La victoria de Emmanuel Macron ha devuelto la sangre al cuerpo al
establishment, temeroso de un nuevo brexit o de un nuevo trumpazo. Todo son
elogios para el flamante presidente francés. Se ha salvado Europa, se ha
salvado el euro, las aguas vuelven felizmente a su cauce, nos hacen saber sus
portavoces mediáticos.
Entiende uno la aprensión que se podía sentir ante un eventual triunfo
de la señora Le Pen, pero la verdad es que no le veo la gracia al triunfo de Macron.
Como hemos podido constatar, los dos partidos antes hegemónicos se han hundido
ignominiosamente y el triunfo del
líder de En Marcha solo ha sido posible juntando todos los votos contrarios al
Frente Nacional, lo que ha ocurrido más por miedo que por ilusión.
De lo que se deduce que la crisis
política derivada de la crisis económica es ya de muy difícil superación. En Francia, como en Italia, Grecia o España, como en Estados Unidos.
No
tardaremos en comprobar que lo que hoy se celebra implica la continuación y el
agravamiento del alocado proceso que hizo subir los apoyos a la opción
lepenista. El sistema político está gravemente dañado, la gente vota con la
nariz tapada, y a partir de ahora el tiempo empieza a trabajar nuevamente a
favor de la señora Le Pen.
Me
será dicho que menosprecio la novedad que encarna Macron, al que algunos
imaginan capaz de cuadrar el círculo, de servir simultáneamente al
establishment y a las clases perjudicadas que, hartas de todo, volvieron sus
ojos hacia el Frente Nacional. Yo creo que ni siquiera lo va a intentar, por no
estar en su ADN particular y por ser incompatible con los intereses de sus
valedores. Es cierto que los genios que motorizaron En Marcha antepusieron la
partícula “socio” al sustantivo “liberal”, para darnos a entender que Macron
piensa en la gente, pero, lamentablemente, sería de género tonto tomárselo en serio.
Yo no quisiera estar en el pellejo de quienes se manifestaron en las
calles contra la reforma laboral del señor Macron y que ahora le han votado por
miedo a Le Pen. No quisiera estar en el pellejo de quienes esperan de él algo
distinto de lo que ya hizo, porque
más pronto que tarde se toparán con la evidencia de que mediante sus votos
precisamente podrá ir mucho más lejos y más rápido por ese camino de lo que le permitió el timorato
Hollande.
Solo por un espejismo
puede parecer que con Macron ha triunfado
el centro. El suyo ya sido un triunfo de la derecha de intereses, con la
particularidad de que lo ha logrado con la decisiva colaboración de los
desechos de tienta de la izquierda oficial más servil de todos
los tiempos.