En el
peor momento, cuando la Bestia neoliberal nos está comiendo por los pies, se
entra en una fase de gravísima incertidumbre en el plano de la organización
territorial. Hasta aquí hemos llegado por una serie de insensateces y torpezas que
causará no poco asombro a los historiadores del mañana. ¿Y ahora qué? Dicho sea con la debida frialdad y con
respeto a las partes implicadas, lo único claro es que el follón le viene de
perlas a la citada Bestia, experta en maniobras de camuflaje y en hacer saltar
países.
Ya
tenemos a CIU y a ERC encubriendo su antisocial conducta y su extravagante
maridaje con una gran pasión
nacionalista. Ya tenemos al gobierno de la nación haciendo exactamente lo
mismo. Si el derecho a decidir es legítimo en teoría, en este caso concreto huele tan mal como
el desprecio que merece a dicho gobierno. La idea de arroparse en la bandera
para ocultar las vergüenzas es tan vieja como peligrosa para la convivencia. Tercia
entonces Pedro Sánchez y nos invita a apostar por una reforma constitucional.
Con semejante enfrentamiento de por medio y con la irritación reinante, ¿es
verosímil que tal reforma sea un éxito? La cosa ha llegado a tal punto que un
federalismo asimétrico puede saber a poco a los catalanes y sentar mal a los
demás. Mientras lo discutimos, en todo caso, la Bestia neoliberal se dará otro
festín a nuestra costa, feliz de que este país sea incapaz de concebir nada que
le pueda molestar.