Se caracteriza por la ausencia de un proyecto positivo, en el que se
incluya el necesario propósito de enmienda. Naturalmente, nadie nos va a decir
“os desplumaremos, eso es todo lo que os cabe esperar”, pues vivimos en la era
de la mercadotecnia política, cuyo compromiso con la verdad es nulo. Y podemos
dar por seguro que los magos de dicha mercadotecnia saben muy bien que hay
cosas que mejor no mencionar, pues sería contraproducente para sus maniobras.
De ahí que no se mente la cohesión social, ni la igualdad de oportunidades,
conceptos en sí mismos perturbadores para la buena marcha de los negocios.
¿De qué va esto? De la revolución de los muy ricos, que nada tiene a ofrecer a los que no lo son. En palabras, Michael Hudson, profesor de Economía de la Universidad de Missouri, somos víctimas de “un golpe de Estado oligárquico por el que los impuestos y la planificación de la economía y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros”. Así de claro. Y esto ya no hay genio que lo maquille, que lo endulce o que lo venda. Es algo que se impone, sencillamente, por las malas, violentamente, como acaban de constatar unos muchachos valencianos ante la estupefacción de la ciudadanía, o unos niños, súbitamente obligados a presenciar la incautación de los pupitres y hasta de los dibujos.
¿De qué va esto? De la revolución de los muy ricos, que nada tiene a ofrecer a los que no lo son. En palabras, Michael Hudson, profesor de Economía de la Universidad de Missouri, somos víctimas de “un golpe de Estado oligárquico por el que los impuestos y la planificación de la economía y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros”. Así de claro. Y esto ya no hay genio que lo maquille, que lo endulce o que lo venda. Es algo que se impone, sencillamente, por las malas, violentamente, como acaban de constatar unos muchachos valencianos ante la estupefacción de la ciudadanía, o unos niños, súbitamente obligados a presenciar la incautación de los pupitres y hasta de los dibujos.
En 1941, grandes recursos humanos se
movilizaron en nombre de la doctrina de las cuatro libertades –libertad expresión,
de culto, contra la miseria y contra el miedo–, por la que mucha gente estuvo
dispuesta a sacrificar su vida y a la que debemos la parte más noble del orden
que se está yendo al carajo.
Es
algo que nos queda tan lejos que el otro día, al mencionar yo dicha
doctrina, un oyente de buena fe creyó que me refería a otra doctrina de las
cuatro libertades que sí que anda por ahí (libre circulación de mercancías, la
libre circulación de trabajadores, de servicios y de capitales). Ya pueden
reunirse los primates de Bruselas, ya puede reunirse el G2O, da igual. La
técnica consiste en dar largas y en no ponerse de acuerdo en nada
positivo.
A
los pueblos no se les transmite ni la menor esperanza. No sabemos de ningún
grupo de sabios puestos a trabajar al servicio de alternativas sensatas y prometedoras. Si los dirigentes de la humanidad sólo
son capaces de bailar como osos de feria según las indicaciones del Comité del
Dolor (financieros, banqueros y empresarios), si lo único que se les ocurre es
que nos apretemos el cinturón, vamos hacia una catástrofe social y política,
pues hay retos aun más serios que darle el gusto al Comité, si pensamos en el
calentamiento global, en la contaminación, en los problemas alimentarios y energéticos.
Creo que la humanidad no ha estado nunca en manos de un poder tan
asombrosamente cutre.