Nos
hemos metido en un círculo vicioso de muy difícil escapatoria. Tras el fracaso
de Rajoy, estamos a la espera de que fracase Sánchez, con una molesta sensación
de déjà vu. Me temo que así no
vamos a ninguna parte. Creo que lo mejor es ir a las terceras elecciones, aunque caigan el día de Navidad,
aunque no quepa esperar de ellas una modificación sustancial del mapa político.
Cuanto más se prolonguen estas “negociaciones” insanas, peor, más confusión y más
gatopardismo también.
Entiendo
que algunos se afanen todavía por muñir una “alternativa de progreso”, pero he
de confesar que, a juzgar por las
piezas disponibles, me parecería trágico que se materializase. El próximo gobierno, sea de izquierdas
o de derechas, tendrá los pies de barro, y lo primero que tendrá que hacer es
responder a las demandas de Bruselas, que exige nuevos recortes y ajustes. Y eso no es todo, porque no tardará en estallar la mentira en que vivimos, esa bien gorda según la
cual la crisis ha quedado atrás. Sinceramente, yo no le veo la gracia a que sea
precisamente la izquierda o, mejor dicho, una problemática combinación de la
izquierda aparente y la real, quien tenga que pagar los platos rotos de la
derecha, encima con las dos manos atadas a la espalda. Ese desagradable trance,
con un gobierno con pies de barro, se lo merece la parte responsable del
engaño, ¿no creen?
¿Y qué cabe esperar de unas nuevas elecciones? Depende de cómo se vaya a ellas. A los votantes de este país les vendrían bien unas propuestas claras y distintas (están hartos de vaguedades, faroles y sofismas), así como también algo que se echa en falta, a saber, la noción de que se está en disposición tanto de ganar como de perder. Si gana Rajoy por los pelos, que gobierne, que apechugue. Bajo la estricta vigilancia de los perdedores, no podrá hacer tanto daño como en sus tiempos de mayoría absoluta, ni tampoco engañar ni durar mucho. ¿Y por qué no dejarle el campo libre ahora mismo? Porque los votantes estamos viendo cosas muy raras (¡y las que veremos hasta diciembre!) y necesitamos expresarnos.
¿Y qué cabe esperar de unas nuevas elecciones? Depende de cómo se vaya a ellas. A los votantes de este país les vendrían bien unas propuestas claras y distintas (están hartos de vaguedades, faroles y sofismas), así como también algo que se echa en falta, a saber, la noción de que se está en disposición tanto de ganar como de perder. Si gana Rajoy por los pelos, que gobierne, que apechugue. Bajo la estricta vigilancia de los perdedores, no podrá hacer tanto daño como en sus tiempos de mayoría absoluta, ni tampoco engañar ni durar mucho. ¿Y por qué no dejarle el campo libre ahora mismo? Porque los votantes estamos viendo cosas muy raras (¡y las que veremos hasta diciembre!) y necesitamos expresarnos.