Se dice que el siglo XX
empezó en 1914, al desencadenarse la I Guerra Mundial, y quizá llegue a
ser un tópico decir que el siglo XXI
dio comienzo en 11 de septiembre de 1911, con los atentados contra las
Torres Gemelas y el Pentágono. Parece que ocurrieron ayer, pero no, fue hace
diez años.
Todos sabemos para qué fueron utilizados esos atentados: para imponer la Patriot Act,
sin debate y todavía vigente, para invadir precipitadamente Afganistán,
primero, y luego para invadir Irak, no faltando las mentiras graves de por
medio. Si la serie resulta de por sí inquietante, los atentados que la hicieron
posible permanecen en la memoria sobrecargados de interrogantes que a estas
alturas ya deberían haber sido respondidos con absoluta claridad.
Como
en el caso del asesinato de John F. Kennedy, debemos contentarnos con la
coexistencia de dos versiones, una oficial y otra extraoficial, esta de género
tenebroso. Confieso que me
gustaría muchísimo vivir en un mundo en el que me fuera dado confiar en las
versiones oficiales, algo imposible a estas alturas. Encima, en lo tocante al 11S ni por el lado de la versión oficial ni por el de la contraria hay manera de hacer pie en la creencia de que se ha obrado con sensatez. Víctimas y más víctimas inocentes, daños y más daños, ruina y devastación.