El ministro José Manuel Soria se ve forzado a dimitir por unas cositas raras y una
mentira, reaparece a continuación, como si tal cosa, como postulante español a
la dirección del Banco Mundial, para acabar, fracasadas las sofísticas
explicaciones oficiales, en su casa, no sabemos si por el abucheo general o –no
lo descarto– por una reacción adversa de dicha autoridad mundial, de pronto
sensible al qué dirán.
El nombramiento a dedo no
es lo peor, a juzgar por los usos y costumbres. Lo que da grima es la forma en que se pretendió encubrir el
dedazo con una apelación a no sé qué resortes administrativos, de tipo
burocrático, ajenos a la voluntad del gobernante en funciones. ¡A ver si nos
tragábamos la especie de que el señor Soria, por sus merecimientos como técnico
en la materia, era de suyo el candidato más idóneo para llevar las riendas del
Banco Mundial precisamente!
Se impone la evidencia de que los amigos de José Manuel Soria son
morbosamente insensibles a la opinión pública. Solo así se explica que solo
reculen ante ella in extremis, como sorprendidos.
Dimitido el ministro Soria por motivos que no ha
habido tiempo de olvidar, ¿cómo es posible que él y sus compadres metiesen la
pata de manera tan ridícula? Se
confirma la impresión de que esta gente vive en un mundo aparte, solo apto para
personas de muy escasa sensibilidad política. Apercibidos de que no había ningún impedimento jurídico para
el nombramiento, tiraron hacia delante con la típica arrogancia caciquil, sin
pensar en la opinión pública ni por un momento, por desprecio y desconocimiento
de la misma, sin pensar ni por un instante en las repercusiones políticas… Como
si fueran tontos mismamente. Y esto sí que es grave.
Insensibles, tontos, despreciativos de la opinión pública... sí, puede que esos sean los motivos de tanta caradurez. Yo me inclino más bien por la inmoralidad; una segunda opción sería la amoralidad. Y la más probable, el hecho de ser delincuentes, que comparten con los que arriesgan el pellejo, se arman y salen a robar, defraudar, extorsionar, etc. sin corbata y con prontuario en lugar de curriculum.
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