Nikki
Haley, la nueva representante norteamericana ante la ONU, ha entrado en escena
con aires de propietaria, de mandamás. Anuncia reformas en profundidad; dice que
los países que no secunden sus iniciativas
serán anotados en una lista negra. Hemos recibido poca información al respecto,
por miedo, o por vergüenza ajena, quizá por la íntima necesidad de creer que no
pasa nada.
Al mismo tiempo, Trump no ha tenido mejor idea que nombrar embajador ante la Unión Europea a Ted Malloch, que apuesta por su disolución, que se propone debilitar el euro... Ya ha sido declarado persona non grata. Según ha trascendido, Trump ha sido más bien brutal en sus conversaciones con el presidente de México y con el primer ministro australiano, al que directamente le colgó el teléfono. En lugar de disculparse, anuncia que tendremos que acostumbrarnos a su "dureza". ¿Y esto por qué? Porque, nos dice, todos se han aprovechado de Estados Unidos, algo que se terminó. Arreglar el mundo significa para él eliminar esa anomalía histórica. ¡Tremenda declaración!
Al mismo tiempo, Trump no ha tenido mejor idea que nombrar embajador ante la Unión Europea a Ted Malloch, que apuesta por su disolución, que se propone debilitar el euro... Ya ha sido declarado persona non grata. Según ha trascendido, Trump ha sido más bien brutal en sus conversaciones con el presidente de México y con el primer ministro australiano, al que directamente le colgó el teléfono. En lugar de disculparse, anuncia que tendremos que acostumbrarnos a su "dureza". ¿Y esto por qué? Porque, nos dice, todos se han aprovechado de Estados Unidos, algo que se terminó. Arreglar el mundo significa para él eliminar esa anomalía histórica. ¡Tremenda declaración!
Trump ha cerrado sus fronteras a la entrada de
viajeros nacidos en siete países de mayoría musulmana, Siria, Irak, Libia,
Somalia, Sudán, Yemen e Irán. Da igual que tengan doble nacionalidad o los
papeles en regla, da igual que trabajen para Microsoft o que tengan hijos
nacidos en Estados Unidos. Ya hay incontables musulmanes afectados, algunos
detenidos en los aeropuertos. Según Trump, “gente mala” es lo que son.
Por oponerse a la medida, la fiscal general, Sally Yates, ha sido
despedida de pésimos modos; se la
acusa de “traicionar” al Departamento de Justicia… A creer a Trump, ha puesto en peligro la seguridad del país,
nada menos. Ahora lo que más le preocupa al presidente es improvisar un
mecanismo de deportación. Los perjuicios que su proceder acarrea a los
norteamericanos que viven, viajan o hacen negocios por el ancho mundo, no le importan un comino; tampoco le importa
que mil diplomáticos norteamericanos y el Vaticano se opongan a su veto
migratorio. No tiene en cuenta que con esos modos solo puede dañar los
intereses vitales de las minorías cristianas que viven en los países
proscritos. Y curiosamente, hace oídos sordos a las protestas de Google,
Microsoft, Apple, Starbucks y varias compañías aéreas, claramente perjudicadas
en sus cuentas, en sus previsiones y en su personal. El hecho de que el 49% de
los norteamericanos aplauda el
veto pone de relieve el completo despiste político y moral de la base de sustentación
del nuevo presidente, tan poco ilustrado como ella.
Trump
la emprende contra viajeros que proceden de países arrasados por la mala cabeza y la codicia de sus
predecesores en el cargo, como si todos fuesen temibles, como si actuasen los resortes de la mala conciencia, ya a la espera de un castigo, en plan paranoico además. Es muy significativo que el veto presidencial no afecte a los viajeros
de países mayoría musulmana que efectivamente tuvieron alguna implicación con
atentados perpetrados en suelo norteamericano. Se ha dejado al margen a Arabia
Saudita, patrocinador de toda clase de emprendimientos relacionados con el
islamismo radical y el terrorismo propiamente dicho. Queda claro que el nuevo
presidente seguirá haciendo del terrorismo el mismo uso torticero al que ya
estamos acostumbrados. Seguirá jugando con fuego, sembrando odio, atizando una
extemporánea guerra de religión. Como siempre, pagarán justos por pecadores. Los emigrantes ya han sido escogidos como chivos expiatorios.
No es extraño que salten
chispas por todas partes y que mucha gente tenga miedo. Lo raro es que el nuevo presidente de Estados
Unidos crea que puede andar por la vida haciendo este tipo de cosas, celebrando
la tortura además, negando el cambio climático. ¡Humillar a los mexicanos, a los musulmanes, a la ONU y a la Unión Europea!
Trump va de sobrado, de matón, de provocador. Con estos modales no tiene
ni la menor posibilidad de ser respetado ni de hacer a América grande de nuevo.
Lo único que puede conseguir es enfrentar a los norteamericanos entre sí y con
el mundo, y es inevitable que uno se pregunte por qué se obstina en semejante
empresa. Esta es la gran pregunta.
Puede que el señor Trump exprese a la perfección, muy dramáticamente, los inconvenientes que se derivan de un complejo de superioridad en situaciones que lo contrarían. El sujeto da golpes sobre la mesa, exige obediencia incondicional en asuntos grandes y pequeños, se exhibe fiero, con todas sus armas sobre la mesa, no queriendo darse por enterado de que la realidad escapa a sus caprichos. Ya se encarga el complejo de privarle de la conciencia de los propios límites, escondiéndole su debilidad. Esto que se ve en las personas, a veces en esos borrachos que van por la calle provocando a los viandantes, puede darse en un país, y especialmente en el caso de las potencias cuando se ven cuestionadas, desafiadas, rotas por dentro y gravemente endeudadas. La situación es muy peligrosa.
Puede que el señor Trump exprese a la perfección, muy dramáticamente, los inconvenientes que se derivan de un complejo de superioridad en situaciones que lo contrarían. El sujeto da golpes sobre la mesa, exige obediencia incondicional en asuntos grandes y pequeños, se exhibe fiero, con todas sus armas sobre la mesa, no queriendo darse por enterado de que la realidad escapa a sus caprichos. Ya se encarga el complejo de privarle de la conciencia de los propios límites, escondiéndole su debilidad. Esto que se ve en las personas, a veces en esos borrachos que van por la calle provocando a los viandantes, puede darse en un país, y especialmente en el caso de las potencias cuando se ven cuestionadas, desafiadas, rotas por dentro y gravemente endeudadas. La situación es muy peligrosa.
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