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jueves, 15 de septiembre de 2016

EL CASO SORIA, POR EJEMPLO

      El ministro José Manuel Soria se ve forzado a dimitir  por unas cositas raras y una mentira, reaparece a continuación, como si tal cosa, como postulante español a la dirección del Banco Mundial, para acabar, fracasadas las sofísticas explicaciones oficiales, en su casa, no sabemos si por el abucheo general o –no lo descarto– por una reacción adversa de dicha autoridad mundial, de pronto sensible al qué dirán.
     El nombramiento a dedo no es lo peor, a juzgar por los usos y costumbres.  Lo que da grima es la forma en que se pretendió encubrir el dedazo con una apelación a no sé qué resortes administrativos, de tipo burocrático, ajenos a la voluntad del gobernante en funciones. ¡A ver si nos tragábamos la especie de que el señor Soria, por sus merecimientos como técnico en la materia, era de suyo el candidato más idóneo para llevar las riendas del Banco Mundial precisamente!
       Se  impone la evidencia de que los amigos de José Manuel Soria son morbosamente insensibles a la opinión pública. Solo así se explica que solo reculen ante ella in extremis, como sorprendidos.
     Dimitido el ministro Soria por motivos que no ha habido tiempo de olvidar, ¿cómo es posible que él y sus compadres metiesen la pata de  manera tan ridícula? Se confirma la impresión de que esta gente vive en un mundo aparte, solo apto para personas de muy escasa sensibilidad política.  Apercibidos de que no había ningún impedimento jurídico para el nombramiento, tiraron hacia delante con la típica arrogancia caciquil, sin pensar en la opinión pública ni por un momento, por desprecio y desconocimiento de la misma, sin pensar ni por un instante en las repercusiones políticas… Como si fueran tontos mismamente. Y esto sí que es grave.