Se prepara una reforma de
la ley de aborto, que no se limitará a enmendar lo que se refiere a la libertad
de las menores, que en adelante tendrán que recabar el consentimiento de sus
padres. Se pretende ir mucho más lejos, con la idea de concretar en qué
supuestos el aborto será legal y en cuáles no. Esto implica, aunque se haya
negado, una regresión espectacular,
pues nos veremos reconducidos al encuadre de 1985…
Este retroceso me parece típico de
la fase histórica que estamos viviendo, no sólo en España, sino en el mundo,
una fase de vuelta atrás, de restricción de las libertades, laminadas en los
campos más diversos. Por fortuna, Alberto Ruiz Gallardón no es un Rick
Santorum, de los cuales hay muchos y muy crecidos, ya dispuestos a devolvernos
a los tiempos oscuros de una patada. Pero el fenómeno no tiene ninguna gracia. Nuestros
conservadores, seria y
definitivamente marcados por la doctrina católica, se oponen visceralmente al
aborto y a sus implicaciones. Es un dato de la cruda realidad y habrá quien le
tome a mal a Gallardón, desde la derecha, que no tome cartas en el asunto con
el catecismo en la mano.
Si
el retroceso no es mayor se lo debemos a una fina argucia de origen teológico:
el aborto no queda prohibido merced al mismo razonamiento que sirvió para
abrirle la puerta al divorcio donde no había ni podía haber tal puerta.
El truco consiste en negarle a la persona la libertad de decidir como un
sujeto moral autónomo. Será otro –la autoridad– quien tenga la potestad de
hacerse cargo de la decisión, en base a tales o cuales supuestos. Lo que
implica una intromisión en la vida privada de las personas, una intromisión que
contradice los principios liberales sobre los que se supone asentada nuestra
sociedad.
En adelante, tratándose del aborto, la
mujer no podrá decidir por sí misma, a solas con su conciencia. Tendrá que
ponerse en manos de las autoridades, tendrá que justificarse. Sorprende con qué
desparpajo se celebra el liberalismo en el campo económico mientras se procede
en sentido antiliberal en el terreno de la moral y de las costumbres.
Pues, tu último párrafo puede interpretarse en clave irónica - cuando no sarcástica - dado que el liberalismo económico se acentúa en proporción inversa al liberalismo moral y de las costumbres. En nuestra América Latina estamos conociendo un período colonial ejemplificador: España al menos nos trajo universidades; lo de ahora es pillaje anglosajón sin contemplaciones. "Anglosajón" en esencia, pues ya se sabe que la globalización no reconoce patria...
ResponderEliminarSeñor Penella. Le pregunto, ¿puede la muerte de un inocente ser el derecho de un tercero?
ResponderEliminar.
Las sociedades liberales (o no) pero en todo caso democráticas se deben basar en los mundialmente aceptados derechos humanos, el primero de los cuales es el de la vida, sin el cual los demás no son más que declaraciones voluntaristas.
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El no nacido es un ser humano claramente diferenciado de su madre por tener un ADN diferente. Depende físicamente de su madre, como lo hará hasta que cumpla 1 año más o menos, pero eso no le resta libertad...
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Sé que en el año 2200 veremos al aborto con el mismo horror e incomprensión con que ahora vemos la esclavitud... a la que también quisieron entonces que dependiera de la conciencia del dueño de la plantación...
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Tengo la certeza de que progresaremos en la defensa de la libertad y los derechos humanos retomando el camino resto y no el fallido de hace años. En la maniobra dejarán sus cuerpos descuartizados varios millones más de inocentes, pero entonces, como hace 200 años contra los negreros, habrá merecido la pena.
Gracias por sus líneas. Por lo que veo, compartimos plenamente la defensa de los derechos humanos y de la libertad, en ellos incluida. El problema se nos plantea en el caso particular del aborto. Vd. ve al ser humano ya constituido en el óvulo fecundado, donde yo todavía no lo veo, por mucho que me esfuerce. Vd. podría aducir un montón de buenas razones para defender su punto de vista, y yo otro, y no lograríamos convencernos. Precisamente para hacer posible la convivencia de personas que tienen puntos de vista distintos surgió el liberalismo filosófico y político, que cuenta con la dificultad para llegar a verdades eternas y absolutas, válidas para todos, sin excepción. En cierto sentido, debemos ser tolerantes por pura necesidad. Cuente, pues, con mi respeto. A lo que sólo me resta añadir que yo nunca he hablado del aborto en términos frívolos, por tener siempre en cuenta su gravedad en el plano existencial, lease emocional, de las personas. Atentamente, M. P.
EliminarGracias por sus palabras tan amables. Efectivamente no ha sido frívolo en el trato que ha dado a este asunto, lo cual es muy de agradecer en tiempos de ánimos crispados, sobre todo cuando se trata un tema tan delicado como este.
Eliminar.
El liberalismo filosófico y político, busca términos medios, acuerdos, consenso y soluciones mutuamente aceptables. Esto es interesante y loable cuando se aplica a una reforma laboral, por poner un ejemplo de actualidad, o a los Presupuestos Generales del Estado.
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Para el aborto, en mi opinión no sirve ya que la parte débil, y muchas veces las dos partes son igual de débiles, no tiene voz. Su opinión no existe. El nasciturus es un no-ser para la administración de un Estado que gobierna y legisla, sea cual sea su color político, para comsumidores - votantes cuatrienales.
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Para muchos tampoco existe, recuerdo con asombro las declaraciones de esa Ministra que decía que era un ser vivo pero no un ser humano, sugiriendo una mutación de especie intrauterino.
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Si el no nacido, ese, para muchos, no-ser, tiene un ADN humano diferente al de su madre y al de su padre desde el mismo momento de la concepción, ¿qué nos hace pensar que es una especie de quiste materno? La ciencia tiene que dar su parecer pero, ante la duda, ¿no merece la pena, precisamente, NO ser tolerantes, ante la posibilidad, para mi una certeza, de la muerte de un inocente? ¿No corremos el riesgo, ante el sesgo ideológico que este asunto ha tomado, de que ciertos dictámenes pseudo-científicos jueguen el papel de que en su momento jugó Lysenko para la URSS.?
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Señor Penella, creo firmemente que cuando ser tolerante supone matar, o al menos tener la duda de hacerlo, a un inocente; la tolerancia y el liberalismo sobran.
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Un saludo afectuoso y gracias. Abu