Acaba de hacerse público un documento pergeñado por el Consejo
Empresarial de Competitividad (CEC). Se nos hace saber que es posible crear 2,3 millones de empleos en cuatro
años, idea que ha saltado como noticia.
Como ese Consejo es un think-tank de altos vuelos creado por las
dieciocho empresas más grandes de este país, la cosa se las trae. Donde uno
esperaría encontrar “un informe” se topa con un texto publicitario, un pastiche
ridículo, irritante en grado máximo por la patente contradicción entre el
propósito de crear esos puestos de trabajo, algo que suena bien, y la
estrategia que se recomienda, un mucho más de lo mismo, lo que ya es el colmo
viniendo de unos profesionales de la destrucción de empleo.
¿De qué se trata? Pues muy simple: todo irá estupendamente de aquí a
2018 si las reformas continúan, si se privatiza con renovado fervor, si se
bajan los salarios y las pensiones…
Por
momentos, tengo la impresión de que el celebrado informe ha sido obra de unos
becarios o de algún joven subcontratado en situación de precariedad. Todo esto
ya lo he oído en plan mantra una y mil veces. Hay que seguir con los recortes, faltaría
más. En este refrito se calcula a ojo de buen cubero que hay que dar otro hachazo
a los servicios públicos (de 30.000 millones de euros) y se pone el acento en
perseguir el fraude fiscal, sobreentendiéndose que el defraudador es el
fontanero que hace una chapuza o la peluquera en paro que le corta el pelo a
una vecina. ¡Brillante iniciativa de los genios de la evasión fiscal, santos
varones!
Se llega a una triste
conclusión: las dieciocho empresas que patrocinan la CEC no tienen en la cabeza
ningún plan B. Les basta con el manualillo neoliberal y a la gente que la parta
un rayo.
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