lunes, 24 de noviembre de 2014

TIEMPO DE CONSECUENCIAS

     No veo la historia con los ojos del determinismo pero entiendo muy bien lo que quería decir Churchill cuando explicó a los británicos que se encontraban en el “tiempo de las consecuencias” (1939), y creo, además, que estamos precisamente ahora en una de tales fases, en España y en Europa.
    Si uno contempla el “problema catalán”  acaba metido en lamentaciones sobre lo que se hizo y no se hizo al respecto, a la espera de la evolución de los acontecimientos, de racionalidad menguante. Lo mismo sucede cuando oye hablar de la necesidad de acabar con “el régimen de 1978”.  Se queda uno a verlas venir, con la sensación de que nunca deberíamos haber llegado a este extremo, de curso imprevisible. Pero es tiempo de consecuencias y  ya no valen las lamentaciones.
    Resulta que hay varias generaciones de demócratas españoles  que sienten asco ante lo sucedido en  el marco constitucional de 1978 y que  ya no hay posibilidad de defenderlo con los argumentos de siempre, cuyo poder de convicción se ha disipado.
     Otro tanto ocurre con respecto a Europa. El europeísta de ayer se queda sin palabras. No es que Europa nos falle, es que ya falló, metida en un proyecto contra sus habitantes que viene de lejos. Lo que sigue es el Acuerdo de Libre Comercio e Inversiones EEUU/UE, cuya botadura, lo veo venir, coincidirá, oh casualidad, con el fin del austericidio (para mejor imponer la  falsa impresión de que ese tratado es el gran remedio a todos nuestros males). Los secuestradores de la vieja Europa y han demostrado cierta maestría en la administración de palos y pequeñas zanahorias, por no hablar de su adicción al terrorismo económico.
     La crisis provocada por unos tiburones que especulaban con más basura que ladrillos ha sido aprovechada para laminar el Estado de Servicios y convertirlo en coto de caza de inversores para nada comprometidos con sus fines originales. Ya se dio marcha atrás a los derechos del trabajador, se benefició a las empresas transnacionales, a los banqueros y los especuladores. Expolio y destrucción de la clase media, inaudita prostitución de la soberanía nacional y, en definitiva,  un sostenido avance hacia una sociedad clasista decimonónica (peor, por tratarse de una regresión traumática).
     En este inmundo negocio compadrean los populares y los socialistas europeos desde hace años, tantos años que ha llegado a ser una consecuencia necesaria el surgimiento de un movimiento generalizado de oposición, un movimiento bifronte, en el que encontramos, por el lado izquierdo, a Syriza y Podemos, y por el lado derecho, al Frente Nacional de la señora Le Pen, por poner solo tres ejemplos de fuerzas opuestas que aspiran a representar a las víctimas del atropello. La farsa europea no podrá continuar impunemente.
    Es tiempo de consecuencias, pues. La confrontación promete ser durísima. Ya me parecía raro que Europa se fuese a dejar desplumar como los países tercermundistas que ya han padecido tan horrible tratamiento. Al final, aunque tarde, cuando grandes masas humanas han tomado conciencia de lo que está pasando, se ha producido una reacción que hará historia.
    Como la escalada neoliberal pretende continuar como si nada pasase, como ya sabemos que no se atiene a principios morales, el movimiento de oposición a sus fines no tiene vuelta atrás e irá necesariamente en aumento. Se masca, pues, un cambio de época, con muy pocas posibilidades de regresar a los consensos originales.  Lo dicho, es tiempo de consecuencias, con las consiguientes pruebas de fuego para la democracia española y europea.

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