Mi post titulado “¿Hacia un
período constituyente?” me ha valido algunas críticas, e incluso la acusación
de ser ingenuo y cobarde por andarme con “miramientos” en lo que se
refiere a la Constitución, la Transición, la Monarquía y la Iglesia. De modo
que me toca volver a las andadas. Empezaré con el tema de la Constitución, cuyo
aniversario se celebra este mes.
Como he dicho, hoy se habla mucho de cambiarla, e incluso de que es
demasiado vieja, como si se tratase de una prenda de vestir. Lo que veo y oigo y también las efervescentes críticas que he recibido, todo me reafirma en la creencia
de que es mejor dejarla como está (eliminando, claro, el infame artículo 135).
Creo que tiene razón el señor Miquel Roca cuando dice que hoy no existe el
consenso suficiente como para acometer la empresa.¿Nos apetece pasar a la
historia como autores de una Constitución chapucera, del gusto de una mayoría
coyuntural? ¿Sacaríamos
algo en limpio discutiendo en esta atmósfera enrarecida? Creo que no tiene sentido meterse en semejante berenjenal.
El
PSOE apunta a un Estado federal, Izquierda Unida a una República, UPyD a
controlar las derivas autonómicas... Como dice Roca, no hay consenso acerca de lo
que conviene hacer. Las discusiones serían dignas de la torre de Babel. Y esto,
creo yo, no nos lo podemos permitir en estos momentos, porque nos la estamos
jugando.
El
asalto definitivo de la Bestia neoliberal no nos puede pillar sin Constitución,
enfrascados en una trifulca de familia. Tenemos a esa fiera encima, azuzada por
fuerzas exteriores que disfrutarían de lo lindo al vernos peleados y divididos
por cuestiones que no vienen al caso.
Confieso que no estoy de humor para meterme en debates en torno a si es mejor
una Monarquía o una República cuando amenazan con comerme por los pies. Y no
creo ser el único que anda falto de humor. Lo urgente es darle la batalla a la
Bestia, y puedo considerar una forma de marear la perdiz y de dar largas a la
defensa de este país venirme con ardores republicanos, soberanistas, centralistas y demás. Y una forma de
engañarme, de dejarme indefenso. Esto sin entrar en lo raro que me suena el
“federalismo asimétrico”, por no recordar lo que decía Ortega, aquello de que la mejor manera de agravar el problema nacionalista es creer que precisamente uno tiene la
solución… Ya me veo discutiendo con personas próximas sobre temas que habíamos
acordado que no volverían a separarnos.
No sé por qué motivo
tiene que ser de progresistas soñar con una nueva Constitución, habida cuenta
de que la Constitución de 1978 es, oh ironía, más progresista de lo que hoy se
estila. Otra cosa es que su espíritu haya sido desatendido por quienes tenían el deber de tenerla en todo momento encima de la mesa.
Y
también es más liberal de lo que hoy se estila, por lo que me da grima que se
nos vaya a venir encima una losa absolutista de un signo o de otro, a juzgar
por las pasiones del momento y por la pulsión de cortar el nudo gordiano que
detecto en los discursos de unos y de otros. Me gusta que sea una constitución
liberal, sé qué eso es bueno para mí y para quienes no piensan como yo.
Y me
gusta especialmente porque tiene una interesantísima particularidad: siendo
liberal, no es neoliberal, ni es neocón
en ningún sentido. Lo que quiere decir que, si arrancamos de cuajo el
infame artículo 135, que data de agosto de 2011, puede servirnos de valladar efectivo
contra los embates de la Bestia neoliberal. Ese artículo 135 sí que es
neoliberal, y de ahí que sea contradictorio con el texto, por lo que, para
cualquiera que se la haya tomado en serio, lo preceptivo sea arrancarlo. Y por
cierto que todavía no entiendo la cadena de cinismos y cobardías que hizo
posible su intromisión, ni entiendo que todo siguiese andando como si aquí no hubiera pasado nada, como si fuera normal que la Constitución de un país se prostituyese para darle el gusto a unos chantajistas.
Recuérdese,
por favor, que la Constitución de 1978 fue redactada cuando la Bestia neoliberal
aun no había mostrado sus poderes. Ni siquiera tuvo ocasión de emponzoñarla. Y recuérdese que, como señalaba Manuel
Fraga, posee un potencial “socializante” nada desdeñable. Si dicho potencial no
se ha hecho patente la culpa no es de los padres de la Constitución, sino de
lo altos dirigentes de PSOE habidos hasta la fecha, responsables de haber
sucumbido a las tentaciones de toda clase de puertas giratorias, en absolutos
ajenos a que el PP se diera el lujo de emprender su acometida neoliberal.
Porque no lo frenaron, porque no le marcaron ningún límite, porque le invitaron a olvidar el legado de Manuel Fraga como ellos olvidaron el de Pablo
Iglesias, porque se dejaron pringar en un negocio contra la gente.
Léase
con atención la Constitución y se verá que se
pronuncia por una redistribución de la renta más justa y equitativa, y que
encomienda al Estado la protección de bienes tales como la vivienda, la salud y
el acceso a la cultura. Los derechos del trabajador quedan garantizados.
Esta Constitución define inequívocamente un Estado social, obligado a intervenir donde hoy el Estado se hace el
distraído para mejor operar en función de intereses ajenos al bien común.
Las
listezas neoliberales no van con esta Constitución; es más, han sido
perpetradas contra ella, pasándole por encima. El neoliberalismo es, a la luz
del texto y de su espíritu, absolutamente inconstitucional. De modo que sería
de lo más estúpido entregársela a la Bestia como si fuera papel mojado, dando
lugar a la imperdonable consecuencia de que fuera precisamente el PP el que tenga
la ocasión de envolverse en ella después haberla traicionado sistemáticamente
con su neoliberalismo de importación. Si penoso sería darle esa ocasión de
capitalizar el voto de los ciudadanos amedrentados ante la perspectiva de un
cambio constitucional sobre la marcha, penoso sería también darle le menor
ocasión de sustituir, en medio de la previsible confusión “constituyente”, el
Estado social definido en 1978 por un Estado neoliberal en toda la regla. Es un
peligro a tener en cuenta, a juzgar por el artículo 135.
De modo
que, según lo veo yo, más que dejar atrás la Constitución de 1978, más nos vale volver a ella con la debida seriedad, para que nos sirva de motivo de unión
entre gentes felizmente dispares, de modo podamos entrarle a la Bestia con
unanimidad y determinación, tanto en España como fuera de ella, en el tablero
en el que se dirime la partida de la que dependen nuestro porvenir y el de la
mismísima humanidad.
[Debo añadir que Julio Anguita acaba de declarar que las medidas neoliberales que están afligiéndonos son todas ellas anticonstucionales. Tiene razón. Preguntado por La Sexta acerca de lo que haría él si le fuese dado acceder a la presidencia del gobierno, dio una respuesta que vale la pena recordar: "Aplicaría la Constitución".]
[Debo añadir que Julio Anguita acaba de declarar que las medidas neoliberales que están afligiéndonos son todas ellas anticonstucionales. Tiene razón. Preguntado por La Sexta acerca de lo que haría él si le fuese dado acceder a la presidencia del gobierno, dio una respuesta que vale la pena recordar: "Aplicaría la Constitución".]
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