José María Fildago, hasta hace poco secretario general de CCOO, todavía
miembro de su Ejecutiva y del Consejo Confederal, se ha pasado al Partido
Popular y se rumorea que podría ser el próximo ministro de Trabajo.
Está
de moda decir que derecha e izquierda son conceptos anticuados, y el caso puede
servir para que no nos quedemos
completamente ciegos.
Porque no estamos ante una traslación
sin importancia: el flujo va –siempre en la línea del mínimo esfuerzo y de la máxima gratificación– de izquierda a derecha, y no al revés...
No
ha sido un pequeño éxito por parte
de los agentes de la revolución de los muy ricos haber amaestrado a los
sindicatos y haber contribuido a que se vean desacreditados ante los propios
trabajadores. La operación ha salido tan bien que ya se puede fichar, con toda
naturalidad, al señor Fidalgo, quizá sin que él mismo y sus compañeros de la Ejecutiva se den cuenta del
significado de esta traslación, del descrédito que proyecta sobre el sindicato,
sobre todos los sindicatos y sobre el sistema político en sí mismo.
A juzgar por la indignación reinante, nótese que de forma clamorosa se exige de los representantes un mínimo de respeto por sus representados y también –¡a ver si se enteran!– por lo representado.
A juzgar por la indignación reinante, nótese que de forma clamorosa se exige de los representantes un mínimo de respeto por sus representados y también –¡a ver si se enteran!– por lo representado.