El 20 de febrero, en Manama, capital de Barehin, Ayat Al-Quarmezy, de veinte años de edad, poeta, se unió a la demanda de reformas con unos versos contra la miseria. Eran versos dirigidos al monarca, al que no oye al pueblo, al indiferente, al que no oye ni los gritos ni los llantos del pueblo.
Las fuerzas de seguridad allanaron su casa y, al no encontrar a la joven poeta, amenazaron con matar a sus hermanos si no se entregaba. Quince días la tuvieron incomunicada, sufrió descargas eléctricas y todo tipo de vejaciones. Un tribunal militar acaba de condenarla a un año de prisión. ¡Por un poema! Es INTOLERABLE. Semejante atropello contra la libertad de expresión, con esos modos infames, no se puede consentir. No podemos hacer la vista gorda, sencillamente no. Me uno, pues a la campaña de Amnistía Internacional en favor de Ayat (www.es.amnesty.org/actua/acciones/bahrein-poetisa-ayat-al-qarmezi/ ).
Tras las apariencias, acecha la violencia. Vivimos, por fortuna para nosotros, en mejores condiciones que los habitantes de Barhein, cuya indignación ha sido reprimida con la ayuda de soldados venidos de Arabia Saudita y con fuerzas de seguridad realmente atroces. Pero tampoco deberíamos confiarnos. En realidad, no nos engañemos, todos los indignados somos Ayat.
Las fuerzas de seguridad allanaron su casa y, al no encontrar a la joven poeta, amenazaron con matar a sus hermanos si no se entregaba. Quince días la tuvieron incomunicada, sufrió descargas eléctricas y todo tipo de vejaciones. Un tribunal militar acaba de condenarla a un año de prisión. ¡Por un poema! Es INTOLERABLE. Semejante atropello contra la libertad de expresión, con esos modos infames, no se puede consentir. No podemos hacer la vista gorda, sencillamente no. Me uno, pues a la campaña de Amnistía Internacional en favor de Ayat (www.es.amnesty.org/actua/acciones/bahrein-poetisa-ayat-al-qarmezi/ ).
Tras las apariencias, acecha la violencia. Vivimos, por fortuna para nosotros, en mejores condiciones que los habitantes de Barhein, cuya indignación ha sido reprimida con la ayuda de soldados venidos de Arabia Saudita y con fuerzas de seguridad realmente atroces. Pero tampoco deberíamos confiarnos. En realidad, no nos engañemos, todos los indignados somos Ayat.