Tras unos días de completa desconexión, refrescado el seso por el aire de la montaña, me
encuentro el tema de formación del nuevo gobierno en las mismas condiciones. Diría
que los señores negociadores, a fuerza de repetirse, ya chochean. Pero los veo
metidos en una pésima obra de teatro, siguiendo neuróticamente sus respectivos
guiones, escritos hace mucho tiempo. No, no chochean en absoluto, hacen teatro.
El problema es que así, haciendo teatro, muy subidos de electoralismo por pura
inercia y sin ninguna justificación sensata, es muy difícil que puedan llegar a
acuerdos en el plano de las realidades. Todos nuestros problemas, los que nos
quitan el sueño, están fuera de su alcance.
La llamada democracia de audiencia requiere buenos actores y, a ser posible,
una buena historia. Contamos con grandísimos actores desde luego, pero, ¡vaya historia! Nos
vienen con una obrilla de evasión cuando el horno no está para bollos. ¿Y a qué
se debe este error en la programación, llamémoslo así? A un motivo vergonzoso:
la necesidad de ocultar la crudeza de la situación y la ausencia de
perspectivas halagüeñas para el conjunto de la ciudadanía.
He aquí
que todos los actores políticos se ven sometidos a un chantaje, con la
particularidad de que les da vergüenza reconocerlo. Las idas y venidas de estos
día, las especulaciones, los ceremoniales en La Zarzuela, todo eso no estaría
nada mal si no fuera por la gravitación de los amos de la situación, los
chantajistas de Bruselas y sus asociados. Nadie está a salvo del chantaje, tampoco
Unidos Podemos (a pesar de contar en sus filas con el señor Cañamero,
insensible a ese mecanismo). Y así no hay forma humana de hacer política con un
mínimo de probidad.
Nadie ignora que pasado mañana, después de haber hecho lo posible por ayudar al PP a salvar los muebles, los
chantajistas recuperarán el tiempo perdido, exigiendo más recortes donde más
pueda doler. Tan odiosa evidencia ata a los negociadores de pies y manos.
El
señor Rajoy finge creer que, gracias a sus políticas, nos hemos salvado. Su
papel, aunque tosco e indignante, es bastante más fácil que el de Pedro
Sánchez, que tiene que ir de farol, prometiendo medidas sociales que no figuran
en el guión de los chantajistas (a cuyo servicio operan los prohombres de su
partido, los campeones de la acomodación). Unidos Podemos finge posible un
gobierno de progreso con Sánchez y hasta se conforma con un papel secundario,
todo con tal de no desafiar a dichos señores de manera frontal. ¿Puede hacer el
PP al PSOE alguna concesión social medianamente seria encaminada a salvar las
apariencias? Claro que no. Los amos de la situación lo vigilan de cerca. Me
temo que tenemos teatro para rato, con gobierno o con nuevas elecciones.