Según el CIS y para horror del PSOE, el PP y el establishment local y transnacional, Podemos es ya el primer partido en intención de voto. En
consecuencia se ha pasado de reducir al nuevo partido a un hatajo de frikies a
tratar de convencernos de que es un monstruo capaz de cargarse la democracia y
de llevarnos a la ruina. De tal verso resulta que el PP y el PSOE son, aunque
no lo sepamos, los garantes de nuestra bienaventuranza.
Se nos hace saber que Podemos, o más bien Jodemos, es chavista,
castrista, leninista y populista, que Iglesias, Monedero, Errejón, Echenique y los demás son lobos disfrazados con
piel de oveja. Y esto no es nada si
pensamos en lo que tendremos que oír de aquí a las elecciones generales. Las
campañas publicitarias contra Podemos serán de lo más indecentes que quepa
imaginar, condimentadas con ataques personales contra sus componentes conocidos
y secundarios, según las tácticas para estos casos recomendadas por los Karl
Rove que militan en la enmoquetada trastienda del sistema.
Si es preciso, se inventarán trapos sucios e historias para no dormir en
forma de testimonios de infiltrados o sobornados, habrá tergiversaciones y rumores,
se pondrá a punto una listita de puntos a golpear venga o no a cuento. Hasta se
podría encontrar una conexión entre Podemos y el narcotráfico. Si alguna
experiencia tenemos con “el voto
del miedo” (una bajeza que nos ha acompañado durante toda la singladura
democrática y que viene de más atrás) lo que se avecina nos dejará curados de
espanto. Los hombres de la casta harán todo lo que esté en su mano para meternos miedo en el cuerpo.
Sin embargo, yo creo que Podemos
es una bendición para este país y que ya tenemos motivos para estarle agradecidos. Gracias a esta nueva y
pujante formación, tanto el PP como el PSOE tienen una pequeñísima posibilidad
de volver a la realidad en que habitamos todos (a menos que prefieran
suicidarse políticamente). La sola
presencia de Podemos, aunque no gane, les obligará a expresarse con la probidad
y la racionalidad que han perdido por el camino. O harán el ridículo en plan
Arenales Serrano.
¿Qué
se supone que habría pasado en este país si la indignación no hubiera
encontrado un cauce político? ¡Prefiero no pensarlo! Aliados los dos partidos
hegemónicos en un turbio negocio contra el país y sus moradores, ¿se las
prometían muy felices? ¿Creían que con hacer a oídos sordos asunto arreglado?
¡Menos mal que ha surgido Podemos!
¡Y menos mal también si pensamos en
Europa! ¿O se imaginaban el PSOE y
el PP que siguiendo la batuta del tenebroso Juncker como osos de feria y encima
contando con la alelada conformidad de todos nosotros? ¡Por favor! Es una
suerte que haya nacido Podemos antes de que termine la partida encaminada a
dejarnos en los huesos por medio del todavía secreto Tratado de Comercio e
Inversión EEUU/UE, la pieza fuerte del menú que cocinan en secreto los
populares y los socialistas europeos. Ya sabemos que ni el PP ni el PSOE dirán
ni pío en defensa de nuestros intereses. Y nos hace falta un partido como
Podemos para que nuestra voz se sume a la de otras fuerzas europeas que se
niegan a aceptar que seamos desplumados por los más burdos y antidemocráticos
procedimientos.
Por mi parte, veo en Podemos un fenómeno made in Spain, no una imposible réplica del chavismo. ¡A ver si se
dejan de milongas! Ni Iglesias es
comandante como Chávez, ni coronel como Perón, ni la composición social de
nuestro país tiene nada que ver con la de los países que alumbraron las variantes populistas de estos. Si
Iglesias llegase a gobernar, no se vería ante un país dividido entre una clase
opulenta y un pueblo secularmente mísero, sino ante un pueblo no mísero que se
niega a ser esclavizado por una casta extractiva, cosa muy distinta. Claro que,
por descontado, la originalidad absoluta no es posible en política, como ya deberían saber los
que copian afanosamente los folletos del American Enterprise Institute. A
diferencia de estos o de los socialistas que nada inventaron para mejor
acomodarse, que hasta se dejaron encandilar Carlos Andrés Pérez y por el señorito
Blair, los de Podemos dan muestras de
originalidad, de creatividad, en un grado jamás visto en este país tan dado al
corta y pega.
A
mí no me da mala espina que Iglesias visite a Correa, a Morales, a Mújica. ¿Qué
tiene de extraño que haya tenido contacto con la Venezuela de Chávez? En
América Latina, que ya pasó por la
máquina trituradora, hay mucha experiencia acumulada. Lo que para nosotros
es una novedad para ellos fue el pan de cada día. Ya escribí hace tiempo que debíamos
poner las barbas en remojo y aprender las lecciones oportunas, pues nos
empezaba a pasar lo mismo que allá, donde ya no se puede mentar al FMI sin
levantar grandes olas de indignación, donde las mentiras neoliberales ya no
cuelan. De modo que, en lugar de inquietarme, las exploraciones de Pablo
Iglesias en esos escenarios me reconfortan, porque le habrán ayudado a visualizar
por dónde discurre la línea entre lo posible y lo imposible.
