El poder establecido local y mundial puso toda la carne en el asador
para pararle los pies a Donald Trump.
Apoyó unánime a Hillary Clinton,
de pronto adorable, como Obama… de
pronto reverenciado hasta por sus peores enemigos. Y ahora, viéndola derrotada, este poder se
expresa dolido, como si la situación se le hubiera ido de las manos, como si no
terminara de creérselo. ¡Con lo fácil que había sido descabalgar a Sanders!
El desconcierto del establishment trae a la memoria el que produjo el
brexit, una cosa rara en principio, pero ya vemos que no tan rara. Resulta que
los señores aprendices de brujo que creyeron posible gobernar en contra del
bien común se las tienen que ver ahora
con las primeras sorpresas desagradables, muy gordas a decir verdad. Y esto no es más que el comienzo.
Creer que la historia había llegado a su final era, claro, una estupidez. Como lo era la
creencia de que se puede esquilmar a los pueblos a mayor gloria de unos cuantos
sin que pase nada. Porque siempre
acaba pasando algo, y he aquí que Estados Unidos, con sus grandes y crecientes
bolsas de tercermundismo, caído en manos de Wall Street y de unas cuantas
corporaciones –es decir, en trance de desnacionalización como el que más– no
podía ser una excepción.
Los triunfos del brexit y de Trump
suceden, no por casualidad, cuando al establishment se le han acabado
los trucos de mercadotecnia política, cuando ya no tiene ningún conejo en la
chistera, cuando no puede engañar a nadie con la milonga del “capitalismo
popular”.
Y
los tiempos están cambiando precisamente porque se le han acabado esos trucos,
no porque su poder se haya debilitado, cosa muy distinta. Ya se ocupará de
utilizar el brexit y a Trump también en su propio beneficio, pero tendrá que
operar a cara descubierta y mostrando las pezuñas.
Los sofismas han sido tales que en
el supuesto de que los rapsodas del establishment digan alguna verdad, la gente
la tomará de seguro por una mentira y obrará en consecuencia. ¿Así que el
brexit es malo? ¡Pues toma brexit! ¿Así que Trump es un loco peligroso? ¡Pues
toma Trump! Esta es la gran novedad. Pervertida la racionalidad, la cosa va de calambres nerviosos y subidones hormonales.
Los genios del contragolpe retrógrado iniciado en los años setenta del
siglo pasado han faltado tantas veces a la verdad, han pisoteado tantas veces
la herencia de la Ilustración, han atizado con tanta malicia las llamas de la
superstición, han sacado de quicio los problemas de manera tan demencial y
torticera, han dado tales muestras de indiferencia y de odio, han sido tan hipócritas, tan crueles, han
hecho un uso tan anormal de la bandera y del feto que nada tiene de
sorprendente el triunfo de un personaje como Donald Trump. Siembra vientos y
cosecha tempestades.
Entristece pensar que la respuesta democrática a la flagrante injusticia sistémica sufrida por los norteamericanos a consecuencia de aquel contragolpe retrógrado tenga ahora rasgos tan repulsivos (xenofobia, machismo, islamofobia, puritanismo, supremacismo blanco, etc.). Entristece, pero no sorprende, porque es lo que suele ocurrir con las respuestas surgidas de situaciones así, tan patológicas. El señor Trump es un síntoma, pero la enfermedad, me lo temo, la padecemos todos, no solo los norteamericanos.
Entristece pensar que la respuesta democrática a la flagrante injusticia sistémica sufrida por los norteamericanos a consecuencia de aquel contragolpe retrógrado tenga ahora rasgos tan repulsivos (xenofobia, machismo, islamofobia, puritanismo, supremacismo blanco, etc.). Entristece, pero no sorprende, porque es lo que suele ocurrir con las respuestas surgidas de situaciones así, tan patológicas. El señor Trump es un síntoma, pero la enfermedad, me lo temo, la padecemos todos, no solo los norteamericanos.
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