Se acaba de anunciar que el presunto responsable intelectual
de los atentados del 11 de septiembre, Jalid Sheij Mohammed, será juzgado,
a puerta cerrada, por un tribunal militar, en Guantánamo, el Dachau posmoderno.
Es una noticia pésima, escandalosa, como lo será el silencio de las más
altas instancias planetarias ante la correspondiente farsa, completamente ajena
a la moral y al derecho. Vamos por muy mal camino, hacia la canonización de una
infumable dualidad, con leyes por un lado y sin leyes por el otro. Ya no
estamos ante un suceso oscuro, acaecido en algún sótano, sino ante la
exhibición de una manera extravagante de entender la justicia. Como no será,
que hasta ha reaparecido, de manera oficial, la tortura.
Por lo que parece, el señor Mohammed,
víctima de 185 sesiones de “ahogamiento simulado”, se ha “autoinculpado”… y ya no hay quien pare la pesada maquinaria que el presidente Bush le dejó en herencia a su sucesor.
De paso, nos enteramos de que hay
en Guantánamo un buen número de presos que, ya exonerados, allí se pudrirán por
la sencilla razón de que ningún país se digna a acogerlos. Si el “mundo
civilizado” consiente este tipo de cosas, a buen seguro perderá el escaso
crédito moral que le queda. La excepcionalidad del caso no justifica estas barbaridades, ajenas a los los requerimientos elementales de la justicia. Además, ¿quién nos garantiza que el señor Mohammed no ha sido seleccionado como chivo expiatorio? ¿Quién podrá demostrarnos que se ha avanzado seriamente hacia el esclarecimiento de la verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario