Con los resultados electorales a la vista, reina la incertidumbre. Se
consideran las más diversas combinaciones, a ver si es posible formar un
gobierno con lo que hay.
Lo único que sabemos a ciencia cierta es que nos daremos de
bruces contra la dura realidad. Ya están los portavoces de la Bestia neoliberal
reclamando una nueva vuelta de tuerca en la reforma laboral y nuevos ajustes,
es decir, nuevos recortes sociales, como parte del proceso que nos obligará a pasar
por las horcas caudinas del TTIP y el TiSA.
¿Y ahora qué pasará? En
realidad, verbosidades electorales aparte, nos encontramos ante un asunto de
poder, de resultado previsible.
Habrá un pacto de gobierno entre las fuerzas neoliberales, PP, Ciudadanos y
PSOE, a medida de los intereses del poder establecido y no se hará concesión
alguna a los intereses de la parte desplumada de la sociedad.
Si el indecente y el ruin no consiguen entenderse, serán
relevados. Y es que con lo que
hay, hay de sobra para repetir la listeza del príncipe Salina y todo seguirá
más o menos igual, a placer de la Bestia neoliberal. Tiempo al tiempo. Eso sí,
los tres acabarán chamuscados, por aquello de que no se puede servir a dos
señores, en este caso a la Bestia y al Bien Común.
Por mi parte, considero una suerte que la izquierda propiamente dicha no se haya alzado con una victoria por los pelos. Hemos quedado momentáneamente a salvo de que se repita aquí el drama de Syriza. La hora de esta izquierda no ha llegado. Pero llegará, pues las cosas han quedado colocadas de manera tal que serán los neoliberales quienes acabarán merecidamente quemados, víctimas de sus propias iniquidades. Por mucho que prometan y mientan, la próxima vez no podrán salvar ni los muebles.
Por mi parte, considero una suerte que la izquierda propiamente dicha no se haya alzado con una victoria por los pelos. Hemos quedado momentáneamente a salvo de que se repita aquí el drama de Syriza. La hora de esta izquierda no ha llegado. Pero llegará, pues las cosas han quedado colocadas de manera tal que serán los neoliberales quienes acabarán merecidamente quemados, víctimas de sus propias iniquidades. Por mucho que prometan y mientan, la próxima vez no podrán salvar ni los muebles.