Le plantea Tomás Gómez a
Ignacio González que, con independencia de intereses partidarios, tenga a bien
asegurarse de que los comedores escolares permanezcan abiertos durante las
vacaciones navideñas, en vista de que 60.000 niños madrileños se pueden quedar
sin su única comida caliente.
Y
ya sale al quite el señor presidente Ignacio González, reprochándole no sé qué
cosa interna de los socialistas y del propio Gómez. Niega el problema del
hambre, por todos conocido, ya tabulado por Cáritas. Y encima, se nos explaya
diciendo que aquí el problema no es el hambre sino la obesidad infantil.
En
resumen, el señor presidente no quiere saber nada de la humanitaria propuesta,
lo que entra en su guión neoliberal, sin que nos sea dado saber si es tonto o malvado o
las dos cosas a la vez.
Con el agravante de que, creyéndose muy listo, ha dejado constancia de su falta de preparación para el cargo que ostenta. Y no me refiero a su inhumanidad, que me asquea, suficiente para que se reclame su dimisión, sino al hecho de que ignora que precisamente la mala alimentación es una de las culpables de la obesidad de la gente menuda, siendo precisamente la parte más desfavorecida la sufre las peores consecuencias de las diversas formas de comida basura. La comida sana es un lujo que muchas familias no se pueden permitir. Por lo visto el presidente ignora este dato elemental, o no habría tenido la ocurrencia de incurrir en su sofistica, maleducada e inhumana contestación.
Con el agravante de que, creyéndose muy listo, ha dejado constancia de su falta de preparación para el cargo que ostenta. Y no me refiero a su inhumanidad, que me asquea, suficiente para que se reclame su dimisión, sino al hecho de que ignora que precisamente la mala alimentación es una de las culpables de la obesidad de la gente menuda, siendo precisamente la parte más desfavorecida la sufre las peores consecuencias de las diversas formas de comida basura. La comida sana es un lujo que muchas familias no se pueden permitir. Por lo visto el presidente ignora este dato elemental, o no habría tenido la ocurrencia de incurrir en su sofistica, maleducada e inhumana contestación.