La abyecta operación de derribo que presenciamos
tiene el rango de un aviso para
caminantes. Hay en el terreno de juego unas líneas rojas llenas de pinchos y
convenientemente electrificadas. Y lo tremendo del caso, lo más inquietante, es
que Sánchez cayó fulminado a pesar de haber puesto buen cuidado en no tropezar
con ellas. Dijo que no a Rajoy, cierto, pero no dio un solo paso hacia un
entendimiento efectivo con Unidos Podemos y con los nacionalistas periféricos.
De lo que se deduce que decirle no a Rajoy es de suyo peligrosísimo. El PSOE no
ha dudado en arriesgarlo todo –hasta su digna imagen– con tal de que ni
siquiera se le pueda imputar la intención de rozar la alambrada. ¡Tan grave es
el asunto!
Ahora, eliminado Sánchez, el PSOE se
dispone a hacer lo que los conspiradores no tuvieron la decencia de declarar con
la debida formalidad. Allanarán el camino a un gobierno de Rajoy. Está cantado.
En algún momento le fue dado comprender a Felipe González que, con la que está
cayendo, una gran coalición PSOE/PP sería la ruina, y se decantó por esta
solución, menos arriesgada pero no gratuita.
Ayer
mismo, Eduardo Madina, se hacía el tonto, diciendo que no sabía aun si votaría
o no a favor de un gobierno del PP… Se ha puesto el acento en la insensatez,
irresponsabilidad y mitomanía de Sánchez, en plan táctico. Pero ahora toca
decirle sí a Rajoy según lo acordado, sin obtener nada a cambio, por pura
“responsabilidad”. De esta manera tan triste el PSOE sellará su destino para los restos. Acabará, detalles
más o menos, como el PASOK.
La
caída de Sánchez es una prueba más de que el centro político ha desaparecido.
Se hace ver que existe, pero qué va. El PP y el PSOE, y naturalmente Ciudadanos, harán algunos
pases por el centro aparente, pero en cuanto a las cosas serias, operarán
juntos, en línea acostumbrada, en sintonía con sus pares europeos, en un
sistema que se ha desplazado todo él a la derecha.
La
defenestración de Sánchez y el sí a Rajoy no serán los últimos servicios del PSOE al
establishment. Le hará todos los servicios que hagan falta de aquí en adelante,
por eso de la “responsabilidad”, en realidad por seguir enchufado al poder. El
problema para los demás es que, contra toda lógica, pretenderá también arrogarse
la representación no solo del centro mítico sino de la entera izquierda,
confundiendo las cosas y los términos quién sabe hasta qué extremos. De modo
que tras la defenestración de Sánchez, Unidos Podemos tendrá que superarse a sí
mismo, o seremos muchos en este país los que nos quedaremos sin representación.