Cuando todavía no estamos a salvo, cuando la gente muere, pasa apuros, hambre, frío, incertidumbre, cuando las ayudas no llegan, ¡elecciones anticipadas en Madrid! La frivolidad de Isabel Díaz Ayuso carece de límites. La cosa va de armar un quilombo para encubrir sus hechos y la inmundicia que aflora en los juzgados, y desde luego que también va de redirigir contra Sánchez toda la frustración habida y por haber.
La campaña electoral, se ve venir, será de género insoportable. En el peor momento, trumpismo castizo, encima con el peligro cierto de que vaya a más. ¿Qué tal si gana esta señora, sola o respaldada por Vox? ¿Qué tal si el entero PP resulta definitivamente abducido? Hasta podría ocurrir que el señor Casado se viera eclipsado por el tándem Ayuso/Rodríguez…
No me apetece nada vivir en una sociedad políticamente esquizofrénica y se me revuelven las tripas de solo imaginarnos en los años treinta. Fue así como empezó la tragedia de entonces, de forma tan estúpida, poniendo en duda la legitimidad del gobierno y viendo comunistas por todas partes (y conste que solo había un puñado de ellos, marginados y sin poder alguno, como también ocurre en la actualidad).
El cuadro se ha agravado por la repentina intromisión de Pablo Iglesias. Sin ahorrarnos un encomiástico repaso de sus logros, nos da a entender que solo él puede pararle los pies a la señora Ayuso (lo que ya es decir si echamos un vistazo a las estimaciones de CIS) y que no por otra razón se sacrifica. De entrada, se le ha visto ordenando el reparto de espacios y papeles, como si fuera el director de la obra, el prota y el estratega, como si todo se le debiera por renunciar a la vicepresidencia del Gobierno.
Supongo que algunos celebran que señora Ayuso haya encontrado la horma de su zapato, pues ya tenemos a Iglesias arremetiendo contra la "derecha criminal", así, en general (como si estuviese en un bar y no le cupiesen serias responsabilidades en orden al mantenimiento del sistema de convivencia). Y esto es lo grave, que se ponga en el mismo plano, con similar agresividad y similares brochazos efectistas, lo que yo no estoy en disposición de aplaudir. Puede que así represente a una parte de la izquierda a la izquierda del PSOE, pero de seguro que no a toda.
Viendo venir lanzado a Pablo Iglesias, la señora Ayuso, encantada de la vida, opta por cambiar su grito de guerra de socialismo o libertad, delirante en referencia Angel Gabilondo, a comunismo o libertad, no menos loco. Pero he aquí que, en lugar de limitarse a sonreír burlonamente, el líder de Unidas Podemos, tocado en alguna fibra íntima, le sale al paso atolondradamente con la mención de ciertas heroicidades comunistas en la lucha contra el fascismo… Parece mismamente que hemos retrocedido varias décadas, y ya tenemos a la señora Ayuso haciéndose la graciosilla con estar del lado bueno de la historia en tanto en cuanto la tildan de fascista.
¿Acierta Pablo Iglesias al entrar en esa dialéctica? Yo pienso que se equivoca de medio a medio, pues esas heroicidades, como la cintura de Santiago Carrillo, no cuentan para nada en el imaginario colectivo, donde solo flamean el gulag y los usos norcoreanos. Cosas de la historia, que se ha encargado de poner las vergüenzas del bolchevismo en el mismo escalofriante anaquel donde lucen las del fascismo.
Mucho partido le sacará la señora Ayuso a este fenómeno. En su boca la palabra libertad carece de sentido, y la palabra comunista está no menos vacía, hasta que llega Iglesias y recoge el guante, demostrando con ello que en efecto hay comunistas, quién sabe cuántos, lo que le asegura una gran movilización en sentido contrario, en nombre de la libertad… Yo no puedo entender tanta torpeza. Más Madrid ha hecho muy bien en no entrar en ese juego suicida.
La campaña electoral, se ve venir, será de género insoportable. En el peor momento, trumpismo castizo, encima con el peligro cierto de que vaya a más. ¿Qué tal si gana esta señora, sola o respaldada por Vox? ¿Qué tal si el entero PP resulta definitivamente abducido? Hasta podría ocurrir que el señor Casado se viera eclipsado por el tándem Ayuso/Rodríguez…
No me apetece nada vivir en una sociedad políticamente esquizofrénica y se me revuelven las tripas de solo imaginarnos en los años treinta. Fue así como empezó la tragedia de entonces, de forma tan estúpida, poniendo en duda la legitimidad del gobierno y viendo comunistas por todas partes (y conste que solo había un puñado de ellos, marginados y sin poder alguno, como también ocurre en la actualidad).
El cuadro se ha agravado por la repentina intromisión de Pablo Iglesias. Sin ahorrarnos un encomiástico repaso de sus logros, nos da a entender que solo él puede pararle los pies a la señora Ayuso (lo que ya es decir si echamos un vistazo a las estimaciones de CIS) y que no por otra razón se sacrifica. De entrada, se le ha visto ordenando el reparto de espacios y papeles, como si fuera el director de la obra, el prota y el estratega, como si todo se le debiera por renunciar a la vicepresidencia del Gobierno.
Supongo que algunos celebran que señora Ayuso haya encontrado la horma de su zapato, pues ya tenemos a Iglesias arremetiendo contra la "derecha criminal", así, en general (como si estuviese en un bar y no le cupiesen serias responsabilidades en orden al mantenimiento del sistema de convivencia). Y esto es lo grave, que se ponga en el mismo plano, con similar agresividad y similares brochazos efectistas, lo que yo no estoy en disposición de aplaudir. Puede que así represente a una parte de la izquierda a la izquierda del PSOE, pero de seguro que no a toda.
Viendo venir lanzado a Pablo Iglesias, la señora Ayuso, encantada de la vida, opta por cambiar su grito de guerra de socialismo o libertad, delirante en referencia Angel Gabilondo, a comunismo o libertad, no menos loco. Pero he aquí que, en lugar de limitarse a sonreír burlonamente, el líder de Unidas Podemos, tocado en alguna fibra íntima, le sale al paso atolondradamente con la mención de ciertas heroicidades comunistas en la lucha contra el fascismo… Parece mismamente que hemos retrocedido varias décadas, y ya tenemos a la señora Ayuso haciéndose la graciosilla con estar del lado bueno de la historia en tanto en cuanto la tildan de fascista.
¿Acierta Pablo Iglesias al entrar en esa dialéctica? Yo pienso que se equivoca de medio a medio, pues esas heroicidades, como la cintura de Santiago Carrillo, no cuentan para nada en el imaginario colectivo, donde solo flamean el gulag y los usos norcoreanos. Cosas de la historia, que se ha encargado de poner las vergüenzas del bolchevismo en el mismo escalofriante anaquel donde lucen las del fascismo.
Mucho partido le sacará la señora Ayuso a este fenómeno. En su boca la palabra libertad carece de sentido, y la palabra comunista está no menos vacía, hasta que llega Iglesias y recoge el guante, demostrando con ello que en efecto hay comunistas, quién sabe cuántos, lo que le asegura una gran movilización en sentido contrario, en nombre de la libertad… Yo no puedo entender tanta torpeza. Más Madrid ha hecho muy bien en no entrar en ese juego suicida.
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