El presidente Zapatero, al igual que
Aznar en su momento, nos involucra en una guerra sin pasar por el
parlamento. Ha esgrimido
propósitos humanitarios. En teoría, uno puede concebir una acción bélica
humanitaria, en defensa de los derechos humanos, pero, ¿cuántas de ese noble
género nos ha sido dado conocer a lo largo de la historia?
La coartada humanitaria es, a la luz de la historia
reciente, la más sospechosa de todas: la manera habitual de proteger a los inocentes es como para echarse a
temblar.
Antes de celebrar la acción emprendida contra Gadafi haríamos bien en
recordar las enseñanzas del viejo Tucídides, pues nos encontramos ante un
asunto de poder, cuya lógica subyacente será descifrada en el futuro… Lo que
acaba de empezar va para largo, aunque –como de costumbre– se nos haya hablado
de una campaña breve.
Vale la pena subrayar la reacción de la Liga Árabe. Estaba a favor de
unas zonas de exclusión aérea, pero, a la vista de los hechos, acaba de
declarar lo siguiente, por boca de su secretario general, Amr Moussa: «Lo que está ocurriendo en
Libia difiere del objetivo de imponer una zona de exclusión aérea, y lo que
nosotros queremos es proteger a los civiles y no bombardear a más civiles». El humanitarismo es incompatible con el daño resultante, y usarlo como coartada es un pecado contra la humanidad, una felonía, aparte de una torpeza si de lo que se trata es de dar lecciones de moralidad.
Con este tipo de "resoluciones", estamos de acuerdo: es como para ponerse a temblar.
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