Creo que es preciso resaltar, como dato esperanzador, la preparación
académica de Pablo Iglesias y sus compañeros más conocidos. Han estudiado
Ciencias Políticas. Hasta la fecha, por lo que se refiere al período inaugurado
en 1978, las más altas responsabilidades han recaído en este país sobre tres abogados,
un inspector fiscal y un registrador de la propiedad, lo que quizá explique muchas cosas. Como no es fácil orientarse de
oídas en este mundo tan complejo y turbulento, conviene un cambio de perspectiva,
sobre una preparación diferente. Aquí
hacen falta políticos a los que no se les pueda vender con facilidad la burda
doctrina que sirve de basamento a la revolución de los muy ricos, necesitamos políticos
que no se dejen deslumbrar por la estúpida creencia de que “no hay alternativas”, que no tomen
por novedades unos sofritos del siglo XIX.
Hay otra ventaja, derivada
de la edad de los promotores de Podemos. Se trata de personas jóvenes, crecidas en democracia. Me parece normal
que sobre la base de tan envidiable experiencia se hayan llevado un enorme
chasco al entrar en la madurez y topar con la triste realidad, con la
malversación de esta democracia que sin duda les fue enseñada en términos
sumamente idealizados. Tildarlos de antidemócratas está fuera de lugar: son la mejor expresión de la parte sana de
nuestra democracia, la mejor cosecha que cabía esperar en un país donde en
1978, seamos sinceros, había poquísimos demócratas de verdad, poquísimos
rodados como tales. Las gentes de Podemos tienen, o así lo percibo, una idea
más alta y noble de la democracia que la que tenemos los más viejos. Me parece
esperanzador.
Y otra ventaja más: es de
agradecer que no padezcan las inseguridades y los temores neuróticos de quienes hemos vivido bajo
la dictadura. Si se me permite un
lenguaje desagradable, no han sido castrados… No se han pasado la vida, ni
media vida, pendientes de un tirano, no se han ejercitado en la escuela de las
medias palabras, la hipocresía y los susurros. No han aprendido a reírle las gracias al poder por la consabida mezcla
de temor e interés.
No quiero ofender a nadie, pero me temo que en este país hay muchos
políticos que han pasado de temer los rayos de El Pardo a temer los del
Mercado, lo que se manifiesta en una penosa falta de personalidad. Para mí es un
motivo de alegría no detectar este síndrome en Iglesias y los suyos. Tengo,
pues, la esperanza de que Podemos tenga el valor de decir NO donde los mayores solo saben reverenciar al poder sin dignidad
ni imaginación, NO sin el cual no hay
proyecto decente que valga.
En
las filas de Podemos puede haber algún leninista coriáceo, superviviente o
sobrevenido a consecuencia del atropello que estamos sufriendo. La orgía neoliberal
justifica, a ciertos ojos, el maximalismo revolucionario de la vieja escuela.
Pero Podemos no va por ahí a juzgar por sus dichos y hechos, como tampoco por
las gentes a las que desea movilizar y representar, en lo que cabe ver una
salvaguarda para el nuevo proyecto, que no pone el acento en una revolución al
antiguo modo sino en dar curso a los
valores que de suyo pertenecen a la normalidad democrática, hoy pisoteados en
beneficio de una “casta extractiva”. Los perjudicados por la cleptomanía de
esta no son solo los muy pobres; suman el 80% o el 90% de
la población. Así se entiende que, según el CIS, Podemos encuentre apoyo, sobre
todo, en personas de clase media y de clase alta, lo que de por sí indica la
gravedad del daño que se han hecho a sí mismos el PP y el PSOE, como indica la
seriedad del envite. Con sus traiciones
al espíritu constitucional, he aquí que estos han perdido el apoyo de la parte
más ilustrada de la sociedad, mucho más amplia y consistente que en el pasado.
En
un país que había hecho avances en el plano de la cohesión social y que
ha llegado a una composición que no se parece nada a la que le costó la vida a
la República (insuficiencia de la burguesía), nada a la que hizo posible la
eclosión de figuras populistas como Perón o Chávez en sus respectivos países,
nos encontramos con que el votante de Podemos es muy representativo del alto
nivel alcanzado en España por “las masas”, término que no por azar ha caído en
desuso. Podemos ha ganado fuerza
precisamente porque representa los intereses de la población española más
cultivada de todos los tiempos, de pronto castigada pero ya salida de su
estupefacción. A la que no se le podía pedir que se dejase desplumar como una
gallina muerta.
Se dice por ahí que Podemos es un peligro para la democracia. Si esta se encuentra amenazada es por la cantidad de legitimidad democrática dilapidada con el infame propósito de crear un sistema oligárquico descaradamente antisocial. Podemos es una respuesta a esta monstruosidad, no su causa. Es un movimiento defensivo contra el intento de devolvernos al siglo XIX. Si pienso en la democracia que nos resta, ya por debajo de los estándares constitucionales de 1978, Podemos no me da ningún miedo. Lo contemplo con esperanza. ¡Hemos dejado de estar políticamente inermes!
Se dice por ahí que Podemos es un peligro para la democracia. Si esta se encuentra amenazada es por la cantidad de legitimidad democrática dilapidada con el infame propósito de crear un sistema oligárquico descaradamente antisocial. Podemos es una respuesta a esta monstruosidad, no su causa. Es un movimiento defensivo contra el intento de devolvernos al siglo XIX. Si pienso en la democracia que nos resta, ya por debajo de los estándares constitucionales de 1978, Podemos no me da ningún miedo. Lo contemplo con esperanza. ¡Hemos dejado de estar políticamente inermes!