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martes, 15 de enero de 2019

A VUELTAS CON LA CONSTITUCIÓN

      Se oye decir que hay que actualizarla o reescribirla, y algunos van muy lejos, afirmando que o se entra en un período constituyente en toda la regla o seguiremos encerrados en el  “régimen del 78”,  un fraude político de la peor especie. Parte de la izquierda se complace en esta visión, y me preocupa.
   ¿Acaso existe hoy el consenso que hizo posible la Constitución? Creo que no. Plantear su sustitución en las actuales circunstancias me parece una frivolidad, francamente. Corremos el peligro, dada la correlación de fuerzas existente y el pésimo ambiente, cargado de intolerancia, malicia e irracionalidad, de que salga un texto mucho peor. 
    En particular, me preocupa que se prescinda de una evidencia más bien aterradora: en la actualidad, los tres partidos que ocupan la banda derecha del espectro político son neoliberales, una especie inexistente, por fortuna, en 1978. Arriesgarnos a cambiar una Constitución de cierto sesgo social por una de corte neoliberal es de lo más estúpido, pero, claro, ¿quién tiene ojos para este peligro? 
   Suelo leer con placer y provecho al profesor Vicenç Navarro, pero por eso mismo me ha turbado una apreciación vertida en “El debate sobre la Constitución en la izquierda” (https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2019/01/14/debate-sobre-la-constitucion-entre-las-izquierdas/). Allí nos presenta el artículo 129.2 como “una victoria del movimiento obrero” (apreciación que, por lo que parece, comparte con Nicolás Sartorius y Joan Coscubiela). Refresquemos la memoria: en ese artículo constitucional se dice que “los poderes públicos (…) establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción”… 
    Pues bien, he aquí lo interesante (sin restar méritos al movimiento obrero y sin la menor intención de elogiar al régimen anterior): ese artículo fue propuesto por el franquista Licinio de la Fuente. 
    El comunista Solé Tura confesó que no se había atrevido a proponer algo así por temor a que le acusaran de querer dar a la Constitución un giro socializante. Interrogado al respecto, Licinio de la Fuente declaró que su enmienda, aprobada con facilidad, no tenía nada de asombroso, por estar inspirada, eso dijo, en la doctrina social de la Iglesia y en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera. 
   De este tipo de cosas, ni pío, pero considero  insoslayable reconocer que en aquel entonces se produjo cierta afortunada convergencia en lo social de los que venían del régimen franquista y de  los que venían de fuera, de la izquierda. Puestos a escribir y a pronunciarse, unos y otros tenían in mente los requerimientos de la justicia social, lo que les permitió entenderse en temas principales.  
    Ahora, tras cuarenta años de neoliberalismo, con toda la derecha y parte de la izquierda en el ajo friedmanita, ¿cómo creen que saldría la nueva Constitución? ¡Si ni siquiera ha habido arrestos para eliminar los renglones inmundos y anticonstitucionales del artículo 135!