Al día siguiente de las elecciones, varios escribas orgánicos dieron la
voz de alarma, prodigando la expresión “izquierda radical” para definir a las
fuerzas que han venido a alterar el mapa político que tanto les gustaba. ¿Se
trata de distinguir a los recién llegados del PSOE en dos palabras, por falta
de espacio? Ya me gustaría, pero no.
El
empavorecido constructor Villar-Mir acaba de afirmar que se nos viene encima el
comunismo, nada menos, en lo que ha venido a coincidir con Esperanza Aguirre,
empeñada en hacer creer a las buenas gentes que Manuela Carmena se propone acabar
con la democracia en España. Y ahora, a la desesperada, al ver que su frente
anti-Podemos no cuajará en Madrid, he aquí que se muestra dispuesta a pactar con Carmena…
a condición de que abjure de sus vínculos con los “soviets de distrito” [sic!].
Y leo y oigo que no está sola, que el propio PP, o gente del PP, se identifica
con su visionaria estrategia. Confieso que de buenas a primeras me reí; pero ya
no le veo la gracia.
Y
no se la veo porque estas burradas dejan al descubierto la mentalidad de una
parte muy pesada de la élite del poder, la misma mentalidad locoide y egoísta
que tanto daño la ha hecho a este país desde los tiempos de Larra y de Galdós. Me refiero a la mentalidad que tuvo la
ocurrencia de propalar el infame bulo de que el señor Alcalá Zamora era la
punta de lanza del comunismo, y esto desde el primer día de su mandato, cuando
en este país los comunistas se podían contar con los dedos. La misma que alentó
y financió el golpe de Estado de 1936 a partir del punto y hora en que perdió
la esperanza de mantener a la República bajo control, es decir, en cuanto vio
venir el imperativo histórico de redistribuir la riqueza y acabar con los privilegios
incompatibles con la modernidad. La misma que entonces creía que era de lo más
normal una sociedad dividida en ricos y pobres, la misma que ahora es incapaz
de comprender que este país no quiera prestarse a seguir de rodillas ante lo
que está pasando, la misma que en su día descubrió el neoliberalismo y se dijo
a sí misma que la desigualdad es natural como la lluvia o el granizo, y esto a
su entera satisfacción, aunque tuviera que mandar al diablo el cristianismo del
que tanto le gusta farolear.
Confundir a las reuniones vecinales de Madrid con aquellos soviets
constituidos en la Rusia inmersa en la I Guerra Mundial es una animalada, fruto
de la incultura y de la malicia. Decir que la señora Carmena es un peligro para
la democracia, otra animalada. Designar a las fuerzas emergentes bajo el rótulo
de izquierda radical, otra. ¿Se pregunta uno si Esperanza Aguirre y los que
piensan como ella saben, siquiera remotamente, qué es una izquierda radical? Me
parece el colmo que endosen ese título a lo que se presenta como una izquierda
a secas, socialdemócrata en todos sus usos y planteamientos. De aquí a una
reviviscencia de una izquierda radical, a la Che Guevara por ejemplo, hay un
tal trecho que no es de recibo seguir con la milonga.
La
pretensión de amedrentar a la parte peor informada de la ciudadanía con idea de
que Pablo Iglesias es como Chávez y que, por lo tanto, tiene la oculta
intención de cargarse la democracia, es sencillamente asquerosa. Porque ni
Pablo Iglesias es Hugo Chávez, ni es cierto que el chavismo haya prescindido de
la legitimidad democrática.
Pero
no veo por qué me escandalizo… ¿Acaso ignoro que forma parte de la esencia del
neoliberalismo justificarse mediante todo tipo de mentiras de brocha gorda en
el prepotente convencimiento de que la verdad no pinta nada en política? Lo que
parece torpeza, brutalidad e ignorancia viene en el lote.
No veo ni el menor peligro
para la democracia en las fuerzas emergentes. Al contrario, veo en ellas una
esperanza de regeneración del sistema en que habitamos, por ser obvio para mí
que un sistema político sin una izquierda real solo podría ser democrático en una sociedad sin clases
que ni siquiera se divisa en el horizonte. En cambio, sí veo un peligro para la
democracia en la derecha representada por la señora Esperanza Aguirre. ¡Esta sí
que es radical! Esperemos que haya otra derecha, porque esta ya sabemos a qué
extremos es capaz de llegar y qué tipo respuesta termina por merecer.