¿La andanada de misiles lanzados contra la base siria de Shairat debe entenderse como una acción puntual
o como el principio de una escalada? En el actual estado de podredumbre generalizada puede suceder cualquier cosa. Téngase en
cuenta que Siria, como Irak o Libia, era una de las piezas a cobrar, como no se
puede olvidar que al atacar a Siria Estados Unidos está jugando con fuego bajo
las barbas de Putin.
Confieso
que estos días he llegado a tener el alma en vilo. Curiosamente, la sangre me
volvió al cuerpo gracias a uno de los mensajitos del señor Trump. Obligado a
dar cuenta del hecho de que los misiles no habían dañado la pista de la base
enemiga, el gran hombre explica que no valía la pena destruirla, por ser barata
y fácil de reconstruir.
A
partir de este mensajito presidencial cobraron cierto sentido otras noticias
poco divulgadas. Por lo visto, no pasó nada irreparable porque Trump avisó a
Putin del ataque. La base fue desalojada a tiempo; los sistemas antimisiles rusos
fueron desconectados. De los 59 misiles, solo dieron en el blanco 23… Todo muy
raro, muy teatral, muy inútil y peligroso, aparte de inmoral si pensamos en las
leyes vulneradas y en las “víctimas colaterales” de las que nadie habla.
Me
asquea, una vez más, la cobardía
de las cancillerías occidentales, capaces de apoyar unánimemente el lanzamiento
de los susodichos misiles, una acción “proporcionada”, nos dicen sin
ruborizarse, al ataque con gas sarín que se abatió sobre el pueblo sirio de Jan
Shijún.
Dichas
cancillerías dan por bueno, para mi pasmo, que el presidente Trump lance sus
misiles sin pruebas sólidas, sin consultar al Congreso y sin recabar la
autorización de la ONU. Por lo
visto, a estas alturas el derecho internacional no vale el papel en que ha sido
escrito. Estados Unidos puede atacar a un país soberano cuando le apetezca. Y
la política de la represalia indiscriminada ya ha echado sus criminales raíces
en la mentalidad de millones de mis contemporáneos. Que paguen justos por pecadores
se considera normal. Lo que es una manera de proteger a los auténticos
criminales y de dar lecciones de inmoralidad urbi et orbi.
Sobre lo acaecido en Jan Shijún nada sabemos a ciencia cierta, lo
que trae a la memoria pésimos recuerdos. Se diría que lo de menos es aclarar
los hechos y encontrar a los culpables. Se habla de 87 víctimas del gas sarín, entre ellas 20
niños. Lo que se lleva es jugar con el horror, echarle la culpa a Bashar al-Asad,
dar por no oída la versión de los rusos y clamar justicia al Gendarme Mundial,
de cuya limpieza de corazón sería un crimen dudar. Bashar al-Asad y Putin
habrían engañado al mundo, fingiendo la destrucción del arsenal químico sirio
hace un par de años. La prueba, en Jan Shijún.
Nuestros primates y los grandes medios de comunicación occidentales no
dirán una sola palabra sobre el frecuente empleo de gases venenosos por parte de los
yihadistas, ya documentado a finales del año pasado, no preguntarán quién se los dio, no harán el más mínimo
esfuerzo por poner en negro sobre blanco la complicidad de Occidente con los
enemigos de Bashar al-Asad, algunos ciertamente infames, ni entrarán a valorar
la coincidencia de lo sucedido en Jan Shijún con una ronda de negociaciones
encaminadas a solucionar el drama sirio, ni menos aun se preguntarán si el
gaseado de la población tuvo algo que ver con el oscuro propósito de obligar a Trump
a retomar la agenda militarista de la señora Clinton. Sobre estas cosas, mejor
no hablar.
No sé gran cosa sobre Bashar al-Asad, pero no creo que sea tan tonto como para usar gases venenosos, como creo que hay gente capaz de usarlos con la exclusiva finalidad de demonizarle. Por lo que leo y oigo, el señor Trump ha recobrado su vigor. Ahora le aplauden hasta sus adversarios políticos. Noam Chomsky ha llegado a decir que, en cuanto deje de funcionarle el truco de culpar a los emigrantes, lo ve perfectamente capaz de inventarse un buen atentado. También podría ocurrir que intente cubrir todas las vergüenzas de su país y de su personal ineptitud a golpes de tomahawk. No sería el primero.
No sé gran cosa sobre Bashar al-Asad, pero no creo que sea tan tonto como para usar gases venenosos, como creo que hay gente capaz de usarlos con la exclusiva finalidad de demonizarle. Por lo que leo y oigo, el señor Trump ha recobrado su vigor. Ahora le aplauden hasta sus adversarios políticos. Noam Chomsky ha llegado a decir que, en cuanto deje de funcionarle el truco de culpar a los emigrantes, lo ve perfectamente capaz de inventarse un buen atentado. También podría ocurrir que intente cubrir todas las vergüenzas de su país y de su personal ineptitud a golpes de tomahawk. No sería el primero.