El
PP nos promete un futuro muy
lindo, merecidamente ganado por su buen hacer, luce simpático como nunca, muy
moderado, se saca de la manga intereses sociales de última hora. El PSOE da
muestras de socialismo y promete
derogar la reforma laboral. Todos defienden los bienes públicos, la sanidad, la
educación, las pensiones, faltaría más. Muy tranquilizador, se adormecen los malos recuerdos. También
Ciudadanos tiene lo suyo, con su limpieza y su juventud, con ese líder de refresco
que sabe hablar estupendamente sin
atenerse al consabido argumentario.
En fin, que dan ganas de votarles, que apena tener que elegir entre tres
opciones tan buenas, que además están de acuerdo en la defensa de la unidad de
la patria.
Ahora bien, ironías aparte,
después del 20 de diciembre, cuando se disipen los narcóticos y los
anestésicos, la cosa se pondrá brava. Se prevén nuevos requerimientos de las altas instancias
económicas, se prevén nuevos ajustes de la tuerca que nos tiene asfixiados. Y si te he visto, no me acuerdo.
¿Se imagina alguien a Rajoy dando marcha atrás a las medidas económicas
de las que tanto se ufana?
¿Cree alguien que Sánchez se acordará del compromiso de eliminar el
maldito artículo 135 que Zapatero y Rajoy calzaron en la Constitución? Lo que
cabe esperar de él ya lo dijo, elegantemente, al declararse más próximo a Valls
que a Corbyn. No preveo que haga historia plantándole cara al TTIP ni al TiSA.
Doy por seguro que, como Rajoy, no tendrá el buen gusto de informarnos antes de
las elecciones sobre lo que sin duda ya sabe sobre tan secretos y decisivos
tratados. Y con Garicano como
economista de cabecera, no preveo que Rivera se salga ni tanto así del guión. Se trata de un frente neoliberal. Y si
se cumplen los vaticinios de los expertos, si finalmente gana Rajoy seguido por
Rivera, si se acaba el duopolio, ya sabemos lo que nos espera. Se entenderán en
lo principal, flanqueados por el PSOE de un modo u otro y con grave daño para
sí mismo. En todo caso, parece que nos libraremos de la mayoría absoluta,
instrumento que en manos de nuestros políticos ha demostrado ser peligrosísimo.
Algo es algo.
Del otro lado tenemos un frente
antineoliberal, también dividido entre distintas sensibilidades. Por un lado
tenemos a Podemos, por el otro a Unidad Popular. Compiten entre sí, pero
tendrán que sumar sus fuerzas en el Parlamento. Separados, estos grupos serían
cruelmente ninguneados.
Las diferencias que no
pudieron limar a priori, se
limarán por sí solas. Según los sondeos, el cielo no será asaltado, lo que
tiene sus ventajas. Una victoria a lo Artur Mas sería peor que la derrota
parcial que se ve venir. Nada menos recomendable que una victoria por los pelos
si tenemos en cuenta el tremendo desafío que se nos viene encima. Visto el peligro, se entiende la impaciencia, la sensación de ahora o nunca. Pero la historia tiene su tempo, y hasta se puede insinuar que le está haciendo un favor al desunido frente antineoliberal, al obligar al frente opuesto a cargar con toda la culpa del atraco y del cambio de modelo de sociedad que nos ha sido impuesto, privándole de la posibilidad de echársela encima. Un favor, porque le da tiempo a madurar y constituir la alternativa necesaria, dentro de lo real posible, mientras sus oponentes se queman por completo; un favor, porque le da tiempo a que estos se quemen no solo aquí sino en todas partes; porque le da tiempo a encontrar sus verdaderos amigos europeos, evitándole la penosa soledad que padeció Syriza. Y tiempo también para que hasta el más despistado se harte de votar contra sus propios intereses y se movilice en consecuencia.