Leo en el
periódico la carta que Mariano Rajoy le envió a Jean-Claude Juncker, presidente
de la Comisión Europea, fechada el 5 de mayo. Curioso documento, a saber si
hecho público por una infidencia maliciosa o deliberadamente, como parte de la campaña
electoral. Me inclino a creer lo segundo.
La carta me da la impresión de estar
dirigida a Jean-Claude, buen amigo, y de paso, como lección de ortodoxia, a los
seguidores del presidente en funciones. Para pedirle un favor a Juncker, bastaba
medio folio, y la carta tiene cuatro.
Rajoy presume de su
amistad con Juncker y de sus formidables logros económicos. Quiere disculparse por
no haber cumplido el objetivo del déficit, una marchita en su expediente. No se le puede reprochar
por ser el primer defensor del
Pacto de Estabilidad y Crecimiento. La culpa recae, nos dice, en la “ralentización del
crecimiento mundial”, en las repetidas citas electorales, causantes de algunos
desmanes económicos en las administraciones que no dependen de su control. Ruega
a su querido Jean-Claude que España no sea castigada. Pide tiempo.
“Una vez
que haya un nuevo gobierno, estamos dispuestos a tomar nuevas medidas” [de
ajuste], “en la segunda mitad del año”. Nótese que Rajoy está tan identificado con ese nuevo gobierno
que le sobran las reservas y los matices. Y esto me parece dirigido al consumo
interno, pues he de suponer que el señor Juncker no ignora que la situación es
más compleja (me temo que la promesa podría irritarle a tenor de las circunstancias).
También para consumo interno me parecen los párrafos en que Rajoy
presume de sus éxitos. Se felicita por su “intensa agenda de reformas”, muy en
particular por la reforma del mercado de trabajo. Es admirable lo que ha
conseguido en solo cuatro años: “Hemos pasado de perder bienestar, empleo y
confianza a mejorar la situación social, crear empleo y tener nuevas
expectativas de futuro”.
No
creo que con semejante frase entresacada del argumentario genovés Rajoy pueda aspirar a ilustrar
y conmover la conciencia del muy curtido señor Juncker, a quien imagino algo
impaciente, con una media sonrisita algo sarcástica. ¡Hay que ver este Rajoy!
Ahora
se crea empleo “a ritmos muy intensos”. “El crecimiento español es
equilibrado”, de “base sólida”, “sin endeudamiento exterior”… La economía española es ahora
“competitiva”, se crean empresas, etc.
Suena cínico, con Juncker en el ajo, o podría tratarse de un caso de
ingenuidad y entonces cabría imaginar la preocupación del aludido Juncker. Una
cosa es mentir y otra creerse las propias mentiras. Este Rajoy parece estarse
pasando de la raya. ¿Es que pretende quedarse
conmigo?
Enumerados los logros de Rajoy –y esto
es lo grave– queda demostrada la bondad
de las políticas aplicadas por orden de Bruselas. No dudo de que a Juncker
le gusta que así se exponga y así parezca. Y no dudo de que le habrá hecho
cosquillas la siguiente frase de Rajoy: “Ambos compartimos que, tanto la
estabilidad de la zona euro como la mejora del bienestar social son objetivos
esenciales de la política económica de la Unión Europea”.
¿Cinismo o ingenuidad?, se pregunta uno otra vez. Venirnos con el
sofisma de que el austericidio apunta al bienestar social es el colmo, y más en
una carta oficialmente dirigida al señor Juncker, el organizador del centro de
evasores corporativos radicado en Luxemburgo. ¡El austericidio como panacea
universal al servicio del bien común! En fin, gracias a esta carta, quedan expuestos,
en negro sobre blanco, los objetivos esenciales,lastimosamente contradictorios.