La frivolidad de Isabel Díaz Ayuso carece de límites. La cosa va de armar un quilombo para encubrir sus hechos y la inmundicia que aflora en los juzgados, y desde luego que también va de redirigir contra Sánchez toda la  frustración  habida y por haber.
    La campaña electoral, se ve venir, será de género insoportable. En el peor momento, trumpismo castizo, encima con el peligro cierto de que vaya a más. ¿Qué tal si gana esta señora, sola o respaldada por Vox? ¿Qué tal si el entero PP resulta definitivamente abducido? Hasta podría ocurrir que el señor Casado se viera eclipsado por el tándem Ayuso/Rodríguez…
    No me apetece nada vivir en una sociedad políticamente esquizofrénica y se me revuelven las tripas  de solo imaginarnos en los años treinta. Fue así como empezó la tragedia de entonces, de forma tan estúpida, poniendo en duda la legitimidad  del gobierno y viendo comunistas por todas partes (y conste que solo había un puñado de ellos, marginados y sin poder alguno, como también ocurre en la actualidad).
     El cuadro se ha agravado por la repentina intromisión de Pablo Iglesias. Sin ahorrarnos un encomiástico repaso de sus logros, nos da a entender que solo él puede pararle los pies a la señora Ayuso (lo que ya es decir si echamos un vistazo a las estimaciones de CIS) y que no por otra razón se sacrifica. De entrada, se le ha visto ordenando el reparto de espacios y papeles, como si fuera el director de la obra, el prota y el estratega, como si todo se le debiera por renunciar a la vicepresidencia del Gobierno. 
   Supongo que algunos celebran que señora Ayuso haya encontrado la horma de su zapato, pues ya tenemos a Iglesias arremetiendo contra la "derecha criminal", así, en general (como si estuviese en un bar  y no le cupiesen serias responsabilidades en orden al mantenimiento del sistema de convivencia). Y esto es lo grave, que se ponga en el mismo plano, con similar agresividad y similares brochazos efectistas, lo que yo no estoy en disposición de aplaudir. Puede que así represente a una parte de la izquierda a la izquierda del PSOE, pero de seguro que no a toda.
   Viendo venir lanzado a Pablo Iglesias, la señora Ayuso, encantada de la vida, opta por cambiar su grito de guerra de socialismo o libertad, delirante en referencia Angel Gabilondo, a comunismo o libertad, no menos loco. Pero he aquí que, en lugar de limitarse a sonreír burlonamente, el líder de Unidas Podemos, tocado en alguna fibra íntima, le sale al paso atolondradamente con la mención de ciertas heroicidades comunistas en la lucha contra el fascismo… Parece mismamente que hemos retrocedido varias décadas, y ya tenemos a la señora Ayuso haciéndose la graciosilla con estar del lado bueno de la historia en tanto en cuanto la tildan de fascista. 
   ¿Acierta Pablo Iglesias al entrar en esa dialéctica? Yo pienso que se equivoca de medio a medio, pues esas heroicidades, como la cintura de Santiago Carrillo, no cuentan para nada en el imaginario colectivo, donde solo flamean el gulag y los usos norcoreanos. Cosas de la historia, que se ha encargado de poner las vergüenzas del bolchevismo en el mismo escalofriante anaquel donde lucen las del fascismo.
    Mucho partido le sacará la señora Ayuso a este fenómeno. En su boca la palabra libertad carece de sentido, y la palabra comunista está no menos vacía, hasta que llega Iglesias y recoge el guante, demostrando con ello que en efecto hay comunistas, quién sabe cuántos,  lo que le asegura una gran movilización en sentido contrario, en nombre de la libertad… Yo no puedo entender tanta torpeza. Más Madrid ha hecho muy bien en no entrar en ese juego suicida. 

jueves, 11 de marzo de 2021

ISABEL DÍAZ AYUSO COMO SÍNTOMA

    Visto lo visto en Murcia, la lideresa madrileña, temiendo lo que le pudiera pasar, ha reaccionado sobre la marcha, pillando a todos desprevenidos. Ha dejado cesantes a sus socios de gobierno, ha disuelto la Asamblea y convocado elecciones. Se nos presenta como la gran defensora de la libertad, decidida a plantar cara a los socialistas –a la no libertad norcoreana  o bolivariana–, necesitada, añade, de hacerse con una mayoría absoluta.  (Véase el post anterior sobre el uso que hace la neoderecha del vocablo libertad.)         
   Que esto ocurra cuando estamos lejos de haber salido de la pandemia (cuando sí o sí se tenían que aprobar los presupuestos para hacer frente a las necesidades más acuciantes de los madrileños en apuros), debería ser motivo de escándalo. Pero no: Pablo Casado se ha apresurado a darle su bendición a Ayuso, al parecer arrastrado por la brava iniciativa y sin pensar ni poco ni mucho en lo que esta tiene de definición política. 
    Para Casado y para el entero Partido Popular, seguir a la señora Ayuso y despedirse del famoso centro viene a ser lo mismo. De aquí en adelante las apelaciones al centro derecha no tendrán ningún sentido.  Seguir a la señora Ayuso es abrazar el abecé de la neoderecha y despedirse de otras potencialidades que su partido tuvo en aquellos tiempos idos en los que Aznar se las daba de azañista y de hablar en catalán en la intimidad. Ahora se deja sentir el magnetismo de Vox, o mejor dicho, de lo que Vox representa. 
    Ahora rigen los argumentarios de tercera mano inspirados en los decires de la Fox y en los pastiches de los think-tanks ultrarreaccionarios del otro lado del Atlántico. No he podido descubrir ninguna idea propia. Los proyectiles que se lanzan contra Sánchez son idénticos a los que cayeron sobre Obama, disparados desde mismo ángulo. Y en cuanto a la actitud, muy vista la tenemos: Esa asertividad, ese populismo simplón… 
    La señora Ayuso es nuestra Sarah Palin, nuestro Trump en miniatura. Y no tiene ninguna gracia porque lo que parece loco se inscribe en una táctica, en un modo de antipolítica perfectamente conocido. No se nos olvide que la señora Ayuso no va por libre. En la trastienda tiene a Miguel Ángel Rodríguez, siempre dispuesto a ir a por todas (como buen discípulo de Pedro Arriola y Karl Rove), a quien no tiene sentido pedirle que abjure de la religión política del padre Friedman.
     Y no tiene gracia porque los expertos en sociología electoral dicen que esta señora podría ganar las elecciones (bien que difícilmente  por mayoría absoluta). Lo que oyen: podría ganarlas, tal como ella es y precisamente por sus toscos decires y su irresponsable comportamiento… Se comprenderá que yo vea en su figura el síntoma de una enfermedad política de pronóstico pésimo. No es agradable hacerse cargo de que hay millones de madrileños dispuestos a votar contra sus propios intereses con extraño embeleso y no menos extraño despiste, un triunfo de la neoderecha antaño impensable. La gravedad del cuadro viene dada también por la división y los despropósitos de la izquierda, todavía atontada por razones que se me escapan.