martes, 9 de agosto de 2016

LA TEATRALIZACIÓN DE LA POLÍTICA

     Tras unos días de completa desconexión, refrescado el  seso por el aire de la montaña, me encuentro el tema de formación del nuevo gobierno en las mismas condiciones. Diría que los señores negociadores, a fuerza de repetirse, ya chochean. Pero los veo metidos en una pésima obra de teatro, siguiendo neuróticamente sus respectivos guiones, escritos hace mucho tiempo. No, no chochean en absoluto, hacen teatro. El problema es que así, haciendo teatro, muy subidos de electoralismo por pura inercia y sin ninguna justificación sensata, es muy difícil que puedan llegar a acuerdos en el plano de las realidades. Todos nuestros problemas, los que nos quitan el sueño, están fuera de su alcance.
     La llamada democracia de audiencia requiere buenos actores y, a ser posible, una buena historia. Contamos con  grandísimos actores desde luego, pero, ¡vaya historia! Nos vienen con una obrilla de evasión cuando el horno no está para bollos. ¿Y a qué se debe este error en la programación, llamémoslo así? A un motivo vergonzoso: la necesidad de ocultar la crudeza de la situación y la ausencia de perspectivas halagüeñas para el conjunto de la ciudadanía.
   He aquí que todos los actores políticos se ven sometidos a un chantaje, con la particularidad de que les da vergüenza reconocerlo. Las idas y venidas de estos día, las especulaciones, los ceremoniales en La Zarzuela, todo eso no estaría nada mal si no fuera por la gravitación de los amos de la situación, los chantajistas de Bruselas y sus asociados. Nadie está a salvo del chantaje, tampoco Unidos Podemos (a pesar de contar en sus filas con el señor Cañamero, insensible a ese mecanismo). Y así no hay forma humana de hacer política con un mínimo de probidad.
    Nadie ignora que pasado mañana, después de haber hecho lo posible por  ayudar al PP a salvar los muebles, los chantajistas recuperarán el tiempo perdido, exigiendo más recortes donde más pueda doler. Tan odiosa evidencia ata a los negociadores de pies y manos.
    El señor Rajoy finge creer que, gracias a sus políticas, nos hemos salvado. Su papel, aunque tosco e indignante, es bastante más fácil que el de Pedro Sánchez, que tiene que ir de farol, prometiendo medidas sociales que no figuran en el guión de los chantajistas (a cuyo servicio operan los prohombres de su partido, los campeones de la acomodación). Unidos Podemos finge posible un gobierno de progreso con Sánchez y hasta se conforma con un papel secundario, todo con tal de no desafiar a dichos señores de manera frontal. ¿Puede hacer el PP al PSOE alguna concesión social medianamente seria encaminada a salvar las apariencias? Claro que no. Los amos de la situación lo vigilan de cerca. Me temo que tenemos teatro para rato, con gobierno o con nuevas elecciones.

     

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