En España hemos tenido la suerte de que la oposición al ya degenerado establishment político no proceda de la extrema derecha extraparlamentaria sino de ese fenómeno novedoso y todavía
impreciso llamado Podemos, una variante política del diverso movimiento de los
indignados. Aquí no hay posibilidad alguna de que surja una extrema derecha
tipo Le Pen, aunque pueda haber
quien lo crea y quien lo intente. Uno de los efectos saludables de Podemos es haber desactivado el peligro de que esa
planta venenosa encontrase donde arraigar, al poner de manifiesto la
sensibilidad y la educación de los españoles indignados, para nada compatibles
con ningún sucedáneo vernáculo del lepenismo.
Lo que acabo de decir
obedece a mi visión de las cosas, clásica en este punto, pues entiendo que
Podemos y el 15-M son nítidamente de izquierdas. Entiéndase, por lo tanto, mi extrañeza
cuando reparo en que los portavoces de ambos insisten en que la dialéctica
izquierda/derecha pertenece al pasado. ¿Obedece esta anomalía al rechazo que se
han ganado a pulso el PSOE y el PP? ¿Debo entender que en su caída estos gigantes
putrefactos han arrastrado consigo al sumidero de la historia esa dialéctica,
sin la cual me parece imposible orientarse en el espacio político? ¿Debo ver en
ello la influencia nefasta de la filosofía posmoderna? ¿Será que las
generaciones más jóvenes se han tragado el anzuelo de los tecnócratas y de los
charlatanes del fin de la historia a ellos asociados? ¿Será que abundan las
personas que creen que se puede ser a la vez de izquierdas y de derechas? ¿Será
que la mala memoria ha ocultado que tanto Franco como Hitler presumían de estar
por encima de esa dialéctica?
¿Será que algunas cabezas pensantes consideran que la indefinición puede
permitir arramblar con los famosos votos del centro y rebañar los de los de
quienes se asustan de sentirse a la izquierda? ¿Será que estas cabezas pensantes quieren que nos olvidemos de sus orígenes intelectuales y de
la historia de la izquierda? ¿Un poco de todo, quizá?
Me ha llamado la atención que Pablo Iglesias afirmase que “lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá
de la izquierda y la derecha: Tiene que ver con amar a tu gente”. Dicho así lo suscribiría
a ojos cerrados, pero no sé si el contexto me autoriza a ello. Considero que,
en efecto, aquí de lo que se trata es de “amar a tu gente”, lo que en buena ley
debería ser el mandato número uno tanto de la izquierda como de la derecha en
un país civilizado. En efecto, hay que poner –queremos poner– en la cima de nuestra escala de
valores al ser humano, única manera de acabar con la galopada neoliberal, por
definición antihumana.
Espero que por “amar a tu gente” no se me
esté dando a entender que solo debo amar (o respetar) a los míos. También tengo
que amar (o respetar) a los otros, si quiero seguir viviendo en una sociedad
abierta, si quiero vacunarme contra las dialécticas amigo/enemigo, amo/esclavo
y contra cualquier deriva totalitaria robesperiana o estalinista.
Por lo demás, aparte de esa declaración general de corte humanista, bajando al plano de la actividad política, creo que la dialéctica izquierda/derecha sigue operativa, y que no se desmonta por el simple método de establecer un nuevo principio, por ejemplo la oposición entre el pueblo y la casta, con el que solo se consigue simplificar el asunto. Y una cosa es declararse paladinamente ni de izquierdas ni de derechas en el seno del 15-M, que es un movimiento difuso, y otra hacerlo desde Podemos. Lo que en el contexto del 15-M es, ante todo, un fenómeno en bruto, en el caso de Podemos es una definición política en toda la regla.
Por lo demás, aparte de esa declaración general de corte humanista, bajando al plano de la actividad política, creo que la dialéctica izquierda/derecha sigue operativa, y que no se desmonta por el simple método de establecer un nuevo principio, por ejemplo la oposición entre el pueblo y la casta, con el que solo se consigue simplificar el asunto. Y una cosa es declararse paladinamente ni de izquierdas ni de derechas en el seno del 15-M, que es un movimiento difuso, y otra hacerlo desde Podemos. Lo que en el contexto del 15-M es, ante todo, un fenómeno en bruto, en el caso de Podemos es una definición política en toda la regla.
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