Vamos a ciegas, pendientes del
retrovisor, de los escándalos, de urdangarinazos, gürtelazos, barcenazos,
pujolazos y tarjetadas. La irrupción del Ébola y las maniobras de la
Generalitat nos distraen en el peor momento, cuando el futuro se nos
echa encima.
No hemos salido de la primera
depresión y nos dicen que corremos el peligro de caer en la tercera. Contando con
las alucinantes trapacerías de la banca en la sombra y con la vertiginosa crecida
de la deuda eran de prever males mucho mayores a los ya padecidos. Hasta parece
milagroso que esta monstruosidad neoliberal todavía no haya reventado. Claro
que existe una hoja de ruta, cuyo seguimiento requiere paciencia, dominio del
arte de perder el tiempo sin que lo parezca y una ocultación de los propósitos
y las etapas a recorrer.
Se harán fantásticos pases trileros pero
no se moverá un dedo hasta que la singularidad europea en materia de leyes
sociales y ambientales haya sido borrada del mapa. Quienes tienen la sartén
por el mango saben que hay cosas que no se pueden hacer de la noche a la mañana,
como tampoco hicieron en Estados Unidos. Lleva su tiempo convertir a Madrid o Atenas
en ruinas como Detroit, pero todo se andará. Cuando la cosa haya sido hecha, la
obra de mano europea será tan barata como la del sur de Estados Unidos, y será
de lo más normal que un ciudadano enfermo sea discretamente sacado de la cama
del hospital y depositado en el parque más cercano.
La idea es imponernos a los europeos un sometimiento absoluto al tratado
EEUU/UE, algo que se está tramando en estos momentos con todo el secretismo que
el caso merece y que nos será presentado en breve como el remedio a todos
nuestros males. En ese siniestro negocio transnacional están implicados los
genios de Bruselas.
Martin Schultz y Jean-Claude Juncker se frontan las manos, encantados de
que estemos en las nubes. Sépase al menos que estos señores son de los que
juegan sobre seguro, por actuar como vicarios de un poder más alto y
misterioso. Del hecho de que pertenezcan a distintas sensibilidades políticas,
presunto socialdemócrata el primero y radicalísimo neoliberal el segundo, se
deduce lo ya dicho por la señora Thatcher, que no hay alternativa. Del consenso
inteligente y productivo hemos pasado al entendimiento mafioso encaminado a
dejarnos en los huesos.
Si al socialismo español no le conviene en estos momentos respaldar al
señor Cañete, no importa, porque lo apoyan los socialistas europeos en bloque a
cambio del respaldo de los populares a Pierre Moscovici, elegido comisario de
Asuntos Económicos (trotskista en origen, devenido en simple trilero como
pronto se verá). Pudo uno creer desde la calle que era una torpeza proponer
desde La Moncloa a un personaje tan polémico y quemado como Cañete para
comisario de Energía y Cambio Climático, pero no. Era el hombre, precisamente
por sus yogures caducados, sus concomitancias petrolíferas y su condición de
abogado del Estado en excedencia. Pues claro que no se trataba de confiar el
cargo a un ecólogo.
El hecho de que Cañete fuera elegido por 83 votos a favor y 42 en contra
nos indica la correlación de fuerzas, según la cual entiendo que el tratado
EEUU/UE saldrá adelante contra viento y marea, a la mayor brevedad, antes de
que se altere esa correlación.
La Europa de los mercaderes llama rebato
contra el populismo y el nacionalismo, sea de derechas o de izquierdas. Lo que
viene es, no quepa duda, un enfrentamiento entre los partidarios neoliberales
del tratado EEUU/UE, auxiliados por unos socialdemócratas tan falsos como Judas y por la mano del
mercado, todos ellos vendepatrias por definición, por un lado, y por el otro
sus detractores de signo diverso. Ya veremos lo que pasa. De momento, el
subidón de Syriza en las encuestas se contrarresta preventivamente con el temor
a la “tercera depresión”, y toda la potencia del establishment se aplica a
sostener a Nueva Democracia y al PASOK, decididos a enterrarse juntos como si
fuese lo más natural.
Uno
puede creer que los genios de Bruselas están aterrados ante la eventualidad de
que Syriza deje en la cuneta a tan desgraciada pareja, pero sospecho que les da
igual. Hasta los creo capaces de esperar el acontecimiento con cierta ilusión,
para darle duro al país y enseñar al mundo lo peligroso que es salirse de la
hoja de ruta. Si gana Syriza se nos hará saber en la cabeza de los griegos en
qué clase de juego brutal nos vemos inmersos.
Ya
veremos lo que sucede en España. El PP se la está jugando, evidentemente, lo
que solo se puede entender si se tiene en cuenta su ciega confianza en el apoyo
de los genios europeos a los que se debe y obedece. O no habría osado distanciarse de la sensibilidad normal de
manera tan loca. Si las cosas
vienen mal dadas en las urnas,
desde las alturas caerá la orden de imponer un gobierno de coalición, un
engendro a la griega o un gobierno de gestión a la Monti. Pero todavía no hemos llegado a ese
punto. La hora habrá sonado cuando tanto el PP como el PSOE, humillados en las
urnas, caigan en la tentación de hacer efectivo su peculiar entendimiento a
cara descubierta, obedeciendo a la llamada de teléfono del poder atlántico.
Ahora
estamos en fase electoral. Se habla de raíces vigorosas a sabiendas de que la situación
económica es horrible y de que todo el tinglado está sujeto con alfileres y
bajo la amenaza de una deuda monstruosa. Se pone el acento en unos indicadores
económicos y se ocultan otros. Se retira el proyecto antiabortista de
Ruiz-Gallardón. Se le indica al ministro Wert que no abra la boca y que aparezca
lo menos posible. Se le ordena al señor consejero de Sanidad Javier Rodríguez
que pida perdón. Se coloca a la ministra del Jaguar en segunda fila. El
fascinante señor Rato se convierte en otro innombrable. No viene mal que el
señor Rosell reclame el despido libre, porque así se puede presumir de
prudencia y centralidad. Va Rajoy y se hace una foto en el Carlos III. Todo
bajo control. Se suprime la tasa de basuras. Se presentan unos presupuestos
generales antisociales y se los llama sociales. España ha dejado atrás el cabo
de Hornos, es ejemplo digno de imitación, el empleo se recupera, se han hecho
los deberes, ahora toca cosechar. Se propone una reforma fiscal llena de
trampas con la intención de alardear del cumplimiento de la promesa de bajar
los impuestos. Las cuentas no van a cuadrar, pero no importa porque se da por descontada
la ayudita de los genios del Norte, ya resignados a que los peores hachazos se
den más adelante. Si todo esto falla, vendrá lo del gobierno de coalición,
más o menos cuando toque ponerse en sintonía con el acuerdo
EEUU/UE y restregarnos el sucio artículo 135 de la Constitución para mejor
desplumarnos. A mayor resistencia, peores modos (la nueva del de Seguridad Ciudadana es un pequeño anticipo).
¡Quién sabe a qué extremos se llegará! Hay que contar con la tenebrosa
experiencia acumulada en cabeza ajena. Somos víctimas de una repetición a escala
ampliada de lo que se hizo en otras partes. Reléase La
doctrina shock. El auge del capitalismo del desastre, de
Naomi Klein. [http://www.naomiklein.org/shock-doctrine/materiales-espanol]. A poco que nos descuidemos acabaremos encerrados
en las coordenadas maltusianas y ricardianas del siglo XIX, con el agravante de
que no habrá fábricas donde ganarse el pan, ni tierra que rascar, ni espacio
para emigrar.